“Sacaron una foto y mi papá, que ya había muerto, aparece al lado mío”: Patricia Sosa y la conexión espiritual con el más allá

Demostrando que quedarse quieta nunca es una opción, la cantante prepara un espectáculo sinfónico y en esta entrevista repasa su trayectoria. Sus comienzos abriendo caminos en el rock, la relación con Oscar Mediavilla y los tres momentos de su vida que la marcaron para siempre

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Patricia Sosa a solas con Teleshow

Sabe lo que es “la ruta”, como dice ella, porque en los 80 era una de las pocas mujeres que se abría paso en el masculino mundo del rock. Patricia Sosa sobrevivió al machismo de la escena, y hoy su nombre avala grandes eventos musicales, como el sinfónico que presentará el 9 y el 10 de junio en el Teatro Ópera. “Me emociona porque los de la Orquesta Aeropuertos Argentina 2000 son todos pibes de 18 a 22 años, que la vienen peleando desde muy chicos, que son de sectores vulnerables”, destaca la artista.

Protagonista de la historia de amor más romántica y loca junto a Oscar Mediavilla, Patricia se preocupa por los menos afortunados pero también se dedica con entusiasmo a la espiritualidad y cuenta por qué no le tiene miedo a la muerte.

—¿La seguís pasando bien arriba del escenario?

—Yo creo que no hay lugar donde la pase mejor. Yo soy eso. El resto es un vestido. Cuando mi marido me dice: “¿No te cansás de estar de gira?”, yo le digo: “Me muero si no estoy de gira”.

—Hablás de tu marido y hay pocas historias de amor como la de ustedes dos. Necesito que hagan la serie.

—Sería como tragicómico, ¿viste? Una cosa de Almodóvar. Porque que el tipo venga el día que nos divorciamos con un ramo de flores, no me digas que no es bizarro. Y después: “¿Desayunaste?”, como si no hubiera pasado nada. “Ay, vení, vamos a desayunar, pero tengo un nudo en el estómago”, decía. “Sí, vamos, yo también”, le digo. Entonces nos fuimos ahí a la vuelta a desayunar y hablar. No nos peleamos, nada; todo bien. Es que nosotros estamos juntos desde muy chicos. Y cuando hay un sentimiento fuerte y aparte una pasión en común... es una cosa que no se da siempre. Lo que pasa es que un día cada uno necesitó crecer por su lado. Y a partir de ahí, cada uno vive en su casa y tiene diferentes energías, diferentes cosas. Pero qué sé yo... Ahora estuvimos todo el fin de semana juntos e hicimos muchos planes.

Patricia Sosa cuenta una experiencia con su padre

—Si te pido que elijas tres momentos que te marcaron, ¿cuáles serían?

—Primero, el día que descubrí que realmente el canto era mi vocación y era a lo que me iba a dedicar. Es más, yo creo que soy cantante desde que nací. Ahora, que iba a ser profesional, no se me hubiera ocurrido. Yo estudiaba Arquitectura, soy maestra de inglés., y fui a tocar a una fiesta, porque habíamos armado una banda con Oscar para ganar un poco de plata. ¿Viste que nadie te da bola en esas ocasiones? Había un tipo comiendo un pollo ahí y lo desafié. Mentalmente lo desafié: “Me vas a dar bola a mí, vas a largar el pollo”. Y ganó el pollo... Me angustié y me planteé: “¿Por qué me molesta tanto si yo ya sé que el sistema de las fiestas es así?”. Le estaba entregando parte de mi alma.

—Empezaste a entender también que había que cuidar ese don.

—Sí, claro. Empecé a estudiar canto en el año 84, cuando volví de Ibiza adonde habíamos ido a grabar el disco Solo quiero rock n roll. Muy mal cantado. Para colmo, tuvo éxito. Es que con ese álbum, allá, en Ibiza, se me desbarató la conducta: me iba a todas las discotecas, a todas las playas, dormía poco, y tenía la voz hecha torta. Un día le prometí a mis “chicas”, como yo les digo a las cuerdas vocales, que nunca más las iba a abandonar. Volví a Buenos Aires y empecé a estudiar con el maestro Mazza, diez años seguidos.

—¿Hubo una época de mucho descontrol?

—Mirá, yo he sido la que no se descontroló, por eso estuve tan sola. Viví en el medio del descontrol. Y entonces mi locura era mucho más interna y más poderosa que la del resto. Me daba cuenta de que yo no necesitaba de ninguna droga para crear o ser feliz. Pero bueno, mi soledad fue esa, porque te marginaban si no pertenecías al séquito del descontrol.

—Era un ámbito bastante machista también, ¿no?

