Maxi Trusso: “Fue duro tener dos hermanos presos y uno buscado por la Interpol durante años”

Su niñez “ermitaña”. El pedido a sus padres para ser internado en un colegio pupilo. La acusación por estafas que golpeó a la familia, el vínculo especial con su hermano prófugo, “convencido de que el Vaticano quería matarlo”. Las celebridades a las que recibió como guía en la Capilla Sixtina y a las que vistió como diseñador de moda en Italia. La irlandesa que hoy lo vuelve “loco” y por qué decidió alejarse de su propia hija: “Sentí que no podía darle nada bueno”, dice el músico, uno de los mayores referentes del género electro pop. Las mil vidas de un gran “inconformista”

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A solas - Maxi Trusso con Sebastián Soldano

Tanto lo aburría “la normalidad” que ni había cumplido 13 cuando pidió internarse en un colegio pupilo. Necesitaba un desafío que arrancara de un tirón la holgura del niño bien. Como si hubiese sabido, ya por entonces, que “la inestabilidad sería la madre de mi inventiva”, según revela. En definitiva, su llave para crecer y, principalmente, “para no envejecer jamás”. Así logró hacer de ese “proceso invisible para lograr lo que se ve”, una gimnasia de la inquietud, de la atención y del esfuerzo. “Destruir el equilibrio o la comodidad, siempre ha sido el juego de mi vida. De mis mil vidas”, cuenta Maxi Trusso (52) en esta charla sobre “tantos giros y tropiezos” de una historia basada en retozar sus propios límites. “Cuando escucho a que un chico le preguntan: ´¿Qué vas a ser cuando seas grande?´, también pienso la respuesta, porque siento que todavía no empecé a vivir”.

Maxi Trusso a sus tres años
Maxi Trusso a sus tres años
Maxi Trusso rodeado por sus ocho hermanos: Juan Miguel, Francisco, Carmen, Virginia, Luján, José Manuel, Mercedes y Pablo, en la celebración de la boda de la cuarta, en 1975
Maxi Trusso rodeado por sus ocho hermanos: Juan Miguel, Francisco, Carmen, Virginia, Luján, José Manuel, Mercedes y Pablo, en la celebración de la boda de la cuarta, en 1975

El St. George’s College (Quilmes) resultó ser “la ventana a la realidad”, como define. Ese púber “achicado, flaquito, callado, que sólo se animaba al fútbol y con la autoestima tan fragmentada que ya me había hecho a la idea de que jamás tendría una novia, porque pensaba ´¿quién podría quererme?´”, decidió dar su primer “salto superador”, como lo llama. En sus aulas, dice haber recibido “el choque que me enseñó de qué iba la vida”. Claro, ahí “nadie me cuidaba las espaldas. Y enfrentarme a convivir con pares desconocidos, a la obligación de hacerme cargo de mis errores, era un desafío que me entusiasmaba. La sentí una chance de probarme, de pararme solito ante una nueva sociedad. Yo intuía que hacia algún lado me iba a llevar. A un cambio mental, de mirada, de camino, y para siempre”.

Maxi quebró, por primera vez, “la burbuja de cristal” que lo contenía como el benjamín de ocho hermanos (cinco varones y cuatro mujeres): Mercedes, Francisco, Carmen, Pablo, Virginia, Luján, José Manuel y Juan Miguel, “a quienes, por la brecha de edades, veía como padres o tíos”, indica.

Maxi Trusso entre sus hermanas, Carmen (quien se casaba), Luján, Virginia y Mercedes
Maxi Trusso entre sus hermanas, Carmen (quien se casaba), Luján, Virginia y Mercedes
Maxi Trusso, de por entonces tres años, con su hermana Carmen
Maxi Trusso, de por entonces tres años, con su hermana Carmen
Maxi Trusso y Luján, una de sus cuatro hermanas
Maxi Trusso y Luján, una de sus cuatro hermanas

Y como multitud no siempre significa compañía, Trusso recuerda una niñez “solitaria, casi ermitaña”, así la describe. “Una circunstancia a la que me acostumbré tanto que hasta le encontré cierto placer, por lo que luego me costaba mucho hacerme de amigos. Cuánto más grande era el grupo, más me aburría. Tanto es así que en el internado había quien, viéndome en un rincón, creía: ´¡Pobre pibe, está tan solo...!’. Y era yo quien quería estar aislado”, cuenta.

La pandemia pudo haber sido un déjà vu en ese sentido, “un colador, un disparador para rearmarme un nuevo núcleo, porque nadie sigue siendo el mismo a lo largo de los años”. Pero de eso nos ocuparemos en párrafos siguientes.

