Soledad Pastorutti: “Empecé a cantar jugando en mi casa, y de repente tenía que cumplir un contrato”

En su último disco, Natural, la cantante refleja su espíritu inquieto y en esta charla íntima repasa su vida de artista. Por qué elige vivir en Arequito, cómo es la mamá y la mujer de entrecasa y qué opina de la actualidad del país

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Entrevista a Soledad Pastorutti

Está presentando Natural, su disco número 19, y así se muestra ella. Soledad Pastorutti, La Sole, no oculta que el camino de esfuerzo que significó ser muy famosa desde niña le forjó el carácter, y esos aprendizajes quedaron marcados a fuego.

Mientras prepara sus shows del 15 y 16 de julio en el Teatro Coliseo, repasa los momentos difíciles de su carrera y su vida personal. “Una vez casi nos rematan la casa”, recuerda la oriunda Arequito, quien a pesar de ser una estrella elige seguir viviendo en ese, su lugar en el mundo, junto a su familia.

Orgullosa por el resultado de este álbum, asegura: “Es mi expresión hoy, en este presente. Buscamos que suene disruptivo, es como envolvente, te acompaña, te abraza. Yo canté como tuve ganas de cantar cada canción. Tratamos de que los mensajes fueran de sentido común, de esos deseos más profundos que tenemos los seres humanos. Si bien es un disco de clásicos y de canciones nuevas, no te das cuenta cuál es cuál, porque conviven perfectamente”.

—¿Tuvo algún costo el ser una artista inquieta, que muta?

—Sí, pero eso va a pasar siempre: la gente que te dice “hacé tal cosa”. Pero supongamos que hubo fracaso, que yo buscaba algo y no lo encontré; creo que es cuando más se aprende. Es como la comida, viste, hay gente que te dice: “A mí esto no me gusta”, y, pero si no lo probaste...

—Necesito que vengas a casa y le digas eso a mis hijos... ¿A vos te funciona con Antonia y con Regina?

—Bueno, Antonia siempre fue de comer todo. Nunca tuvo problemas. La verdad es que le gustan las verduras. O sea, también la comida chatarra, por supuesto. Regina es un poco más selectiva. Pero a veces lo logro.

—¿Cómo andan las niñas?

—La verdad que muy bien. No hay una canción dedicada a ellas en este disco pero siento que en el deseo de poder vivir en un mundo mejor y encontrar una esperanza hacia lo que va a venir, el futuro, están ellas, por supuesto. Son dos nenas muy felices. Por suerte están viviendo otro momento del mundo. Se expresan, hay un intercambio mucho más fluido en la comunicación. Tengo la preocupación, especialmente con Antonia, que está entrando en la adolescencia, de cómo manejar la situación. Ella tiene 12 pero son 12 “extra large” digo yo: viene avanzado todo, ¿viste? Yo dejo que ella maneje los tiempos porque hay cosas que ellos mismos dicen: “No, mamá, esto yo no quiero hablarlo”. Creo que no hay que dar información de más. De hecho, lamento que reciban tanta información a través de los medios que existen hoy.

Soledad Pastorutti con la gráfica
Soledad Pastorutti con la gráfica de su nuevo álbum

—¿Controlás mucho?

—A ver: soy la mamá, no soy la amiga, eso está claro en nuestra relación. Pero prefiero tener diálogo. Por suerte Antonia habla mucho, cuenta. Creo que voy a tener más problemas con Regina cuando llegue a esa edad (risas). Es bravísima.

—¿Y cómo se llevan con esta mamá amada por toda la Argentina?

—A ellas les gusta. Yo soy su mamá, no es que ven una artista. Pero me dicen “Sole Fashion Famous”, porque las amigas me dicen así. Y cuando yo me enojo por algo me dicen: “Huy, se enojó Fashion Famous” (risas). Pero se llevan bien. Siempre convivieron conmigo en mi trabajo, con naturalidad.

—Ya van 28 años de carrera. ¿Quién era Soledad antes de ser la música?

