Pepe Cibrián y Nahuel Lodi, juntos por primera vez: “Nos conocimos por Tinder, nos casamos, nos separamos, pero nunca nos traicionamos”

Cómo es su convivencia, los códigos que establecieron en la pareja, la paternidad y sus proyectos forman parte de un diálogo inédito con Teleshow

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En exclusiva con Teleshow Pepe Cibrián y Nahuel Lodi hablan de su historia de amor

Los errores y los momentos de tensión forman parte del pasado. El amor les dio una nueva oportunidad y ellos se muestran felices. Por primera vez Pepe Cibrián y Nahuel Lodi brindan una entrevista juntos, y confiesan sus facetas más íntimas. Cómo es su convivencia, los códigos que establecieron en la pareja, la paternidad y sus proyectos forman parte de un diálogo inédito con Teleshow.

Con la felicidad que le generó el reciente estreno de la obra Pepe por Pepe, en el teatro Timbre 4, el artista revela también cómo fue que resurgió de una profunda crisis económica gracias a Drácula. Sin embargo, aún lidia con sus fantasmas del pasado, sueña con seguir formando a los jóvenes y terminar sus días junto a la persona que ama.

—La primera vez juntos frente a las cámaras, ¿cómo los encuentra esta nueva etapa?

Cibrián: —Gracias a Dios todo está muy bien. Recuperado de esas cosas que pasaron. Mi madre siempre decía que la profesión es como una gran ola donde uno tiene que aprender a subir y a bajar. En el mundo de hoy con esto de Gran Hermano hay una cultura de la nada. Cuando era muy joven y me iba fatal, una vez llegué a un restaurante que estaba Carlos Petit, que era un gran empresario, y dije que estaba harto de fracasar y fracasar. Entonces, él me dijo: “No Pepe, vos nunca fracasaste, porque para fracasar primero hay que tener éxito”. Quiero decir que ahora estos chicos, o esta sociedad, hace y genera un espacio donde tienen “éxito”. Pero de golpe eso se termina y el medio que los trituró, ¡pum, a la mierda! Ya no están más, porque se caen. Yo transito mi lado profesional con una gran ilusión. Tengo 75 años y sigo trabajando. No me siento como un pibe de 20, pero me siento vital que es distinto. Atravesé lo de Drácula, ese delirio que se me ocurrió en el 91 ante una situación económica muy dura.

—Te cambió la vida esa obra.

Cibrián: —Toda la vida me cambió. Estaba en una situación económica terrible, porque no tenía nada. Fue muy difícil, porque tuve dos cánceres, con lo cual no pude trabajar por dos años. Luego vino la pandemia, que nos afectó a todos. En ese transcurso mi tía Carmen, la hermana de mamá, se vino a vivir con nosotros. Él (en referencia a Nahuel) la cuida como si fuese suya. Le tiene mucha paciencia, porque la tía delira y está inválida. Pasan horas y le pone música de Beethoven. Es una de las cosas por la cual lo amo tanto. En ese contexto había que pagar, pagar y pagar... Empecé a vender un piso que tenía en Arroyo. Luego, hipotecar mi casa de Pilar. Después, vender la colección de cuadros. Todas las alhajas de mi madre se las llevaron a Estados Unidos para venderlas, porque acá no convenía. No teníamos más para vender. Es más, el mes anterior a Drácula, un amigo nos prestó dinero para pagarle a la gente de servicio de la casa. Pusimos en venta esa casa y empezamos pidiendo 800, después 700, 600, 500... Me preguntaban si la vendía en 500. Y la vendía porque la tenía que vender, punto. Llevaba un año sin poder pagar los intereses de esa hipoteca. Me hicieron un juicio. Me hubiesen embargado, qué sé yo... La vida del actor.

—Y aparece esta vuelta de Drácula...

