“Me cruzo gente todavía por la calle que me dice: ‘¡Qué contento estoy que estés bien!’. Me mata...”, se sincera, todavía emocionado, Fernán Mirás, luego del aneurisma que sufrió en octubre del 2021 y que lo obligó a bajar las revoluciones. “Hubo un momento en que parecía que no filmaba nada, que me iba, que no la contaba más”, recuerda de aquellos días, con una operación y dos semanas en terapia intensiva, cuando no sabía que secuela podía quedar.
Todo eso quedó atrás y es solo un mal recuerdo, que ayudó a reordenar prioridades y conectar con lo importante. Hoy, Fernán disfruta por partida doble: sobre las tablas, en la tercera temporada de ART, junto a Pablo Echarri y Mike Amigorena, y en cine, con el próximo estreno de su segunda película, Casi Muerta, protagonizada por Natalia Oreiro.
—¿Te lo estás tomando con calma?
—Sí, re. Durante un año no trabajé. Todo lo que hayan dicho los médicos, lo hice. Incluso dejé de fumar, que no me lo dijeron.
—Era la excusa que necesitabas. Hace tiempo tenías la idea de dejar de fumar.
—Encontré una excusa fuerte.
—¿Cuándo estuviste internado, hiciste chistes también?
—Pareciera que sí. Algunos como un poco subidos… (Risas).
—¿Alguien te puteó?
—Y... alguna persona, sí. Eran todos amigos y yo estaba llamando desde el hospital… A algunos de ellos los llamé como si tuviera una dislexia y después les dije que estaba bien. Entonces me escuchaban hablar como si hubiera tenido algo más grave, si hubiera tenido más secuelas. Lo sostuve 10 segundos: no era tan malo, no podía evitarlo. Esas personas harían lo mismo.
—¿Te asustaste muchísimo?
—Sí. No había manera. Sobre todo antes de operarme. No me asusté cuando me pasó porque me fui enseguida al hospital. Sabía que estaba en manos de médicos. Cuando me dijeron que era grave, que me tenían que operar, que me tenían que meter un stent en la cabeza, que era una operación peligrosa y que había que hacerla ahora... Ahí, sí. Fue como: “Bueno, mirá, se acaba la joda”. La sensación de finitud…
—Vos venías escribiendo una película que habla sobre la finitud.
—Sí. Fue muy raro haber estado dos años escribiendo sobre esa idea y sobre el humor en eso, porque es una comedia, sobre todo lo que nos pasa con la idea de la muerte. La cantidad de boludeces que uno cree que tiene que hacer si se acabara la vida.
—Te encontraste con: “Hay que operar y hay que operar ya”.
—Sí, por suerte fue rapidito. Le dije: “Bueno, operame ya. ¿Pero podés hacerlo ahora? No quiero quedarme una hora esperando pensando, en este estado”.
—No es una pavada eso que decís, porque quedarse tal vez un día hasta la mañana siguiente pensando en: “Tengo que entrar a un quirófano…”.
—En la película a ella (por el personaje de Oreiro) le diagnostican y le dicen que probablemente viva un mes. Y es lo peor: dame más tiempo o no me digas nada. Morirse es algo que yo no le recomiendo a nadie. Les digo porque yo lo vengo pensando hace mucho. Y a la vez, te aferra más a la vida también.
—¿Te cambió en algo la mirada de la muerte?
—Quedé bastante impactado un tiempo, como si fuera con estrés postraumático. Con la sensación de la muerte en el cuerpo. Después, volvés a preocuparte por estupideces. Vuelve la vida normal, el calefón no anda, y ahí te das cuenta que vivimos pensando en que estamos vivos; si pensamos lo otro, es difícil. Pero te acomoda, te da prioridades.
—¿Dejó de doler la cabeza?
—Sí, sí, hace mucho. Fue un tiempo que eso cada tanto venía. Cuando me duele la cabeza me hace acordar al momento y no me gusta. Ahora, me pone de muy mal humor el dolor de cabeza.
—¿Es verdad que en terapia intensiva estabas buscando escenas para la película?
—Primero, que tenía que esperar dos semanas a ver si no tenía una secuela. Esas fueron las peores dos semanas. Lo que estuve mirando fueron un montón de cosas técnicas, porque había una escena que era así, entonces pregunté un montón de cosas a los médicos. Estaba haciendo trabajo de campo (risas).
