Trabaja desde los nueve años, cuando su sueño era formar parte de Chiquititas y lo consiguió. Entonces, fue por más. Tanto más que hoy Eva De Dominici se codea con las grades estrellas de Hollywood. Esa nena que conmovía en la ficción creada por Cris Morena creció como mujer y como profesional. Y en 2018 se enamoró de Eduardo Cruz, hermano de la famosísima Penélope, y su vida cambió para siempre.
“Estoy muy agradecida porque sé que estoy viviendo un privilegio”, cuenta la actriz, consciente de que cada elección en su carrera la trajo hasta aquí. La experiencia de filmar con Bruce Willis, una divertida cena en Los Ángeles, su hogar actual, con Ricardo Darín y Peter Lanzani, pero también sus temores como madre, en una entrevista con Teleshow que concedió durante un breve paso por Buenos Aires.
—Estamos acostumbrados a que hoy una plataforma estrena un proyecto argentino y los actores son vistos en el mundo. En tu caso, estás participando desde el exterior y llegás a tu país gracias a las plataformas.
—Muy loco. Además el proyecto es The Cleaning Lady (HBO Max), una serie basada en una historia original argentina. Cuando me enteré quedé impactada; ¿cómo podía ser que la primera serie que haga afuera esté basada en una idea original argentina?
—¿Cómo fue trabajar con Nadia, tu personaje?
—Era un desafío porque son un montón de líneas en otro idioma, al que ahora ya domino, pero cuando empecé a hacer la serie no tanto, y fue muy lindo. Me gusta mucho estudiar idiomas: ahora estoy estudiando italiano, me encanta. Encuentro otra manera de expresión y me siento como poderosa: estar en una mesa y hablar con gente de otros lados.
—Además estás presentando Barrabravas, de Prime Video.
—Estoy súper contenta porque también es un personaje muy divertido, un poco oscuro, algo muy diferente a lo que vengo haciendo. El año pasado también rodé dos películas. Vivo cada proyecto como si fuera el último. Siempre está como ese miedo de “¿me volverán a llamar?”.
—¿Todavía te pasa?
—No sé si es un miedo, en realidad. Es sentirme tan agradecida que todavía pueda seguir trabajando de esto que amo, viendo tanta gente talentosa, gente más grande, con tanta experiencia y digo: “¡Guau!”. Estoy muy orgullosa de todos mis logros y sé lo que trabajo, trabajo mucho para mejorar. Pero soy consciente de que hay mucho talento a mi alrededor, por eso me siento afortunada.
—Si a esa nena de Chiquititas le decían que iba a vivir en Los Ángeles, codeándose con los número uno de Hollywood, ¿qué hubiera pensado?
—Yo nunca me imaginé que iba a vivir en otro país. Creo un poco en el destino porque fue tan... estaba ahí, esperando. Me abrieron una puerta, entré, y vi que podía desarrollar mi talento, crecer en esta profesión, nuevos desafíos. Vengo trabajando desde los nueve años sin parar y a los 10 empecé en la televisión, en Chiquititas, que era mi sueño. Luego me di cuenta de que quería seguir trabajando y desarrollar esta profesión, vivir de esto.
—¿Instalarte en Estados Unidos tuvo que ver con eso o con el amor?
—No, tuvo que ver con mi familia, con el proyecto con Eduardo.
—¿Cómo nació ese amor?
—Nos conocimos en una cena, yo todavía no estaba viviendo en Los Ángeles.
—¿Vos estabas de vacaciones?
—No, fui a trabajar. La primera vez que llegué a Los Ángeles habíamos alquilado un departamento con mi hermana, de vacaciones. El dueño del departamento me preguntó si era modelo o qué hacía. Con el poquito inglés que tenía le expliqué que actuaba en Argentina. Y él me dice: “Tengo un manager que me encantaría que te contacte”. Insólito. Este manager me llama, venía de una agencia muy grande y quería encontrar gente nueva. Fue el que me convenció para ir a Los Ángeles mucho tiempo después. Me acuerdo que no estaba trabajando y dije: “Bueno, voy”. Esto ya en 2017. Hice un primer casting y quedé. Era un proyecto chiquito con un director muy conocido y la película se filmaba en muy poquito tiempo; yo no tenía la visa, así es que me volví para Argentina. Regresé en 2018 por el tema de la visa pero me quedé unos días más; ahí lo conocí a Edu. Meses después reconectamos cuando volví para hacer una campaña de ropa interior y me salió una película. Me terminé quedando, y en 2019 me enteré que estaba embarazada.
—¿Cairo nació poco antes de la pandemia?