Cibrián: —Teníamos pensado hacer un Luna Park y un mes de gira. Se llenaron los nueve Luna Park y todo el año pasado estuvimos de gira. Hicimos tres funciones en el Movistar Arena de 11.000 personas. Es un delirio. Se hizo la temporada en Mar del Plata y a partir del 15 de abril empezaremos toda una gira hasta finales de agosto. Y la primera semana de septiembre tenemos pensadas nueve o diez funciones en el Luna Park. Drácula me resolvió la vida, la casa está de nuevo en venta sin necesidad de apuro económico. Cuando se venda, vamos a construir juntos un espacio para que sea nuestra historia. Hasta que yo me vaya, porque me iré antes, por suerte. Quiero que (Nahuel) sea muy feliz toda su vida, es lo que deseo. La realidad es que soy un poquito depresivo. Tengo mucho miedo a partir. Él me aguanta esa angustia por más motivos que tenga.

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—¿Cómo nació el amor entre ustedes?

Lodi: —Fue hace un año, porque cumplimos un año la semana pasada de estar juntos. Nos conocimos por Tinder. Fue muy simple.

—¿Hubo un acercamiento previo en redes?

Lodi: —Sí, por Instagram, una vez le había escrito. Me respondió muy amorosamente pero quedó ahí. Después de unos meses nos cruzamos por Tinder, hicimos match y ese mismo día me dejó su número de teléfono. A la noche, cuando salí del trabajo, empezamos a hablar, hicimos la primera videollamada y a partir de ahí nos mantuvimos en contacto todos los días. Fue mágico. Estuvimos una o dos semanas hablando hasta que finalmente pudimos conocernos personalmente.

Cibrián: —Y al día siguiente empezamos a vivir juntos.

Lodi: —Justo había caído fin de semana largo. Me quedé dos días en su casa y me preguntó: “¿Te venís para acá?”. Dejé el trabajo y apostamos a lo nuestro. Fue así: cuando volví a mi trabajo en la estación de servicio, pedí una licencia y a la semana estábamos viviendo juntos.

—¿Cómo fueron esos primeros días de convivencia?

Cibrián: —¡Pobre! Yo tengo perros y él trajo al suyo. Eran cuatro perros. Yo estaba acostumbrado a que durmieran conmigo en la cama. Él convivía con los perros hasta que un día me dijo: “Pepe, yo no puedo con los perros”. Y entonces la relación no estaba bien en ese momento.

—¿Eso pasó antes o después del casamiento?

Cibrián: —Después. Los perros se quedaron conmigo y él se fue a otra suite de la casa, pero no fue la decisión más inteligente. De hecho, ahora cuando nos reencontramos y volvimos a retomar nuestra relación, nuestro dormitorio tiene 120 metros y tiene una división de rejas muy lindas entre el living del dormitorio y la cama. Fue así de simple: les puse la reja.

—Imagino que a los perros y no a Nahuel... (risas).

Lodi: —¡A mí!

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—Decidieron casarse muy rápido.

Cibrián: —Corriendo. Pero también mis padres se casaron al mes. Yo no creo que haya tiempo. ¿Qué vamos a esperar? ¿Qué sentido tiene esperar seis meses? Él tiene 33 y yo, 149... Él es muy joven, pero se ve que no le afectó mucho mi edad. Y a mí tampoco me afectó la suya.

—¿A alguno de los dos les importó la diferencia de edad? ¿Lo hablaron?

Cibrián: —Sí, claro. Yo tengo más angustia por eso. Discutíamos mucho. Nos tuvimos que encontrar. Aunque estuvimos viviendo juntos, no nos habíamos encontrado. Un día decidimos terminar el vínculo y al mes nos volvimos a reencontrar. Ahora estamos bárbaros. Es maravilloso, porque es un ser humano de una ética, un compromiso y un afecto hacia nuestras cosas que hicieron que funcione. Fue mágico, porque él quiso retomar. Me hizo sentir un ego maravilloso.

