Gustavo Sofovich: “Consumí 30 años de mi vida, hace cinco que estoy limpio”

A los 56 años, padre de dos hijos y lleno de proyectos como productor televisivo, siente que está orgulloso de ser quién es. De su lucha. Y se sienta dispuesto a hablar de todo con Infobae. De sus adicciones, de su papá Gerardo, de la primera vez que tomó cocaína, de sus internaciones, del dinero y de cuando tocó fondo. “Yo soy un milagro”, dice

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Luis Novaresio entrevistó al productor televisivo

“La primera vez que tomé tenía 17. Entré con la cocaína y el día que tomé, lo hice por 45 días seguidos. 45 días seguidos, sin poder parar”. Me mira desde sus ojos claros y profundos, y se cruza de brazos esperando que reaccione. Gustavo Sofovich quiere hablar. Y lo hará con Infobae. De todo. De todos.

A principios del mes de abril recibo un WhatAapp: “¿Estás?”. Cuando nos llamamos me cuenta que tiene la necesidad de hablar su vida, de su vida con las drogas, “para darle una mano al que la está pasando mal”, me dice, “y porque estoy feliz de ser quien soy hoy”. Le digo que lo hagamos ya, y me responde: “Déjame que pase el 9 de abril que cumplo cinco años limpio, y lo hacemos”.

Gustavo Sofovich llega al estudio acompañado de un ¿mentor? ¿inspirador? que conoció en Narcóticos Anónimos. Su amigo celebra más de 25 años de haber dejado de tomar cocaína. Con su mirada le hace sentir que no está solo. Con su experiencia exitosa de recuperación, lo inspira.

Gerardo (Sofovich, su padre) murió ocho días antes de que yo cumpliera un año limpio. Hoy tengo cinco años y ocho días limpio. Estoy limpio”, repite orgulloso, y sigue: “Yo trabajo todos los días de mi vida para estar limpio un día más. Fijate que en la recuperación de un adicto el aire que yo respiro es la recuperación. Mi aire es estar recuperado”.

Gustavo tiene 56 años. Tiene dos hijos y tiene proyectos como productor televisivo. Esas tres cosas, habituales en mucha gente, son una conquista inmensa para alguien que pasó la mitad de su vida tomado por la cocaína y el juego, y muchas veces internado. “De mis 56 años, seis los pasé internado. Hasta estuve internado en el Vaticano por una plaza que consiguió Gerardo”. Casi no hace falta repreguntar. Gustavo tiene deseo, potente, de contar.

Yo soy un milagro. Yo no tengo problemas de alcohol. Tengo problemas de juego. El juego es una lucha que todavía, de vez en cuando, me caga a trompadas. Ponélo así: de vez en cuando me caga a trompadas”, dice. Y se sonríe. Se sonríe mucho, y seduce con una expresión alegre inconfundible. “Hoy me miro al espejo y me sonrío. Me gusto. Estoy orgulloso de mí”.

Luis Novaresio entrevistó al hijo de Gerardo Sofovich

A los 17 años fue al casino de Mar del Plata. Gerardo (“recién le puede decir papi cuando se fue; le decía siempre Gerardo o Ruso, Rusito”) rompía las taquillas de los teatros y casi no podía caminar por las calle por el afecto que recibía del público. A la salida de la ruleta, alguien le ofreció una bolsita de cocaína: “La primera te la regalan”. Gustavo se encerró en un hotel con una chica y pasó 45 días corridos, sin metáfora, consumiendo.

“No hay consumo con éxito y no hay éxito donde atrás hay consumo”. Es quizás el momento en el que más serio y contundente se pone sin quitarme la vista de mis ojos. “Uno no puede ser exitoso donde hay consumo”, repite. De allí, no paró. Perdió fortunas, casa y autos vendidos por sus adicciones. “Yo debería haber tenido un par de quilombos más que los que tuve si no hubiera sido Sofovich. Me cuidaron muchos amigos. Cuando digo dormí en la calle, dormí en la calle porque quise, porque siempre tenía la agenda telefónica mía, la de Gerardo o la de la oficina, y a mí me daban guita”, cuenta.

Luis Novaresio entrevistó al hijo de Gerardo Sofovich

Gustavo Sofovich estuvo 30 años consumiendo y 30 años solo. Solo de toda soledad. “Cuando se acaba la falopa en el plato vos te quedás solo con el plato vacío, temblando. Cuando se acaba la bolsa, el plato, la tarjeta, es cuando no queda nadie, te quedaste vos solo”, sentencia. Inspira profundo. Se acomoda en su sillón y sigue: “En el final, jugaba totalmente drogado, anestesiado, sin darme cuenta de las cantidades de dinero que estaba jugando”.

“¿Qué me sacó la cocaína?”, se pregunta sin necesidad de ser interpelado. “La posibilidad de ver crecer a mis hijos de una forma diferente. Me robó 30 años de mi vida”.

