Diego Torres: “Hay que mejorar la calidad de vida de la gente, pero no se trasluce en lo que está pasando, estamos cada vez más secos”

El músico acaba de lanzar “Parece mentira”, una catarsis en forma de canción, La separación, la paternidad, la actualidad del país y el consejo que su mamá Lolita que lo salvó más de una vez

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Diego Torres presenta su nuevo corte "Parece mentira"

“Una vez más la música me permite poner en palabras lo que siento”, cuenta Diego Torres a horas del lanzamiento de “Parece mentira”, el nuevo corte en el que habla de aceptar con amor el final de las relaciones. “Para mí significa catarsis”, reconoce sobre cómo vive contar al mundo algo tan propio, y aunque asegura que la letra no se refiere exclusivamente a su separación con Débora Bello, sí reconoce que habla de sus relaciones en general.

Con más de 30 años en los escenarios, el hijo de Lolita Torres es uno de los músicos más queridos por los argentinos, deslumbró en Lollapalooza y logró unir a un público muy joven con uno familiar, en una conjunción que pocos consiguen. “Fue ver a un montón de chicos que se han criado con canciones mías por parte de sus padres. Estuvo muy bueno”, recuerda y anticipa que esa misma energía es la que se podrá vivir durante sus shows en Paraguay, Uruguay, Colombia, México, Perú, Francia, Estados Unidos y -si tenemos suerte- Argentina, antes de fin de año.

—¿La pasás bien arriba del escenario?

—Es el objetivo número uno y es lo que le transmito a mi equipo. Vengo del deporte y me gusta esa arenga de líder de equipo y decir “vamos a salir a disfrutar”. Pase lo que pase lo sorteamos, seguimos adelante, saltamos las piedras y vamos a disfrutarlo.

—¿Te olvidaste alguna letra alguna vez?

—Siempre.

—¿Y qué se hace?

—Mi vieja decía: “Quedarse callado nunca; inventar otra”. Y tomé esa posta. A veces la veíamos a mamá cantar y decíamos: “Pero mamá...”. “Sí, sí, sí, no importa. No importa chicos. Hay que cantar otra”. Y acá, lo mismo. A veces la gente te mira como diciendo “pero esa canción no dice eso”. “No importa; estoy probando cosas nuevas”.

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—¿Hay algún papelón en el escenario que recuerdes?

—No papelones. Me acuerdo que una vez en el apagón salí, volví, me di acá la canilla con una torre, no sé si era de luz o de qué, y el golpe en la canilla los que juegan al fútbol saben que te late... Canté un par de canciones con un latido: parecía que tenía un corazoncito ahí, con un dolor en la pierna…

—Acabás de lanzar “Parece mentira” y es una de esas para llorar con ganas.

—Sí. Es una canción especial. Una canción que escribí desde el lugar de las relaciones humanas. Cómo uno termina una relación y desde qué lugar querés terminar. Sobre todo cuando tenés buenas intenciones, cuando aceptás que a lo mejor una relación no funciona. Cuando aceptás que es posible por un lado terminarla y tener una relación afectiva desde otro lugar…

—Cuando al otro le deseás lo mejor y querés que le vaya bien. Y a la vez, eso duele.

—Exactamente. Me parece que ese es el objetivo realmente. Ahí entendés esto de si amas a alguien dejalo libre o desearle lo mejor al otro más allá de que los caminos se hayan bifurcado. A mí no me nace, sinceramente, otra cosa. En la vida a veces tenés que aceptar que las cosas no funcionan o que los caminos se dividieron, y eso te pasa con un hermano, con un amigo, con una pareja, con un padre, un hijo. Pero desear lo mejor y tener buenos deseos al otro es un principio de la vida muy importante.

—¿Esta canción tiene que ver con tu propia separación?

