Con su sonrisa constante y la satisfacción de su nueva obra, Leonardo Sbaraglia se sienta, toma aire y responde con entusiasmo todo lo relacionado a su nueva película. Asfixiados llegó al cine este jueves y acapara la atención del público con la historia de un matrimonio que enfrenta una crisis que queda en evidencia en un viaje en velero que no resulta como esperaban.
El filme que Sbaraglia protagoniza con Julieta Díaz, Zoe Hochbaum y Marco Antonio Caponi es dirigido por Luciano Podcaminsky. Y por la complejidad técnica del rodaje, requirió un gran esfuerzo de todo el equipo.
—Algunos de tus compañeros no se sintieron bien durante el rodaje cuando filmaron en el velero. ¿Cómo fue tu experiencia?
—La pasé bien y se lo atribuyo un poco a Nacho (su personaje), porque es un tipo irrompible. Me pareció re interesante interpretarlo porque es un energúmeno: es una bestia con dinero, es un todopoderoso. Me gustó muchísimo ser un tipo así. A veces, cuando tenés la posibilidad actoral de tratar de meterte en un muñeco así, es como en un monstruo. Obviamente que no es un dictador, ni un torturador, y no hace falta que lo sea, pero me gustó mucho el humor que tiene.
—Hay una escena muy interesante cuando le preguntan a Nacho cuánto cobra Natalia Oreiro...
—Sí; él responde que no habla de eso con ella. Ella es una artista, las conversaciones se basan en los personajes, los guiones, la estructura de los personajes, pero no de dinero.
—¿Y Sbaraglia cómo es? ¿Habla de dinero o eso se lo deja al manager?
—Es una buena pregunta. En general no lo hablo. Tengo una relación con mi representante, que es Ramón (Pilacés), desde el año 95. Sé que lo que él arregla, es lo que corresponde. Tiene mucho conocimiento del mercado y sabe los límites también. Igualmente, cuando uno decide hacer un proyecto, no lo hace por lo que pagan sino porque ya lo decidiste hacer. Si te pagan mejor, buenísimo; pero vos ya decidiste hacer ese proyecto. Entonces, puede variar entre 5 y 10 o entre 5 y 13.
—¿Nunca aceptaste un papel porque era imposible rechazar una cifra económica exorbitante?
—Fueron los menos. Me ha pasado, por supuesto, en momentos en los cuales no tenía proyectos, o cuando había decidido hacer cine y después la película se cayó y me quedé todo un año sin laburar. En esos casos agarré el trabajo, pero nunca solté las condiciones que quería. No porque la oferta principal fuera el dinero iba a entregar toda mi identidad.
—Hay cosas con las que no se transa...
—No. O las tratas de defender teniendo cierta potestad sobre lo que uno va a decir o lo que no va a decir. O modificando lo que no le gusta, porque muchas veces el punto inicial puede ser el dinero, como el caso de Nacho, pero eso lo podés terminar transformando en algo que a vos también te termine apasionando. Eso puede pasar también.
—En este tiempo no parás de trabajar. Hace poco grabaste El gerente y también viajaste a España para hacer la séptima temporada de Élite...
—Sí, El gerente se estrenó en octubre. Después hice una película con Benja Naishtat y María Alché, que es su primera película juntos. Benja había hecho Rojo, que es un peliculón, y María, Familia sumergida. Y con ellos hicimos una película entre noviembre y diciembre que se llama Puán, que va a estar muy buena. Y de ahí me fui a España y volví la semana pasada de rodar en Élite, donde hice del papá de Valentina Zerene.
—¿Cuándo parás?
—Es una gran pregunta. En este momento está siendo mi talón de Aquiles, porque hace mucho tiempo que no paro. El año pasado tuve una semanita de vacaciones, que me fui a Ushuaia con mi hija, pero no tuve vacaciones de verano del 2022. Y este año tampoco tuve vacaciones de verano. Es un momento en el que se juntó toda la pandemia y la post pandemia, se vino todo el laburo junto. Ahora me siento cansado y tengo ganas de descansar, pero tengo por delante dos proyectos para este año que son uno más lindo que el otro. De alguna manera voy encontrando la forma de descansar, de divertirme y de drenar algo. Igualmente, me gusta mucho lo que se va logrando cuando voy trabajando. O sea: me gusta ese intercambio con el personaje. Me hace bien y me recicla la energía ¿Necesito descansar? Sí. Pero son dos cosas separadas.