—No vaya a ser cosa de no aprovechar el momento...
—Una vez que pasaron esas dos semanas y me pasaron a sala común, me cayó, relajé y se me vino todo más encima. Además, también estaba con mucha morfina, así que también los chistes los hice en esa época. “Escuchame, amigo, tenía morfina, no te enojes”.
—Nos podemos reír de algunas cosas porque la sacaste baratísima: hay gente que se muere o tiene secuelas muy severas.
—La saqué barata. Me pegó en el travesaño y quedé con un poco de impresión. Pero sí, algunas cosas se acomodaron.
—¿Vos sabías lo querido que sos? ¿Tenías conciencia de eso?
—No. Creo que la gente está muy equivocada, que se está drogando mucho. Ahora entiendo cómo va el país (risas). No, me recontra agarró por sorpresa eso. Me conmovió un montón. Fue de las cosas que más me conmovieron. Y también me pasa... hace mucho que no lloraba, menos en cámara.
—No te pregunté por el mensaje a tus hijos para no hacerte llorar, Fernán Mirás…
—Está perfecto. ¿Sabés qué me pasa? Me cruzo gente todavía por la calle que me dice: ‘¡Qué contento estoy que estés bien!’. Me mata... Yo soy agnóstico, gente que te dice: “Recé por vos”. Voy a llorar ya. Sentir cómo la gente se preocupó porque estuviera bien.
—No te pegó por ahí, no viste a Dios, no viste blanco, no viste luz, no viste nada que nos aclare un poco lo que viene después.
—No. Quería traerles algunos mensajes pero no, me falló. No tenía datos. Me falló el Wi-Fi. Si me hubiera aparecido un telegrama te juro que lo agarro. Alguien muy creyente me decía: “¿Pero no vivenciaste algo?”. No, es que no quería vivenciar nada. Si me decís: “Fer, mirá, cuarta puerta al fondo, ahí van todos, escuchame, fijate, con que reces un poco a la noche”, y yo te rezo. Pero no. Fue solo dormirme y despertarme. Y mucho dolor de cabeza.
—A mí me gustaría creer en algo. Sería tranquilizador.
—Y sí, totalmente. Uno pone la fe en otros lados, para mí. Yo descubro que hasta en la astrología hay gente que pone su creencia y deposita ahí algo. Encuentra algo que le resulta, o en distintas religiones. Algo nos da la religión, si no, no existiría.
—Nosotros, si querés, le podemos rezar a Messi. Ya nos dio un montón.
—Ya está, ya nos dio todo. Qué ganas de que él gane el Mundial teníamos todos, ¿no? El día que ganamos el Mundial salí con mis hijos y con Euge (Zicavo, su pareja) a la calle a disfrutar. En un auto iban sentados en la ventanilla dos pibes que tendrían veintipico, muy en pedo (risas), con los ojos a media asta cantando “Argentina”, me ven y empiezan: “Famoso, lalala, famoso, lalala”. No sabían mi nombre pero era alguien de la tele (risas). Mis hijos se descomponían.
La política
—La última vez que charlamos me dijiste: “Después de los cuatro años de Macri te volvés más kirchnerista que nunca”.
—Sí. Después de lo de Alberto (Fernández), también (risas). Bueno, es un kirchnerismo raro éste. Pero sí. Todo lo que yo le puedo cuestionar a este Gobierno, sentir que le faltó y le falta, está ligado a los cuatro años anteriores de Macri. Por momentos se habla como si la deuda externa no la hubiera adquirido Macri y la gente cree que la deuda es del kirchnerismo. Tenés que hacerle creer a la gente eso. Y además están diciendo lo que van a hacer y tenés a (Javier) Milei que va a vender bebés y a Macri o el macrismo, (Horacio Rodríguez) Larreta, cualquiera que te dice “sí, vamos a ir por todo”. Y por todo en el sentido de “olvidate de todos tus derechos”.
—Tengo claras tus críticas hacia la oposición, ¿pero querés a Alberto con un segundo mandato?
