“Si vos me decís tenemos la posibilidad de llenar todos los estadios o hacer de vuelta el mismo camino, digo: ‘Empecemos de vuelta que fue híper divertido’”, afirma Rolo Sartorio en esta charla con Teleshow, en la que reconoce que disfrutó más el proceso de formación de la banda que el presente.
“Recién a los 42 años pude dejar de trabajar para vivir de esto”, recuerda el líder de La Beriso, que es hoy una de las bandas más convocantes del rock nacional. Pero el camino fue empinado. Pasaron de llenar River a tocar para 18 personas, y en alguna oportunidad, hasta se presentaron para dos personas. Pero “el proyecto” acompañó y sostuvo al cantante en sus peores tristezas y oscuridades. La música fue una vía de escape y un refugio que lo encuentra con su gente el próximo 25 de junio en el Movistar Arena.
“Somos una banda muy popular, vienen de todas las edades; adolescentes, niños, abuelos. A veces les cuesta pagar una entrada porque vienen de a cinco, seis”, destaca Rolo
—Una banda que fue creciendo haciendo su camino. Y vos, del barrio no te fuiste nunca.
—Podés ser la misma persona viviendo en otro lugar y visitando a tus amigos de toda la vida. No hace falta quedarte en el barrio para ser buena persona o humilde. Sigo en el barrio por elección, porque me gusta mucho donde estoy, me conocen de toda la vida. Para el barrio, soy el que era de chico, no soy el que ahora es conocido, y eso me da paz, me da tranquilidad. De hecho, me ha pasado de llegar de tocar en River y cuando llegaba a la esquina decir: “Ay, ya estoy en casa”.
No me impactó tocar en River, en Ferro, Vélez. Todos quieren llegar ahí, pero no es fácil estar ahí
—Te escuché alguna vez decir que te estresa mucho más que te pidan que toques algo en un cumpleaños que llenar un estadio.
—Sí. No hay manera que lo haga. Me da mucha vergüenza. Porque parece que te está obligando el dueño de la casa y el resto, qué sé yo si le gusta o no le gusta. No quiero ni que hablemos de la banda.
—Y de los escenarios, ¿cuál fue el que más te emocionó? ¿El primer Luna Park? ¿River? ¿El Colón?
—La verdad que los escenarios que más me impactaron fueron aquellos cuando la banda iba creciendo. No me impactó River, no me impactaron los Estadio Único, Ferro, Vélez; ninguno de esos. Porque también, cuando la banda va creciendo las expectativas no paran. Y lo he charlado. Nos encontramos en un evento y me preguntó Gustavo Cordera: “¿La estás pasando bien?”. Y yo dije: “Más o menos”. “A mí me pasó lo mismo”. Cuando estábamos llenando River y esos lugares me dijo: “No sé, no la pasé bien. La estoy pasando mejor ahora”. Y es raro porque todos quieren llegar ahí, pero no es fácil estar ahí. Sobre todo vos que tenés el micrófono.
—¿Se disfruta más el camino?
—Sí, muchísimo más. Sí. Si vos me decís tenemos la posibilidad de llenar todos los estadios o hacer de vuelta el mismo camino, empezar, sabiendo qué es lo que va a pasar, digo: “Empecemos de vuelta que fue híper divertido”.
—¿Qué te acordás de esos momentos, de esas giras?
—El sacrificio. Nosotros nos íbamos en auto cinco personas con las guitarras adentro, porque en el baúl entraba lo poquito de batería. Nos íbamos a Rosario. Nos fuimos en una combi hasta el Chaco a tocar para que después no se haga la fecha porque nos estafó el productor. Hicimos de todo.
Después de llenar River, en México tocamos para 18 personas. Eran los periodistas. La pasé mal
—¿Es verdad que una vez tenían dos personas de público que los hiciste subir?
—Sí. Tocamos en San Telmo y al otro día nos íbamos, nosotros llamamos gira pero para llamarlo gira, nos íbamos a tocar a la Costa. Y dos personas nos fueron a ver. Y les dijimos: “Suban a cantar porque nos da más vergüenza que estén abajo...”. Y subieron a cantar con nosotros, cantamos un par de canciones y nos fuimos. Pero eran dos.