—Pero la estás pasando bien en lo que hacés...
—Siempre la paso bien. Hay momentos en los cuales uno no puede manejar, porque no se puede imponer pasarla bien en todo momento. Hay veces que uno no la pasa bien, pero en la mayoría de los casos puedo trabajar mucho, porque me gusta mucho lo que hago. Soy apasionado. Para mí el trabajo es un juego lúdico. Por ejemplo, ahora me va a tocar laburar con Wino (Ariel Winograd), otra vez y sé que la vamos a pasar muy bien.
—¿Cómo hacés cuando te vas tanto tiempo al exterior? ¿Tenés tu propia casa en España o México?
—No, mi casa está en Argentina. En esos casos la producción me alquila un departamento. Prefiero un departamento antes que un hotel porque me gusta mucho cocinar. Me gusta estar en mi casa, invitar a amigos y hacer reuniones. En España, aunque me alquilen, la considero mi casa a los dos días de haber llegado. Voy al supermercado, compro arroz y verduras; me llevo mis ingredientes…
—Hablemos del arroz
—El curry madrás.
—¿Es verdad que te detuvieron en un aeropuerto por llevar arroz?
—No me detuvieron: me quitaron cinco kilos de arroz yamaní. ¡¿Con qué derecho?! No hablemos de las cosas que entran y salen de México... No quiero acusar a nadie, pero no podés entrar cinco kilos de arroz. Y además no lo encontrás allá ese arroz.
—¿Esto sucedió saliendo de Argentina o llegando a México?
—Llegando a México. Saliendo de Ezeiza nadie me dijo nada. Llevé los paquetes, porque no sabía con lo que me iba a encontrar. A veces, la primera noche no tenés qué comer y siempre un arrocito viene bien. Siempre pido arroz, no es que pido un champagne. Pido una arrocerita de esas chinas o japonesas que encontrás en el barrio chino. Todo muy humilde.
—¿Dentro de la negociación que hace el manager de Sbaraglia está la arrocera?
—(Risas) No, no entra en la negociación. Yo a último momento consulto a Ramón si me pueden poner en la casa una arrocerita. Lo que estoy pidiendo ahora también es un mat de yoga, que en el mejor de los casos a veces te lo regalan; pero la arrocera no, esa siempre queda en España (risas).
—¿Qué sentiste cuando llegaste a México y te incautaron los cinco kilos de arroz yamaní?
—Apenas llegamos me revisaron la maleta y me dijeron que eso no podía entrar porque no estaba cocido. ¡Es ridículo! ¡Es una cosa de locos! Les dije que la próxima vez lo llevaría cocido... El otro día también me pasó en España, porque en la maleta de mano llevaba el TRX (un elemento de gimnasia para realizar ejercicios en suspensión).
—¿Qué te pasó en Barajas?
—Como viajo por todo el mundo y tengo que estar en forma, siempre me llevo el TRX, porque lo engancho en una puerta y puedo laburar. El otro día me lo hicieron despachar, porque con eso podía estrangular a alguien. Es de locos.
—Pero con ese criterio, también con un cordón de la zapatilla podrías estrangular a alguien…
—Claro. O con el cuchillo que te dan para comer el pollo podés cortarle la yugular a todos.
—¿Cómo percibís la experiencia cinematográfica? Está bueno que la película vaya primero a sala y después a la plataforma digital.
—Sí, totalmente. Me pasó en un festival de Cáceres, en España. Estaba toda la intelectualidad de los cinéfilos y les contaba que mi sobrino vio Jurassic Park diez veces en la casa, pero cuando hicieron una reposición y la pasaron en el cine no pudo terminar de verla porque se asustó. Es que la experiencia cinematográfica te envuelve.
—Asfixiados se rodó en un lugar alucinante, en el mar, pero hay mucho de la magia del cine, porque vi a las chicas en el agua y me enteré que estaba helada.
—A mí por suerte no me tocó meterme, aunque hubo un momento en el que tuve que hacerlo, pero ya era otra cosa.
—¿Se rodó toda en el mar o hubo otras locaciones?
—Mi escena se rodó en otro lado, pero no lo vamos a decir porque se va a perder la magia. Nacho no te toca el agua. No se mete en el mar. Estaba muy ocupado, trabajando en el bote (risas).
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