—Sí. Cuando él tenía seis meses, yo empecé a trabajar muy pronto luego de tener a Cairo, hice una película en Atlanta, la que protagonizaba Bruce Willis (Cosmic Sin). Pasó que todos se tenían que quedar en su casa (por la cuarentena) un día después de que yo volvía de Atlanta. En un punto fue bueno para mí porque luego de tener a Cairo me bajó mucho la autoestima y tenía mis dudas sobre si iba a poder volver a actuar, muchas inseguridades. Y me ayudó el parar y estar con Cairo.
—Puede ser muy difícil el puerperio y el post parto. ¿La pasaste mal?
—Fue difícil. Sobre todo porque fue un embarazo que empezó con complicaciones. Me habían dicho que tenía dos mutaciones genéticas bastante graves y tuvieron que hacerle una prueba a Edu y esperé como un mes, con una incertidumbre fatal. En mi familia hay enfermedades, entonces yo lo veía como algo posible y estaba aterrorizada.
—¿Mutaciones genéticas que podían hacer inviable continuar el embarazo?
—Sí. Por suerte Edu salió negativo. Yo estaba completamente perdida y me acuerdo que cuando me habló el genetista estaba mareada, empecé a ver negro porque me aterrorizó. Pasamos todo ese momento, me fui un mes a Barcelona para grabar Maradona, Sueño Bendito mientras Edu reformaba la casa en Los Ángeles. Volví y la casa era otra, lo cual fue muy lindo.
—¿Y cómo siguió?
—Cuando lo tuve a Cairo ya desde la primera noche me puse a llorar mirándolo, porque estaba muy emocionada. Fue cuando realmente pude parar. O sea, estaba tan nerviosa por el parto... Es algo de lo que quizás, bueno, hoy se habla más, pero la depresión post parto, los problemas hormonales que suceden... Yo cada vez que estoy con miedo digo: “Flaca, te bancaste alto parto con todos los miedos que tenías, teniendo 23 años”.
—Es un montón.
—El puerperio fue difícil porque yo no tenía a mi familia. No busqué ayuda. Una serie de errores. Si bien estaba muy acompañada, Edu también estaba pasando los primeros meses de ser padre. Nadie te dice: “Tenés que hacer sobrevivir a esa ratita chiquitita”, y decís: “¿Cómo? Que no pare de respirar, que no esto...”. Yo soy muy miedosa con el tema de la salud y no estaba relajada. Y además, autoexigente: “Hay que volver a trabajar”. Al mes empecé a hacer castings de nuevo. En Argentina no había mucho. Empiezo a hacer audiciones en Los Ángeles y me acuerdo de una en particular que fue lo que me volvió a dar confianza a mí como actriz, como mujer, porque me sentía un poco encerrada de amamantar, sacarme la leche.
—Es agotador.
—Es agotador. El cuerpo... Es un cansancio que no te lo puedo explicar.
—Me parece importante normalizar que esto nos pasa. Una puede amar profundamente a esa criatura, y a la vez, querer huir despavorida.
—Claro. Cairo es lo mejor que me pasó en la vida. Pero era decir: “Ahora tengo esta responsabilidad”. O sea, esto de sentirme encerrada. No sé si te diría tanto de salir corriendo, pero sí era como una contradicción de “necesito hablarlo con alguien”. Pero no lo hablaba, creo yo, por esta autoexigencia de decir: “No te podés quejar, tuviste un hijo sano. Ahora vos decidiste ser madre, tenés que bancártela. Tenés que volver a trabajar”. Pará…
—Festejo que digas esto para decirles a las mujeres que se repueden quejar.
—Que se repuede, y que además, tienen que hablarlo. Mi error fue no hablarlo con nadie. Me lo guardé todo, y un día voy a hacer esta audición y algo pasó que se atrasó, y me quedé esperando. Pasa un tiempo que se te llenan los pechos de leche; yo me había llevado la máquina de sacar leche a la audición. Cuando me acuerdo de eso me da ternura y orgullo también, me emociona porque me acuerdo ese momento y no fue fácil, porque yo no estaba con tanta confianza en mí como mujer y como actriz, estaba muy insegura. Entro al baño a sacarme leche, tenía un dolor... Termino, escucho mi nombre, entro. Me hablan: “Ay, te representa tal, qué bueno, sí”. Y de repente me miro y tenía toda la camisa manchada. Se me vino el mundo abajo, me dio mucha vergüenza. Y la mujer, muy piola, una ayudante de dirección de casting, me dijo: “Vos hace el casting tranquila como si no pasara nada, yo te filmo de acá para arriba”. Ahí fue cuando dije: ”Sí, esto es Hollywood, pero son humamos, somos humanos”. En ese momento me volvió la confianza. No fue el mejor casting de mi vida pero fue volver a empezar. De hecho me volvieron a llamar y al final no quedé, pero tuve un call back, o sea que tan mal no había estado. Y ahí fui volviendo de a poquito.
