Ante la inmensidad del mar (también puede leerse: de la vida), las escasas dimensiones de un velero (o de los mandatos, los usos y las costumbres, el tedio diario, todo aquello que nos acota). Y frente a ese ir y venir incesante que nos provoca la marea, dos opciones: ofrecer resistencia, o dejarse llevar.
Buena parte de Asfixiados, la ópera prima del uruguayo Luciano Podcaminsky, transcurre allí: en un barco. Nacho (Leo Sbaraglia) y Lucía (Julieta Díaz) tienen éxito en sus respectivas carreras, pero se encuentran estancados en un matrimonio de dos décadas. Deciden entonces realizar un viaje en velero para redescubrirse como pareja. Pero él invita a su mejor amigo, Ramiro (Marco Antonio Caponi), quien acepta acompañarlos junto a su novia varios años menor, Cleo (Zoe Hochbaum). La embarcación falla, se asoma una tormenta, y entonces... ¡aquí nos detenemos! El resto, hay que verlo. Y puede hacerse desde este jueves, cuando se estrena en cine.
“Arrancamos el rodaje en noviembre del 2021 y terminamos en marzo del 2022 -cuenta Zoe-. Filmamos en el barco al lado de la isla Gorriti (Uruguay). Y más adentro. También en el puerto y en estudios”. “Hacer una película arriba de un barco implica eso: hubo una réplica del barco exacta en un estudio 360 y fue espectacular -se entusiasma Marco Antonio-. Cuando ves la película decís: ‘¡Qué bueno que pueda suceder, entre la naturaleza y esta escenografía!’”.
—Algo interesante de la trama de la película. Estamos acostumbrados a que las mujeres, supuestamente, nos tenemos que odiar. Y a que una más grande tendría que envidiar a una más chica, o hacerle la vida imposible. Pero acá, hay algo que buenísimo en Asfixiados: Lucía y Cleo se llevan bien.
Zoe: —Fue una de las primeras cosas que hablamos con Juli cuando nos llegó el guion: el personaje de Juli odiaba a mi personaje. Y nos preguntamos: “¿Por qué?”. Lo hablamos con Luciano, el director, y con uno de los guionistas, Alex (Kahanoff): “No es necesario estas dos mujeres se odien, todo lo contrario”. De hecho hay algo muy interesante que es esta escucha que tiene Lucía con Cleo: no la subestima en ningún momento, le da lugar, hasta le abre sus puertas para poder ser su amiga.
—Y a Lucía, le abre la cabeza un poco también: Cleo trae esto del aquí y ahora, la mirada joven y la conexión álmica.
Marco Antonio: —Mi personaje habla de eso. En las historias vinculares como esta, todos los personajes tienen que tener un pedazo del otro. Son como una parte diferente de lo mismo. Comparto esto que decís de la singularidad, de cómo vincularse. Fue algo que trabajamos: tratar de no caer en los lugares comunes, igual que en nuestra relación. Digo, que sea una posibilidad que un tipo de 40 se pueda enamorar de una chica de 24 y que pueda suceder eso como una historia, conectar desde el alma, y no como: “Ah, mirá, me levanté a una piba y estoy acá, y les refriego que tengo sexo de vuelta”.
—Se trata de romper con ciertos mandatos que nos han puesto encima. Veo en Rama un hombre enamorado, que está aprendiendo y deconstruyendo un montón de cosas. Y en Lucía, una mujer que no se siente en riesgo porque aparece alguien más joven.
Zoe: —Al contrario, se potenció.
—Y en la vida, saliendo de los personajes, ¿cuál fue el mandato más pesado que debieron romper?
Marco Antonio: —¡Qué pregunta! Nos metiste en la tormenta...
—Me gusta.
Zoe: —Mi desafío siempre fue entender qué quiero transmitir como persona, más allá de si soy o no mujer. En algún punto no me importa qué soy, me importa lo que transmito y lo que le llega al otro de mí. Si bien Cleo no tiene nada que ver con Zoe, sí hay algo parecido: una chica joven intentando contar quién es y mostrándose como es verdaderamente, más allá de todas esas etiquetas que la rodean. Nacho todo el tiempo le dice: “Ah, entonces sos actriz, entonces sos no sé qué”. “Bueno... no loco, soy todo eso”. Y a mí me pasa en mi vida: “Ah, sos actriz, sos escritora, ¿qué sos?”. Bueno, soy todo. A veces seré más una cosa y a veces seré más otra, pero soy todo en ese abanico.
Marco Antonio: —No encasillarse, ¿no? Me quedé pensando con esto de romper…
—Vos sos papá de un varón. ¿Y la mirada social sobre la paternidad? ¿Cómo te encontró a vos eso, por ejemplo? Estoy tratando de ayudarte en la tormenta, quiero que lo sepas.
Marco Antonio: —Sí, un hijo trae el desafío de tener que aprender a educar. Aprender a educarse a uno mismo primero: qué padre querés ser.
—Te llena de preguntas.
Marco Antonio: —Claro. O cómo te criaron, cómo querés criar a tu hijo, qué valores le querés inculcar. Cómo no condicionarlo a que sea una cosa sino que pueda elegir, que pueda permitirse la exploración que quiera, sin tener que encasillarse ni etiquetarse, ni etiquetar a los demás. Lo que siento es que algo mucho más complejo, que a mí me toca atravesar una etapa como hombre también, como le pasa al personaje: tener que aprender a ser un nuevo hombre. Me cuesta, porque culturalmente el macho alfa, y más en estos sistemas, es como lo que hay que ser. Entonces, de alguna manera reeducarse, verse, ser un ejemplo para tu hijo más allá de lo que le digas o no le digas... Y es difícil, a mí me cuesta mucho, sinceramente.