Gustavo se pone incómodo en su lugar. Como si se estuviera obligando a pensar en la forma de sentarse para no escuchar sus ganas de llorar de la emoción. Sus hijos. “Esa mujer y ese hombrecito que son mi orgullo”, dice. “Me estoy regalando todos los días el haber recuperado la dignidad. Que mis amigos me vuelvan a llamar por teléfono. El ser un tipo querido. No había vínculo con mis hijos cuando había drogas hace diez años. No había ningún vínculo. Hoy, lo tengo”.

Gerardo y Gustavo Sofovich
Gerardo y Gustavo Sofovich

Gustavo Sofovich es una persona encantadora. Habla de su viejo con admiración (“Daría lo que no tengo por volver a ver a Gerardo, que me vea bien como estoy”), de su trabajo con pasión (”Los formatos de La Peluquería y Polémica están en la tele de la región y pronto volvemos con Polémica, con la conducción de Marcela Tinayre). Habla con deseo. Deseo de vivir, de hacer, de ser. Pero advierte: “Hoy sé quién soy. Hoy sé quién soy. Con la droga no hay camino, no hay nada. La droga es todo sufrimiento”.

Luis Novaresio entrevistó al hijo de Gerardo Sofovich

Aquí, la entrevista completa.

—Lindo verte. ¿Cómo estás?

—Bien.

—¿Cuándo cumplís años?

—El 9 de abril cumplo años.

—El 9 de abril; estamos ahí parejos.

—Yo en realidad cumplo años el 18 de marzo.

—¿Por qué?

—Cumplía el mismo día que papá. Yo nací el mismo día cuando Gerardo cumplía 30 años. Pero festejo más el 9 de abril, que es cuando estoy limpio.

—Me gusta porque cuando hablás de tu viejo, un prócer, dejame que me saque el gusto de decirlo...

—Gracias.

—...decís Gerardo.

—Lo llamé Gerardo siempre. A veces le decía Ruso, Rusito, pero generalmente era Gerardo. Hoy lo llamo papá. Hoy, en la intimidad con mis afectos, con mis amores, es papi. Hoy es papi.

—¿Y cuándo fue que pasó a ser papi, de Gerardo, Ruso?

—Cuando se fue. A los años que se fue, sí. De repente pasaron los años y es papá. Y Esther lo llama papá, que nos cuida, que lo cuida a él y me cuida a mí, está pegada, es mi hermana de la vida. Y yo le digo papá ahora, a veces. Pero no se me va el Gerardo.

—Claro.

—Era una entidad Gerardo, ¿no? Yo qué sé.

— Viste que hay poca gente que pone su nombre de pila, se transforma en una marca. Mirtha. Gerardo era una marca. No había más que explicar; era Gerardo.

—Seguro. Gerardo era un todopoderoso dentro de este laburo de los medios y se convirtió... fijate que el personaje del “padrino” y todo eso que inventa lo hace él. Él se genera su propia mística. Gerardo era un dulce de leche. Pero a su vez en el laburo... Yo siempre digo: alguien tenía que cuidar el laburo de 240 personas, ¿no? Entonces, estaba esa coraza. Pero en el fondo era un dulce de leche el viejo.

—Es muy extraño que a veces se le achaque que era un duro cuando el tipo era un riguroso. O sea, todos los que han trabajado con él te cuentan que era un riguroso del trabajo, profesional: “Esto es el trabajo, esto es lo que se escribió, así debe hacerse”. Eso era tu viejo me parece, ¿no?

—Sí. Aparte, con el correr de los años me di cuenta de que cuando Gerardo insistía que no era lo mismo el “hola” que el “holaaaa” tenía razón, porque en el laburo de hacer reír el acento como él lo marcaba o la frase como él la marcaba terminaba generando la risa al final. Pasaba en los teatros, pasaba en la televisión, pasaba en las películas. Era así.

Luis Novaresio entrevistó al hijo de Gerardo Sofovich

—¿Cuánto hace que se fue Gerardo?

—El 8 de marzo hizo ocho años.

—¿Y qué pasó hace cinco años en tu vida?

—Recaí hace cinco años y medio. Yo me dejé de drogar un año antes de que Gerardo se fuera. Gerardo me vio sano a mí. Yo conviví el último año con Gerardo y él murió ocho días antes de que yo cumpliera un año limpio. Después de eso junté tres años y medio y recaí, tuve una recaída que duró tres, cuatro meses, hasta que logré parar de nuevo. Esto fue el 9 de abril del 2018. Y hoy tengo cinco años y ocho días.

—Contemos algo que a mí me emocionó mucho. Hace unos días, no me acuerdo cuándo, me llamaste y me dijiste: “Tengo ganas de hacer una nota con vos”.

—Sí.

—Y para mí, sos una nota siempre. Por ser quien sos, por tu laburo ahora como productor y demás, me contaste: “Porque hace cinco años que estoy limpio”.