—Es que no me acuerdo, porque empecé a cantar a los seis años. Lo que sí sé es que siempre me gustó cantar, bailar; era un tronco pero me gustaba tener que ver con los actos escolares, actuar. Podría quizás decirte cómo era antes de llegar a la televisión, a lo que llamamos fama.

—La masividad.

—Exacto. A lo mejor tenía una vida un poco más tranquila, menos expuesta. Pero tampoco viví en esa etapa lo que hoy podría vivir alguien con esta era de redes sociales, en que terminás sabiendo de manera mucho más directa qué opina la gente. Antes te llevabas por el “che, se venden las entradas, se venden los discos”, por alguna carta, que recibía un montón. Recuerdo que incluso en una época citaba a la gente en la casa de al lado de la mía, que la había comprado mi viejo como una inversión, para que me vinieran a saludar. Daba turnos, como si fuera una firma de autógrafos, una cosa así.

—Hubo un momento en el que vos te empoderaste respecto de tu carrera y dijiste: “Vamos por acá”. ¿Cuándo y cómo sucede eso?

—La bisagra fue cuando cumplí 10 años de carrera y grabé “Brindis”. Me la regaló Afo Verde. Estábamos en el estudio, él era el productor de ese disco y me dice: “Mirá, escribí una canción con todo lo que me contaste que te pasó en estos 10 años”. Cuando la leí me encantó, me emocioné. Yo tenía 25 años y grabé una canción que hablaba de cosas muy profundas y que hoy identifica mucho más a la gente que tiene más edad. Vos escuchabas antes a la gente grande que te decía: “No sabés todo lo que te falta por vivir”, y decías “Uh, qué pesado”, ¿viste? Y realmente tenían razón. Ahora que yo pasé la barrera de los 40, entendí perfecto a qué se referían. Me siento mucho más plantada y agradecida con esa Sole que dijo: “Yo quiero seguir esto, pero tomando las decisiones. Si me equivoco, me equivoco yo”.

Soledad con su marido Jeremías
Soledad con su marido Jeremías y sus hijas Antonia y Regina

—¿Fue un proceso fácil para vos?

—No es que lo hacés con consciencia. Te das cuenta, a medida que transcurre, que es mucho más cómodo ser uno mismo. Yo lidié durante muchos años con gente que me decía “capaz que no te valoran tanto por ser una artista popular y por estar tan cercana”. O “¿por qué siempre decís que sos de pueblo?”. Yo creo que mantuve siempre la verdad en mi carrera. Aún así hay gente que no me va a querer, estamos de acuerdo en que no se le llega a todo el mundo. Lo más importante que nos puede pasar es disfrutar lo que hacemos.

—¿Estuvo en cuestión en algún momento ese disfrute?

—Sí, sí, claro. Yo empecé a cantar jugando en mi casa. De repente alguien firmaba un contrato por mí y yo tenía que ir a cumplir. O sea, viajando; este país hace 27 años no es el que es ahora. Más allá de que estamos de acuerdo o no sobre si tendría que estar mejor, nos ha pasado de quedarnos sin combustible en el medio de una ruta yendo al Interior, tierra total, y que nos salve, no sé, un baqueano que nos encontró después de horas. Pero bueno, yo estoy orgullosa de todo eso que viví, que pasé. A mí me construyó como persona, como artista.

—¿En ese momento ya estaba Jeremías en tu vida?

—Sí, yo empecé a salir con él a los 20.

—¿Y él ya trabajaba con vos también?

—No tan directamente. Ahí empezó a mezclarse de a poco. Fue cuando a mis 21 o 22, plena crisis de Argentina en 2001 -todo el mundo queriendo irse del país- yo tomé la decisión de separarme de quienes manejaban mi carrera, que no lo venían haciendo mal; pero me sentía con poca libertad. Me pasaba que tenía que hacer cosas que no tenía ganas, para cumplir con responsabilidades que otros tomaban por mí. Escuché los consejos de gente muy interesante, desde Luis Landriscina, (Facundo) Saravia, (Joan Manuel) Serrat, Horacio Guarany, mucha gente. Incluso en charlas con Mercedes Sosa que me decía: “Yo sola me venía de Tucumán manejando y haciendo”. Y ahí me di cuenta de que realmente uno es uno. Nunca hacemos las cosas totalmente solos, este disco se hizo con un conjunto de gente, somos un grupo, eso está claro. Pero alguien tiene que ponerse adelante y tomar el riesgo y decir “me hago responsable”. Y eso fue lo que pasó.