—Absolutamente machista. Pero yo no me daba cuenta; convivía con todos los pibes y me sentía una más. Pero sí. Y era la caracúlica. Si no, terminaba siendo siempre la minita de los músicos, la groupie. Y yo era la líder de la banda, ¿entendés? Tenía otro lugar. Una vez subo al (Festival) Buenos Aires Rock a tocar y me agarran dos pibes de los brazos y me dicen: “Nena, las minitas de los músicos, abajo”. Y me tiran al público tipo bolsa de papa. Hasta que Oscar bajó y le dijo: “Si ella no sube no podemos tocar porque es la cantante”. O pasaba de llegar a un camarín, una carpa llena de pibes y decir: “Che, ¿dónde me puedo cambiar?”. Después aprendí que había que ir cambiada. También tener una horda de pibes que, porque yo estaba cantando, me querían agarrar, y tener que escaparme por la ventana de los baños de los boliches. No me digan lo que es la ruta porque yo sé lo que es. Y hoy lo miro de lejos y digo: “¿Pero cómo hice?”. Porque hoy no te aguantás ni la mitad.

—¿Un segundo momento clave?

—El momento en que Oscar y yo nos empezamos a descubrir y a amar. Porque no fue eso de “te conozco y te amo”. Sí, claro, había una atracción, pero el amor también lo puso la música, los planes, los proyectos. La admiración. Y éramos tan chiquitos, 16 años. Íbamos a todos lados con ganas de estar mejor. Teníamos una alegría maravillosa.

La historia de amor de Patricia Sosa y Oscar Mediavilla

—¿Y el tercer momento que elegirías?

Haberme llevado a mis papás a vivir conmigo hace como 25 años. Mi papá ya no está, murió en el 2015. Cuando se empezó a enfermar, tuvo cuatro ACV, era mucho para mi mamá. Vivían los dos solos. Tuve la suerte de poder mudarme a una casa más grande con comodidad para todos. Y ahí nos fuimos a vivir mamá, papá, Martita y yo. Y mamá sigue viviendo conmigo. Tiene 92 y está bomba. Para mí ha sido un honor envejecer al lado de ellos.

—¿Cómo empieza la búsqueda y el camino espiritual en vos?

—Creo que lo tengo desde chiquita. Mamá siempre decía: “Déjenla que habla sola, está en su mundo”. Pienso que hablaba con mis guías como hablo ahora, sabía que alguien me escuchaba. La cosa es que cuando yo me divorcio, toco fondo y fui a terapia. Era un fracaso, se me cruzaban sentimientos del amor perdido, lo que no pude hacer, y la bronca. Yo era la producida y Oscar era mi productor. Y entonces no quería estar más con mi productor, yo quería a mi marido. Debo haber ido tres meses. Y la verdad, no tenía muchas ganas de contarle a nadie nada. Un día conocí a una señora que me habló de la meditación. Fui a tomar unas clases y no me encontraba muy a gusto porque me dispersaba. Hasta que una vez me invitan a Córdoba a un retiro. Fui para probar; ahí ya me enganché. Empecé a meterme muy para adentro y empecé a sacar las capas de ego, las voces del entorno. Es peligroso eso. Empecé a escucharme a mí. Eso me dio una apertura a un montón de cosas y comencé a estudiar y a leer mucho sobre espiritualidad.

—¿Cómo es el vínculo con los guías?

—El vínculo es cotidiano. Es hablarles. El problema es que la gente no les habla, porque no los ven. Todos venimos a este mundo, a esta encarnación, con guías espirituales que nos van a estar guiando en determinados momentos de la vida. Existe el libre albedrío y vos podés disparar para otro lado, por supuesto. En ese momento se cambian los guías. Cuando no te pueden aconsejar, aparece otro guía que te va a hacer dar un susto grande como para que digas: “Ey, tengo que poner el pie en el freno”. Hay otro plano que está digitando cosas. Pero ver las señales no pasa de la noche a la mañana. Vos tenés que estudiar, interesarte, agarrar bibliografía de gente entendida. Meditar bastante, hacer retiros, encontrarte con vos mismo. Es un laburo. El objetivo es mirar las cosas desde otra perspectiva.

—¿Vos tenés clara cuál es tu misión?

—Hasta ahora creo que es comunicar. A mí me tocó tener un don, que son mis cuerdas vocales y el canto. Con el canto logro muchas cosas. Pero no es que las logro para mí, las logro en función de lo que le pasa al otro. A veces me pregunto cómo es que mi voz se fue para allá y sin mi permiso. Eso me lo preguntaba mucho cuando El Impenetrable chaqueño me recibió y ellos en plena ceremonia del fuego escucharon “Y te amaré”. Yo no conocía ni El Impenetrable chaqueño, ni la comunidad toba, no conocía nada, y de repente pasó un camión, un auto, no sé qué pasó, y ahí está. Les decía a mis guías y al titiritero mayor: “¿Por qué me mandás estas cosas?”. “Porque sé que no te vas a hacer la estúpida, como muchos otros”. Entonces me fui para El Impenetrable a ver qué estaba pasando.

Patricia Sosa y su camino espiritual

—¿Quiero saber cómo nació el grupo de chat Las Erks?

—Le pusimos Erks porque un día nos fuimos todas juntas para mi casa en Córdoba y nos fuimos a hacer un avistaje arriba de la montaña.

—¿Quiénes están en ese grupo?