—Estoy limpio. Yo trabajo todos los días de mi vida para estar limpio un día más. Fijate que en la recuperación de un adicto, el aire que yo respiro es la recuperación. Mi aire es estar recuperado, es trabajar todos los días para estar bien, Luis. No es fácil, no es nada fácil. Yo voy a unos grupos donde la verdad rompo el anonimato porque acá se trata de pasar un mensaje para aquel que todavía está sufriendo. Me ha pasado en algunas notas que hubo gente que salió, me escribe en el Instagram. Acá se trata de pasar el mensaje al que todavía está sufriendo porque hay una vida mejor. Pero no es fácil, eh; esto es un laburo diario. Los grupos, los tipos que logran estar sanos. Ahí yo conozco gente de 40 y pico de años, de 21, yo, y somos los que vamos generalmente casi todos los días.

—¿Vas todos los días?

—Casi todos los días. Hay meses que voy todos los días. Yo tengo un grupo…

—Contá, para el que no sabe cómo son estos grupos, qué significa ir.

—Son grupos de 12 pasos de autoayuda que se usan para la recuperación del juego, del alcohol, de la droga, de la… Son grupos que están en todo el mundo, que nacen hace 80 años. En realidad Narcóticos Anónimos es para dejar de drogarte, ¿no?, pero cuando uno no puede parar da bronca, y a veces hasta te tenés que internar. Mi caso fue así. La última vez me tuve que internar porque no podía parar solo. Creo que la internación es necesaria para parar. Pero no es lo mismo parar que volver a tomar control de tu vida, que puede tardar 20 días, 30 días, a estas famosas internaciones que para mí no sirven porque van de la mano de 12, 18, 24 meses del plan de tu obra social, de la beca del SEDRONAR o de la “tarasca” de papá. En el caso mío esa no se acababa nunca, entonces estaba internado mucho tiempo. Y cuando se acaba la beca del SEDRONAR, o se acaban los meses de la obra social, a los dos meses te ponen una torta, soplás y te mandan a la lleca. Y lo que estuviste son 30 meses de tu vida encerrado y la verdad está en la calle. Como vos, como él, como cada uno de los que está acá, que transita su vida en la calle y no cae, y no se droga o no va, y se mama para olvidar. El dolor lo tenés que transitar. Y cuando lo transitás, se convierte en crecimiento.

—Claro. Vos dijiste: “Grupos para recuperación de la droga, del alcohol y del juego”.

—Y de la obesidad. Los grupos de Narcóticos Anónimos, Alcohólicos Anónimos, yo los nombro porque acá se trata de pasar un mensaje. Son grupos de autoayuda en los que yo no voy a dejar de drogarme porque me dejé de drogar hace cinco años y ocho días; yo voy a aprender vivir.

—Vas a aprender a vivir.

—Claro, es una escuela de vida. Hay espejos permanentes. Créeme que ahí suceden milagros. Yo soy un milagro. He visto muchos que vienen atrás mío y muchos que están adelante mío. Ahí hay veces que yo tengo problemas con mis hijos y hay días que la palabra es libre, nadie te puede decir nada; hay días que la palabra es por orden de llegada, hay días que te tenés que anotar. Y créeme que cuando tengo un problema con mis hijos, antes de que me toque hablar a mí alguien está teniendo ese mismo problema con su hijo. Entonces es un espejo. Y después sigue, se hilvana, y ese día te pasa que el grupo termina hablando de los hijos. Entonces ahí hay milagros, y yo aprendo a vivir. Porque pensá que me drogué 30 años de mi vida, o sea que me tengo que reeducar. Yo me estoy reeducando permanentemente, Luis.

—¿Vos te tuviste que recuperar del alcohol, de la droga y del juego?

—No, yo nunca tomé alcohol. Yo no tengo problemas de alcohol. Tengo problemas de juego. El juego es una lucha que todavía de vez en cuando me caga a trompadas. Ponelo así: de vez en cuando me caga a trompadas.

Luis Novaresio y Gustavo Sofovich, en los estudios de Infobae (Cristian Gastón Taylor)
Luis Novaresio y Gustavo Sofovich, en los estudios de Infobae (Cristian Gastón Taylor)

—¿Cuándo fue la primera vez que escuchaste hablar de droga?

—El día que la tomé.

—Que tenías veinti...

—Tenía 17. Hoy hablo con mis dos hijos mucho. A Gerardo no tengo nada que reclamarle, ¿eh?, papá y nos abrazamos durante prácticamente un año. Nos abrazamos y nos dijimos todo lo que nos teníamos que decir el uno al otro. Yo no había escuchado hablar de drogas antes de usar drogas. No sabía dónde me estaba metiendo el día que con una chica a los 17 años en Mar del Plata tomé falopa. No sabía dónde carajo me estaba metiendo.

—¿Hablamos de cocaína?

—Sí, sí, yo pasé directamente: mi droga fue la cocaína. Nunca fumé.

—Nunca. Viste que algunos dicen la puerta de entrada es la marihuana.

