En plena II Guerra Mundial, un batallón de soldados ingleses y franceses se encuentran rodeados por los alemanes en una playa. El mar de fondo es otro enemigo peligroso. Salvarlos requerirá casi de un milagro.
Olvídense de cualquier cinta bélica que hayan visto en los últimos años, todas ellas sonarán antiguas y artificiosas al lado de esta gema fílmica. Nolan, retrata el peligro en el frente de batalla con tal realismo (pero sin caer jamás en golpes bajos) que hasta el sangriento desembarco de Normandía imaginado por Spielberg años atrás, parece un juego de niños.
Filmada con precisión, buen gusto y pulso dramático, desde el primer plano que abre la cinta hasta el último fotograma, es imposible despegar la atención de una historia que conmueve y toca las fibras más íntimas de los espectadores.
El realizador ha tomado decisiones arriesgadas a la hora de armar la trama: nunca vemos a los villanos, pero sí somos testigos de sus acciones. Y hablando de riesgos, pese a no contar con un protagónico fuerte, sentimos el caos y el miedo de la guerra a través de la mirada de varios soldados y el filme mantiene el "espíritu Nolan" en su estructura narrativa que se divide en tres secciones bien claras: Tierra, mar y aire.
La edición de sonido, los disparos aterradores suplen la ausencia de sangre (porque el director como ya anticipamos, no se regodea, insinúa más que explicitar). Poco diálogo, la fuerza está en las imágenes y no en las palabras, bien acompañadas por la potente banda de sonido de Hans Zimmer dotando de más épica a las secuencias.
Este retrato de soldados fugándose es sin dudas la película más redonda del director de Memento, el horror de la guerra captado por su ojo cinematográfico de excelencia que lo termina de confirmar como el autor más importante desde Stanley Kubrick.
Mi calificación: 10 puntos