Soledad sobre su nuevo disco,
Soledad sobre su nuevo disco, Natural: "Buscamos que suene disruptivo, es como envolvente, te acompaña, te abraza"

—La familia ahí empezó a tomar otro rol también, ¿no?

—Sí, bueno, yo fui mamá a los 29 por primera vez. Mi mamá fue más por el lado de contenerme, desde la mujer. Con mi viejo fue más duro cuando se lo dije, nunca fue el típico “papá de la artista que empieza de chica” y que se aferra a eso y no te deja hacer nada. Si hay algo que le voy a valorar toda la vida a mi papá es que todos sus errores los cometió por no saber del medio, por ignorancia, porque veníamos de un mundo muy diferente al artístico. Pero él siempre me dejó ser yo, fue un gran compañero, un compinche. Así vivió su adolescencia y creo que lo pudo trasladar a sus hijas. A las dos nos crio de la misma manera, muy libres.

—Alguna vez charlamos del proyecto del documental de tu vida, una idea que nació junto a Gerardo Rozín. ¿En qué está eso?

—Está empezando de a poquito. Si se logra contar como yo quisiera, que tiene que ver con lo que pasa con este disco y estas canciones, va a ser muy interesante. Creo que soy el ejemplo de “anti-pertenecer”, en muchos casos por el género que elegí, por la forma en que me manejé, y creo cada vez más fehacientemente que ser uno mismo y aceptar las virtudes y los defectos que tenemos, las limitaciones, nos ayuda muchísimo en esta vida. Y eso sería un poco lo que puede haber en el documental.

—Alguna vez dijiste que parecía que un artista de folclore no podía tener nada que ver con la estética y un día apareció una “Soledad minón”.

—Sí, eso me lo trajo un poco la tele. Armar un equipo de trabajo con el cual me siento cómoda, no una “mona vestida de seda”, ¿viste?; a veces te pasa que no sos vos. Y también los años. Es muy difícil transitar la adolescencia siendo una persona pública, venir del Interior del país con otro tipo de información y de economía para vestirse. Porque hoy tenés más recursos, sí te gusta algo te lo comprás; yo en aquel momento no podía. Y siendo muy famosa, eh, tapa de revistas. Creo que el folclore o ser del Interior no es limitante.

La Sole y sus looks
La Sole y sus looks para La voz argentina

—Lo económico puede ser una limitación, por supuesto, pero también la mirada del afuera y el tener que cumplir con ciertos estereotipos pueden limitar. Y vos te bancaste decir no.

—Sí, internamente fue duro, y te lo digo porque aparecía el celular y yo era una de las pocas que tenía celular en mi grupo de amigos, y lo escondía. Cuando vos vivís en una sociedad pequeña, donde todos nos conocemos, tomás otros recaudos. Está el que se compra el auto 0 kilómetro y pasa por el centro del pueblo a todo lo que da. Y está el que toma como más recaudos porque vos sabés que hay cosas que son como guiños dentro de la sociedad. Yo ya tenía uno que no lo podía evitar, era famosa, y eso para mucha gente de mi edad en ese momento era como agrandarse.

—¿Te acordás qué hiciste con la primera plata importante que ganaste?

—Recuerdo que hubo que pagar deudas, lo que le pasa a mucha gente. Después, hasta que no fui mayor de edad no manejé mi dinero y esa es una parte de mi vida que, no es que no me interese, pero como que lo manejo desde el lugar de “che, me gustaría tal cosa, ¿se puede?”. En ese sentido tengo esa conciencia de gringa, del tipo de campo, descendientes de italianos.

—¿Te daba culpa que te fuera bien?