Volvamos al living de la casa familiar, en un exclusivo edificio de cinco pisos (luego devenido en petit hôtel) sobre la calle Montevideo (entre Juncal y Arenales), al que los Trusso compartían con el cónsul francés y la mismísima actriz Delia Garcés (1919-2001). Melómano desde el útero, pasaba días pegado a la radio y nada sugería mejor plan que escuchar “las historias de boliches” que traían sus hermanos cada fin de semana. El DJ ya despuntaba, pero mucho antes lo hizo el bailarín. “Los 80 llegaron con Xanadú (de Robert Greenwald, 1980), Grease (de Randal Kleiser y Patricia Birch, 1982) y Flashdance (de Adrian Lyne, 1983), películas que tomaron el guante del auge de Fiebre de sábado por la noche (de John Badham, 1977), y todo ese mundo de colores me sacaba un ratito de la realidad”, relata. Así se convirtió en (aún confeso) “fan” de John Travolta (69), “e imitaba sus pasos por ahí”.

Maxi Trusso en el día de su confirmación en el Colegio La Salle, junto a su padre, su tía Amalia, su hermana Luján, su hermano Juan Miguel y su sobrina Sol
Maxi Trusso en el día de su confirmación en el Colegio La Salle, junto a su padre, su tía Amalia, su hermana Luján, su hermano Juan Miguel y su sobrina Sol
Maxi Trusso jugando fútbol, una pasión que lo acompañó durante su infancia y adolescencia
Maxi Trusso jugando fútbol, una pasión que lo acompañó durante su infancia y adolescencia
Maxi Trusso, adolescente, junto a Pedro, uno de sus primeros sobrinos
Maxi Trusso, adolescente, junto a Pedro, uno de sus primeros sobrinos

Al menos “inimaginable” resultaba un futuro entre consolas e instrumentos. “Más allá de la época, en casa no se consideraba la música como una profesión. Por lo que esa pasión que sentía ni siquiera yo la rotulaba como un camino serio o posible”, señala. “Aprendí a esquivar ciertas situaciones en un ámbito conservador y, también, a pasar desapercibido”. A los 14 se colaba en las previas de los boliches esteños sólo para hablar con los DJs, “una especie de superhéroes de la época”, señala. “Ellos me pasaban consejos, algunos discos y hasta me grababan cassettes”. Pero ya con 11 pedía revolver las disquerías porteñas “con la complicidad de mamá (María Elisa Massot), tal vez conmovida por mi insistencia. Porque, claro, un poco me entendían... Y otro mucho no”.

Francisco Eduardo Trusso, quien fuera el embajador del Vaticano en la Argentina durante el gobierno de Carlos Menem (1930-2021), era un reconocido abogado de compañías de la talla de YPF, especializado en Derecho de Familia y Derecho Eclesiástico, “dedicado a las, por entonces, nulidades matrimoniales, ligado a la Sacra Rota o Tribunal Apostólico de la Rota Romana, de apelación de la Santa Sede”, indica su hijo. “La sola presencia de papá, imponía un modo tan clásico y correcto con el que debí batallar. Y quizás fueron esas contiendas las que hicieron de mí este personaje un tanto especial”, dice con gracia.

Maxi Trusso, a sus 13 años
Maxi Trusso, a sus 13 años
María Elisa Massot y Francisco Eduardo Trusso, padres de Maxi
María Elisa Massot y Francisco Eduardo Trusso, padres de Maxi
Maxi Trusso junto a sus padres, su hermana Carmen, sus sobrinas, y monseñor Manolo Fernández, en casa de Leonardo Sardi
Maxi Trusso junto a sus padres, su hermana Carmen, sus sobrinas, y monseñor Manolo Fernández, en casa de Leonardo Sardi

Estudió Derecho. O al menos inició. “Después de todo me sirvió conectar con otra gente, con otras cosas que nada tuvieran que ver con la música. En ese ´da y quita´ de la vida también se aprende”, asegura Trusso. Aunque se hace cargo de esa instrucción. Porque bien admite que “de mí no se esperaba algo especial”. Se refiere a las pretensiones familiares o, mejor dicho, a la de dos padres que, tal vez por prolíferos, “terminaban viéndome a mí, el más chiquito, como una compañía”, dispara. “No olvidemos que cuando nací, papá tenía 48 y siempre lo vi como a un abuelo. La relación con ellos fue muy diferente a la que pudieron tener con mis hermanos. Y sí, les gustaba estar conmigo. Creo que lo único que procuraban era eso: que los acompañase”.

