Abel Pintos es el hombre orquesta: hace de todo, y bien. Mientras su participación como jurado de Got Talent Argentina brinda una sorpresa cada noche, se prepara con entusiasmo para sus próximas fechas en el estadio Vélez Sarsfield, el 17 y el 18 de noviembre.
Y hablando de orquestas, el cantante no oculta su satisfacción por haber realizado un proyecto muy personal, en sintonía con su espíritu altruista: Alta en el cielo, la reversión del “Himno Nacional Argentino” y otras canciones patrias junto a la Orquesta Académica del Teatro Colón.
La vida familiar, ese cable a tierra, y su misión de plantar 12 mil árboles completan el cuadro actual de la vida de Abel, que cuenta que aceptó estar en el reality de Telefe porque le “gusta mucho el formato. Lo veo en otros países, lo disfruto. Me parece muy inspirador. En este momento loco del mundo, está bueno. Todos necesitamos algo que nos inspire para volver a soñar. Y este programa se basa en sueños”.
—Hablando de sueños, ¿cuál era el tuyo?
—Cuando comencé mi carrera era cantar: yo quería cantar todo lo que pudiera. Y lo empecé a cumplir a los 11 años. Eso no implica que haya tenido éxito ni mucho menos pero yo lo hacía de esa manera: pasaba el día entero cantando. Buscaba un lugar donde cantar.
—¿Se sigue disfrutando igual?
—Sí. Yo canto casi todo el día. Canto poco en casa, mi familia de hecho me lo recrimina bastante, pero el tema es que estoy en la oficina haciendo cosas y estoy cantando por lo bajo. En la calle canto mucho. En mi clase de canto, en mi vocalización matutina.
—¿Hay un Abel que canta en la ducha?
—Sí, canto en la ducha.
—¿Propios o ajenos?
—No, en la ducha meto mucho tarareo. Yo reconozco ser un mal invitado a una guitarreada, porque no me sé canciones completas de otros artistas, me sé las mías. Entonces siento que si me pongo a cantar las mías los demás invitados van a decir: “Es un plomo”.
—Fuiste a cantar al Martín Fierro, nos emocionaste a todos, y te llevaste un camiseta firmada por la Selección. ¿Esa te la mandó Messi?
—Me la mandó el plantel entero, a través del Chiqui Tapia, que de hecho estaba en nuestra mesa. Habíamos estado cenando, conversando. Nos caemos muy bien. Y de repente él se para porque lo llaman del escenario y se pone a hablar y me menciona. Cuando veo lo de la camiseta no podía creerlo. A los chicos del plantel y al Chiqui los emocionó el proyecto de los himnos, y me la mandaron como una especie de reconocimiento y de buena onda. Fue muy emocionante.
Hombre de familia
Abel es padre de Agustín, nacido en octubre de 2020 y fruto de su relación con Mora Calabrese, y es también padre del corazón de Guillermina, la hija más grande de su esposa.
—¿En qué andan Guille y Agus?
—Agus está creciendo muy feliz gracias a Dios. En octubre cumple tres años y está experimentando su jardín con sus compañeros. Se adaptó, le llevó su tiempo; lo llevábamos hasta la puerta y lloraba que no lo podíamos dejar, y de un día para el otro nos dijo: “Chau”, y se fue a los brazos de la maestra. Es un nene feliz. Y Guillermina, que es la más grande, tiene 15, también es una adolescente feliz y está muy abocada al estudio; tuvo un viaje muy lindo de estudio, así que está súper.
—¿Cómo te encontrás paternando con ella y todo lo que implica hoy la adolescencia?
—Guille es una persona muy amable, principalmente consigo misma, y luego con los demás. ¿Qué quiero decir con esto? Está adolescente full, pero a la vez está teniendo un trato muy amable con ella misma en sus procesos, en “hoy quiero esto, mañana quiero aquello, no sé lo que quiero pero lo quiero ya”. Lo tiene todo, está en el corazón del proceso y lo está viviendo full. Pero recordando mi proceso de adolescencia, me emociona mucho verla así: siendo amable y amorosa consigo misma. Tengo mis desafíos diarios con Guille, pero el asunto es que ella lo hace muy placentero.
—Tengo miedo de preguntar cómo fue tu adolescencia...
—Y... no fui tan amable conmigo mismo (risas). Nada más.
—¿Y Agus?
—Lo mismo. Tiene un carácter divino. Te lo voy a resumir en esto: desde el día que nació y hasta hoy, ya casi tres años, dormimos todas las noches. Yo sé que nos van a envidiar: duerme entre 8 y 14 horas cada noche.
—¿Estás en el chat del jardín?
—No. Mora está en el chat de jardín, en ese universo tan colorido.
—¿Cómo nació la idea de ponerle voz a estos himnos y marchas tan nuestras y donar lo recaudado a tres hospitales universitarios?