—Había visto marihuana pero nunca fumé. Yo entré con la cocaína y el día que tomé, 45 días seguidos. 45 días seguidos, sin poder parar. Pero no sabía lo que me estaba pasando. En casa no se hablaba de drogas. Si bien a lo mejor en el ambiente nuestro había mucha droga, yo me movía en los teatros porque era régisseur, boletero, pero no sabía lo que me estaba metiendo adentro del cuerpo ni sabía lo que estaba pasando en mi vida. Hoy, a los 56 años, cuando pienso que desde la primera vez que tomé esa noche con esa chica, tomé 45, 60 días, literalmente todos los días, me doy cuenta de la drogadicción que tengo.

—¿Qué te pasa cuando escuchás que alguien dice: “Yo la manejo a la cocaína, yo la manejo a la droga”?

—Para mí no hay consumidores con éxito, hay gente que la lleva en su vida -tengo amigos- y que igual en algún momento colapsan. Con un cachito así, con medio gramo por día, con dos, en algún momento colapsan. No hay consumo con éxito y no hay éxito donde atrás hay consumo. Uno no puede ser exitoso donde hay consumo. No lo podés sostener.

—No hay consumo con éxito ni éxito que esté sustentado en el consumo. Es así, es una regla.

—Es así, es matemática pura. Es 1 + 1.

—Pero viste que por ahí, te pasara en charlas de café, alguien dice “pero tal cantante consumió siempre pero tomó de la buena y por eso está bien”.

—Seguro, tomaron de la buena, y tienen un grupo de contadores y abogados y escribanos que les sacan la mitad de lo que ganan y a lo largo de su vida no han tenido quilombos. Pero tuvieron que dejar la mitad de lo que ganaban a esa logística que los cuida atrás. Eso es el consumo con éxito de los que toman. Yo tomaba de la buena y no tuve éxito, al contrario.

Mi papá me cuidaba. Y tengo muchos amigos que me cuidaron. Que me trataron de cuidar. Nadie te puede cuidar si vos no te querés cuidar

—A los 17 tomaste con una chica. ¿Te viene el recuerdo de esa noche?

—No me la olvido más.

—¿Puedo preguntar cómo fue?

—A la salida del casino un pibe del lugar me dice: “Che, teneme esto, prestame plata”. Le digo: “Tomá la plata”. “No, tomalo”, me dijo. El primero te lo regalan y el segundo te lo cobran. A la semana, cuando se acabó eso, me estaba golpeando la puerta todas las madrugadas.

—¿Qué te dio y qué te sacó la droga?

—Si bien en esos 30 años no todo fue una pesadilla, me sacó 30 años de mi vida. Hoy me siento un tipo exitoso. Hoy, después de este proceso de nueve años, que ahora llevo cinco y ocho días, me siento un tipo exitoso. Me sacó la posibilidad de tener una carrera profesional diferente a la que tengo. De tener fotos con Gerardo... no tengo fotos con Gerardo; tengo cuatro o cinco fotos en los últimos 15 años. Pensá que antes de los teléfonos celulares yo de noche deambulaba y me sentía intocable. Cuando las cámaras se acercaban a Gerardo en un restaurante, como yo conocía que él no quería ser identificado de noche, me corría. Y aparte no tengo fotos en la intimidad porque tampoco estuve mucho. De mis 56 años, seis los pasé internado.

—¿Acá o afuera?

—Estuve internado en el Vaticano. Me fui. A los tres días, me fui. Estuve internado tres años en una isla en Entre Ríos. Salí y a los 15 días tomé.

—¿En el Vaticano?

—El Vaticano tenía un proyecto que se llamaba, que a lo mejor lo tiene, Proyecto Buono, y en los 90 Gerardo consiguió que yo fuera al Vaticano.

—Un cupo.

—Un cupo. Y la verdad es que estuve tres días ahí, y después me quedé dos meses recorriendo Europa.

—Porque eran internaciones no obligatorias.

—Porque me fui. Es heavy la internación. ¿Te sirvieron de algo? Y... en algún momento, para no morirme. Cuando hice la que tenía que hacer y poner los huevos arriba de la mesa como la última vez, y salir a la calle otra vez cuando no podés tomar el control de tu vida... y sí, te tienen que ayudar a que no tomes. Pero tenerte encerrado 18 meses en una burbuja... La verdad, el ser humano está dentro de la sociedad. Yo tengo que estar con vos, poder vivir la diaria y no caer. Entonces, ¿qué me vas a enseñar estando encerrado? Por eso no hay nada mejor que un adicto para ayudar a otro adicto. Es otra de las frases de Narcóticos Anónimos. Y te lo dan gratis.

—Vos contabas de las cámaras que se acercaban a Gerardo. ¿Cuánto complicó la mirada sobre vos? Tenías un apellido: Sofovich.