Así fue cómo su historia dio el puntapié que definió la segunda instancia de quiebre y la excusa perfecta para poner un freno a ese “destino automático”, aún a sabiendas (y quizás por eso mismo) de que sería un tránsito “difícil”. A los 19, “cuando todavía no había dado con lo que quería o que podría sumarme en ese lapso de mi vida”, viajó a Roma (Italia) junto a su padre (recientemente nombrado en el Vaticano) y el abanico de “sucesos impensados” lo apostó en esa ciudad en la que, como dice: “Volví a nacer, me reinventé”.

Maxi Trusso junto a su hermano José Manuel y su hermana Luján, en Palo Laziale, Italia
Maxi Trusso junto a su hermano José Manuel y su hermana Luján, en Palo Laziale, Italia
Maxi Trusso y su hermana Luján, en 1992, tiempos en los que iniciaba su carrera con la música
Maxi Trusso y su hermana Luján, en 1992, tiempos en los que iniciaba su carrera con la música

Maxi se creó “un personaje nuevo”. Finalmente, y dejando kilómetros atrás viejos complejos, enamoró a la hija de un embajador italiano en Argentina. Trabajó en la Banca Monte dei Paschi di Siena, el banco más antiguo del mundo, fundado en 1472. Y hasta incursionó en la moda, un pasaje de los más atractivos en su relato. Pero ya nos ocuparemos de él. Entre tanto, Trusso fue “empleado multitasking” en los museos Vaticanos y Capilla Sixtina. “Desde el kiosquito de recuerdos hasta Finanzas Menores, pasé por todas las secciones como parte del entrenamiento al que sometían a los empleados. Y terminé como fijo en Visitas Especiales”, recuerda.

“Cada mediodía, cuando los museos cerraban, se abrían los paseos guiados para celebridades. Y mi función era asistir a la marquesa que las oficiaba. Así me encargué de recibir, entre otros, a Fidel Castro (1926-2016), Julia Roberts (55) y a Tom Cruise (61) y Nicole Kidman (56)”, recuerda. “Cruise estaba en Italia presentando Entrevista con el vampiro (de Neil Jordan, 1994), y cayó con sus hijos. Uno de ellos tenía una pelota y a mí, tan inconsciente, se me ocurrió proponerle que me pateara un penal usando de arco la puerta de la Sixtina”. El pelotazo valió un estruendo, mil miradas, otros tantos retos de los guardianes de los tesoros y la solemnidad, y, en definitiva, una anécdota con charme.

Maxi Trusso entregando al Papa Francisco, el himno que compuso especialmente para él. Material editado a beneficio de la Fundación Scholas Occurrentes
Maxi Trusso entregando al Papa Francisco, el himno que compuso especialmente para él. Material editado a beneficio de la Fundación Scholas Occurrentes

Conoció a tres papas (“aunque nada de eso me interesó demasiado”, acota, gracioso), y al tercero le compuso un himno. “Fue por sugerencia del Cardenal Leonardo Sandri (79, amigo personal de los Trusso), horas después del nombramiento de Jorge Bergoglio (86). Una canción que nada tenía que ver con él, con su perfil, con su estilo. Pero a través de la cual me di el gusto de crear una pieza gloriosa, antigua, con estilo épico y empleando términos barrocos. No sé qué... Me gustaba así”, cuenta con humor.

Fue a las 07:05 de aquel 13 de marzo de 2013 cuando el prodiácono Jean-Louis Tauran anunció al Papa argentino, que entre miles de fieles agolpados en Piazza San Pietro, dice haber tenido “una especie de diálogo íntimo conmigo mismo” en el que surgió Salud Francisco / Salud Francisco / Sos el heredero de la verdad / Salud Roma, Salud Roma / Tu luz nunca se apaga / Roma inmortal, de mártires y de santos / Francisco sos la luz de la gente.

La propuesta de Sardi lo animó a ponerle melodía, grabarla y entregársela al Pontífice argentino. “Yo estaba visitando Roma para la composición de la banda sonora del filme Studio illegale (de Umberto Carteni) y me vi ahí parado, frente a Francisco, entregándole en mano el CD con su himno, ilustrado por Mabel Vaccaro, una reconocida artista del estilo naive, y el bonnus track de mi versión personal de ‘Cantares’”. Claro que haber podido interpretar su propia obra (“en la que dejé la vida”) fue un sueño diluido con el paso del tiempo y el “fracaso” que significó. Los medios no lo difundieron, ni la discográfica se encargó de eso, ni Scholas Occurrentes, la ONG a la que donó los derechos, lo estimó demasiado. “Se lo llevé a la audiencia del 17 de diciembre de 2014, el día en él que cumplía 78 años. Y la verdad es que fue muy frío. Así que me salió decirle: ´¡Mire, si no le gusta se lo doy a Francesco Totti (46), ex futbolista de la Roma!’”, dispara entre risas. “Calculo que lo habrá escuchado... ¿Qué sé yo? Al Papa le gusta el tango”.