—En la película, la hija de Rama le pide dos o tres veces que lea lo que escribió. Y vos lo interpelás: “¿Y? ¿Lo leíste?”. Ahí aparecen los hijos, y qué esperamos de ellos o cuánto estamos para ellos.
Marco Antonio: —O lo generacional también, porque es como: “¡Ah, escritora! Tiene 20 años...”. Hoy, con 20 años, son unos genios que rompen el mundo. Y hay que darles el lugar de humanos, de individuos.
—Vos a tus 20, ¿qué estabas haciendo?
Marco Antonio: —¿Yo a mis 20? No, yo era nada. Creo que salía.
—¿Les diste muchos dolores de cabeza a tus padres?
Marco Antonio: —Sí, un montón. Siempre fui muy independiente, muy de irme de mi casa tres, cuatro días. Pero yo me cuidaba, o por lo menos creía eso. Qué inconsciente, qué inconsciente...
—¿Y tu adolescencia, Zoe?
Zoe: —Siempre digo que mi adolescencia fue como tener una señora de 80 años adentro mío. Me costaba asimilar que era adolescente y que también podía llevar una vida de adolescente. Siempre estaba como queriendo ser un poco más grande de lo que era. Y está bueno que en este momento de mi vida me encuentro transitando en mi edad.
Marco Antonio: —Cuando tenés veintipico decís: “Quiero ser más grande”, hasta que sos grande de verdad y decís: “¿Por qué no aproveché?”. La edad es irreversible. Hay que aprovechar cada momento.
Zoe: —Crecí muy rápido, ¿viste? También por mi trabajo: a veces tenía que faltar a la secundaria. Y el trabajo inevitablemente te hace crecer, y hace que te vincules con gente más grande. Por ende, yo tenía una vida de más grande. Obvio que les he traído dolores de cabeza a mis padres, ¿quién no? Es parte de la vida.
—¿Cómo ven la industria hoy, con el auge de las plataformas?
Zoe: —Está buenísimo abrazar este momento tan multifacético de la industria, donde se expandieron las posibilidades de mostrar una película. Todo tiene sus pros y sus contras, no todo siempre es color de rosas, pero creo que es un buen momento. Esta película, en particular, se va a estrenar solo en cines, y después va a pasar a plataformas.
—Está buenísimo ir al cine, y que después las plataformas permitan todo el mundo vea la película.
Zoe: —Exacto. Yo milito el cine, lo fomento, lo elijo y lo consumo. Pero también hay gente que no puede ir al cine, por la razón que fuera. Y esa posibilidad de ver nuestra querida película en casa, hace que llegue a más personas.
Marco Antonio: —Hay un cambio de paradigma absoluto. El cine convoca en un horario a ver una película y eso genera un ritual, pero después cada uno ya se televisa la vida como quiere: podés elegir. Pero a mí, tener tanta variedad me asfixia. En algún punto, hay una crisis: que se hagan contenidos es una cosa; que se hagan buenos contenidos es otra. De alguna manera la industria se ha desvanecido, porque las plataformas tienen mucho peso pero son de afuera. Hace 10 años no había series; hoy hay 150 mil millones de series, es imposible poder verlas. Ahora se va a volver al cine porque, al igual que el teatro, el cine es un espacio donde se convoca a la gente a que salga de su casa.
—¿Cómo fue filmar Asfixiados? ¿La pasaron bien haciéndola?
Zoe: —Muy bien.
Marco Antonio: —Muy bien y muy mal.
—¿Por qué?
Marco Antonio: —El barco, nada más. El resto, espectacular. Pero el barco es muy difícil: 10 días moviéndote, a mí me… Juli también.
Zoe: —Con Leo estábamos tipo viva la pepa, cagándonos de risa. Pobre la cara de Juli y Marco…
—Es Nacho el que al principio dice que se siente un poco mal, y el de Juli dice que le va a dar una pastilla. Hay alguno que dice que está un poco mareado.
Marco Antonio: —Pero eso lo metí. Esa escena es genial.
Zoe: —No le quedó otra que decirlo porque de verdad se sentía mal. Los dos se sentían mal; era verdadero.
Marco Antonio: —El horizonte se movía un metro. No miento: hacía así (gesticula), uno para abajo, uno para arriba, cada un segundo... A la quinta hora ya decís: “Por favor, dejame poner los pies en la tierra un ratito”.
—¿Cuántos días fueron así?
Zoe: —Como diez días.
Marco Antonio: —Para mí fueron 25.
Zoe: —¡Miles!
Marco Antonio: —¿Viste que en el barco ves solo cuatro personas? Que tampoco están muy cómodas en el espacio, reducido. Pero éramos veinte.
Zoe: —Un montón de personas.
Marco Antonio: —Parecía un dibujo animado: se escondían detrás de cada palo, no sé cómo. “¡Corten!”, y salían de debajo de los almohadones, había por todos lados.
Zoe: —Era navegar hasta el punto donde íbamos a filmar. Volver filmando, navegando. Después, de nuevo navegar hasta el punto de filmación y volver. O sea, todo era navegar.
Marco Antonio: —Yo ya me estoy descomponiendo de vuelta (risas).
Zoe: —Había escenas en que nos teníamos que meter al agua. Pleno noviembre, el agua fría...
—Ya me había encantado la película, pero acabo de valorarla muchísimo más; quiero que lo sepan.
Zoe: —El cine es todo eso. Salió hermoso, pero es como vos decís: en el cine solo vemos el producto final, pero es todo lo que pasó hasta ese momento. Es todo lo que hay por fuera.
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