—¿Esa separación tuvo que ver con este malestar que había entre ustedes? ¿Tuvo relación con todo lo que se conoció públicamente y ese nivel de exposición de la vida privada en la pantalla?

Lodi: —Fue un combo de todo eso. Si nosotros hubiésemos estado un poco más unidos como pareja, no nos hubiese afectado tanto todo lo que pasó en los medios. Creo que los medios nos mataron y nosotros no estuvimos preparados para poder llevar adelante todo lo que se decía. No estábamos muy bien. Igualmente, creo que fue una separación sana. No hubo una discusión, sino que nos sentamos en una mesa, hablamos muy tranquilos, y cada uno dijo lo que sentía. Lo mejor fue alejarnos un tiempo para ver qué nos pasaba. Tal vez sentíamos que iba finalizar la relación sin poder retomarla, pero los dos sentimos en algún momento que nos necesitábamos.

—Hubo mucha exposición sobre su vida privada. Imagino el dolor que pudieron haber sufrido...

Cibrián: —Sí, claro. Nunca he tenido un conflicto mediático en mi vida, y nadie me paró por la calle para decirme “¡cuánto siento lo que te está pasando!”. Nadie se puede tomar en serio las barbaridades que se dicen. Para eso están los juicios legales en funcionamiento.

—Ahí ya estamos hablando de otra cosa, no de la pareja sino de la causa. Hubo una denuncia por abuso en contra tuyo...

Cibrián: —Lo que pasa es que eso vino en función de todo lo mediático que tuvimos de relación esta persona y yo. Hubo un programa que fue muy cruel, pero tengo un equipo de abogados maravilloso. La causa terminó, porque es un juicio prescripto. El señor planteó una situación de hace más de 20 años. Nada de lo que dice es comprobable porque fue una falacia. Eso lleva un proceso legal y han habido dos instancias a favor mío. Ahora tiene que seguir la Casación.

—¿Cómo lo viviste?

Cibrián: —Fue duro, porque llegar a los 75 años, con 50 y pico de profesión, tener una reputación en la gente, mis padres, el público, tener el galardón de Ciudadano Ilustre por el Senado de la Nación, ¿y cometer semejante absurda aberración? Es hilarante lo que plantean. Pero bueno, la ley lo va a llevar adelante. Yo estoy tranquilo, porque tengo grandes abogados.

—Nahuel, ¿cómo atravesaste ese momento mediático en el que se decía que lo habías traicionado?

—Fue muy duro. También para mi familia y mi gente cercana. Se dijeron muchas cosas que no son ciertas. Fue un error hacerlo público. Cada uno pone sus reglas en la relación y nosotros teníamos las nuestras. Yo las rompí y le fallé a mi pareja. Quizás no era consciente de la persona que estaba a mi lado. Como había salido en algún que otro programa, me filmaron, se hizo público, y empezaron a hablar un montón de tonterías. Después de la separación decían que estaba atrincherado en su casa y que no quería salir, que no me podían sacar.

—¿Te atrincheraste?

Lodi: —No, no.

Cibrián: —¿Te imaginás? Yo imaginaba sacos de arena y una ametralladora puesta en la puerta de Pilar (risas).

—¿Cómo fue la reconciliación?

Cibrián: —Me escribió una de las cartas más bellas que recibí en mi vida. Bellísima, inolvidable e irrepetible. A los dos segundos le contesté, porque no había nada más que hablar. Seguramente, si él no hubiese tomado esa iniciativa, a mí me hubiese costado más por temor al rechazo. Ya estoy grande y no tengo ganas de sufrir eso. Pero él es más valiente. Le había pedido que no me hablara, ni me escribiera, y sin embargo rompió esa regla, afortunadamente. Fue algo valiente, que me parece maravilloso.

—¿Volvieron rápido a vivir juntos después de eso?

Cibrián: —Sí, a los dos días (risas).

—¿Cambiaron en algo las reglas?

Cibrián: —Sí, claro. Volvimos a dormir juntos y lo importante es lo que pasa ahora, sin desvalorizar todo lo que pasó antes.