—En algún momento ya se hizo muy obvio, ¿no? Por más que yo creía que deambulaba por la noche, se empezó a saber. ¿Cuánto lo complicó? Y... yo debería haber tenido un par de quilombos más de los que tuve si no hubiera sido Sofovich. Me cuidaron muchos amigos. Me cuidó papá. Aunque yo a veces estaba enojado con papá... Esther, cuando papá se fue, me contaba que papá me triangulaba por el teléfono, ponía gente para ver dónde estaba. Me cuidaba. Y tengo muchos amigos que me cuidaron. Que me trataron de cuidar. Nadie te puede cuidar si vos no te querés cuidar.

—¿Y vos te acordás rechazando esa ayuda?

—Me escapaba. Me iba a lugares donde no había teléfono. Más allá que un adicto cambia geográficamente pensando que yéndose para otro lugar va a parar. No, mentira, Gustavo; viene con vos.

—¿Eso te pasaba?

—Me mudaba o me escapaba cuando me querían ayudar. Los dos casos van de la mano. El irte a un lugar pensando que vos vas a lograr lo que no estás logrando donde vivís, no tiene sentido. Donde vivís tenés una contención. Pero más que eso, es el no dejarse ayudar, el escaparse de la gente que te quiere sanamente de verdad. Vos tenés que buscar ayuda. El primer paso es reconocer la adicción: tengo una enfermedad, se llama adicción, y necesito ayuda, yo solo no puedo.

Cuando se acaba la falopa en el plato vos te quedás solo con el plato vacío, temblando. Hasta ese momento estás rodeado. Son 14, vos sos el mejor, biri biri, biri biri. Son los amigos del campeón. Son los amigos de la falopa.

—Hay como una fantasía heroica de que vos podés: “Yo voy a poder”.

—Vos podés correr una hora en bicicleta, yo también. Contra esto no podemos. Un adicto solo no puede. Estoy convencido que a mí NA me dio todo y por eso rompo el anonimato y paso… Está en las escuelas, en los colegios, en las iglesias. Generalmente está donde los alquileres son baratos porque no te cobra. Vos, si tenés dinero... yo a veces pongo, pongo siempre. Pero al principio no tenía para poner.

—¿La pasaste mal económicamente?

—Cuando digo dormí en la calle, dormí en la calle porque quise, porque las cuatro, cinco lucas que necesitaba estaban; siempre tenía la agenda telefónica mía, la de Gerardo o la de la oficina, y a mí me daban guita. Pero igual la pasé mal, la pasé muy mal. Y cuando llegué derrotado, esta vez hace nueve años, tenía un jogging Adidas y un sweater blanco con agujeritos de los cigarrillos. Era lo que había quedado. Ya me habían cortado el chorro mis amigos, Gerardo, se había acabado la agenda telefónica. Gastaba más en recargar la tarjeta del celular para manguear que lo que conseguía. Ese fue uno de los fondos.

—Claro.

—Hay diez mil fondos en la vida de un adicto. Y hay diez mil fondos en la vida de un tipo recuperado. Yo voy tocando fondo en los últimos meses todos los días.

—¿Por qué?

—Porque me pasan cosas y son fondos.

—¿Por ejemplo?

—Fondos limpios. Problemas económicos. Problemas con tu novia. Problemas con tus hijos. A veces hay problemas que pensás que se está viniendo el mundo abajo y a veces realmente se te viene el mundo abajo. Y estás tocando un fondo estando limpio. No tenés que literalmente estar drogado para tocar un fondo.

—Viste que hay amigos del campeón, del que le va bien, del exitoso.

—Está lleno.

—Después desaparecen. ¿Hay amigos del adicto?

—Claro. Cuando se acaba la falopa en el plato vos te quedás solo con el plato vacío, temblando. Hasta ese momento estás rodeado. Son 14, vos sos el mejor, biri biri, biri biri. Son los amigos del campeón. Son los amigos de la falopa. Cuando este vaso de agua se vacía no queda nadie, te quedaste solo, solo con tu humanidad y con tus miserias.

—Aclaro para el que por ahí no sabe de consumo que el plato es el lugar donde se pone la cocaína. Cuando se vacía el plato…

—O la bolsa. Cuando se acaba la bolsa, el plato, la tarjeta, es cuando no queda nadie, te quedaste vos solo. Me pasó en el final del consumo, porque yo generalmente tenía grandes cantidades de droga. En un momento, cuando ya quedaba poca, la guardaba; no quería que se pusieran a buscar ni me revolvieran nada. Después me empecé a dar cuenta de que no me podía levantar si no tenía falopa. Que no la guardaba para que no se la tomaran, la guardaba porque si no tenía, no podía salir de la cama. En el principio por depre, y en el final por los dolores del cuerpo, porque ya no podía salir de la cama.

A veces la paso mal, en esta vuelta la estoy pasando mal. Pero eso me pone más de pie todavía. Yo sé que mañana me tengo que levantar y seguir de pie porque lo que veo en el espejo me encanta. Aprendí a quererme a mí mismo

—Literal: el cuerpo no te respondía.

