“Soy cada vez más señora: cumplí 45″, anuncia entre risas y orgullo Dalia Gutmann, que vive un gran verano con teatro por partida doble. Mientras, disfruta de unos días sola en su casa en Buenos Aires, aprovechando que sus hijos veranean con Sebastián Wainraich. “Nosotros empezamos cuando De la Rúa se iba en el helicóptero. En esa crisis profunda empezó nuestro romance”, recuerda sobre los inicios de la pareja, que se convirtió en una de las preferidas y más sólidas del espectáculo.
—Hace semanas que te quiero preguntar cómo le cobraste haberse ido a Qatar.
—Bueno, en principio, de mamá a mamá, te voy a decir que se fue de vacaciones con mis hijos diez días solos, los tres (aplausos). Este aplauso para las mamis que saben de lo que hablo. Estuve diez días sola. No quiero ser injusta con mis hijos porque los amo con toda mi alma, son lo más importante, pero lo importante que fue tener diez días de soledad…
—Bailabas desnuda.
—Todos los días en bolas. Iba a la heladera desnuda. Dormía desnuda. No tenía horarios. Era una vida de adolescente a los 40 y tantos.
—O sea que fue: “Vos te vas a Qatar con la Selección, Messi, y cantás ‘Muchachos’, pero después te llevás a las criaturas y yo canto: ‘Libre soy, libre soy’”.
—No fue algo que impuse, pero como yo tenía los estrenos de las obras, me dijo: “Che ¿y si me voy con los chicos de viaje?”. “¡Ah, espectacular!”.
—¿Es verdad que a Sebastián le costó irse a Qatar porque le costaba dejar a tu hijo?
—Sí, es cierto. Él es muy culposo. Somos los dos muy culposos pero en cosas distintas. A mí me parece una obviedad que si vos amás el fútbol, tenés la posibilidad de irte a un Mundial, no lo pensás. Pero sí, lo vivía con culpa. De hecho se volvió antes; como un boludo, quiso volverse antes. Así que la final la vivió acá y se quería matar, pero bueno…
—¿Cómo fue el reencuentro?
—Una porquería (risas). Él vino muy a 220 con el Mundial y estábamos en sintonías totalmente distintas, no pensaba en otra cosa. Todo el tiempo mirando videítos en el celular, fascinado, y yo era como una tía que está contenta por sus sobrinos, pero no es que mi vida… Ahora estamos bien. Viste que las parejas, sobre todo de muchos años, como que de repente estás: “Me separo, ya está, ya se fue todo a la…”. Y de repente tenés un gesto de amor o tenés un encuentro lindo, y te dan ganas de seguir.
—La vida misma.
—Sí, son locos los vínculos porque obviamente mil veces uno tiene ganas, me siento plena, quiero seguir en este tren. Pero por otro lado tampoco tuve nunca una ficha, yo soy muy de que me caen las fichas rotundas y no puedo volver atrás. Con Sebas nunca me cayó esto de “me tengo que separar”. Siempre hay algo fuerte que nos une. Muy fuerte. Es un amor muy sano el que nos tenemos, nos ha pasado de todo en estos años y siempre siento que él quiere lo mejor para mí y yo, lo mejor para él.
—Gran momento teatral y familiar. ¿Estás contenta con vos?
—Sí. Me siento muy señora. Una a los 40 y pico empieza como esa cosa de necesitar sentarse, descansar un rato. Mi mamá tiene una frase que dice: “Soy una señora de 75 años, no me apuren”. Como que yo no tengo 75 pero estoy un poco en esa de que necesito pequeñas siestas durante el día. En este momento estoy muy agradecida. Acabo de volver al teatro y me da como una energía increíble. Después, la vida es sufrimiento. Uno le va poniendo onda porque la vida se sufre.
—¿Por qué la vida es sufrimiento?
—Y... porque existir es mucha incertidumbre. No sabés qué te va a pasar durante el día, qué no te va a pasar. Querés que te pasen cosas que no te pasan, te pasan cosas que no querés que pasen. Yo, por suerte, encontré esto de la comedia, donde todo eso lo registro en algún lado y trato de hacer algo con todo eso.