—Lógicamente que tiene que ver con relaciones mías, no solamente con mi separación. Es más amplio. A veces las relaciones se quiebran, se bifurcan, y no solamente una relación de pareja, ¿no? Y a veces es duro transitar eso, sobre todo con gente que querés. Para mí es importante esta canción para decir: “Yo siento las cosas desde este lugar”. En un mundo donde todo es confrontación. Hay cierta responsabilidad para mí, ni hablar cuando hay hijos, de cómo terminar las relaciones. Sobre todo porque las canciones quedan para toda la vida.

—¿Sos de llorar?

—Sí. Yo creo que los hombres lloramos. Además de que algunos facturamos y tenemos que trabajar también. Y las mujeres también lloran, facturan, trabajan. Las emociones hay que transitarlas. Hay que exteriorizarlas en su justa medida. Siempre hablo de los ciclos de la vida. No te podés quedar eternamente llorando... No te podés quedar eternamente en una felicidad ficticia y ajeno a las realidades de la vida.

—La canción dice: “Aprendí a archivar mis problemas, a fingir que estoy bien, que no me haces falta aquí”. ¿Lo viviste así?

—A veces uno tiene que hacerse fuerte para estar entero, para salir, trabajar y convivir con los dilemas de la vida, que todos los tenemos. La gente te ve en un escenario dándolo todo y dice: “¡Huy, este tipo!”. A ese tipo que está ahí también le pasan un montón de cosas. A lo largo de mi vida he vivido muchas situaciones de contraste, desde mi mamá con sus internaciones, terapias intensivas, y yo cantando en el Luna Park. Me iba a verla a las dos de la mañana y los médicos me dejaban pasar porque sabían que venía de trabajar. Todos a lo mejor tenemos que archivar algunas cosas para seguir adelante. También hay que hacer terapia para ordenarlas.

—En algún momento hay que sacarlas porque si no a veces enferman o duelen mucho.

—Hay que ordenar el cajón, como dice el terapeuta. A veces uno guarda un montón de cosas ahí y hay que ordenarlas. Y a veces también hay que aprender a seguir caminando con una piedra en el zapato, ¿no?

—O cantar con el golpe en la canilla.

—No hay mejor metáfora que cantar con ese golpe en la canilla. El juez no vio nada. El VAR no pidió nada (risas).

Diego Torres - Parece Mentira

—“Me costará bailar junto a alguien más, que ya no te pueda llamar”: es tan gráfico ese “que ya no te pueda llamar”.

—Es que por eso el título: “Parece mentira”... que estemos transitando esto. Sobre todo parece mentira con alguien que no pensaste que eso iba a suceder o que viviste momentos gloriosos, lindos, buenos, y que la vida te pone en esa instancia. Es parte de los procesos, esto de no encontrarse, no poderse ver, que haya ruido, que no te puedas encontrar, que no puedas hablar tranquilamente. El tiempo ayuda, pero al tiempo hay que ayudarlo también. A saber cómo comunicar. A no arrepentirse de decir algo que no tendrías que haber dicho. Eso no quiere decir ser un hipócrita y no decirte lo que pienso. El asunto es saber cómo comunicar lo que vos sentís. Desgraciadamente, y personalmente, lo aprendí mucho más de grande que de joven cuán importante es poder decirte lo que pienso de la manera correcta para que llegue de la mejor manera a vos y poder generarte algo bueno.

—¿Antes costaba?

—A lo mejor antes costaba porque te gana el temperamento.

—Dentro de estos ciclos que estamos hablando de la vida, ¿qué significa para vos sacar este tema ahora?

—Para mí significa catarsis. Una vez más la música me permite poner en palabras lo que siento, lo que pienso. Va a quedar ahí para toda la vida. Ahí es donde siento la responsabilidad cuando hago una canción, después las canciones tienen vida propia y lo maravilloso es que la gente las toma, las hace propias y las utiliza para acompañar momentos de su vida.