—No. Si no hacía eso, el cuerpo no respondía. Pero yo me engañaba: que no quería que me tocaran todo y me revisaran buscando droga. Era mentira. Después me di cuenta de que tenía que haber para cuando me despertara.

—Imagino, aparte, que gastaste un fangote de guita ahí.

—En mi vida la droga era barata. Yo fui un tipo de guita, cuando vos tenés un cierto nivel de guita la droga es barata. Después empezaba a dejar de producir, entonces ahí empezaba a costar, empezaba a tirar la plata, a derrochar. La droga es cara y barata. A ver, no sé si lo expliqué bien: a mí no me costaba la droga pero dejaba de producir o hacía muy malos negocios, o en el final jugaba totalmente drogado, anestesiado, sin darme cuenta las cantidades de dinero que estaba jugando. En el final me costó el tema de la guita con la droga, cuando ya había acabado todos los recursos. Yo reventé departamentos, casas, no para drogarme porque la falopa estaba, si vos vendías un departamento… No costaba nada. Pero esa plata se iba en un mes.

—¿Te la jugabas?

—La destruía. Destruía todo lo que estaba a mi alrededor. En este país la droga es regalada, Luis; acá un kilo de falopa vale 6.000, 7.000 dólares. Yo estaba dentro de esa locura de esa falopa.

—¿Para qué sirve la plata Gustavo?

—La plata sirve para tener una vida mejor si vos estás bien. Yo nadé en plata y no fui un tipo feliz. La plata es necesaria en un tipo como yo para tener una buena vejez: mi vejez va a ser cara, mi salud va a ser cara, ir al dentista va a ser caro, hacerme chequeos va a ser caro. Elegir un médico a lo mejor fuera de la obra social para operarme una rodilla va a ser caro. Para eso sirve la plata. Hoy trabajo para ganarme el mango, pero nadé en guita y no fui feliz. Hoy, con lo poquito que gano soy feliz. A veces gano mucho y soy feliz. A mí no me quedan muchas cosas por regalarme en la vida, las que no me regalé yo me las regalo papá. La guita sirve para tener un viaje lindo con Nacho o con Tatiana, ir a una linda habitación de hotel, ir a comer a un lindo restaurante y tener una memoria y dejarles un recuerdo a mis hijos, y tenerlo yo, que es lo que me voy a llevar arriba.

—¿Qué te gustaría regalarte?

—Me estoy regalando todos los días el haber recuperado la dignidad. Que mis amigos me vuelvan a llamar por teléfono. El ser un tipo querido. El mirarme en el espejo a la mañana y gustarme con los rollitos como los tengo. Me gusta lo que veo en el espejo y me lo estoy regalando. La recuperación me permite y me regala eso. A la mañana cuando me voy a lavar los dientes me sonrío en el espejo, me gusta lo que veo. Soy un tipo que es feliz viéndose. Después cosas materiales, te digo, las tuve todas. No, pará, si quiero…

—Bueno, alguna vendrá.

—Sí, siempre hay. Si hay un poco más, compro un coche mejor. Si hay un poco menos, tengo un coche igual.

—¿A qué se parece el abrazo con un hijo?

—Los dos son lo más lindo que tengo. Esta mujer de 32 años que vive en Los Ángeles, es lo más lindo. Que tiene voz de nena y parece una nena porque es chiquitita. Y es lo más lindo que la vida me dio. El orgullo que me está llenando este hombrecito de 19 años que hace un año se fue a estudiar. Me llama todos los días y ayer terminó el primer año, tiene todo A; acá, en nuestro país, vendría ser 9 para arriba. Me da orgullo. Yo no estudié. Es una de las cosas que sí le reclamaría a papá pero no está, así que no la podemos hablar ya, total ya quedó en el pasado.

—Pero me gusta esta faceta de padre baboso.

—¡Pero cómo no voy a ser baboso! Este hombrecito que me saca diez centímetros se fue hace un año a estudiar. Salió de la comodidad de vivir con su vieja que lo mimaba, de ser hijo, de tener todo. Y está viviendo en un departamentito de un ambiente, cocinándose y me manda... si te muestro el teléfono, tengo todos los días el pedacito de carne, la ensalada, la fruta. Y que me llama todo el tiempo y yo lo atiendo todo el tiempo. Y cuando no me llama es porque está estudiando. Y está estudiando por él, y hablamos de lo que estudian los chicos en las universidades en Estados Unidos y me cuenta que muchos van porque los padres los mandan. Él no fue porque los padres lo mandaron, él quiere superarse a sí mismo todos los días, y a mí me llena de orgullo.

—¿En algún momento tuviste miedo de perder el vínculo con los chicos?