—¿Estás enamorado?

Cibrián: —Estamos profundamente en amor. Creo que el enamoramiento es un momento de cierta enajenación donde todo es pasión. Luego viene la cotidianeidad, el cepillo de dientes o que uno se descomponga. Ante esas situaciones, cuando uno ve que no le importa y no le da asco, ya está. Ahí es donde uno siente que ama a la otra persona: cuando lo cotidiano se hace querible. Cuando miro para atrás pienso en la vida mágica que he tenido. Soy un privilegiado.

—¿Cómo fue la presentación con tus hijos?

Lodi: —Fueron una vez a casa. Ellos son muy chicos y no quiero involucrarlos demasiado en esto.

—¿Cómo está tu vínculo con ellos?

Lodi: —Siempre de maravilla. Los llevo a la casa de mi familia y comparto con ellos dos o tres días a la semana.

Cibrián: —Es obsesivo. Lo adoran. A mí es una de las cosas que me enamoró mucho de él: su compromiso como padre. Si bien sabemos que muchas parejas se separan, y a veces los padres desaparecen, éste es un obsesivo: en cuanto tiene un minuto agarra el auto y se va a buscar a sus hijos. Los lleva a comer, al cine y está como ocho horas. Él es un padre ejemplar. Es un hijo ejemplar, un hermano ejemplar. Es una pareja ejemplar, con los lógicos conflictos que tiene una buena pareja. Es un hombre muy digno y eso es lo que me enamora profundamente de él.

Lodi: —La verdad es que tenemos una convivencia muy linda; nos entendemos mucho. Obviamente, tenemos discusiones, pero estamos muy bien. Creo que esa pequeña separación nos sirvió para valorar lo que tuvimos desde el principio, que en ese momento no lo supimos ver. Los dos hacemos mucho para hacer feliz al otro y creo que de eso se trata: de un trabajo diario.

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—Dentro de lo cotidiano, ¿en qué momento el otro se vuelve insoportable?

Cibrián: —Lo que él va a decirte es lo que soy yo: soy insoportable porque soy bastante depresivo. No tengo depresión, pero me levanto angustiado y el pobre santo me entiende. Yo creo que me odia en ese momento. Llega un punto en el cual todos los días de la vida me siento angustiado, y creo que es mi mayor carga para él. Siento que me ama y sufre lo que a mí me pasa.

Lodi: —No es que está angustiado por tonterías: realmente pasan cosas en la casa, con la familia, con la tía. Pero bueno, tratamos de sostenernos mutuamente en un montón de cosas. A veces uno no tiene la fuerza para poder sostenerlo y ahí es donde chocamos un poco.

—¿Y él en qué momento es insoportable?

Cibrián: —Todo es soportable. Un momento hinchapelotas es cuando no me da bola. Uno quiere que le den bola y de pronto, el otro se expresa de otra manera. Como soy más grande y tuve una imagen de pareja de mi padre y mi madre que eran tan simbióticos, sin querer le pido eso; y él no tiene esa misma forma de expresar su afecto. Entonces, me enojo.

—¿Sos muy mimoso?

Cibrián: —Sí, y él es mimoso a su manera. A mí me gusta que me abracen. Él es más jodido en eso, no abraza tanto. Abraza de otra manera, y yo quiero que me abrace como yo quiero. Ahora él está tratando de abrazar y yo estoy tratando de entender por qué le cuesta eso.

—¿Festejaron San Valentín?

Cibrián: —Sí, fuimos a comer sushi y nos mandamos mensajes lindísimos.

Lodi: —Y hubo regalos.

Cibrián: —Sí, bueno... Él sí me hizo un regalo, pero yo no. Estuve fatal. Estaba con muchos mambos ese día y me despertó con una bandeja divina con todo celofán y chocolates. Dije “¡qué lindo!” y no le di más bola a la bandeja. Estaba con muchos despelotes. Y eso le dolió mucho.