—Pero se cantó.
—Sí, la pasamos bárbaro. Entrábamos todos arriba del escenario. Nos ha pasado después que terminamos de tocar en River, nos fuimos de gira a México y hemos tocado para 18 personas.
—¿Y cómo se siente después de un River lleno tocar para 18 personas?
—Y, ¿viste? El carácter… En realidad llegamos a Puebla. Había que hacer siete horas de viaje porque en México vas a comprar puchos caminando y tardás diez horas. Y cuando llegamos nos dicen: “Hay una rueda de prensa. Bueno. Son 18 periodistas”. Fantástico. Hicimos la rueda de prensa, qué sé yo. Y cuando nos vamos al camarín para que den puerta dijeron: “Ya pueden tocar”. “¿Y la gente?”. “No, son los 18 periodistas”. No te puedo creer. Salís a tocar con unas ganas de irte que ni te digo...
—¿La pasaste mal?
—Y... la pasé mal. Porque aparte había uno que nos desenchufaba una pedalera que es de la guitarra y enchufaba el celular para cargar. No entendían nada. Y vos lo mirás y decís: “¿Qué hace este muchacho?”. Y me pedía: “Tocá ‘Cacho de Buenos Aires’, tocá ‘Cacho de Buenos Aires’”. Lo hice subir y le dije: “Cantala vos” (risas). Y me fui del escenario y la banda se quedó cantando “Cacho de Buenos Aires” con el pibe… Hay mucho sacrificio en todas las bandas. En todas, no en La Berisso.
—¿Creés que ese camino, ese recorrido, ese subirse al auto todos con la guitarra o con lo que fuera encima ayudó en los momentos difíciles?
—El proyecto te ayuda. Nosotros somos con la banda una gran familia. Ya hace 25 años. No sé si hay tantas bandas que están juntas después de 25 años.
Con el accidente un dedo me quedó medio torcido y no puedo tocar la guitarra. Por ahora no me van a operar: voy a tener que aprender a tocar al revés o ver de qué forma tocar
—Pero a vos te tocó irte de gira a los poquitísimos días de que muera una de tus hermanas, por ejemplo.
—A los dos días.
—Cuando tuviste el accidente en la mano pensaba: “¿Cuántas cosas te van a pasar?”.
—Ya no más. Ya estamos bien.
—¿Cómo andás de la mano?
—La verdad que, gracias a Dios, tengo los dedos. Un dedo me quedó medio torcido y no puedo tocar la guitarra. Por ahora no me van a operar, o sea que voy a tener que aprender a tocar al revés o ver de qué forma tocar.
—¿Y qué te pasa con eso? ¿Te enoja o te pone del lado de agradecer que tenés los dedos?
—Tengo los dedos, es un montonazo. Hoy hay otros recursos para componer, sobre todo. Porque me preocupaba componer, no tocar.
—Vos empezaste diciendo: “Tengo los tres dedos”. ¿Es una forma de ir por la vida esta de valorar y agradecer lo que uno tiene?
—Sí, claro, agradezco a Dios. Hay que aprender, no es fácil. Los golpes. Vas subiendo la montaña y empezás a sacar de la mochila porque ya está, basta. Pero tenés que aprender a agradecer. No es consuelo de tontos como: “¿Te robaron? Bueno, agradece que no te mataron”. No va por ese lado, sino porque fue un accidente fuerte.
—Sos muy creyente.
—Re.
—¿Te enojaste con Dios alguna vez?
—No. No sé si enojarme. Sí cuando fallecieron mis hermanas veía por ahí abuelas y decía: “¿Qué hacen vivas?”. No podía comprenderlo. Pero después lo entendés: no tiene absolutamente nada que ver. Me he sentado en comidas con familiares donde observaba y decía: “Están todos, qué raro”.
—A partir de contar tu historia hay mucha gente que siente que le das una especie de energía, se sienten más acompañados.
