Ambientada en 1940, la película presenta los primeros días de Churchill en el gobierno, cuando en plena Guerra, los nazis avanzan por Europa y el primer ministro debe decidir si cerrar un tratado de paz o enfrentar el mal siguiendo sus convicciones.
Estamos ante un potente biopic que Joe Wright construye a manera de thriller político y bélico, presentando una maravillosa recreación de época y un guion tan revelador como atrapante.
Gary Oldman es sin dudas el espíritu y el motor del filme. Su Churchill lo devuelve a un lugar que había conseguido con interpretaciones memorables en cintas como Drácula, El perfecto asesino o Amada inmortal. Es un trabajo tan profundo, que ni las inmensas capas de maquillaje logran tapar la emoción y el carácter que el actor le insufla a su personaje.
Más allá del contenido político/histórico, del enfrentamiento con el Parlamento y el Rey Jorge VI, el filme nos introduce en la intimidad de un personaje hasta ahora más conocido por sus clichés que por su esencia. Hay en la trama un retrato familiar e íntimo de Churchill que va más allá del habano y el sombrero bombín, humanizándolo y bajándolo del pedestal. Una pintura que observamos desde los ojos de su secretaria (irresistible Lily James) que nos hace partícipe de sus miedos, asombro y finalmente admiración ante la personalidad de este icono.
El poderío visual de las imágenes, una puesta en escena que experimenta con posiciones de cámaras y un montaje moderno, dándole más dinamismo a una estructura casi teatral; una banda de sonido orquestal que acompaña la épica de la historia; y un elenco comprometido y creíble, redondean esta película que retrata la vulnerabilidad y el heroísmo de un hombre fundamental del siglo pasado.
Mi calificación: 9 puntos