Maxi Trusso (el primero en la imagen) en sus tiempos de trabajo en el Museo del Vaticano (1993), junto al Papa Juan Pablo II, Monseñor Sandri, el Cardenal Pironio, y las monjas y laicos de la congregación
Maxi Trusso (el primero en la imagen) en sus tiempos de trabajo en el Museo del Vaticano (1993), junto al Papa Juan Pablo II, Monseñor Sandri, el Cardenal Pironio, y las monjas y laicos de la congregación
Maxi Trusso, sus padres, María Elisa Massot y Francisco Eduardo Trusso, y el Papa Juan Pablo II
Maxi Trusso, sus padres, María Elisa Massot y Francisco Eduardo Trusso, y el Papa Juan Pablo II

Aún así, Trusso no es un apellido al que Bergoglio pudiera pasar por alto. En primer lugar, debido al afecto que sintió por el sacerdote Alfredo Trusso (1921-2006), tío de Maxi, quien fuera vicepresidente de la Fundación Palabra Viva y nombrado Monseñor por Juan Pablo II. “Alfredo fue biblista y tradujo, junto al padre Armando Levoratti, La Biblia, Libro del Pueblo de Dios (1981), un proceso en el que trabajó durante 20 años”, cuenta. “Era un cura, digamos, un tanto tercermundista. Jesuita y dedicado por completo a los más necesitados, es por eso que Francisco lo quería tanto. Alguien muy negado a los cargos nobles de la Iglesia. Participó en el Concilio Vaticano II y estuvo muy cerca de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI, 1927-1922), pero eligió terminar sus días como Párroco de Todos los Santos y Ánimas, en Chacarita, así designado por el Cardenal Copello”, relata.

Y por otro lado, fue el mismísimo Maxi en tándem con su hermano Francisco, quien colaboró para el ascenso de Bergoglio en la Santa Sede. “Hicimos mucho para que lo nombrasen coadjutor (obispo que, con derecho de sucesión, asiste al diocesano en tareas gubernamentales, y lo representa en caso de impedimento) del Arzobispo de La Plata, Antonio Quarracino (1923-1998), muy amigo de mi hermano, quien a su vez mantenía una buena relación con Juan Pablo II”, relata. “Pero éste se negaba a otorgar ese título. Nunca supimos a ciencia cierta el por qué. Por ahí, intuimos presiones políticas, algo muy común en ese ámbito. El trabajo que hicimos fue bastante minucioso. Tuve varias reuniones con el cardenal Stanislaw Jan Dziwisz, secretario personal del Papa, hasta conseguirlo”, revela. “Bergoglio siempre fue muy agradecido con mi hermano por ese gesto”.

Maxi Trusso en sus tiempos de incursión en la moda junto al diseñador Maurizio Altieri, mientras estuvo radicado en Italia
Maxi Trusso en sus tiempos de incursión en la moda junto al diseñador Maurizio Altieri, mientras estuvo radicado en Italia
Maxi Trusso y el diseñador italiano Maurizo Altieri
Maxi Trusso y el diseñador italiano Maurizo Altieri

Y antes de seguir con esta trama que se nos hará de película, entre denuncias, una fuga inverosímil y un final que incluirá el sentido perdón de Maxi frente al Papa argentino, cerraremos aquel episodio del músico con la moda. Durante esos primeros, y “lúdicos”, años en Roma, Trusso necesitó quebrar con “la solemnidad de los museos” y con “tanto gris de la burocracia bancaria”. Una vez más se aburrió. La fibra artística reclamaba algún estímulo y encontró canal válido en la industria de la moda. “A través de unos amigos, comencé a frecuentar un local de ropa muy de avant-garde y me atreví al diseño”, cuenta este coleccionista de sombreros. “Así empecé a ser un buyer para los desfiles de París y de Milán, descubriendo con fascinación ese mundo absolutamente desconocido para mí”.

En el camino, y ante la necesidad de involucrarse con una marca, se asoció al diseñador Maurizio Altieri, fundador de Carpe Diem, una firma de elite en el rocker marketing. “Así llegamos a vestir a Keith Richards (79), Lenny Kravitz (59), Cindy Crawford (57), Mickey Rourke (70), Alanis Morissette (49), Bryan Adams (63), Seal (60), fanático de nuestra ropa, y conocí a John-John Kennedy (1960-1999), que popularizó un modelo de botas que hacíamos por aquel entonces”, recuerda. “Pero, después y a pesar de todo, a mí me faltaba la música”.