—No lo sé. Para mí es más simple: es una derecha o una centroizquierda, o una centroderecha. Para mí, todo lo que esté del centro hacia la izquierda, cualquier gobierno más progresista. Estamos frente a un progresismo un poco light con Alberto. Aparentemente con Lula también lo vamos a estar. El progresismo está queriendo ir despacio, encontrar un tono intermedio, y para mí el progresismo se reduce a la lucha de clases siempre. El progresismo defiende los intereses de la mayoría, y la derecha defiende los intereses de las clases dominantes, que son menos. Eso lo define más allá de los nombres.
—Cuando empezó la pandemia parecía que tanto en el mundo como en Argentina podíamos llegar a salir mejores.
—Sí. A mí me encantaría que el mundo fuera distinto, pero incluso para mí lo de la pandemia fue muy impresionante, verle la cara a eso, a decir están muriendo muchos y los intereses económicos siguen primando. Los laboratorios, las peleas entre países...
—Con un año que cerró en cerca del 100% de inflación y con la derecha teniendo serias posibilidades nuevamente, ¿qué es lo que hizo mal el oficialismo? Algo evidentemente no funcionó porque los argentinos no la están pasando bien, y ese movimiento social del que hablamos y que todos queremos, no sucede.
—No. Yo creo que todos no lo quieren. Ese es el tema.
—¿No?
—No. Yo creo que la derecha no lo quiere. El problema es que no lo pueden decir abiertamente. Cuando Milei habla de bajar los impuestos, habla de sus impuestos o los impuestos del poder económico; a nosotros no nos van a bajar los impuestos. Dice todo lo mismo que dice (Domingo) Cavallo: Cavallo dice que es un genio. Con el macrismo pasa lo mismo.
—¿Le ves chances a Milei?
—La verdad es que no lo sé. Cuando llega a algunas declaraciones como la venta de órganos o que podés vender un bebé, hay que tragarse ese sapo y seguir pensando que esta persona puede no ser un peligro.
—Yo me siento muy lejos de Milei, pero no puedo tampoco dejar de ver que no estamos bien.
—No, obvio que no estamos bien. Este Gobierno intentó ser una cosa que nosotros mismos no sabemos qué iba a ser, y que terminó siendo en muchos aspectos decepcionante. Lo que pasa es que vivimos un momento de situaciones muy paradójicas. Entiendo las razones por las cuales el kirchnerismo cuestiona a Alberto porque le faltó decisión e ir más a fondo, pero usualmente la derecha lo critica por las cosas, no por las cosas que hizo por no ir a fondo sino por las pocas que sí fue a fondo. Estamos viviendo un momento difícil donde también hay una especie de clase política amenazada, que te meten en cana. Si vos vas a hacer una carrera política y vas a ser progresista el riesgo es que vayas en cana, sin causa, sin pruebas. Así como Lula en Brasil estuvo preso de una manera absurda, con un juez (Sergio Moro) que dijo: “No tengo pruebas pero mi convicción es que tiene que ir preso”, y que el siguiente gobierno le dio un cargo a cambio de eso, y Lula hoy es presidente de Brasil, pero gran parte del pueblo en Brasil cree que él es un delincuente por una causa inventada. Todas las causas de la corrupción kirchnerista: no tenés necesidad de inventar tantas causas si las causas están. Si hubo actos de corrupción, no necesitás inventar 40 causas. Lo que está, es la clase dirigente amenazada. Depende lo que hagas, te invento una causa y vas preso, y listo. Claramente los intereses que defendió el macrismo es lo que hace que todas las causas relacionadas con Macri o el macrismo pasan de largo, ¿no? Se está usando el Poder Judicial como una fuerza de choque, como un partido político.
—¿Te pasa que la plata no te alcance o tenés el resto suficiente de años y de muchísimo trabajo?
—No, me pasa. Lo que pasa es que estamos todos ajustados y que la plata se va rápido.
—Por supuesto que uno lo dice desde un lugar de absoluto privilegio, teniendo trabajo y de lo que a uno le gusta, que es un montón.
—Obviamente que la plata se te va y por lo que aumenta todo: por la inflación que hay, la plata no alcanza. Lo que pasa es que si no se hubiera endeudado como endeudó Macri este país, de manera totalmente inesperada y absurda, primero lo hundió, después lo endeudó, para mí esas son las órdenes de afuera, esa es la historia del mundo, de Latinoamérica. El lugar de maniobra que tiene este Gobierno es muy limitado porque como país debemos guita que pagarán hasta nuestros nietos. Eso se traduce en un crimen de hambre concreto.
