“Se postergó tanto que ahora que va a salir, nosotros nos pellizcamos a veces”, dice Guillermo Francella entre risas a horas del debut de Casados con hijos. Es que el esperado reencuentro de Los Argento en el teatro iba a darse en junio del 2020. Pandemia mediante pasó a enero del 2021, junio del mismo año, enero del 2022... Y finalmente el 2023 logró juntarlos en el Gran Rex, y antes del estreno ya tienen vendidas 60 mil entradas.
El mítico teatro de la Calle Corrientes, con sus 3260 butacas, será su casa por los meses de la temporada de verano, ya que luego Luisana Lopilato debe volver con su familia a Canadá. “Lu vive en Vancouver, la vida le ha cambiado sustancialmente, no es tan sencillo. Tiene un esposo artista, cuatro hijos”, explica Francella, que viene de un 2022 con muchísimo trabajo y que ahora tiene el doble rol, de actor y director, en la puesta teatral de la serie que debutó en Telefe en 2005 y se volvió un fenómeno de culto que traspasó generaciones.
—Se reencuentran 17 años después, en el teatro.
—Estoy muy ilusionado. Lo hago con muchas ganas, con mucha emoción. Teníamos todos los reparos cuando nos encontramos el primer día para hacer todos los spots radiales. Pensábamos: “¿Será como siempre?”. Y al ratito nos empezamos a divertir haciendo las mismas cosas. Salió divino, nos reímos y dijimos: “Está intacto”. Siempre lo vemos y está intacto, pero después incorporarlo... Nosotros, todos más grandes, otra vida, 17 años después en nuestras vidas. Así que es la ilusión y la emoción al mismo tiempo.
—¿Me voy a encontrar en la obra con 17 años después en la vida de los Argento, es así?
—Y, sí... Son bastante inexplicables. Son medio un zoológico humano. Tienen algo que conservan en toda su vida, no es que haya un cambio estético, porque somos más grandes todos.
—¿Cómo anda Pepe?
—Pepe está igual, igual: enojado, contra todo. Enojado con su zapatería, con el trabajo que realiza, con el dinero, con que los hijos no mueven el culo hace una década en su casa, que no le aportan, que no lo ayudan, que le bolsillean la billetera. La vida de Luisana, de Paola, es distinta: le gusta ser influencer. No tenemos a Fatiga, pero Fatiga está. La gente ya cuando ingresa al Gran Rex ve el decorado, que es nuestro living emblemático, nuestra escalera, con nuestra cocina, con nuestro patio, con nuestro árbol. Se va a generar algo muy lindo en la gente.
—¿Cómo te estás llevando con el rol de director?
—Bien. Me gusta. Conozco esto del derecho y del revés. Me costó mucho amalgamar todo porque fue complejo porque yo estaba grabando la segunda temporada de El encargado, Florencia (Peña) se casa, viaja, Luisana estaba afuera. Darío (Lopilato) tenía un programa, Marcelo (De Bellis) grababa una serie para Disney. Encontrarnos fue un tema: cuando todos podían para Luisana eran las tres de la mañana en Vancouver. Contratamos a una actriz para que nos ayude a hacer la puesta, los movimientos, simplemente, pero siempre visualizaba a Lu en un Zoom, con un coach para ayudarla. De a poquito fue armándose. Está buenísimo.
—Recién hablaste de El encargado: terminaron de grabar la segunda temporada, y me comentaron que puede haber una tercera.
—Sí, puede ser. Vamos a ver. Estamos hablando.
—Un fenómeno El encargado.
—Un fenómeno: esa es la palabra.
—Vos venías de Granizo.
—Otro fenómeno.
—Un año de muchísimo trabajo.
—Sí, porque todo fue posterior a la pandemia. En pandemia yo tenía todo diagramado: era primero Granizo, después la temporada de El encargado, después una película que se estrena ahora en abril que se va a llamar La extorsión, de Martino Zaidelis. Era toda una cosa bien armada. Una, a los seis meses otra, a los diez meses la otra. Y se empezó a juntar todo y fue duro.
—¿Y se puede disfrutar?
—No mucho. Eso es verdad. Las películas suelen hacerse en seis, siete semanas. Granizo fue fantástico, la primera vez que hacía algo por streaming directo, con Netflix. Fue una experiencia notable. Descansé un mes y medio y empecé con El encargado. Fueron cinco meses y medio que viví adentro de un motorhome porque eran diez días por capítulo y nunca se hacía correlativo, capaz que filmabas escenas del cuarto, del tercero, del once, del uno. Cambiándome de ropa 33 veces por día. Fue duro. Verlo plasmado me da felicidad.
—Mientras tanto en casa te decían: “¿Guillermo cuándo, volvés?”.
—Sí, un poco también. A veces se filmaba hasta la madrugada, o me tocaba noche. Sí, fue duro. Si se disfruta, sí, se disfruta. Yo amo. Yo vivo de lo que amo, eso es una maravilla y no todo el mundo lo puede hacer. Es de elegidos. Tuviste una vocación de jovencito y la pudiste llevar a cabo, y vivís bien, regular, mal, muy bien, no importa; vivís de lo que amas. Ya eso es un privilegio. Yo me siento muy feliz porque hago esto hace 40 años y lo amo, me ha ido fantástico y todo. Ahora, costo beneficio es más beneficio que costo, pero el costo existe y es alto.