—Sí. Hubo una época cuando la banda empezó a crecer que la gente me traía cadenitas para que las toque, embarazadas para que les toque la panza, y yo les decía: “No sé quién te creés que soy”.
—¿A vos te pesaba?
—No, no. Si yo te puedo hacer un bien si te toco la mano, si a vos te hace bien, yo te la toco. Pero te voy a decir que no soy un sanador. Me pasó un montón de veces. Cuando la banda iba creciendo me pasó mucho.
Cuando fallecieron mis hermanas veía por ahí abuelas y decía: ‘¿Qué hacen vivas?’. No podía comprenderlo
—El presente tiene otro color
—Obvio. Tengo un presente muy lindo. Dos hijos hermosos, sanos. Estoy en pareja con una persona muy linda. Amigos. Vivo de lo que me gusta, que es la música.
—Tener trabajo y de lo que a uno le gusta es realmente de un privilegio enorme.
—Sí. Pero igual el músico, de lunes a jueves, si el fin de semana tenés gira o tocás, no hacés nada. Ahí te tenés que ocupar porque si no la cabeza empieza a girar mal, para el otro lado.
—¿Y cómo se maneja ahí la ansiedad?
—Y... hacé algo, no sé.
—¿Uno de tus tatuajes es “Paciencia”? ¿Tiene que ver con eso, con controlar un poco la ansiedad?
—Sí.
—¿Y cómo anda?
—Controlado. La tengo atada como a los perros. Cuando sufrís de ansiedad no es fácil. Antes se vivía mejor, ¿no?
—Y como papá de adolescentes, ¿cómo sos?
—Y... ahora pedí: “¿Qué querés de regalo?”. “Una caja de Rivotril”, le dije (risas).
—Con receta, por favor.
—Son terribles los adolescentes.
—¿Sos el que pone los límites?
—Más o menos. Te debe pasar que salen de noche y vos decís: “¿Hace falta salir?”. Y sí, tienen que salir.
—¿Vos cómo fuiste de adolescente? ¿Le diste dolores de cabeza a tus padres?
—Tranquilo. Re tranquilo. No se pueden quejar.
—¿Y con la música, cómo se llevan?
—Bien. Pero con otra música (risas). Se llevan bien con la música de hoy, con el trap.
—¿Y a vos?
—Yo no la escucho porque me parece que es música adolescente pero cuando ellos la ponen sí, me parece que está muy bien.
—Hay algo de las nuevas generaciones que me parece interesante en cuanto a las colaboraciones entre ellos. Hay algo de solidaridad o de trabajo en equipo que creo que el rock en general no tuvo.
—No, nunca lo tuvo. Hay que aprender de los chicos. El rock es muy individualista.
Las bandas tienen que sacar tres, cuatro discos, y no sacar nunca más otro
—¿No te dieron una mano cuando arrancaste?
—A nosotros, nadie. Y nosotros le dimos una mano a un montón de bandas. Y se la seguimos dando. Es muy lindo lo que hacen (los músicos de ahora). Te estoy hablando del compañerismo, ¿no? Escuché en la radio el otro día que alguien contaba que tenían un WhatsApp diciendo: “Che, vamos a sacar un tema. Este jueves sácalo vos”. Es excelente lo que hacen los pibes. Y por eso están donde están, porque está muy bien lo que hacen.
—También pasa algo con la industria y cómo cambió, en donde las métricas y el algoritmo de las plataformas pueden ser enloquecedores.
—Nosotros seguimos con la vieja idea de sacar un disco cada dos, tres años. Ahora hay ya cuatro años del disco anterior. Pero no, vamos y sacamos el disco, y ya está. No tantas vueltas. Igual, las bandas para mí tienen que sacar tres, cuatro discos, y no sacar nunca más un disco.
—¿Por qué?
—Porque el público se enamora de eso. ¿Queremos sacar más discos? Bueno, armemos otra banda, pintémonos como Kiss, que no nos reconozcan, para que seamos otra banda y lo usamos para divertirnos. Pero la gente te pide siempre, y yo hablo con los demás artistas y les pasa lo mismo a todos.
