“Hemos hecho durante más de 50 años esta vida de gitanos, de andar de un lado para el otro con nuestra música” dice Palito Ortega dispuesto a recorrer su trayectoria con Teleshow.
El próximo 21 de Julio se presenta en el Luna Park en una gira despedida que no para de extenderse por pedido del público. Y ese será el punto de partida para la charla. “Tengo la imagen de la primera vez que fui al Luna Park. Había un programa al comienzo de los 60 que se llamaba Escala musical y me dijeron: ‘Vení con la guitarra que por ahí, si hay tiempo te presentamos’. Me quedé cerca del escenario esperando que me vieran, y termina todo y no me presentaron”, recuerda Palito.
El sueño fue más fuerte, y el emblemático estadio se convirtió en testigo de muchos momentos memorables de su carrera. “De las ganas enormes que yo tenía de subirme a todo lo que pasó después, Sinatra incluido, ahí, en el Luna Park, corrió mucha agua bajo el puente. Pero el agua fue muy cristalina. Estoy agradecido infinitamente a la vida, a Dios, a la gente, que me dieron la posibilidad de transitar este camino tan largo con la música y con tanta felicidad”. Justamente por esto el nombre de la gira y de su último material es Gracias.
Ramón Ortega hizo de todo, y parte del recorrido incluyó dirigir a Niní Marshal, Libertad Lamarque y el propio Luis Sandrini, artistas que en su adolescencia en Tucumán idolatraba: “Cuando fui a contratar a Luis Sandrini, le dije: ‘Don Luis, yo lustraba zapatos en la puerta de un cine y con las primeras monedas lo descubrí a usted en Cuando los duendes cazan perdices, en blanco y negro´. Creo que lo tocó, me miró y me dijo: ‘¿Por qué no, pibe? Vamos a hacer la película, yo quiero que me dirijas’”.
—¿Le agradecés también a ese niño que se animó a soñar y venir a Buenos Aires?
—Sí. Pero fundamentalmente gracias a Dios porque yo llegué a Buenos Aires y tenía 16 cumplidos. Y las tentaciones son muchas. Bajé de ese tren y me paré en la estación de Retiro mirando y dije: “¿Para dónde voy?”. Me subí a un tranvía: no sabía adónde iba. Ese es el puntapié inicial de mi historia en Buenos Aires.
—Tu papá te había dado un consejo, un pedido.
—Sí. Me puso la mano en el hombro, me dijo: “Mire hijo, yo lo dejo ir, usted sabe cómo quiero que se porte. Lo único que le pido es que se porte bien, que se cuide, porque no vaya a ser que yo por algún problema que usted tenga en Buenos Aires el día de mañana tenga que caminar por este pueblo con la cabeza gacha”. Yo estaba acá y pensaba: “Que mi viejo camine por mi culpa con la cabeza gacha...”. Me corría un escalofrío porque lo quería mucho, lo respetaba mucho.
—¿Apareció ese mensaje de tu papá cuando tuviste que afrontar toda la situación con Frank Sinatra y decidís honrar las deudas con todo lo que eso implicaba?
—Sí. Yo ya tenía una conducta de vida y si me iba bien podría haber ganado 2 millones de dólares, me fue mal y perdí (risas). Cuando él (por Sinatra) se fue, el último abrazo, me dice: “Yo sé todo lo que te pasó”. Me dijo: “Lo único que quiero que tengas presente que el día que vayas a Estados Unidos y necesites una garantía no dejes de llamarme”. Y yo fui, pagué todo, trabajé, trabajé, trabajé, trabajé. Pagué todo, y cuando terminé le dije a Evangelina: “¡Vámonos!”, y fuimos a Estados Unidos, lo llamé, me atendió uno de los abogados. Me dijo: “Deme dos días, voy a hablar con el señor Sinatra”. Y a los dos, tres días, venían de bancos que yo ni conocía a ofrecerme crédito. Monté la productora en base a todos los ofrecimientos que me llegaban. Es decir que Sinatra en ese sentido no solo que tuvo el gesto de decirme cuando se fue “sé lo que te pasó”, sino que además cumplió. Me tocó en suerte el éxito de Olmedo, No toca botón, y llevé todos los programas. Después lo llevé a Alberto a Estados Unidos. Y tuve mucha, mucha suerte. Llevé todas las películas argentinas, vendí todas las películas a los canales latinos. Después me fui a México, tuve una entrevista con el zar de la televisión, con el señor (Emilio) Azcárraga. Le vendí novelas. Al poco tiempo me rehice. Hice mi casa ahí, empezaron a crecer los chicos. En fin, se rehízo mi vida.