—¿En qué momento alguno de tus hijos te dijo: “Mamá, sos un quemo”?
—Todo el tiempo. Sí, un poco ya pasé, tengo el vínculo con mi hija adolescente que tiene 15 y le doy mucha vergüenza y me lo dice. El otro día fue mi cumple y me lo decía porque tengo una amiga que empieza a bailar y empiezo a bailar, o empieza a cantar una y qué sé yo. Hay un punto en el que antes lo dejaba de hacer por respeto. Ahora: “Es la mamá que te tocó. No estoy haciendo nada malo, estoy bailando. Si quiero bailar bailo. Pero sí, mi amor”. Con los años aprendimos las dos. Yo a plantarme y a decirle “Soy así y no estoy jodiendo a nadie”, y ella, también: “Esta señora es mi madre, ¿qué le voy a hacer?”.
“Estoy arriba del escenario y me gusta mucho la cara de esa persona que perdió el control por la risa, laburo para que pase eso”, afirma la comediante que volvió los sábados al Teatro Maipo con Tengo cosas para hacer el unipersonal delirante que llena año a año. Los martes por su parte se anima a un desafío completamente distinto y por primera vez se sube al escenario de la mano de Esther Goris con Como te soñé, una obra de texto junto a Ezequiel Campa.
—Tu espectáculo se llama Tengo cosas para hacer. ¿Cómo te llevás con esta lista eterna en la cabeza con la que convivimos en general las mujeres, de la que hoy por suerte se habla más: la famosa carga mental?
—Es un estado casi permanente. Yo digo que tengo “cansamiento”: estoy cansada de pensar tanto todo. Es algo que está cambiando mucho. Antes nos lo comíamos todo nosotras y ahora, por lo menos en mi pareja, es repartido de otra manera. Una va dirigiendo la batuta.
—¿Pero se le ocurre solo lo que tiene que hacer o la que lo tiene en la cabeza sos vos?
—No. Él es productor ejecutivo y yo soy la productora general para algunas cosas. Muchas veces tengo un tip que es muy bueno. Le digo: “Che, Sebas, ¿viste que yo me re enrosco con esto, por qué no te ocupás vos del baño que está roto? La complico mucho, entonces resolvelo vos, que sos más simple”.
—¿Sobrellevás bien el universo de las redes y la perfección?
—Sufrimos mucho con las redes las personas; los adolescentes, ni hablar. Muchas veces lo veo en mi hija. Cuando era chica no veía si mis amigas se juntaban a tomar algo. Ahora vos te enterás de todos los lugares en un FOMO profundo, todo el tiempo. Googléen FOMO.
—Para los que no saben: te referís al temor de qué te estás perdiendo algo, de qué te estás quedando afuera si no mirás lo que pasa en las redes.
—Claro. Aparte, antes vos querías alquilar una película, tenías que esperar que abra el videoclub, lo tenías que devolver, y tenías dos días para verla. Ahora se puede hacer todo en cualquier momento, entonces, si vos no pudiste ver una serie, sentís que no te organizaste. Es tremenda la sensación. Es un tema que me apasiona mucho: la sensación y el sufrimiento que generan. Es un material humorístico muy fuerte en el show. Eso no implica que no sufra cuando veo algunas cosas en las redes.
La charla, como es de esperar con Dalia, avanza por carriles insólitos. Para conocerla un poco más y con el humor que la caracteriza la invitamos a elegir entre dos alternativas en distintas situaciones. El resultado, en este video:
—¿Que te encuentren tus hijos o tus suegros teniendo sexo?
—Mis suegros, porque mis hijos esa imagen no se les va a ir nunca en la vida y son más jóvenes.
—¿Y a vos, la idea de que tus suegros te encuentren teniendo sexo se te va a ir?
—Nos hacemos todos los boludos: “No pasó, esto no pasó, lo que acaba de suceder no pasó...”.
—¿Nunca te encontró nadie en alguna situación complicada?
