Modelo, conductor, familiero, pintón y con pinta de buen tipo. Iván de Pineda es de esos personajes del mundo del espectáculo que caen bien. No hay un por qué que logre explicarlo ni una fórmula para conseguirlo. Simplemente sucede. Con su estilo entre clásico y canchero, viajó por el mundo, encontró su lugar en los formatos de preguntas y respuestas y fue moldeando ese presentador empático pero no indulgente, flexible pero reglamentarista, como esos docentes que no regalan nota pero saben activar la tecla para sacar lo mejor de cada alumno. A Iván le cuesta incluirse en esta categoría de los que caen bien. En todo caso, lo atribuye a la naturalidad en su accionar y habrá que creerle.
Luego de varias temporadas al frente de Pasapalabra, el conductor se prepara para afrontar un nuevo desafío en la versión renovada de Escape perfecto. El ciclo vuelve a la pantalla de Telefe y va va a poner a prueba la cultura general de los participantes, pero también su control del tiempo y la destreza física, con el objetivo de retirar de la temida jaula la mayor cantidad posible de premios.
Anclando en este presente de cambios, la charla panea por su vida. Conecta con el niño que a los 8 años desafió los cánones de las comedias livianas y armó una biblioteca en su escuela para ser popular. Con el adolescente que saltó a la pasarela y con el hombre que se reencontró hace meses con el universo de Versace. Y con el tipo de entrecasa, ese que protege a rajatabla, a salvo de las redes sociales, de las declaraciones explosivas y de los escándalos mediáticos. Y que acaso sea su mayor tesoro.
—No hay grieta con vos, sos querido por todos.
—No, me parece que sos demasiado buena.
—¿Sos tan bueno o es mentira?
—No, soy demasiado bueno, ñoño y soy muy tranquilo. No me pongo a pensar las cosas desde ese lugar. Trato de ser lo más natural todo el tiempo y lo más…
—Iván.
—Sí, eso mismo. Iba a decir una palabra que no corresponde y me gusta utilizar la palabra exacta para expresar ciertas cosas. No pienso ese tipo de situaciones nunca a la hora de determinar cómo voy a reaccionar o cómo me voy a comportar.
—No te andás midiendo.
—No, jamás. Quiero ser lo más natural, real y los pies sobre la tierra posible siempre. Para mí eso es lo más importante.
—Hablaste del uso de las palabras, ¿es verdad que de chiquito armaste una primera biblioteca en la escuela?
—Sí. En el colegio, fue una manera de hacer amigos, aunque parezca raro. Entré al colegio y dije: “Bueno, cómo me puedo hacer amigos”.
—¿Eso en Argentina o en España?
—No, acá en Argentina. Imaginate lo que significa cambiar de todo. Cambiar de continente, de hemisferio, de un montón de cosas y llegar. Y sobre todo en otra época donde lógicamente no teníamos las plataformas digitales que hoy tenemos, los smartphones, las tablets, las aplicaciones para estar conectados todo el tiempo. Fue mi primer gran viaje en términos físicos. Llegás a un lugar nuevo, con gente nueva, y decís: “Bueno, cómo hago para interactuar”. Yo soy muy sociable. Es terrible. Dije: “Bueno, les pido a cada uno de mis compañeros de colegio unos libros y entre todos los que somos armo una biblioteca y soy el bibliotecario” (risas). Lógicamente todo el mundo estaba pensando en fútbol, en deportes, pero bueno. Yo tenía todo perfecto, los nombres de todos los alumnos, qué libros habían pedido, cuándo había que devolverlos. De alguna manera u otra entre todo este gran cambio que había hecho era también una manera de tener la mente ocupada y enfocada en algo.
—¿Costó ese cambio? ¿Qué edad tenías?
—Tenía 8 años cumplidos. Creo que eran herramientas no solo para hacer amigos, también para tener puntos de referencia.
—¿Es verdad que de chiquito quisiste ser torero?
—No, son esas cosas como ser astronauta o cualquier otra idea. De chiquito leyendo tanto siempre la mente fantaseaba con tantas cosas. Siempre quería ser algo referido a los personajes que estaba leyendo, me parecían maravillosas muchas cosas.
—¿Y alguna de esas fantasías que tenías cuando eras chiquito se cumplieron?
—Nunca me puse metas que tienen que cumplirse sí o sí. Inclusive de chico quise utilizar estas herramientas para expandirme, para generar movimiento y para -inclusive inconscientemente- generarme ganas de hacer cosas, seguir manteniendo la curiosidad, y cierto grado de inocencia. “Me encantaría caminar sobre la luna”. ¿Lo puedo hacer? Y, no sé si me da.
—¿Hoy el objetivo por dónde pasa?