—No lo tuve. No había ningún vínculo con los chicos cuando había drogas hace 10 años. Con Tatiana, que la crie y estuve al lado, no había vínculo tampoco. A Nacho no lo crie, aparecí en su vida a los 9 años. No había ningún vínculo. Nacho tardó tres años en llamarme papá. La primera vez que me llama papá estoy en Punta del Este con un amigo en común. Nos pusimos a llorar los tres: la mujer de mi amigo, mi amigo y yo. Hoy para ese chico yo soy un padre. Tengo errores, defectos, virtudes que tenemos todos, pero trato de hacer lo mejor. Lo único que me importa son esos dos chicos. A Tatiana, que es una mujer de 32 años, le reclamo que me llame por lo menos dos veces por semana porque para ella con llamarme una vez está bien. Pero bueno, hay veces cuando ella tiene necesidad, aparece. Y yo tengo que estar, no tengo que buscar mi necesidad.

—¿Sos fácil para decir: “Te amo hijo”, “Te amo hija”?

—Sí, sí, soy muy fácil. Creo que se los digo permanentemente. Se los escribo permanentemente a los dos. A Tati le pongo “hijita de mi corazón” porque ella me llama “papi de mi corazón”. Y a Nacho le digo permanentemente lo orgulloso que estoy de él. De ver el hombre en el que se está convirtiendo. Porque este chiquito de 19 años va camino de ser un hombre.

—Tenés claro que te están viendo ahora desde Estados Unidos. ¿Hay algo que no les dijiste que te gustaría decirles?

—Que no se los dije y se los digo ahora: estoy totalmente orgulloso de ellos y me hacen un padre feliz, soy un padre feliz.

—¿Estás orgulloso de vos?

—Sí, me encanto yo mismo. Me quiero a mí mismo. A veces la paso mal, en esta vuelta la estoy pasando mal. Pero eso me pone más de pie todavía. Yo sé que mañana me tengo que levantar y seguir de pie porque lo que veo en el espejo me encanta. Aprendí a quererme a mí mismo.

—Estás orgulloso ahora de vos, pero hubo un momento que no estabas orgulloso.

—No sabía quién era en un momento. Hoy sé quién soy. Cuando papá se fue en el 2015, la idea de papá permitió que su formatos salieran al aire rápido, en el 2016 estaba La peluquería, Polémica. A un amigo le dije: “¿En cuánto puedo vender Polémica en el bar?”. Me dice: “En nada, si no hay quien lo haga”. Hoy los formatos están vivos en toda la región.

—Acá, en Uruguay, en Paraguay.

—Sí.

—Yo te preguntaba a qué se parece el abrazo de un hijo. ¿A qué se parece el abrazo con un papá, cuando lo tuviste?

—Ahí me tocás... Daría cualquier cosa por verle los ojitos, verlos de nuevo. Cualquier cosa de mi vida. Lo que me pidas yo te lo daría por diez segundos con ese hombre. Me gustaría que viera a este hombre porque él luchó toda la vida para fuera un hombre y lo soy hoy en día. Soy un hombre con lo que me enseñó mi viejo, porque aprendí mucho de él, y me gustaría que Gerardo pudiera verme. Estaría orgulloso del hombre que dejó.

—¿Y qué te diría hoy? Porque visto desde afuera, parecía duro...

—Te voy a decir una cosa que nunca dije: yo creo que papá se fue para que yo me convirtiera en el hombre que soy. Nacimos el mismo día. No hubiera sido posible con papá vivo. Porque yo lo intenté con papá muchísimo. Por más que él vivió el primer año, que fue un cambio diferente cuando empecé a hacer el grupo de Narcóticos, se fue en el momento que se tenía que ir. No se fue ni un día antes ni un día después.

—Qué fuerte eso.

—Es que estoy convencido. Lo hablo muchísimo con Esther. Papá me vio y se tomó el palo para que el otro sol brille. Éramos dos soles del mismo día y dejó que el otro sol brillara.

—Gustavo, háblale a un pibe que te está viendo a los 17 como vos, que a lo mejor no está saliendo del casino pero que alguien le hizo probar la droga y está convencido que la maneja, que puede y que no lo perjudica.

—¿A un chico de 17? Si escuchó un cachito de lo que dijimos acá a los 17 años todavía tiene toda la vida por delante y se va a evitar un sufrimiento. Con la droga no hay camino, no hay nada. La droga es todo sufrimiento. Yo fui un adicto jodido. Y se puede salir de la droga. Creo que por eso estoy haciendo esta nota y vos me la estás haciendo, porque el mensaje es que se puede salir de la droga y que todo lo que hay fuera de la droga es éxito. No importa que sea malo o bueno, es todo éxito. En la droga no hay nada. El futuro de la droga es cárcel, son hospitales o la muerte. No hay otra, son esos tres.

Gustavo Sofovich, en la entrevista con Luis Novaresio; todo surgió cuando el productor le envió un mensaje al periodista para pedirle que le hiciera un reportaje al cumplir cinco años limpio (Cristian Gastón Taylor)
Gustavo Sofovich, en la entrevista con Luis Novaresio; todo surgió cuando el productor le envió un mensaje al periodista para pedirle que le hiciera un reportaje al cumplir cinco años limpio (Cristian Gastón Taylor)

—¿Qué le decís a un papá o un amigo, un tío, un hermano, que no saben cómo ayudar a este pibe de 17 años?