—Le pedís que sea demostrativo, él te demuestra y vos, nada...

Cibrián: —Eso es una cabronada, lo sé. Me porté como el culo. Como colecciono perfumes, agarré uno y se lo regalé. No fue ningún esfuerzo, no fue nada. Fue un acto de darle un perfume. Él hizo un cuadro divino con una foto que estamos juntos y lo puse en mi mesa de luz. Por eso digo que él es mágico. Es puñetero en su forma de expresarse, que a mí me cuesta entender. No valorizo todas las formas de abrazarme que tiene.

—Recién hablaron de los mensajes que se envían. ¿Son del chat subido de tono entre ustedes?

Cibrián: —No, pero es divertido eso, eh. Es divertido hacer el amor por teléfono. Cuando era mucho más joven jugaba a esas cosas. Pero nosotros no, ni cuando nos conocimos. Somos perversos en otras cosas (risas).

—Cada pareja con sus reglas, mientras se respete el código y no haya traición.

Cibrián: —Yo no creo muchísimo en la fidelidad. Terrible es el engaño. O sea, si vos te pones de acuerdo en que vos vas a comer bife de chorizo y vos también, bárbaro. Ahora, si un día comés un lomo... Yo creo que es mucho más peligroso que él o alguien que uno ama tome dos días café con alguien en un bar que el hecho de, a lo mejor, tener una aventura un día. Siento que no nos hemos engañado porque hay cosas que sucedieron que me parecen una idiotez. Sinceramente, no me importan nada. Creo que fueron cosas organizadas para que fuesen así. Él se dio cuenta de que fue una idiotez que hizo y ya está, no hace falta más explicaciones. No es grave.

—¿Cómo es el proyecto de crear una casa juntos? En los años que te conozco nunca te escuché manifestar ese deseo con nadie.

Cibrián: —No. Seguramente no. Nahuel ahora empieza a estudiar Nutrición, pero al mismo tiempo nos acompañamos mucho en los proyectos que estoy teniendo, de los cuales él forma parte como productor. Eso también nos divierte muchísimo, pero como ahora va a tener que estudiar, tiene su escritorio divino.

—La estás pasando bien...

Cibrián: —Sí, muy bien. Si pudiese sacarme los fantasmas sería ideal. Mira que tengo 50 años de terapia, con un terapeuta maravilloso…

—¿De dónde salen esos fantasmas?

Cibrián: —De mis padres, mis abuelos y de la lucha. De la placenta de mi madre. Sus miedos son mis miedos. Uno trata de luchar contra todo…

—¿Te amigaste con Georgina Barbarrosa?

Cibrián: —No. Al margen de eso, yo la amo. Si mañana tuviera un problema, sería el primero en estar ahí. Creo que ella no estuvo cuando pasó nuestro problema y me dolió porque sé que me ama. Son más de 40 años de conocernos. Hemos vivido muertes, nacimientos, y es muy buena persona. Es una bellísima persona, pero a veces uno se confunde por un punto de rating. Sentí que tenía que defenderme como yo la defendí cuando tuvo un conflicto con Moria (Casán). Cuando la producción me llamó a los dos días para decirme que Georgina quería que fuera al estudio para pedirme disculpas le dije que no. ¿Al estudio para que me pida disculpas y haya rating? No. Georgina tendría que haberme llamado por teléfono, venir corriendo a casa y decirme que se había equivocado.

—¿Qué proyectos tenés para el futuro?

Cibrián: —Seguir formando gente y haciendo obras jóvenes.

—¿Y en el amor?

Cibrián: —Seguir creciendo. Yo tengo ganas de irme viéndolo a él ya sólido y formado. Que sus hijos estén crecidos y él tenga su carrera terminada. Eso sería mi ilusión. Que sus hijos estén sanos, eso es lo lindo de irse. Porque si no ¿para qué coño está uno acá?

Mirá la entrevista completa:

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