—Por tratar de hacer bien las cosas, por disfrutar los momentos, ser profesional, y ser responsable. A veces con mayor atino. A veces con menor. Pero disfrutar con la gente con la cual me toca compartir la vida profesional. Vos has venido al programa y fuiste testigo de lo que sucede en un ámbito de trabajo donde la pasamos bien y laburamos con mucha profesionalidad, con respeto. Con mucha alegría, donde hay mucha generosidad. A mí me gusta eso, para mí lo más importante son las relaciones humanas, la interacción.
—¿Termina un ciclo y vos preferís que ese equipo de producción diga que sos un gran tipo o un gran conductor?
—No, primero un gran tipo. Empezamos desde el factor humano y después lo trasladamos a lo profesional. Por lo menos para mí. Después todo ese equipo de trabajo me va a ayudar a veces hasta inconscientemente a hacer mejor mi trabajo. Primero lo humano, el trato personal y después eso llevémoslo a lo que tenemos que hacer que es nuestra profesión, nuestro trabajo, y hay que hacerlo bien.
—Se viene en unas horas Escape perfecto.
—Sí. La estamos pasando muy pero muy bien. Sobre todo porque es un programa para toda la familia. Tiene lo divertido de las preguntas y las respuestas con la parte lúdica del juego en la jaula. Las preguntas no son solo de matemática, historia, geografía, también cosas que tienen que ver con la vida cotidiana. La jaula tiene más de 35 millones de pesos en premios. Tenés desde un auto hasta esos típicos productos que quizás no te los comprás pero cuando te los regalan y decís: “Dale”. Hay lo que te imagines. Productos de belleza, de gaming, herramientas. No sé, una bordeadora. Me compro una bordeadora o me regalás una bordeadora me encanta (risas).
—¿Te llevas bien con los quehaceres domésticos?
—Sí, viví muchos años y mucho tiempo solo así que si bien no soy un manitas terrible no me le achico al desafío.
—¿Te puedo encontrar con la bordeadora?
—Y, con un poco de música sí.
—¿Hay un cambio de cuerito?
—Hace 20 años podría haber sido. Ahora muchas veces vienen… Y arreglar enchufes también. Ese tipo de cositas. Pero tengo que reconocer que soy medio torpe.
—¿Ordenado?
—Sí, ordenado sí. No rozando lo obsesivo.
—No hay TOC. ¿La ropa está por color?
—Sí pero porque es una cuestión de facilidad. También por una cuestión de continuidad.
—¿De hecho las pulseritas las seguís teniendo porque amas a tus sobrinas que te las hicieron para el recital de Taylor Swift o por continuidad del programa?
—Son especiales porque una tiene casi mi nombre y el otro de mi mujer. Así que es como un doble juego.
—Fuiste sensación en el recital entre las fanáticas.
—Los swifties son todos muy buenos me parece (risas).
—Estuviste cambiando pulseritas y te volviste tendencia en redes, vos porque no tenés.
—Sí, exactamente. Hay cosas que quizás a veces no me entero. Que amores. Que buena onda. Fue maravilloso porque tuve la oportunidad de acompañar a cuatro sobrinas que primero la pasaron increíble, y fue maravilloso porque fue muy lindo poder verlas desde otro lugar.
—¿Más adolescentes fanáticas?
—Exactamente. Con sus cosas, sus gustos, sus sueños, sus pasiones, su fanaticada. Está buenísimo porque la vida está hecha de estas pequeñas cosas. De una manera u otra nosotros también estuvimos en esa posición.
—¿De quién podrías haber sido presidente del club de fans?
—Tengo un gusto musical muy ecléctico. Voy y la paso bárbaro en el recital de Taylor y después voy a ver a Metallica feliz. En el programa nos la pasamos cantando y ahora tenemos nuestro pequeño karaoke en el control de Escape con todo el equipo.
—Tenés 7 sobrinos ¿Hay un tío que se copa, que se tira al piso a jugar?
—Sí, me encanta. Con todos los viajes a veces no tengo mucho tiempo, no es todos los días. Cuando estoy quiero que verdaderamente haya calidad. Hablamos del recital de Taylor porque fue ahora, pero es un anclaje a algo emotivo en la memoria que va a seguir muy presente. Para ellas fue algo muy importante y está buenísimo porque tuve la oportunidad de compartirlo, estaba mi mujer también, entonces de repente somos parte del grupete. Inclusive a esta edad y de esta manera.
—No hay mejor inversión que momentos con la gente que uno quiere.
—Se trata de eso más allá de la velocidad de las cosas poder tomarte esos pequeños momentos.
—¿Te gusta trabajar tanto?
