Año 1935. El Expreso de Oriente es un legendario tren que atraviesa Europa. Durante una noche en la que la formación queda detenida en medio de la nada por una avalancha de nieve, se produce en su interior un misterioso asesinato. El detective Hércules Poirot (Kenneth Branagh) será el encargado de resolver este oscuro crimen que ha tenido lugar en uno de los vagones. Todos los pasajeros son sospechosos. En una carrera contrarreloj, deberá descifrar el rompecabezas antes de que el asesino ataque de nuevo.
Un verdadero elenco de estrellas de la pantalla grande dan vida a los variopintos personajes que viajan en este tren. Actores que parecen haber regresado en el tiempo hacia un pasado en el que el cine clásico de detectives y misterio reinaba con fuerza en el séptimo arte. Porque una de las grandes virtudes de esta cinta, es su tono romántico y su homenaje al cine cultivado por Sidney Lumet (autor en 1974 de una espléndida versión de este libro).
Kenneth Branagh recrea la estética y la atmósfera de este enigma, este "crimen en cuarto cerrado", en el que invita al espectador a ser parte de la investigación y descubrir junto a Poirot las pistas que llevarán a un inesperado desenlace.
Estamos frente a un largometraje que se vale de las nuevas tecnologías (impresionantes paisajes cruzados por el Expreso) para narrar un cuento redondo en donde cada pieza, cada secuencia, cada mirada y cada palabra tiene un porqué. Quizás las noveles generaciones de espectadores acostumbrados a un montaje y una puesta más vertiginosa, les pueda resultar un tanto lenta y hasta teatral, pero son justamente estas cualidades las que hacen a la película una de esas que ya no se ven en el cine comercial y un acontecimiento para disfrutar y aplaudir.
Branagh no solo marca el tiempo de la narración colocando la cámara en lugares imposibles y originales (como cuando un plano cenital sigue la acción en una secuencia reveladora), sino que además es el maestro de ceremonia perfecto en la piel y bigotes de un excéntrico Hercules Poirot. Su humor británico lo emparenta inexorablemente con el recordado Peter Ustinov (el Poirot de la gente) y lo aleja de los héroes convencionales afectos a la acción.
Cine para ver en cine y vivir la tensión, intriga y revelaciones de un misterio tan kitsch como atrapante.
Mi calificación: 8 puntos
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