—Cuando se enamoran, nacimientos, separaciones, exámenes…

Es muy loco estar ligado a la vida de la gente. Acompañándolos en un viaje donde una familia se va y de repente tu música está sonando ahí en ese auto. En un parto. Desenlaces de vidas. Enfermedades terminales. La vida me ha dado la posibilidad de vivir también ahí del contraste y de darme cuenta qué frágiles somos. Que nos creemos a veces inmortales y que la vida está ahí, como las dos caras de una moneda que puede caer para un lado o para el otro. Entonces, esto que escuchamos y que decimos: “Huy, disfrutar el día a día”, y sí, sí. A veces hay un montón de cosas.

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—¿Cómo andas vos? ¿Cómo te está tratando este 2023?

—Por suerte el tiempo ayuda a ordenar. Uno también tiene que ayudar al tiempo: no podés dejar la vida en manos del tiempo y que el tiempo te organice y te solucione todo. Y ahí es donde el tiempo te trae a lo mejor respuestas que antes no tenías. Volver a recuperar las alas en mi caso porque soy un viajante, amo que mi vida sea eso y tener un horizonte amplio que me permita ver diferentes realidades en diferentes países. Tener público que te quiere en diferentes lugares. Tener grandes amigos en cada lugar. Todo eso a mí me ha significado una experiencia y una visión un poco más amplia de este mundo.

—¿Nina acompaña en esos viajes?

—Sí. Ella está esperando todo el tiempo que el colegio le permita viajar o venir conmigo a alguna gira. Y cuando viene disfruta y se pone su credencial. Me acuerdo que una vez estábamos en Uruguay de gira y me decía: “Papá por acá, al escenario”. Venía con la lucecita. “Sí, por acá. Por acá. Sí, ahora para allá. Ahora acá. Ahora la escalera acá”.

—¿Estás preparado para su adolescencia?

—No. Sinceramente: no. Trato. Pero sí disfruto de esta relación con Nina.

—¿Tu adolescencia cómo fue? ¿Le diste muchos dolores de cabeza a tu madre?

—Fui bastante picante, sí. Ojalá que mi hija no sea bastante picante como fue el padre.

—Definamos picante.

—Problemas de conducta. Ya era comediante desde chico. Lo mío era la comedia siempre y hacer un poco de lío en ese momento. Después estudiando me iba bastante bien. Mis problemas eran más de conducta y de ser medio bandido.

—¿Te expulsaron?

Me invitaron a seguir en otra institución, en el Lasalle, que me lo dijo Herrero, no sé si estará por ahí pero este mensaje es para él, que era español. Me dijo: “Usted se cree muy gracioso. Pero cuando yo sea rector... -porque era profesor de literatura en ese momento-, cuando yo sea rector, usted no va a estar más aquí”. Y lo ha cumplido, eh. Cuando se ha hecho rector el tipo lo primero que dijo fue: “A este no le demos la reinscripción para el año que viene”. Y ahí me fui al Nacional Nº 2 Domingo Faustino Sarmiento, colegio del Estado hermoso, de donde hoy sigo teniendo mi grupo de amigos.

—¿Te tuvieron que ir a buscar a alguna comisaría?

—Sí, mi padre me tuvo que ir a buscar a una comisaría. De la cual él era de la asociación de amigos del vecindario de la comisaría. Una mañana llamaron a casa que yo estaba detenido por problemas en la calle. Así es la vida. La gente piensa que yo soy un buen muchacho y les digo: “No se confundan”. Pero bueno (risas).

—Esa escena en la que gritás “¡Guardias!” tenía algo: ya había sucedido en la vida real.

—Era una precuela. Y una secuela también. Pero sí, sí. Ya estuve preso también en la ficción y esa frase quedó tan ahí clavada que ya está, que cuando me metan preso de verdad, ya está.

—Intentemos que no. Hay tantos acá para meter presos en serio que se lo merecen.

—En la lista hay mucha gente antes.

—¿Cómo se siente ser tan querido? Hay algo de cercanía con vos y el público: sos como parte de la familia o te sienten un amigo.

