Un video publicado en la cuenta de Instagram de Cacho Deicas, reconocido como la voz inconfundible de Los Palmeras, conmovió a miles de seguidores. Durante meses, la incertidumbre envolvió su posible retorno al grupo tras el ACV que lo alejó de los escenarios desde principios de año. Ese regreso se tensó aún más por las diferencias con Marcos Camino, fundador y figura histórica de la banda. La publicación, cargada de emoción, profundizó la herida latente que atraviesan Los Palmeras. Y parece poner fin a una etapa de gloria para la movida tropical.
Frente a la cámara, Deicas se mostró visiblemente conmovido. Agradeció, con voz quebrada, el inmenso apoyo recibido. Y reveló que, en medio de su proceso de rehabilitación, recibió una serie de condiciones desde la producción para volver al grupo. Según Cacho, aquellas exigencias iban en contra de sus tiempos médicos y limitaban incluso su libertad de comunicación en redes sociales. La respuesta a su negativa fue una carta documento, en el que Camino fundamentó el pedido de disolución de la sociedad argumentando que Deicas ya no podía cumplir con los compromisos del grupo ni presentarse a trabajar.
La noticia sorprendió a Deicas. Recordó que, previo a esa decisión, había mantenido diálogos constantes sobre su regreso, convencido de que su salud era el único obstáculo real, no así el entramado de intereses y desencuentros internos que afloraron en estos meses. “Esto no tiene nada que ver con mi estado de salud, sino con cuestiones ajenas que hacen que no pueda estar con el grupo al cual le dediqué y siempre fue mi deseo seguir dedicándole toda mi vida”, señaló en su mensaje, dejando entrever el nivel de las diferencias que desgarran a Los Palmeras.
Sus palabras pusieron el foco en la historia reciente de la banda, con mensajes cruzados que se dispararon luego del accidente y rápidamente se hicieron públicos. Desde el entorno de Marcos Camino, las versiones sostenían que la familia de Cacho bloqueaba toda comunicación, impidiendo incluso el contacto telefónico. El acordeonista llegó a decir que no era enemigo de Deicas y lamentaba la distancia, convencido de que ambos compartían un aprecio genuino.
Por el lado de la familia Deicas, Luciano, uno de los hijos de Cacho, no dudó en responder. Denunció exigencias excesivas hacia su padre, incluso cuando apenas iniciaba la recuperación tras el ACV. Relató que, convaleciente y sin fuerzas, Cacho era presionado para realizar ensayos y grabar videos. “Lo mandaban de vuelta a casa diciéndole que no podía cantar”, recordó. Luciano aportó audios y capturas en los que se evidenciaba que, a solo días del alta, el staff le pedía a Cacho mensajes para tranquilizar contratistas y evitar la caída de shows. Pocas semanas después, Deicas fue eliminado del grupo de WhatsApp de la banda.
El punto de quiebre entre ambos emergió, según la familia del cantante, cuando Cacho aceptó una invitación para subir como invitado a un show de Uriel Lozano. Ese gesto desató una catarata de reproches por parte de Camino, quien lo acusó, en un mensaje subido de tono, de presentarse gratis mientras cancelaba fechas pactadas con Los Palmeras. El cruce de mensajes internos, que salieron a la luz, mostraba el nivel de tensión y desgaste entre ambas partes.
Los roces entre ambos líderes tienen raíces profundas. Ya en 1984, las discusiones habían desembocado en una abrupta separación. Durante nueve meses, Deicas se alejó de la banda y regresó a trabajar repartiendo mercadería en su camioneta, mientras Los Palmeras buscaban, sin éxito, un reemplazo digno de su carisma y voz.
En ese compás de espera, un hecho fortuito selló un capítulo clave en la carrera de Deicas. Al dejar un pedido en un negocio cerca de la casa de Julio Maidana, director de Los Tekilas, su esposa advirtió el potencial de Cacho y convenció a Maidana de sumar a Deicas como voz principal. Así nació “Cumbia yo te canto”, álbum con clásicos como “Salías de la iglesia” y “Amor de millonario”, que conquistaron las pistas de baile y redefinieron para siempre la cumbia santafesina.

Mientras tanto, Los Palmeras zigzagueaban en busca de una voz que llenara el vacío de Deicas. Camino probaba un vocalista tras otro, noche tras noche, rotando cantantes en pleno show para descubrir a alguien capaz de devolverle al grupo el calor del público. Ninguno logró el cometido.
En el reencuentro, Camino insistió, buscó y finalmente logró convencer a Cacho para que volviera. Se tejieron rumores sobre autos o departamentos como incentivos para su regreso, aunque nadie confirmó ninguna versión. Así, formalizaron una sociedad a largo plazo –con Camino controlando el 60% y Deicas, el 40%– y forjaron una amistad y una sociedad musical que resistió todo este tiempo.

Tras aquel regreso, Cacho nunca volvió a alejarse de Los Palmeras, salvo por urgencias médicas, como este verano. Así, Deicas se convirtió en sinónimo de cumbia en la Argentina.
La historia de Los Palmeras tiene capítulos aún menos conocidos. Antes de la era Deicas, el grupo tuvo como primera voz a Czeslaw Yuli Popowicz, un músico nacido en un campo de refugiados en Italia en 1946, que llegó a la Argentina escapando de la guerra y tocó en bandas como Santa Cecilia Tropical y Los Cumbiambas, piezas clave del origen de la cumbia en Santa Fe. Popowicz grabó los dos primeros álbumes de la banda, pero en 1978 decidió hacer carrera como solista junto a Yuli y Los Girasoles, mientras Los Palmeras necesitaban urgentemente un reemplazo.
Fue entonces cuando, a contrarreloj, convocaron a Deicas. “Cuando me llamaron, lo primero que les dije fue: ‘Déjenme pensar un poquito’. Se había ido el cantor a hacer su propio grupo y yo, en una semana, me tenía que aprender un repertorio. Era demasiado, pero lo logré. Y a los diez días ya estaba con ellos arriba del escenario”, recordó Cacho en una entrevista. Pero la transición no fue fácil. La gente no aceptó la nueva voz, se lo decían en la cara, lo abucheaban en los bailes, le gritaban: “Tomatela, loco, vos no sos de este palo”. Le llevó dos discos encontrar su lugar, convenciendo, uno a uno, a productores, músicos y público con perseverancia. Solo con el hit “Esa”, del disco Nadie quede sin bailar, pudo empezar a sentir verdadera aceptación.
Cada vez que Cacho subía a un escenario, arrastraba su historia: la del chico que supo aguantar el rechazo, la del hombre que volvió cuando nadie lo esperaba y la de una de las voces más queridas de la cumbia argentina. Hoy, los fanáticos siguen rodeándolo de mensajes y anhelos, esperando su recuperación y celebrando, una vez más, la resiliencia de un artista que nunca dejó de cantar. Mientras tanto, su futuro en Los Palmeras parece haberse cerrado para siempre.
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