—Era un poco incómodo a veces, pero no sé si culpa. Yo trabajé mucho siempre. Hoy te puedo decir que no tengo culpa de nada porque realmente me esfuerzo y me esforcé mucho, pero solamente puede dar fe de ese esfuerzo la gente que está al lado tuyo. Hubo un momento en donde ya dije: “Vengo de una familia que siempre tuvo problemas económicos, no sé, de deberle al banco...”. Una vez hasta estaban a punto de rematarle la casa a mi viejo. Y un día dejé de sentir esos miedos porque me di cuenta de que si uno era prolijo, trabajaba y trataba de no hacer cosas “exageradas”, en un país como el nuestro en donde todo es tan cambiante, se mantenía ahí, en un punto.

—¿Por qué elegiste seguir viviendo en Arequito?

—Fundamentalmente por mis hijas, porque siento que se crían en una atmósfera donde yo puedo estar más presente, allá tengo más tiempo. Si ellas viven acá (en Buenos Aires) como soy yo, trabajadora constante, no sé, no llegaría nunca a buscarlas a la escuela. En el pueblo bajo varios cambios y puedo convertirme en madre, en esposa, en hija.

Soledad Pastorutti
Soledad Pastorutti

—Te escuché hablar muy bien de Bizarrap. ¿Si te llama Bizarrap, estás?

—Mirá, yo creo que sí. Lo adoro, me parece que él como mucha gente joven puso a Argentina en el mapa musical del mundo de una manera muy especial. Creo que si se da la oportunidad tenemos que hacer algo relacionado con nuestro país, con un sentido muy profundo. Es decir, acá en este disco hay una canción que se llama “Los paisajes”, que tiene una letra maravillosa: “Sueño con un mundo distinto. Sueño que haya pan y trabajo. Que a nadie le falte un techo. Ser feliz es nuestro derecho”, dice.

—Recién hablabas del 2001. Estamos atravesando una crisis muy difícil...

—Sí. ¿Cuándo no atravesó una crisis este país? (Risas). Es como cíclico. Igual convengamos que la crisis es mundial.

—¿Algo de lo que se viene te da esperanza?

—Es que no sé lo que se viene. No está claro todavía. Me parece que eso es lo que más nos tiene a todos así... Y también siento que la gente está desganada, a punto tal que no le importa. De todas maneras yo soy muy positiva y siento que todo momento así, de estar dentro de una neblina, va a traer claridad. Después de la tormenta siempre viene la calma. Pero también creo que tiene que haber un cambio en nosotros como sociedad, de primero valorar muchas cosas que sí están bien y que las pasamos por alto. Ser realmente más empáticos, y no de la boca para afuera. Creo que nos está faltando. Yo vivo en un pueblo muy pequeño y la gente ahí vive generalmente del campo. Este año ha sido muy duro para el campo. Los rindes dieron mucho menos de lo esperado incluso. Y no todos son grandes terratenientes: hay gente que vive al día. Hay que conocer distintas realidades. Cuando empecemos a charlar un poco más, todos en nuestras profesiones hay cosas que no las hacemos tan bien y que quizás pueden generar un problema para otro. Y hay cosas que sí las hacemos bien. Si nosotros nos podemos poner de acuerdo y encontrar ahí, che, ¿qué te jode de lo que yo estoy haciendo? De dejar los titulares de lado e ir más en profundidad. Y mucha gente está afuera de esta discusión porque ni siquiera nos está escuchando y porque ni siquiera la estamos teniendo en cuenta.

­—¿Te gusta ir a votar?

—Sí, creo que es un acto que todos tenemos hacer. Como los días patrios. Yo lo hago con orgullo. A veces las opciones no me convencen al 100%, con los años voy perdiendo esa esperanza de que vamos a encontrar el rumbo. Pero también creo que es necesario. Así como te digo ser feliz es nuestro derecho dentro de esa búsqueda de la felicidad es necesario pensar en que podemos hacer lo mejor y en darle a la gente joven hoy, que tiene además un mundo por delante, que nos ha enseñado muchas cosas, la esperanza y las herramientas.

Mirá la entrevista completa:

Soledad Pastorutti con Tatiana Schapiro
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