—Pero vos seguís componiendo igual. ¿Por qué te seguís sentando?
—Y... porque me gusta. Tenía una época que componía todo el tiempo de madrugada. Bueno, ahora de madrugada duermo y compongo a media mañana, que es un lindo horario. A la siesta jamás, porque esa no me la pierdo.
—¿Qué se siente saber que tus letras acompañan momentos trascendentales en la vida de la gente: uniones, duelos, nacimientos?
—Con la misma canción podés hacer todo eso. Porque depende cómo vos la quieras interpretar... La otra vez estaba en el hospital, esperando que la atiendan a mi mamá, y viene un muchacho grande, 30 y pico de años. Me saluda y me dice que tenía que contarme algo: “Yo estuve en un momento muy difícil de mi vida y la verdad que escuchar tu canción, esa que le escribís a la droga, me hizo tan bien... Porque yo estaba pasando el mismo momento”. Y yo le dije: “Para, no hay ninguna canción que yo le haya escrito a la droga, porque nunca fui adicto. ¿A qué canción te referís?”. Y él me dice: “Pensamiento”, que es una canción de amor. Entonces la gente la toma en el momento que la vive. Después me la pongo a escuchar de vuelta para encontrarle algo y no tiene ningún sentido. Pero bueno, si a él le hizo bien, fantástico.
—Qué bueno que a alguien le haga bien en algo, en lo que sea, acompañar un tratamiento de alguien en la salud o en la búsqueda de un embarazo.
—Sí, el otro día fui a tocar en un lugar donde le daban a 40 chicos el alta. Un lugar de adicciones. Y me invitaron a tocar y fui. Y los chicos se sienten identificados como decís vos con canciones. Eso es muy lindo. Ellos y todas sus familias.
—¿Hay alguna canción que te haya sorprendido, por la que no apostabas nada y la rompió?
—Sí, claro. Me pasó con una canción que en un disco la dejé afuera. Vino un chico que venía a ver mucho a la banda y me dijo: “¿Te acordás de esa canción ‘No me olvides’?”. “Sí”. “¿Por qué no la grabaste?”. “Porque no terminé la letra”. Y ahí me quedó. Terminé la letra y la grabamos, y fue el primer bombazo de la banda. Esa no puede faltar nunca en un show. Sin embargo había quedado afuera del disco anterior.
Es raro porque el país está muy mal y ves los shows que están todos agotados
—¿Qué te dio el rock a vos?
—¿Qué me dio? El rock me dio canciones de otros. En lo que es la banda, me dio amigos, muchos momentos lindos, muchas satisfacciones, muchas anécdotas.
—Pero la música fue siempre tu lugar.
—Sí, de chico. Lo que pasa es que recién a los 42 pude dejar de trabajar para vivir de esto, para dedicarme 100%.
—¿Te dio miedo ese momento?
—No, ya no quería trabajar más (risas). Una felicidad tuve que ni te digo. Igual si laburaba de cualquier cosa podía volver a laburar de cualquier cosa. Fue un intento y salió bien. Salió genial.
—¿Qué me podés contar del 25?
—Vamos a repasar canciones de la vieja data. Vamos a cantar las canciones que la gente quieren cantar. Y vamos a adelantar dos o tres canciones del disco Mienten, que sale ahora.
—Bueno, ahí estaremos. Es un momento re difícil para la Argentina y para la gente. Poder encontrarnos en un show y disfrutar un rato es un mimo.
—Es raro. Pero andá a fijarte todos los shows, que están agotados...
—De hecho hace muy poquito salió a la venta Taylor Swift con entradas de hasta 85 mil pesos.
—Estaba pensando en eso. Sí, ¿quién puede pagar eso? Toca en River creo. ¿Sabés qué fin de semana nos pasamos toda la familia con eso? (Risas). Es raro porque el país está muy mal y ves los shows que están todos agotados. Luis Miguel nueve o diez fechas: también salía arriba de 50 mil. Nosotros el otro día fuimos al teatro y también lleno. Es raro el momento. Vamos con esperanza.
La entrevista completa a Rolo Sartorio