El pilar de la familia fue Evangelina. Tanto que los hijos, si tienen que pelear por mí se van a pelear, pero si tienen que pelear por la madre, te van a matar
—Conociendo esa experiencia, cuando ves shows que se empiezan a armar para fin de año, en un momento del país con un dólar que está muy inestable, ¿vos te acordás de lo que viviste? ¿Y qué pensás?
—Es un agradecimiento profundo a Dios. Yo era monaguillo de chico e iba a seguir la carrera del sacerdocio, iba a ser sacerdote. Y mi papá se asustó y no me dejó ir. Los curas misioneros que iban al pueblo me querían llevar a Córdoba a un seminario a internarme. Siempre digo: Bergoglio no estaría ahí, estaría yo (risas); sería Papa. A mí me gusta progresar. Me gusta renovar. Me gusta meterme. Yo no me quedo ahí, en la capillita. No sé si me hubiese conformado. Si Jesús se quedaba en una capillita, no salía a predicar como salió a predicar su palabra.
—Hablaste de Evangelina. ¿Sos un buen marido?
—En una pareja, cuando dos personas se empiezan a encontrar hasta en los defectos, se ayudan a corregirse. Y cuando se encuentran en las virtudes, se ayudan a disfrutarlas. O las comparten. Si yo tengo que agradecerle a Dios por todo lo que me ha pasado, fundamentalmente le tengo que agradecer por Evangelina, porque durante muchos años yo no paraba. Cuando nació mi primer hijo llegué el mismo día que estaba naciendo a Buenos Aires, y estuve ahí porque no se atrasó el avión. El pilar de la familia fue Evangelina. Tanto que los hijos, si tienen que pelear por mí se van a pelear, pero si tienen que pelear por la madre, te van a matar. Conocen toda la entrega de la madre.
—¿En qué los admirás a tus hijos?
—Cada cual eligió libremente el camino que quería seguir, y les ha ido muy bien. Fundamentalmente en la honestidad. Si no les gusta, no lo hacen. Si no les gusta, no siguen. Y si les gusta, se apasionan y se abrazan y dan la vida por lo que les gusta. Los veo como son con nosotros, especialmente con su madre, y me doy cuenta de que son muy buena gente porque son agradecidos.
—¿Quién es el más papero de todos?
—Las mujeres (risas).
—Julieta y Rosario. Ellas son de papá.
—Ellas sí, sí. Si tocás a la madre te van a saltar. Ahora, tocá al padre y te van a matar (risas). Lo que pasa con los varones con respecto a la madre, ¿no? No podés poner a la madre en tela de juicio de nada.
—¿Disfrutás ser abuelo?
—Sí. Cada chico tiene su personalidad. Alguno me salió de Boca, que es el problema más serio que tenemos porque además te cancherean, ¿viste?, se hacen los vivos. Alguien lo dijo ya alguna vez: la célula más importante de la sociedad es la familia.
Antes la gente que llegaba del interior tenía realmente muchas posibilidades de encontrar trabajo acá. Hoy, no sé qué podría hacer
—¿Ramón, en esta Argentina que vivimos hoy, te parece que hay posibilidades para que un niño que lustra botas pueda convertirse en una estrella internacional?
—Yo creo que siempre es posible. Lo que pasa es que yo vine en otra época, en otro tiempo. La gente se paraba un poco para escucharte. Ahora siguen todos de largo. La vida los va apurando. Las exigencias son muchas. Yo empecé en la puerta de una radio vendiendo café pero me doy cuenta de que los locutores te saludaban bien, te hacían sentir bien. No sé si hoy hay un tiempo para esos gestos. Todo se aceleró, y en esa velocidad se pierden detalles y gestos. Yo vendía café pero me sentía bien porque me trataban bien.
—¿Sentís que hoy existe una cultura de trabajo?
—Yo creo que sí, yo creo que sí. Lo que no sé es si el mercado está ofreciendo las posibilidades. Antes la gente que llegaba del interior tenía realmente muchas posibilidades de encontrar trabajo acá. El provinciano llegaba a finales de los 50 con un entusiasmo enorme al no tener posibilidades en los pueblos; hoy, no sé qué podría hacer.
—¿Qué te pasa con saber que con tus canciones estás en todas las fiestas acompañando lindos momentos?
—Todos los artistas, si bien a lo mejor no lo manifiestan totalmente, pero todos trabajamos para eso. Si vos no le llegás a la gente, tu trabajo queda ahí.
—Si alguien generacionalmente no era fanático de tu música, te volviste uno de sus artistas preferidos por ser quien ayudó a Charly García.
—Con Charly fue una historia muy curiosa. Cuando aparece el movimiento del rock, chocó con El club del clan. Nosotros éramos los cantantes populares y el rock vino como un movimiento nuevo, y estaban ahí, como muy críticos con nosotros.