—Hay una pobreza estructural que va más allá de los cuatro años de Macri.
—Sí, pero se vivía. Yo recuerdo perfectamente cómo vivían mis amigos o mi familia durante el kirchnerismo. Mi viejo que era jubilado: la cantidad de beneficios que tenía y que se acabaron todos con el macrismo, que empezaron a tachar de la lista. Claramente vinieron a deshacer todo eso, porque son privilegios que no quieren que la gente tenga.
—¿Vos creés que alguien en serio quiere que los jubilados estén mal?
—Me encantaría que el mundo fuera distinto, pero es lo que la historia me dice a mí.
—¿A los políticos les importa la gente?
—Bueno, hay políticos y políticos. Yo creo que sí, que hay políticos con vocación.
—¿Hay alguien al que le darías tu voto contento en el 2023? ¿Hay alguien que a vos te gustaría que sea candidato o candidata?
—No tengo la menor idea de quién podría ser candidato. Es un momento muy incierto. Sí sé que no votaría a la derecha nunca. Sus privilegios son los millones que tiene en el mundo el poder económico y que quiere más. Cuando en algunos países se está muriendo gente por una pandemia, deja que se muera gente. Les chupa un huevo, para ellos esa gente no es gente. Entonces los jubilados no son gente. Para mucha gente los pobres no existen, no son algo. Nosotros no existimos.
—Dejame seguir con mi inocencia y pensar que algo va a mejorar.
—Yo creo que aunque nos enoje la política, porque hemos vivido en nuestro país muchas situaciones relacionadas con enojo con la clase dirigente, es la única que veo.
Entre Robert De Niro y Al Pacino
—¿Cómo te sentís cuando te ves el que eras en Tanguito?
—La última vez que vi fue cuando Piñeyro remasterizó la película, por primera vez dije: “Ah, mi hijo”. No es que se parezca a mi hijo sino ese nene podría ser, ya está en edad de ser mi hijo. Creo que tenía 20, 21. Me veo muy chiquito (risas).
—¿Es verdad que debutaste en teatro frente a Robert De Niro?
—Sí. Debut. Es demasiado. Yo debuto en teatro en una obra que dirigían Lito Cruz y Carlos Moreno. Lito Cruz amigo de De Niro. Lito va a ver en teatro una de las pocas obras que hizo De Niro porque no hizo mucho teatro. Lo va a ver y él le dijo: “Por qué no hacés vos esta obra en Buenos Aires, si la hacés yo voy al estreno”. Lito no le creyó pero le gustó la obra. Compró los derechos. La dirigió, la produjo. Me llaman a mí y hago el hijo. Y viene De Niro al estreno con Christopher Walken de onda. Yo por suerte tenía 17, sabía quién era De Niro pero no tenía tal enfermedad. A la semana me voy a ver en un cine club daban Taxi driver, y me acuerdo que terminó la película y dije: “Yo conocí a ese tipo”. Fue retroactivo. Después fuimos a comer, los conocí. Hermoso.
—¿Choluleaste a alguien alguna vez?
—Sí, cuando era chico fui a ver a Les Luthiers y le pedí un autógrafo a Marcos Mundstock. Que estuvo muy amable. Y después de más grande estaba en un parque en Los Ángeles leyendo y oigo una voz y miro y estaba Pacino a cinco metros sentado con las hijas y la esposa. No podía creer que era Al Pacino ahí. Intentaba leer el libro y leía la misma frase, veinte minutos… leía una frase y pensaba Tarde de perros. Leía la frase de nuevo pero aparecía El padrino. Me venían todas las películas. Sérpico. Todas.
—¿Y que hiciste?
—No sabía qué hacer y no quería molestarlo. De golpe la nena jugando a la pelota rebota y me viene adelante a mí. Pacino viene caminando a buscarla, yo no lo quería molestar. Lo miro y me salió aplaudirlo. Pacino me mira como qué pasa y me hace un gesto de reverencia, y va a buscar la pelota. Dije no lo molesto más, soy feliz, soy el hombre más feliz, aplaudí a Pacino y Pacino me hizo una reverencia como si estuviera en el teatro.
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