—Que hay lugares gratuitos. El que tiene que querer es el pibe. El que tiene que pasar la puerta la primera vez es el pibe. Vos lo tenés que acompañar, pero el que tiene que querer es él. Y que hay que acompañarlo, la droga es una enfermedad. No lo haces a propósito, es una enfermedad. Que estos lugares gratuitos alrededor de todo el mundo han ayudado a salir de la droga a personas como yo y a miles y miles y miles y cientos de miles de adictos que están hoy en día en recuperación.

—¿Qué le decís al que juzga con el dedo en alto y dice que no deja porque no quiere?

—No sabe nada. El que realmente cree que vos preferís estar en la miseria porque te gusta la miseria no entiende nada. Porque la droga es miseria, es sufrimiento. No sabe.

—¿Qué vas a ser cuando seas grande?

—Quiero ser Gustavo Sofovich cuando sea grande. Quiero que lo que haya por delante sea como estos cinco años y ocho días. Yo quiero que cada día de esto que me toca -¡ojalá lo que me toque envejecer!- sean como estos cinco años y ocho días. Con los problemas que tengo también en estos cinco años y ocho días, eh.

—Con todo eso.

—Con todo, con el combo. Que venga el combo. Porque todo esto es éxito.

—Es vida.

—Es vida, no es droga.

—¿Cuánto hay de miedo al tropiezo?

—Mirá, no voy a escupir para arriba, pero no le tengo miedo a la droga. Le tengo miedo al juego, que es un tropiezo. A la droga le aprendí a tener muchísimo respeto. La droga hoy no es una opción en mi vida. Opción en mi vida es caerme y levantarme, pero no con la droga. No le tengo miedo al tropiezo. No escupo para arriba, por eso pongo el culo en la silla todos los días en un grupo durante dos horas. Y cuando tengo un problema hago catarsis enseguida con la gente que quiero y está al lado mío poniéndome el pecho de una forma diferente. No me tienen lástima, hoy están al lado mío porque me respetan y me quieren.

Gustavo Sofovich con sus hijos, durante un homenaje a Gerardo Sofovich
Gustavo Sofovich con sus hijos, durante un homenaje a Gerardo Sofovich

—En estos grupos suele haber un mentor o alguien que te acompaña.

—En estos grupos somos todos iguales. A uno le toca un día que está haciendo servicio dirigir el grupo. Al otro día le toca a ese mismo hacer el café. A ese mismo, otro día le toca poner las sillas. Uno tiene un padrino que generalmente es alguien con quien vos te identificás, es alguien que va adelante, que te puede mostrar cómo es. Pero somos todos iguales: los que tenemos guita, los que no tenemos guita, los que tienen laburo, los que no tienen laburo, los negros, los blancos, los judíos, los católicos. Somos todos iguales adentro.

—¿Les guardas rencor a todos los que opinaron en la tele, en la radio, en las revistas, y hablaban de vos y de tu vínculo con Gerardo?

—No les guardo rencor ni a los que lo hacían ni a los que lo van a hacer. Y tengo 200 quilombos en estos momentos, pero mi vida es la vida más hermosa que un ser humano puede tener porque estoy fuera de la droga.

—¿Querés que hablemos de la tele? ¿Vas a hacer Polémica, que vas a hacer?

—Estamos haciendo Polémica en Uruguay, La peluquería en Uruguay, Polémica en Paraguay. Yo tiro alguna fichita, siempre sueño con la televisión latinoamericana pero estamos muy cerca de volver a América. Muy cerca.

—¿Con Marcela?

—Con Marcela Tinayre, sí, la conductora.

—Gran elección.

—Sí. Es una bisagra en un programa tildado de machista, que en realidad fue machista en un mundo que si vos mirás para atrás las dos últimas directoras del Fondo Monetario Internacional son mujeres. La segunda del Fondo es una mujer. En un programa que va a cumplir 60 años, que estuvo manejado toda la vida por hombres, que aparezca una mujer como Marcela Tinayre... Yo vi el piloto... Es una linda oportunidad de divertirnos, y que este programa que cumple 60 años pase a la historia. Marcela, yo, es divertido. Va a salir. Va a salir.

—¿Hay algo que no te pregunté que te gustaría que te preguntara?

—No, me preguntaste todas cosas que fueron respuestas de corazón. Si hay algo que yo aprendí, Luis, es que cuando vos mentís te estás mintiendo a vos mismo. Y si hay una cosa que no me puedo dar el lujo a esta altura de mi vida es mentirme a mí mismo.

—Yo te quiero agradecer porque nosotros no somos amigos, sí tenemos algunos amigos comunes que queremos mucho, pero hay un algo de la estirpe de los Sofovich que vos tenés y de la generosidad tuya que quiero agradecer mucho. Te deseo lo mejor, pegá el grito y acá estamos. Placer verte.

—Gracias.

—Gracias.

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