—¿Sos consciente de la cantidad de stickers con los latiguillos de Francella que todos tenemos? Frases que quedaron instaladas a lo largo de estos 40 años y que marcan la cultura argentina. ¿Lo dimensionás?
—Sí, lo entiendo. Es muy movilizante, muy fuerte. También pasé por la etapa de los ringtones, los emojis. Los memes. Soy un meme vivo en un partido de fútbol. Termino en todos lados, objeto de burla u objeto de disfrute. Las dos cosas. Me maravilla, me emociona, me gusta. Me siento muy amado. Las devoluciones son permanentes, de la abuela al nieto. Es maravilloso lo que me viene sucediendo hace muchísimos años. Contenido que llega a la pantalla explota, me hacen devoluciones lindas. Es muy reconfortante. Me apasiona ver esa inmediatez con la gente. Es maravillosa esa complicidad que hay. He transitado otros géneros, amo explorar desde lo interpretativo, pero el humor es lo más gratificante que hay. Atenúa aunque sea por un ratito una pálida, un mal momento, un disgusto.
—Y cómo necesitamos reírnos en este momento un poco los argentinos. Cómo nos cuesta. Venimos de festejar un Mundial: sé que sos futbolero.
—Pero ese desahogo tan gigante que en el mundo entero decían por el mundial salieron cinco millones de personas a la calle. Es verdad que se lloró. Fue algo que... yo no sé qué hubiera pasado si el Dibu (Martínez) no ataja ese posible 4 a 3.
—Ese pie al que todos abrazamos.
—Yo no sé qué hubiera sucedido... Esta felicidad que hay es porque está el argentino con tanta necesidad de una carcajada, de emocionarse. Siempre el fútbol acerca, el mundial es maravilloso, pero creo que tiene que ver con esta angustia que hay.
—Bueno, en el teatro también se logra esta comunión y reírnos un rato. Poder dejar afuera las peleas, el dólar, el cierre de un año difícil. Es hermoso.
—Somos una bocanadita de oxígeno, como digo yo. Un masajito al alma. Y vos fijate que Casados... lleva 17 años en el aire. Una audiencia que nunca mermó. Lo han puesto en distintos horarios: de mañana, de tarde, de noche, de un lado al otro, y siempre, cientos de veces, ya saben de qué va.
—Y nuevas generaciones que se sumaron.
—Es que se identifican. A veces los Argento son políticamente incorrectos por donde se los mire, a vece hacen cosas subidas de tono, y ellos lo agarran. Hay cierta picardía solapada, tienen una honestidad brutal que se dicen de todo uno al otro. Y los chicos se enganchan los chicos con eso.
—¿Costó en ese sentido traer a los Argento 17 años después, en un mundo que cambió, en cosas con las que tenemos que tener más cuidado?
—Me acaba de suceder lo mismo con El encargado. Hubo una queja de parte del gremio y no sabíamos si era verdad o era un sketch. Si alguien no puede discernir lo que es ficción de realidad, estamos en el horno. El personaje que hace (El Puma) Goity es un abogado y corrupto; los abogados no ladraron. ¿No identifican que es ficción? Y los Argento son machistas, hay gente que es feminista, que combate con él que es machista, pero esto no es que es otro, es lo que se escribió, es lo que hay. Es como que hables de El Chavo: ¿cómo un chico va a vivir en un barril? Era eso. Era un nene huérfano. ¿Cómo lo cambias? ¿Qué es esto? Esto es Casados con hijos, hace 17 años que está en el aire con ese humor de hace 17 años. Y hoy se va a ver, hay muchas cosas que se van a tocar, estos temas que mencionamos, pero Pepe no cambió ni va a cambiar. Porque defiende a ultranza y no entiende lo que le dicen. Porque Guillermo no es así, pero Pepe sí.
—¿Tu deseo para este 2023, Guillermo?
—Que estemos un poco más distendidos. Con un poco más de horizonte, de tranquilidad. No esta cosa de no saber qué nos va a pasar en 10 minutos, léase economía. Que haya mayor equidad, que no vivamos como estamos viviendo hace tantos años que no es bueno para nadie, pero para los argentinos más, que los defiendo a ultranza y no nos merecemos vivir lo que vivimos creo.
—Siempre elegiste quedarte en Argentina.
—Siempre. Y me quedaré: no podría (irme). Si te miro y te hago así, y me entendiste que algo pasa allá; en otro lado la gente me pregunta si me pasa algo en los ojos. Ya con eso decirte que no puedo tener lo que soy yo, mi vida, mi picardía, mi código de amigos, no el dulce de leche y el mate porque los compro en cualquier lado de mundo, sino esta cosa que disfruto. Me encanta actuar en otros países como he actuado si hay un buen libro. Pero termina el rodaje y con el primer avión estoy acá.
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