Maxi Trusso y Francesco Di Mauro en tiempos de Roy Vedas, el dúo de electropop que llegó a ser telonero de los Rolling Stones en Turquía
Maxi Trusso y Francesco Di Mauro en tiempos de Roy Vedas, el dúo de electropop que llegó a ser telonero de los Rolling Stones en Turquía

“Un día me dije: ´Si no me atrevo ya mismo, mañana será muy tarde´”, cuenta Maxi respecto del sendero que se haría profesión. “No quería que eso quedase sólo en un hobby. Y no me preguntes por qué, pero soñaba con el divague de tener, al menos, un tema en los charts británicos”, dispara. Para mediados de los 90 ya había sido parte de Los brillantes, una banda romana de rock experimental, y se consolidaba con Roy Vedas, el dúo de electropop que formó junto al productor Francesco Di Mauro, un siciliano al que conoció en Cerdeña y con quien logró no sólo ser telonero de The Rolling Stones en Estambul sino además, desarrollar el Autotune “en otro rapto de renovar todo lo que hacía”, dice. “Fue otra de mis ideas locas de por aquel entonces. Resultaba un efecto que podríamos utilizar en guitarras, pariendo un nuevo sonido más que encontrar la entonación perfecta”.

En definitiva, Cher (77) se lo agradeció personalmente en un estudio de grabación y la historia le valió el documental Maxi Trusso, el pionero del Autotune (Flow). El punto está en que a tiempo de firmar con el sello inglés Mercury Records, una bomba haría estallar la dinámica familiar. Francisco Trusso, el mayor de sus hermanos, aquel que había intercedido a favor de Bergoglio y a quien Maxi reconoce “mi mentor, mi inspiración y mi padrino de bautismo”, era frenéticamente buscado por la Justicia.

Maxi Trusso y su hermano Francisco
Maxi Trusso y su hermano Francisco

Francisco Javier (de por entonces 44 años), que al menos hasta 1997 era un gran mimado del Vaticano, donde llegó a ser miembro del Consejo de Estado de esa ciudad, en la que tuvo puesto en el IOR (Instituto para las Obras de Religión), fue implicado en un préstamos trunco entre la Sociedad Militar Seguro de Vida (SMSV) y el Arzobispado de Buenos Aires, donde el Banco de Crédito Provincial, que él dirigía, resultó el principal aval. En las irregularidades de la operación se habrían perdido alrededor de 10 millones de dólares. “Entonces, mi hermano un poquito se perdió y otro poco lo empujaron a perderse. Y en vez de reaccionar como lo hicieron otros, se asustó”, relata Maxi. “Él tenía la idea de que el Vaticano quería matarlo, nunca supimos si se trataba de otra de sus fantasías como aficionado a las novelas, pero era lo que decía. Y se fugó. Mientras dos de mis otros hermanos, Pablo y Juan Miguel, fueron detenidos en Buenos Aires durante seis y ocho meses, Francisco se escondió en Brasil, y eso no hizo más que alargar todo el proceso”, cuenta sobre una causa que llegó a instancias de un juicio oral en 2007 con acusaciones de estafas reiteradas y asociación ilícita.

Maxi Trusso y Francisco Trusso, su hermano mayor, padrino e  ídolo, como lo define
Maxi Trusso y Francisco Trusso, su hermano mayor, padrino e ídolo, como lo define

“Fijate que mi éxito con la música llega en esos momentos. Y cada instancia coincide, paradójicamente, con episodios familiares que se complicaban sistemáticamente. Ese sueño del pibe que había guardado por tanto tiempo no era mirado por ninguno de los míos”, analiza Maxi. “¿Quién me daría atención y apoyo en ese contexto? Lógicamente, en casa estaban todos muy deprimidos como para celebrarme”, expresa. “El golpe por la situación de mis hermanos fue devastador para mis padres. Se vivieron años de profunda tristeza e incertidumbre”. Hasta que un día, Francisco llamó. “Me habló con la idea de abrir un restaurante en São Paulo. Entonces armé un grupito de amigos: un cocinero, un director de cine y el corredor Pedro Paulo Diniz (53), entre otros, y hacia ahí fuimos para inaugurar un restaurante italiano en Jardins. Pero claro... ¡prófugo de la justicia, Francisco no podía encargarse de nada!”.

Dos años después, Interpol logró dar con el mayor de los varones Trusso y, en efecto, encerrarlo. Fue entonces que durante las esporádicas presentaciones profesionales a Brasil junto al Dj Marky Mark, Maxi era la única visita familiar que recibía. “Honestamente, estuvo bien que lo atraparan. Ya era imposible vivir como un prófugo. Todo se había vuelto una locura”, confiesa el artista. Fueron nueve meses de prisión hasta su nuevo escape. “Yo estaba trabajando en Miami cuando recibí el llamado de alguien que me preguntó: ´¿Tu hermano está con vos?´. A lo que le respondí: ´Claro que no´. Entonces soltó la noticia: ´Volvió a fugarse´. Durante ese tiempo había planeado un itinerario de película”, relata. “No sé desde donde pidió un remise. Pero al subir desconfió del chofer, como lo hacía con todos, y le pidió que lo llevase a un centro comercial donde, supuestamente, tardaría unos minutos en comprar algunas cosas. Entró y salió de inmediato por la puerta contraria. Paró un taxi y emprendió camino hacia Río de Janeiro”, narra Maxi anunciando el inicio de una escena digna del cine de humor absurdo.