—Marcela Morelo, Lucía Galán, Sandra Mihanovich, Julia Zenko, Elena Roger, La Sole y Marilina Ross. La experiencia más linda fue que Marilina estaba temerosa de subir a la montaña porque ella tiene una capacidad respiratoria un poquito menor, porque tiene un EPOC. Íbamos despacito. Del brazo. Noche intensa. Y con una guía. Y entonces empezaron a aparecer las luces, esas luces que yo veo muchísimo. Y Marilina se paró, respiró con todo el aire del mundo y cantó “Honrar la vida” en el medio de la oscuridad y lleno de esas luces que aparecían, y nosotras llorábamos. Llorábamos porque esa fue una gran señal de que la salud de ella no estaba en peligro ahí. Que abrió un canal hermosísimo de conexión. Y después paseamos, hicimos asados y todas las cosas que hacen las chicas juntas.

—Esas luces, ¿se ven desde tu casa en Córdoba?

—Sí. El otro día fuimos y Oscar subió a la planta alta y estaba a los gritos porque tenía una luz ahí. Y cuando yo subí ya no estaba, es como que se las traga el cosmos. Y es muy lindo, no tenés miedo cuando aparecen; al contrario, te sentís bien porque tenés la absoluta certeza que el otro plano está y está cerca. Ahora entramos a la cuarta dimensión, esto fue el 22/02/2022, yo ese día colaboré cantando en las pirámides de Egipto. ¿Qué es abrir la cuarta dimensión? A ver si puedo explicarlo más claro: el Más Allá está más acá. Por eso hay que comunicarse con los guías.

—Hace poco Jorge Rial tuvo un episodio cardíaco y contó que estuvo muerto diez minutos y que sintió una calidez, que no tenía miedo.

—Viste. Mirá, una vez estaba con Lucía Galán y había un señor que nos sacó fotos porque yo tenía mucha taquicardia y Lucía un calor que no daba más. Y el señor dijo: “Chicas, acá hay presencias”. Agarró una cámara de fotos, empezó a sacar. Y tengo una foto de mi papá, que ya había muerto, al lado mío. Este señor tiene una comunicación con almas, como un médium. Yo tengo los canales muy abiertos sabés, ellos te dan la certeza: “Estamos acá, no te olvides”.

—¿Tenés esa foto?

—La tengo en mi teléfono, sí. Y después se la mostré a mi mamá, porque aparece como fantasma, y me dice: “Qué foto mal sacada de papá”. Se la mando a mi hermano y me dice: “Ay, por favor, ¿qué es esto?”. No es que puede ser papá, no; la foto es de mi papá. Yo tengo los canales muy abiertos, ¿sabés?, y ellos te dan la certeza: “Estamos acá, no te olvides que vamos a estar acá siempre”.

Entrevista a Patricia Sosa "Vivi en el medio del descontrol"

—No te da miedo.

—Un día me contó China Zorrilla que su mamá le tenía mucho miedo a la muerte, dormía con todo cerrado, con la luz prendida. Y un día le dice “abrí todo, no quiero dormir más así, toda encerrada”. Porque el miedo le dio lugar a la curiosidad, le dijo. Y se murió. Hay que acostumbrarse a convivir con el otro plano. Además, sos más feliz.

—¿Qué te pasa cuando te vas al Chaco y ves que hay gente sin agua, con situaciones dificilísimas, y ni hablar de educación?

—Es muy triste. Yo cuando llegaba de El Impenetrable me pasaba una semana llorando. Pienso que para cambiar esas realidades tiene que estar el Estado presente. Es decir, lo único que podemos hacer nosotros, las ONG, las fundaciones, es acompañar, ayudar un poco. Han perdido un montón. Cuando vos ves todas esas cosas decís: “yo no puedo pelear contra eso, lo único que puedo hacer es acompaña y mostrar”.

—Y sin ir a ese extremo, hay una realidad muy dura en todos los niveles...

—Fijate, mamá vive conmigo y cobra la jubilación mínima. ¿Cómo haría para comprarse el remedio que toma para el corazón, que sale 36.000 mangos?. Por nuestra obra social nos hacen el 50% de descuento. PAMI ese tipo de medicamentos no lo cubre, porque es demasiado caro. Qué harían estos viejos que tienen la mínima, no sé, viven en la calle, porque ¿cómo pagan un alquiler? Es muy difícil para todos. Para los pibes que quieren iniciar. El otro día hablaba con Marta, mi hija. Todos los boliches llenos en Palermo. Y yo le digo “che, ¿pero no es que no tenemos plata?”. Ella me dice “mamá, la gente de mi generación no tiene posibilidad de ahorro ni de comprarse un departamento o un auto, entonces ¿qué haces con el sueldo?, vas a los boliches. Te divertís”.

—La satisfacción inmediata, cuando la proyección es tan difícil.

—Es muy difícil. Cuando un alquiler te sale 100.000. No sé, yo viví la hiperinflación de Alfonsín, viví el Rodrigazo, viví el 2001. Es como que estoy curtida con un montón de cosas. Y sé que todo pasa, somos una montaña rusa permanente. Tenemos una fuerza tremenda. Pero me gustaría que no pase más y que todos podamos proyectar una vida tranquila.

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