—Yo siento un cariño especial. Creo que se traslada desde mamá a mí y de mí se ha trasladado a mis sobrinos. Somos una familia de artistas. Tengo unos sobrinos que adoro, que quiero, que admiro. Que me ponen al día con la vida. Así que yo me preocupe por ser un tipo querido y querible porque yo soy así, yo quiero a la gente. En los tiempos duros de la vida me di cuenta que tengo algo muy preciado que son mis amigos.

—¿Te gusta que te estén encima?

—No. Me gusta ese amigo que simplemente está al lado tuyo y uno está llorisqueando, lamentándose por cosas de la vida y está ahí, y como me ha pasado con amigos que siempre le ven el lado bueno y dicen: “Bueno, pero estás bien”.

—Pero deja de ser tan optimista (risas).

—Todo sismo en la vida, toda decisión trascendental que tomes, te va a movilizar y te va a provocar emociones diversas. Preocupante sería estar insensibilizado. A mí me preocupa la gente que no manifiesta sus sentimientos. Yo a lo mejor tengo que cuidar el exceso, la sobre manifestación de las emociones, y buscar el equilibrio. La vida es encontrar ese gris. A veces el gris está catapultado como que sos un tibio. No: necesitás el gris para acordar. Si no, caés en este juego que nos quieren llevar hoy a ver de qué lado estás.

—Es agotador.

—Es cansador y es como: “Bueno, dejalos que se peleen y así están distraídos y nosotros hacemos lo que seguimos haciendo”, ¿no?

—Sí, pero mientras tanto hay mucha gente que la está pasando horrible y queda en el medio de esta pelea ridícula.

—Ahí es donde se separa la gente que se dedica a la política con los humanos que transitamos nuestra vida. Da la sensación de que ellos están preocupados por sus idas y vueltas, con frases que uno ya ha escuchado, carentes de sentido, que no me están diciendo nada, que no me apuntan ninguna medida cuál es el proyecto que vamos a hacer. Y ahí es donde se disocia la realidad, la realidad de ellos con la realidad nuestra, de nuestros problemas.

—¿Algo de lo que pueda llegar a venir te da esperanza?

—A mí me da esperanza hablar con mis sobrinos que son jóvenes y que tienen ideas nuevas. También me da temor de que la trituradora de la realidad y de las décadas que uno ha vivido los triture y los pase por encima. De que el sistema no pueda cambiar. A veces vemos como una película repetida. Hace poco me aparecía una situación de Los otros y nosotros, en ese momento los problemas de la realidad eran la inflación y el dólar. En el 89 te estoy hablando. Y hoy miramos acá y estamos en la misma situación: en un país que no logra controlar la inflación y que nos genera a nosotros remarcar y remarcar y remarcar y no poder tener una estabilidad. Yo no sé de economía pero indudablemente hay cosas que no las podemos manejar. No podemos administrarnos correctamente. No podemos encontrar el equilibrio entre un Estado presente, sólido, pero bien administrado. Que esté donde tiene que estar. Con una convivencia. Con un sector privado que venga, que invierta, que tenga condiciones estables, porque una empresa para venir a invertir necesita cierto plan de estabilidad. Ahí están las fuentes de trabajo, tanto en el sector privado como en el sector del Estado. Cuidar nuestras universidades públicas, que son tan valiosas, y darle la posibilidad a la gente de verdad en oportunidades de estudiar, de trabajar. Pero ese contraste de buscar mejorar la calidad de la vida de la gente, que coincido y estoy de acuerdo plenamente, no se trasluce en lo que está pasando, que nos están triturando nuestra moneda y cada vez estamos más secos, más quebrados. Con un país como el nuestro, que tiene un potencial hermoso.