Olivia Trusso, María Elisa Massot, Luján Trusso y Francisco Trusso, hija, madre y hermanos de Maxi Trusso
Olivia Trusso, María Elisa Massot, Luján Trusso y Francisco Trusso, hija, madre y hermanos de Maxi Trusso

A mitad del trayecto entre las dos ciudades brasileñas, Francisco sorprendió al conductor con un nuevo destino: “Mejor vayamos a Punta del Este”, le dijo. Fue entonces que logró amenguar el itinerario de casi 2.300 kilómetros con dos efectivos artilugios: la verborragia y el alcohol, “el modo que encontró para ir convenciendo a ese pobre hombre”, cita Maxi. “Con el tiempo, mi hermano me contó que durante las 30 horas que duró el viaje, emborrachaba al taxista para que se durmiese y entonces tomar el volante con su objetivo muy claro”.

Al llegar a Uruguay, Francisco se reencontró con Agó Páez Vilaró (68, hija de Carlos Páez Vilaró) quien, tiempo atrás, había sido su mujer. “Con su ayuda, se mantuvo oculto por casi nueve meses hasta percibir que ya estaba fichado y así decidió refugiarse en casa de un cardenal amigo en Miramar (Buenos Aires). Es ahí donde lo atrapan. Tal vez haya sido el cura quien dijo: ´Ya está´, y lo entregó”, sugiere. “Recuerdo que yo estaba en el living, con mi hija Olivia (22) recién nacida, cuando escuché por televisión: ´Detuvieron a Francisco Trusso´. Así me enteré que lo habían capturado. Y debo admitir que fue una gran alivio para mí y el inicio de una posible solución de todo ese tema”.

Francisco Trusso, detenido
Francisco Trusso, detenido

Fueron tres años de prisión en una unidad de Florencio Varela desde la que Francisco osó amenazar con revelar supuestas gestiones del Vaticano con presuntas firmas de Antonio Quarracino, entre 1996 y 1997. En síntesis, inculpó al monseñor Roberto Toledo, exsecretario del arzobispo porteño, quien finalmente fue procesado por acordar aquel préstamo. Es por eso que en 2013, al entregarle aquel CD con su himno, Maxi miró a Bergoglio y sólo le salió decir: “Perdón por todo”, como recuerda.

“Finalmente el tema penal se terminó, pero dejó a mi hermano muy golpeado anímicamente. Intentó rehacer su situación personal y económica en dos oportunidades, pero no dejó de sortear las recaídas. Y creo que, como Maradona, quería morirse”, relata. “La angustia le pesaba demasiado. Estaba recuperándose del alcoholismo y se había roto la cadera un par de veces. Venía tan bajoneado que se quedó en un sueño. Lo encontraron muerto el 14 de marzo de 2021, un rato después de una charla que tuve con él desde Italia. Lo había escuchado mal, pero nunca creí que se moriría”.

Francisco tenía 67 años, dos hijos y la admiración profunda de Maxi, “hasta el último minuto”. Tanto como él, “Francisco era un creativo, sonriente, innovador e independiente en todo lo que hacía, y siempre inconformista, por lo que los cambios en la vida eran su necesidad. Su muerte me golpeó demasiado y me dejó, todavía, en un luto fuerte. Él fue como un padre para mí. Mi referente, mi confidente y un poco mi psicólogo. Jamás voy a olvidar los tantos viajes a Italia en su compañía, ni las grandes charlas que, desde los ocho años, he tenido con él”.

Maxi Trusso y Carlos Maslatón en el back del video de Vida exagerada, el nuevo tema del artista
Maxi Trusso y Carlos Maslatón en el back del video de Vida exagerada, el nuevo tema del artista

El último gran quiebre llegó con la pandemia. Y la inquietud de saber cómo sería el mundo de ahí en más lo obligó a mirarse distinto, casi por primera vez. La mecha de ese big bang interior fue la música. “Aprendí a producir solo, sin depender de alguien más en un estudio. Me especialicé en programas de grabación más allá de remixes. Y me di cuenta de que había caído en la repetición de mí mismo. Sí, los temas funcionaban, entraban en las radios, pero yo no estaba conforme. Quizás me vi algo súbdito del sistema, poco rebelde en algún sentido. Necesitaba mostrarme, exponer quién soy y qué siento como persona de una forma más genuina. Cantar en español, por ejemplo, me acerca mucho a esa idea. Por eso creo que la pandemia me zamarreó, sacándome de la comodidad”, explica sobre cómo pateó, una vez más, todo eso que lo aburre.

