Han pasado 30 años desde los acontecimientos ocurridos en Blade Runner (1982). El oficial K (Ryan Gosling), un caza-replicantes del Departamento de Policía de Los Ángeles, descubre un secreto que ha estado enterrado durante mucho tiempo y que tiene el potencial de llevar a la sociedad al caos. Su investigación le conducirá a la búsqueda del legendario Rick Deckard (Harrison Ford), un antiguo Blade Runner que lleva desaparecido 30 años.
El director Denis Villeneuve ya había demostrado que era un cineasta con personalidad, buen gusto y estilo en sus anteriores filmes, todos, absolutamente todos recomendables. Pero con Blade Runner 2049 ha terminado de consagrarse como un cineasta/autor a la altura de Scott, Nolan o el mismísimo Kubrick.
El argumento de esta segunda parte es brillante, inteligente y encaja a la perfección con la cinta de 1982, no solo homenajeándola sino que también respondiendo muchos interrogantes que aquella planteaba.
Un apartado importante es el visual, la estética del filme del ochenta marcó una época, y Villeneuve no solo lo respeta y lo recrea sino que lo expande a límites insospechados. Para que los decorados futuristas funcionen ha sido fundamental la labor del fotógrafo Roger Deakins (su trabajo pide a gritos un Oscar) logrando que cada fotograma de la película sea un cuadro, una maravilla pictórica que solo puede apreciarse en su totalidad en una pantalla panorámica de una sala.
El metraje extenso (dos horas con cuarenta y cinco minutos) pasa volando gracias a la acción, la intriga y el despliegue escénico.
La química entre Gosling y Ford traspasa la pantalla. El veterano actor deja de lado el desgano con que encarnó por última vez a Han Solo para ponerle cuerpo y alma a su Deckard, un personaje que ha pronunciado su soledad y angustia.
Esta onírica y negra segunda parte es sin dudas una de las grandes cintas del 2017, una de las mejores de ciencia ficción de la historia y un largometraje que valió la pena esperar durante 35 años.
Mi Calificación: 10 puntos