—A mí me entristece cuando hablamos de lo macro, porque en esos porcentajes está cada familia y cada historia que están sufriendo horrores, que hacen una comida por día con suerte, que sacan a los chicos del colegio…

La crisis más profunda es la social y moral. ¿Dónde están los valores y dónde está quien pueda resistir un archivo y ser coherente con lo que viene diciendo, con lo que dice, con lo que hace? Nos hablan con una vehemencia, y los que jugamos con las palabras, decimos: “¿Cómo puede ser que esta gente sea tan hipócrita con el sentido de las cosas?”. La profunda crisis social tiene que ver con la marginalidad a la cual mucha gente se ve detenida en no poder tener posibilidades, en no poder tener trabajo, en no poder estudiar. Entonces, todo se termina dando vuelta. Por eso los índices de los votantes cambian, porque hasta incluso gente de lugares marginales, con pocas posibilidades, quiere un cambio.

—Necesitamos creer en algo, desesperadamente.

—Creer en un cambio, que haya oportunidades y que sean posibles. Ahí es donde entra y gana la marginalidad, la delincuencia, el narcotráfico, porque se apodera de mucha de esa gente que le dice: “De esta manera vas a poder, delinquiendo vas a poder conseguir dinero fácil”. Todo eso genera una ida y vuelta y un revuelto social y moral de nuestra sociedad que nos castiga.

—Ojalá venga pronto algo de alivio.

—Los que saben dicen que para bajar la inflación en el sentido económico hay que generar medidas que van a ser duras y generan recesión. Va a haber que apretar el cinturón y administrarse mejor. Es como si lo trasladás a una familia: cuánto ingresa, cuánto gastamos, qué podemos comprar, qué no podemos comprar.

—Vuelvo a las nuevas generaciones: tienen todo tanto más claro, ¿no?

—Sí. A veces asusta ver que tienen las cosas tan claras y que se choquen con un sistema tan corrupto y tan maldito. Acá realmente hay que hacer un cambio de sistema. Mientras sigamos en ese juego de división que nos proponen, mientras no haya de verdad mesas como hacen en los países de sociedades que funcionan mejor donde vos de un partido, él de otro partido, ella de otro partido, nos sentamos, gobierne quien gobierne y acuerdan... Acá viene uno pone unas reglas, viene otro cambia la regla...

—Y siempre tiene la culpa el anterior.

—Siempre son los mismos y la herencia que recibimos. Son décadas y décadas de herencias malas. Cuando les conviene son herencias malas y cuando les conviene “nuestro gobierno fue fantástico”. Cuando hay tan poca autocrítica es muy difícil.

—¿Cómo anda el amor?

—Bien. Bien. Tranquilo. Por suerte mi corazón está más estable con el tiempo. Más calmado. Y eso ayuda a transitar la vida más tranquilo.

—¿Estás enamorado hoy?

—Estoy tranquilo.

—¿Estás bien? ¿Es un buen momento?

—Sí, estoy bien y es un buen momento. Y la vida personal se me va acomodando. Y eso es importante para poder transitar la vida mejor.

—Eso es un montón.

—Eso es un montón, claro que sí. Es importante.

—Lo que hablabas antes: los tiempos. Se tienen que acomodar en el cajoncito.

—Sí, sí. Lógicamente que todo se tiene que ir acomodando y tener gente buena alrededor que te quiere y que tiene buenas intenciones con uno, está bueno. Sobre todo porque uno también busca tener buenas intenciones con los demás, con sus afectos.

—¿Y el actor cómo anda?

—El actor bien. Este año va a salir ahora en la segunda temporada la participación que hice en El encargado, con Guille Francella. Después también va a salir en una plataforma una participación que hice en una película en México, que es la versión de Dos más dos. Ahí además me reencontré con Angie Cepeda. Divina. Hermosa persona. Me tocó hacer las escenas con ella y fue muy gracioso. Y eso también me hizo bien al alma. Encontrarme con gente con la cual compartí ocho años de mi vida y poder trabajar juntos. Darnos un abrazo y pasarla bien. Para mí eso es una tranquilidad al alma y eso es lo que busco en mi vida.

Entrevista completa a Diego Torres por Tatiana Schapiro
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