El Videoclip De Vida Exagerada, La Nueva Canción De Maxi Trusso

De hecho, “Vida exagerada”, el tema que rotula como de género electronic-post rock, fue compuesta por Trusso durante el proceso personal que describe “con la intención de dar un mensaje sencillo de desahogo con las ganas de comerme el mundo”. La canción, cuyo clip presentamos antes de su publicación oficial, cuenta con la participación especial del “influencer político” Carlos Maslatón (64), nombra a “los artistas de fama mundial que han sido valientes y desafiantes al momento de emprender eso que amaban o que los apasionaba”, señala el padrino de Fundecua (Fundación para la el Desarrollo, la Cultura y el Arte), entidad sin fines de lucro que apuesta a la inclusión y transformación social enseñándole a los niños a tocar instrumentos de cuerdas.

Es así que la fórmula del “reencuentro conmigo mismo”, en tiempos de aislamiento, lo retrotrajo al internado. “Volví a tener 13 años en aquel colegio en el que elegí empezar de nuevo y asumiendo los costos de la soledad”. El tránsito fue “doloroso”, admite. Y elije la metáfora del cohete como el preámbulo para lo más duro. “En su camino a la luna, el transbordador debe dejar caer sus partes para subir más liviano. Y yo quiero llegar a la luna”. Maxi se refiere al “nuevo entorno” que se propicia. Aunque eso resigne hasta el vínculo con su propia hija.

Maxi Trusso y su hija Olivia, hoy de 22 años, estudiante de psicopedagogía
Maxi Trusso y su hija Olivia, hoy de 22 años, estudiante de psicopedagogía
Maxi Trusso y Olivia
Maxi Trusso y Olivia
Maxi Trusso y su hija Olivia, hoy distanciados
Maxi Trusso y su hija Olivia, hoy distanciados
Trusso, con Olivia
Trusso, con Olivia

Olivia Trusso (22, estudiante de Psicopedagogía), convivió con su padre gran parte del confinamiento. “Y me echó en cara todas las cosas de su vida durante seis meses. Criticándome todo”, revela. “Yo creo que reclamaba atención. Más atención. Situaciones del pasado que habían quedado ahí... Como, un poco, todo lo que había ocurrido con su madre. Supongo, inconscientemente, culpándome de la separación”, expone. “Creo que esta crisis que pasé, la ayudó mucho a ella también. Nos separó, pero nos hizo crecer mucho”, dice. ¿Puede uno separarse de un hijo? “Sí”, asegura Trusso. “Decidí alejarme porque sentí que, de momento, no podía darle nada bueno. Y estoy seguro de que ella también lo necesitaba. Somos muy parecidos y, a veces, resulta saludable dejar de vernos para reencontrarnos, luego, desde otro lugar. Después de todo, todos somos hijos y padres pródigos en algún momento de la vida”.

Esa distancia que decidió con tanto convencimiento, se extendió más allá del vínculo inmediato. “Así como me alejé de mi hija también lo hice de mis hermanos. Ya no hablamos. Casi no tenemos relación. No me entienden ellos tampoco... Pero las familias latinas son muy de juzgar. El juicio y la mirada sobre el otro es casi un rasgo de esta parte del mundo”, señala respecto de la nula “interpretación” que hacen de su vida. “Al no estar mi madre, mi padre, ni Francisco, que eran los líderes familiares, todos fuimos sintiéndonos huérfanos y cada uno buscó el apoyo en su círculo más íntimo. Pero a mí me pasó lo contrario, necesité formar un nuevo núcleo personal”, relata.

Maxi Trusso y su novia, Tracey Shanahan
Maxi Trusso y su novia, Tracey Shanahan

Y es aquí donde el amor juega una carta fuerte. Entre paréntesis, y a pesar de todo, es una materia en la que dice haberle ido “mejor que en las finanzas”. Aún cuando nunca se casó, “pero acabo de prometerle a mi novia hacerlo alguna vez... ¡Con ella, claro!”, bromea. “Yo creo que a lo largo de la vida Dios me iba diciendo: ´Todavía no lo hagas, bancá. No es el momento´. Creo que él me fue guiando. Y me salvó. Dos o tres veces, me salvó”.