Conocí definitivamente a un Charly García que mucha gente no conoció
—La grieta musical del momento.
—Sí, pero curiosamente eso se superó. Yo lo conocí a Charly la primera vez ante la Justicia, porque Charly dijo no sé qué cosa y se armó un lío bárbaro. Los abogados que tenía en ese momento lo hicieron citar. Lo obligaron a que se retractara. Él pasó por un momento difícil. Yo fui a visitarlo y él se paró de su cama y me dijo: “Sacame de acá, ayudame, sacame de acá”. Ahí empezó la relación. Nos fuimos a Luján, estuvimos un año. Un año conviviendo ahí, todos los días, y nació una relación que si yo mañana estoy en Sudáfrica y digo: “Necesito que venga Charly”, yo sé que va a ir. Y lo mismo pasa de parte mía. Él sabe que si me llama porque necesita, yo voy a estar al lado de él. Esa es en definitiva la relación que se establece en un momento determinado donde no juega ningún otro valor más que el afecto. Él es un fuera de serie, un músico extraordinario.
—¿Hoy están en contacto?
—Ahora no lo veo como lo veía antes: está en pareja, hace su vida, no sé mucho de él. Pero el afecto está siempre, y en el momento que sea necesario, sabe que voy a estar ahí como yo sé que si lo necesito, lo voy a llamar y va a estar. Conocí definitivamente a un Charly García que mucha gente no conoció. No sabía que Charly era un músico que se podía sentar y tocar la música clásica que yo le escuché tocar. A una hora determinada, por ahí a la noche, se sentía mal y decía: “Quiero tocar, quiero tocar”, y yo le abría la puerta del estudio, le prendía todas las luces, y él se sentaba y empezaba con la música clásica. Todo música clásica tocaba. Ahí me enteré que a los 12 años lo quisieron llevar a Europa a ofrecer conciertos tocando música clásica. Su envergadura musical es enorme.
—Palito, en esta despedida vos agradecés, ¿pero te bancás que el público te diga “gracias” a vos o te incomoda un poco?
—Sí. Mucha gente no sé si creció con uno, pero sí en un momento de su vida vivió un momento en donde había una canción sonando: “La felicidad”, “Corazón contento”, “Yo tengo fe”, la que sea. Lo que pasa es que la obligación que yo sentí de decir gracias es real, porque como referencia mi punto de partida tengo que decir gracias todo el tiempo. Fue mucho lo que recibí.
—¿Sos feliz?
—Muy feliz. La vida de un artista, la carrera, representa una parte importante pero nunca es superior a la vida afectiva privada. Yo fundamentalmente le tengo que decir a Dios gracias permanentemente pero imaginate la familia que tengo, la mujer que me acompaña permanentemente, que está pendiente.
—¿Se está pensando la biopic de tu vida? Tenés hijos productores, hijos actores, el que te puede hacer la música, el que va a dirigir; tenés a todos.
—A lo mejor no es momento. Luis, que es director, no sé si le gustaría hacerlo. Luis fue casi el niño mimado de Leonardo Favio y lo amaba; Luis no haría la película de Favio. Y si no hace la película de Favio, no creo que pueda hacer la película mía. Creo que para ellos es muy difícil tocar cosas tan íntimas. A lo mejor algún director se le ocurre y los chicos ayudan, participan y colaboran.
—¿Qué deseás para los argentinos?
—Muchas cosas, pero lo fundamental es terminar con la famosa grieta y pensar, mirarnos para adentro. Tratar de ver cómo miramos para adelante, porque si nos quedamos en el pasado y renegando con el presente y todo… Yo creo que hay que proyectar para el futuro. Hay una dirigencia joven bastante interesante y creo que van a ser los protagonistas reales en poco tiempo de la política argentina. Tenemos que terminar con las discordias, las divisiones y pensar más en términos generales. Tanto encono no nos hizo bien. Tenemos un país que tiene todo; yo que he viajado por el mundo lo digo con propiedad. Uno viaja por el mundo y escucha lo que hablan de Argentina, no pueden creer: “Con todo lo que tienen ustedes, ¿cómo puede ser que tengan tantos problemas?”. Y yo me pregunto también qué nos está faltando a nosotros para definitivamente sentarnos todos y decir: “Señores, vamos a deponer partidismos y olvidémonos. A ver cómo le dejamos a nuestros hijos y a nuestros nietos un país más en armonía y mirando todos para el mismo lado”.
Agenda: Palito Ortega se presenta el 21 de Julio en el Luna Park, el 9 de septiembre en Rosario, el 15 en Córdoba, el 22 en Garín. Y la gira sigue.
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