—En Plan Divino somos una empresa que produce mucho, nos va muy bien gracias al apoyo de toda la gente, y nos gusta que las cosas sean de ida y vuelta. Entonces buscamos una ocasión anual, mensual, algún proyecto en particular mediante el que pueda regresar una parte aunque sea, un gesto, de todo lo que recibimos nosotros a diario. Lo de los himnos es un sueño que tenía desde niño. Me gustan las canciones patrias como canciones, más allá del símbolo y el significado que tienen. Aprendí a cantarlas, lógicamente, en la escuela, pero durante muchos años las entendía como una pieza de museo porque un poquito nos educaron así ¿no? Como que el “Himno Nacional” se canta en este momento, “Aurora” en aquel. Pero después no se canta. Y se me había hecho la ilusión de alguna vez volver eso un poco más al sentido popular, que las cantemos cuando queramos.
—Y que las podamos disfrutar.
—Por supuesto, como hermosas obras que son. Por eso el marco sinfónico. Porque yo estaba seguro de que, sacándolo del marco de banda militar que siempre escuchamos, iban a brillar mucho más las cuestiones armónicas y melódicas. Y fue un viaje que disfruté muchísimo. Lo de las universidades y donarlo tiene que ver con eso de que son canciones nuestras, nos pertenecen a todos. Hoy cada reproducción genera dinero, entonces lo que quisimos es que ese dinero regrese al pueblo.
—Los temas sociales siempre te tocaron una fibra, ¿no?
—Bueno, yo me crie musicalmente de la mano de León Gieco, un artista al que he visto hacer por años más shows a beneficio que shows propios. Entonces vas entendiendo el ciclo de lo solidario, que es algo que tiene una ida y un retorno constante. Es enseñar a pescar, no dar el pescado.
—El plan de plantar árboles. ¿Son 12 mil en total?
—Sí, y tiene que ver con que los demás vayan siguiendo de cerca esto, que es una experiencia nueva para nosotros también: estamos aprendiendo mucho. Yo no soy empresario agropecuario: estoy aprendiendo desde cómo formular un negocio con la nuez pecan y de qué se trata la planta, cuál es su proceso, cuándo va a producir, qué condiciones climáticas son favorables. Me resulta tan interesante, que cuando vamos a plantar lo quiero compartir. La primera vez lo hicimos con nuestro equipo de trabajo y familiares, la segunda incluimos a 300 chicos de escuelas de Mercedes y la zona, y sus familias. Así que éramos como 500 personas, plantamos entre 500 y 600 árboles el primer día, y después el equipo quedó con lo demás, y ya van casi cuatro mil árboles de los 12 mil proyectados.
—Es un montón: ser jurado, los shows, ahora ponerte a estudiar el negocio de las nueces ¿Mora no te dice en algún momento: “Dale, déjate de hinchar”?
—(Risas) Sí. Ella se ocupa mucho porque puede de esa manera poner los límites que a veces yo no sé poner conmigo mismo, y después sufro porque adopto muchas responsabilidades y actividades con todo el amor del mundo. Pero a veces el tiempo físico no me da y entro en un circuito en el que su contención y su visión previa es fundamental.
—Sos un artista con el que no hay grieta en la Argentina: todos te queremos. Pero es un momento tan difícil. ¿Qué le decís a la gente?
—Siento la misma incertidumbre que todos. Hoy mismo creo que es muy temprano para tener algún tipo de claridad respecto de los caminos posibles que vaya a tomar este país. Pero seguro que va a ser todo un proceso, porque estamos ante una situación muy sorpresiva para todos en general y eso mueve muchas cosas, ¿no?
—Los recitales son un mimo al alma que agradecemos. ¿Y ya está todo agotado el próximo Vélez?
—Sí, se agotó creo que en una semana, y agregamos una segunda para el 17. El agradecido soy yo porque precisamente en un momento de tanta incertidumbre en todo orden, que haya en este caso 40 mil personas en la Capital y alrededores, incluso de otras provincias, que dicen: “Bueno, voy a detenerme en esto, quiero compartir esto, lo quiero experimentar y voy allá”, es un montón, realmente. Hace poco tenía una charla con Juan Leyrado, a quien quiero mucho, y él me dice: “Mirá qué loco es que alguien se saca una entrada, se cambia, se perfuma, se va hasta el teatro, se sienta y está dos horas mirando una obra, por ejemplo un clásico como Romeo y Julieta, cuando ya sabe el final”. Y eso me marcó porque es cierto: todas esas personas escucharon no sé cuántas veces las canciones que voy a cantar, y sin embargo van a hacer todo ese larguísimo y generosísimo proceso para estar ahí, acompañándome. Es muy emocionante.
—Sí, pero esas canciones al público los acompañaron en sus casamientos, en los nacimientos de sus hijos, en separaciones: sos la banda sonora de la vida de muchísima gente.
—Para mí es muy emocionante. Muy emocionante.
—¿Es fuerte saber que estás en el nacimiento de un bebé?
—Sí. Más hoy en día, que hay video de todo. Me llegan constantemente los videos de los padres con su hijo recién nacido, de las madres abrazando por primera vez a sus hijos y una canción mía en quirófano. Vos decís: “Gente, por favor, concéntrense en aquello”. Es muy emocionante verdaderamente.