Así se cuela la anécdota del último intento con quien fuera su mujer y hoy madre de su hija. “Estábamos en Miami cuando me anunció que estaba embarazada. Dijo: ´Tengo que volver a Buenos Aires, deberíamos casarnos, ¿no?´. Y a mí se me hacía imposible viajar en ese moemnto. Entonces le propuse: ´Tomá mi DNI, andá al Registro Civil y fijate si podés casarte´. ¡Qué sé yo, creí que se podía! Pero lo peor es que ella lo hizo”, relata entre carcajadas.

Maxi Trusso y Tracey Shanahan
Maxi Trusso y Tracey Shanahan
Maxi Trusso surcando la pandemia en Italia; así paseó por la Piazza San Pietro, en la ciudad del Vaticano, en la que trabajó desde muy chico en el área de los museos
Maxi Trusso surcando la pandemia en Italia; así paseó por la Piazza San Pietro, en la ciudad del Vaticano, en la que trabajó desde muy chico en el área de los museos

Hoy, y desde hace poco más de dos años, pasa sus días con Tracey Shanahan, a quien conoció en Italia, en pleno “y duro” contexto pandémico. “Y allá sí que no podías salir. No te digo que me quería suicidar, pero por ahí. Fueron momentos muy difíciles para mí”, confiesa. La conoció en el mismo lugar en el que alguna vez aprendió tanto de moda y “otro mucho de arte”, durante las tas tardes en las que “me hacía la rata del Vaticano”, recuerda. Sí, la cuna de sus ganas de entregarse de lleno a la música y a la composición. “Ella vivía al lado y era propietaria de parte del local, por lo que muchas veces pasaba a darles una mano a los chicos que ahí trabajaban. Entonces fuimos haciéndonos amigos y encontrándonos en un proceso personal muy similar. Cada uno de nosotros sabía que debía recomenzar, iniciar algo distinto”, cuenta.

Tracey, “orgullosa madre de Giovanni y Michel”, como se autodenomina en sus redes, es una irlandesa radicada en Roma (“por la curiosidad que siempre la conduce”) y licenciada en Finanzas con un largo CV profesional. “Alguien muy afín: con un sentido estético muy afilado, amante de todo hecho artísticos, buscadora y superadora de grandes desafíos, práctica como toda sajona, y por sobre todo, una buena lectora del mundo”, describe Trusso. “Así como yo, debió atravesar situaciones familiares difícil y quedó muy sola. Por eso nos potenciamos tanto. Conectar con Tracey, ayudar y dejarme ayudar por una mujer como ella, fue parte de esa espiritualidad que viví en confinamiento”.

Maxi Trusso, con Teleshow
Maxi Trusso, con Teleshow

En conclusión, “durante el camino de estos últimos tres años, me topé con el dolor. Mucho dolor”, revela. “Pero finalmente fue alegría. Me encontré. Encontré una verdad. Encontré un artista nuevo. Encontré algo diferente para contar. Y tal vez reencuentre a mi familia en un sitio positivo, desde el que pueda aportar algo bueno, sin pesos ni presiones que nos hundan”, sostiene. “Ya no quiero caretearla. Necesito de esta soledad para rearmarme y pensar en ser yo, personal y profesionalmente. Ya estoy listo para ser el verdadero protagonista de mi propia vida”.

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Llegó a ser el hombre más escuchado del país hasta que un hecho lo alejó de los medios: “Toqué fondo y tuve miedo de quedar sin nada”. Hoy, siete años después, y de regreso a la Rock&Pop con Arizona –”donde mi vida comenzó”–, revela el tránsito íntimo del que dice: “Nadie vuelve igual”
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Creció temiéndole a su padre pero nadie se animó a desobedecerle como él: “A los 5 ya me decía que yo era un fracaso”. 30 años después de su partida, revela la intimidad de un vínculo polémico que lo convirtió en “un enfermito de la mentira” y lo obligó a extirparse las “caras ajenas” para siempre, definiendo así “quién quiero ser”, cómo quiere amar (“dando a elegir entre monogamia o verdad”), en qué creer (“inventé mi propia religión”), cómo prepararse para paternar (“sin convivencia”), y hasta cómo planea morir: “Solo y muy lejos de aquí”. Confidencias de un hombre “finalmente libre”
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Tenía todo, “pero no era feliz”. Hace 7 años, “al borde de una depresión en silencio”, su psicóloga le aconsejó que se fuera lejos. Buscó el anonimato en Madrid y hasta se permitió el amor “tras una vida ocultando historias”. Pero jamás pudo escapar de los ataques de pánico por las marcas de su infancia como “el bullying y el enojo con papá, por el abandono que sentí cuando murió”, dice. La intimidad del trabajo espiritual de una mujer que regresó por un rato, para reconciliarse con su tierra y su carrera, “sana y más liviana que nunca”
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