—Y acomodando, se tiene que ir acomodando. Vos volviste muy rápido. La tribu, para poder hablar y acompañar las maternidades es reimportante.
—Y de hecho yo tenía gente que me decía esto de “tenés que hablar, no tenés que volver ya”. Pero era algo de mi personalidad, de autoexigencia y de no hablarlo, y no estar con alguien que me soporte profesionalmente.
—¿Eduardo cómo es como papá?
—Un genio. Un padrazo. Somos compañeros, somos amigos. Es más, de hecho Cairo tiene bastante preferencia por él y ahora estoy muy celosa. Son etapas. “Yo te tuve nueve meses, chabón, en la panza” (risas). Cairo es una fuerza de la naturaleza, es una locura ese nene. Tiene un pelo larguísimo, no quiere que se lo cortemos, tipo león. Y anda diciendo: “Yo tengo el pelo más grande de todos”.
—¿Y como pareja, es romántico?
—Sí, es romántico. Nosotros estuvimos saliendo seis meses y yo ni siquiera vivía en Los Ángeles. Entonces nos conocimos mucho ya como papás. Nos perdonamos muchas cosas. Nos hablamos. Hay momentos de desconexión en la pareja, y de volver a conectarse. A mí me gusta cuando todo es relajado, sin presiones. Eso es un aprendizaje de todos los días.
—¿Cómo es Penélope cuñada?
—Yo amo a la familia de Edu. Son maravillosos. No solo ella, sino todos. Estoy muy contenta de que Cairo tenga un entorno que lo cuide, que lo mime, tanto la familia de Edu como mi familia. Nos ayudan un montón. Prefiero no dar muchos detalles de ella en particular… ¿Sabés lo que me pasa? Que me preguntan sobre Penélope y luego sale el titular. Yo vengo trabajando desde que tengo nueve años, no quiero que eso sea lo importante. Ella es la hermana de mi novio.
—Te habrás encontrado mucho con gente que no imaginabas que ibas a conocer, como Bruce Willis, ¿no?
—Sí, eso fue un flash. De hecho en esa película iba a ver las escenas donde él tenía escenas de acción, porque quería ver cómo él las filmaba. Me parecía rarísimo estar ahí. Me sentía muy extranjera. Pero luego me empezó a pasar que varios de nuestros amigos son muy conocidos, por ejemplo, la esposa del padrino de Cairo es Zoe Saldaña, y es una persona mega exitosa. Pero nadie tiene la vida que uno cree que tienen: todos tienen hijos, responsabilidades, familia, problemas. Entonces se empezó a humanizar. Pero no soy cholula.
—Hace poquito se viralizó acá la foto de Ricardo Darín, cuando viajó por Argentina,1985, con Tom Cruise.
—Mirá, justo nos pasó algo muy gracioso. Los vi a Ricardo y a Peter cuando vinieron por el Globo de Oro que acababan de ganar, y Cindy Teperman, que es una amiga mía, productora de la película, nos dijo: “¿Quieren ir a cenar con Peter?”. Y yo empecé a trabajar en Chiquititas con él. Dije: “¡Sí, obvio, vamos!”. Y estaba mi viejo en Los Ángeles. Le dije: “Papá, vamos a cenar”. Él es muy de barrio, no le importa nada, no se quiere cambiar para salir. “¿Y si hago unas empanadas?”, me dice. “No papá, vamos a salir, a un restaurante japonés”. Me contesta: “¿Sushi? No, ni loco”. Lo llevo de la oreja y Ricardo, que es una masa y estaba con su esposa, le hizo comer sushi a mi papá (risas). Y de repente decís: “Estoy cenando con Peter en Los Ángeles, tantos años después...”. Las vueltas de la vida. Es muy lindo.
—¿Cómo fue tu infancia, trabajando de chiquita?
—Yo quería trabajar desde que tengo memoria; más bien, hacer Chiquititas: eso es lo que quería (risas). Y luego fui descubriendo que quería ser actriz. Empecé con Frutillitas, en realidad, una obra que se hizo en el Teatro Broadway en la Calle Corrientes y al año siguiente, Chiquititas. Estudiaba teatro.
—¿Tus papás estaban juntos?
—Se separaron cuando yo tenía 12 años. Para mí fue algo doloroso que me llevó años de terapia aceptar. Creía que no me importaba y luego sí, me importaba bastante. Lo que a mí me dolía era que se hubiera roto la familia.
—¿Ser tan chica y generar tanto dinero, cómo impactó?
—Bueno, a los 15 años mis papás me compraron mi primer departamento con mi dinero, porque no me tocaron un peso. Lo que siempre me dijeron fue: “Estudiá, trabajá, valorá lo que tenés”. Me mantuvieron muy en la tierra. No estaría donde estoy si no fuera por mis papás.
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