—A mí me encanta lo que hago. Realmente me gusta. Me divierto. La paso bien. Inclusive en momentos que quizás son un poquito más estresantes, Me gusta mucho lo que hago.
—¿Cómo fue reencontrarte con Versace y con vos en tu rol de modelo?
—En un momento me vi viendo a chicos que me hicieron acordar a mí cuando tenía esa edad. Lógicamente los tiempos han cambiado mucho. Hoy la manera de la interacción y las relaciones lógicamente por la tecnología han cambiado de alguna u otra manera. Veía eso y decía: “Guau”. Estamos hablando no los 2020, no los 2010, no los 2000 (risas), sino los 90. A mí la moda como disciplina para desarrollarte me dio muchas satisfacciones. No solo a nivel profesional, también a nivel personal y en un momento muy particular de mi vida. Entonces tengo una imagen de ciertos momentos de mi infancia, adolescencia y primera adultez muy romántica. Tener la oportunidad de seguir trabajando con estas marcas, hacerlo de esta manera y todo está muy bueno.
—¿Qué te sorprende de todo lo vivido?
—Haber empezado a trabajar tan chico y a viajar solo en un momento donde la cotidianeidad de las comunicaciones era diferente, estar en constante interacción con gente tan diversa en todo, todo el tiempo, en tantos países del mundo, generar lazos humanos. Aprender nuevos idiomas, perfeccionar otros.
—¿Choluleaste a alguien alguna vez?
—No. Soy de tener un trato muy respetuoso por el trabajo y la persona ajena. Encaro más las cosas desde ese lugar.
—¿No tener redes sociales es una decisión o es algo que simplemente pasó?
—Todavía estoy en esta cosa de: “¿Pero qué voy a contar? ¿Querés verme en mi casa empijamado?”
—Hay mucha gente que no puede salir de las redes por el temor a perderse lo que está pasando.
—No tengo eso. Sí me gusta estar súper informado. Pero stalkear tampoco.
—Nunca te creaste una cuenta para mirar a alguien.
—No.
—¿25 años de pareja ya?
—Sí.
—Contaste que el día que decidan casarse va a ser para festejar todo lo vivido que es un montón y no de cara a lo que viene.
—Sí, está bueno. En vez de festejar algo que hipotéticamente podría venir en un futuro festejemos lo que pasó que está buenísimo.
—¿Si le pregunto a ella en qué momento sos insoportable?
—Debe tener muchísimos (risas). Son muchos años de conocernos. Es una fenómena, una crack. Está buenísimo porque son muchos años y siempre con alegría. Siempre con una sonrisa.
—¿Sos consciente que hoy tener trabajo y de lo que a uno le gusta es una situación de mucho privilegio?
—Absolutamente, y eso trae una gran responsabilidad: estar a la altura de eso, hacerlo honrosamente, hacerlo bien, y con respeto. Ser agradecido no solo con lo bueno que te pueda tocar sino con la gente que te toca compartirlo.
—¿Y de disfrutarlo?
—También.
—¿Te sale el aquí y ahora?
—Sí. Pero no pienso que tenga que haber determinado momento para el aquí y ahora. Trato de llevar ese mantra a todos los días y no todo el día tiene que ser el mejor día del mundo. Si no es imposible.
—¿Vos en tu casa jugás? ¿Reunión de amigos sale un juego de mesa o decís: “No basta, déjenme de joder”?
—Me encantan los juegos de mesa y me encanta jugar a las cartas con mi familia y mis amigos.
—¿A qué jugas?
—Mucho Podrida. He jugado mucha Canasta. Chin-Chón. Se me caen todas las sotas juntas (risas).
—¿Me puedo encontrar con un Iván tramposo?
—No. Pero me gusta jugar. Soy de esos que juegan a las cartas y juguemos seriamente.
—¿Querés ganar o te da igual?
—No, quiero competir y quiero participar. Uso también muchas aplicaciones de juegos que me gustan porque lo hice toda mi vida, y lo sigo haciendo todavía. También juego crucigramas mucho, pero tengo que decir con el Sudoku no me doy maña.
—¿Es verdad que la primera plata que ganaste como modelo la usaste en una ronda de cerveza con amigos?
—Sí, me pareció brillante (risas). Accedí a esto de una manera muy aleatoria, muy azarosa y me pareció muy interesante poder compartir eso, algo chiquitito, con quienes compartía la mayor parte de mi vida en esos días. Aparte la pasamos bien ese día. Estuvo bueno.
—¿Qué le decís al Iván que te encontraste en la pasarela, ese que en los 90 arrancaba?
—¡Estás igual! No, ojalá (risas). Fue una gran aventura y el principio de muchas más aventuras que vinieron después.