—Cuando era más joven. Uno de joven es muy desprolijo. Siempre pienso: hay cosas que hacía de joven muy desprolijas. Me han encontrado, pero fingís demencia y ya está. “Lo que acabás de ver no sé si pasó, creo que lo soñaste”.
—Pará. ¿Te encontraron en tu casa o en la casa de…?
—No, en la de algún noviecito que tenía los papás. Entraron: “Hola…”.
—¿Tener todo el éxito del mundo vos en el teatro y que a Sebastián le vaya mal o que a los dos les vaya más o menos?
—Es muy hija de puta la pregunta.
—Muy.
—No, no te la puedo responder. Me parece que está bueno no saber cómo nos va a ir. Igual hay algo muy del feminismo y de las mujeres que quizás antes me resultaba incómodo. No sé si alguna vez pasó que a mí me vaya mejor que a él o si la taquilla de la venta de entradas uno la ve como cuántas entradas vendiste vos, cuántas entradas vendió él. Me incomodaba, pero digo: este pibe toda la vida la rompió en la radio, hace una serie la rompe toda; bueno, una vez me tiene que tocar, me tiene que tocar... Aparte, nos vamos de vacaciones y te juro que Sebastián es Messi. Lo saluda toda la Argentina todo el tiempo. Es insoportable.
—¿Sexo todos los días o nada en tres meses?
—Sexo todos los días, me estresaste. No me parece tanto tiempo tres meses (risas). A mí, te juro, aunque no parezca, me atosigan las cosas. Soy una señora, dejame descansar un poco. Tres meses tal vez es mucho para algunas personas, ¿pero dónde hay que firmar? Todos los días sé que no. El cuerpo no. No me da la agenda.
—¿Que te den la razón en las discusiones o que la discusión se termine rápido?
—Soy muy dialoguista. Soy muy de pongamos el quilombo, no nos hagamos los boludos. Por eso soy un poco infumable para algunas personas. Me gusta hablar y no me gusta que se termine rápido, me gusta que esto decante en algo que los dos nos llevemos con claridad. Soy una persona muy amable, pero si hay que plantear prefiero toda la vida que estalle todo a que estemos dejándolo para el 2040 y que explote.
—¿Team Shakira o team Piqué?
—El otro día metí un chiste del Casio y arrancaron: “¿Cómo podés no apoyar a Shakira y cómo podés no defender los derechos de la mujer?”. Yo no puedo defender ni a Shakira ni a Piqué porque no sé quiénes son. No hablé nunca, no sé quién es, quizás es un hijo de puta Piqué o es un amor. Me pasa eso con los chimentos: solo puedo opinar en chiste. Sí me parece que cuando algo pega de la manera que pegó lo de Shakira es porque es la voz de un montón de personas que sienten eso. A mí me divierte cómo lo interpretan. Me divierta que “sal-piqué” en el video. Me divierte que mencione cosas de la vida cotidiana. Me vuelve loca que la dejó a la suegra viviendo cerca de ella… Muy argentino todo. Hay un tema que también pensé cuando lo vi de minas de mi edad que sus parejas se van con chicas jovencitas. Lo traigo porque a mí me parece que las minas de nuestra edad tenemos en general una cosa mucho más resuelta que a los veinti, entonces me pareció como un negocio que es raro para un hombre o para una mujer irte con alguien mucho… No sé, pensaba más por ese lado, como: “Te convengo mucho más yo que una pendeja…”.
—De qué vas a charlar con una de 22, ¿no?
—Sí. Tal vez no tengo el colágeno que tiene.
—¿Sentís que va a ser un lindo año?
—Me gusta el optimismo, soy una enferma del positivismo, que por momentos es como “bueno, nena, hay gente de mierda”. Pienso también mucho en que todos los seres humanos somos agentes de cambio. Ay, mucha espiritualidad.
—Qué profunda que te pusiste.
—Todos tenemos un mini poder de poder hacer que las cosas estén un poco mejor con nuestra conciencia, de quedarnos tranquilos: obramos lo mejor que pudimos. Soy re optimista. Nunca te diría: “No, va a ser un año de mierda”. No va conmigo.
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