“Mucha gente la conoce por sus logros. Sus novelas entraron en nuestros hogares y nos regalaron sonrisas. Sin embargo, muchas veces esas historias nacían de sus dolores más profundos. Hoy, Cris Morena nos presenta quién se esconde detrás del personaje, sus sueños, sus luces y sus sombras”.
La segunda invitada del ciclo A dónde vamos cuando soñamos es una de las mujeres más exitosas de nuestro país, conductora de Jugate Conmigo y creadora de, entre otras gemas juveniles, Casi Ángeles, Chiquititas, Floricienta, Rincón de Luz, Rebelde Way, Aliados y la que hoy la tiene ocupada: Margarita. En septiembre de 2010, el golpe más duro impactó en su vida: su hija Romina Yan falleció por muerte súbita. De sus inicios, sus dolores y sus sonrisas, habla en esta charla.
— Con vos me pasa un poco como con los padres. Un niño siente que los conoce y que existen a partir de su propia existencia. Cuando pensaba en toda tu carrera y todos tus trabajos, me encantaría conocer a María Cristina de Giácomi, porque Cris Morena nació después.
— Cris Morena fue un invento del productor de una serie que se llamaba Dulce fugitiva. Y la fugitiva era una tal Laura Morena. Yo no aparecía nunca, solo en los títulos. Por primera vez se habían hecho títulos en una serie, en Uruguay, con helicópteros y yo iba con un vestido blanco divino. Y la canción era brasilera, entonces decían “Esta chica debe ser brasilera”. Pero en la calle me pedían autógrafos. No había redes, no había nada. Y yo firmaba Laura Morena, claro. Lo más loco fue que la historia era de Gerardo Romano con una protagonista, pero la gente empezó a escribir a ATC diciendo que aparezca Laura. Él buscaba a esa actriz muy joven que se había ido y nadie la encontraba. En su búsqueda, como fotógrafo, se encontraba con el amor de su vida. Pero la gente empezó a decir “No, que encuentre a Laura”. Y tuvieron que hacerlos encontrar, tipo clip, en los bosques de Palermo: yo venía en un caballo blanco. Él también. No hablamos nunca. No me dejaron emitir sonido. Era el encuentro final con Laura Morena. Cuando termina, me dicen: “Bueno, ¿cómo te vas a llamar? Porque tu nombre, Cristina de Giacomi, es dificilísimo. Giacomi, dificilísimo. Yankelevich —ya estaba casada—, no te vas a poner.”
— ¿Ya estabas casada?
— Sí. Era chiquita y no solo estaba casada, sino que ya tenía a mis dos hijos. Entonces empecé a buscar nombres en la guía, tipo Foster. Y llegué al otro día y le dije: “Yo me voy a llamar con mi nombre”. Y me dijo: “No, vos te vas a llamar Laura Morena”. Yo firmaba autógrafos muchísimo. Y le respondí: “Por favor, déjame aunque sea mi nombre”. Y bueno, Cris Morena. Yo iba a un colegio de clase alta, con un nivel de gente totalmente pacata, amorosa pero especial. ¿Pero cómo te vas a llamar Cris Morena? ¡Pero qué grasada! Me decían. Pero en mi documento soy Cristina de Giacomi.
— ¿Quién fue María Cristina de Giácomi? Te quiero imaginar de niña…
— Fui la primera de la familia. Somos cuatro hermanos, vivíamos en Alcorta y Tagle, muy cerca de donde yo vivo ahora. Y era una época en la que todo se podía hacer. No existía la televisión todavía. Iba a jugar a la plaza. Por ejemplo, un día agarré a mi hermano y tenía un carrito lleno de juguetes, que para mí era enorme. Lo metí en el ascensor, en el 10º piso, toqué la planta baja y me fui a la plaza con mi hermano chiquitito de dos años. Hacía cosas salvajes. Mi abuela vivía abajo. Me acuerdo perfecto de que lo paré arriba del inodoro y le hice todo un vestido de papel higiénico. Gasté todos los papeles higiénicos que tenía mi abuela. Lo envolví como una momia. Casi me matan. Era medio loquita. Después, en el colegio, me aquieté mucho. Era la más chica de mi clase, entré a los cinco años en primer grado. Hablaba muy bien francés porque mi abuelo era francés. En francés, estaba dos años adelantada. Fui al colegio que ahora se llama San Martín de Tours, pero era Notre Dame de la Asunción. Imaginate las Damas de la Asunción, monjas religiosas francesas, súper top, pero con un nivel de crueldad grande, importante. Había que arrodillarse delante de ellas y que la pollera tocara el piso. Me puse elástico en la pollera. Cuando salía, me lo subía todo y me quedaba por acá.

— Obvio, ¿quién no hacía eso? Y teníamos amonestaciones.
— Ustedes se copiaron de mí. Vos sos mucho más chica. Tuve todas las amonestaciones. Me quedé libre. No me dieron el coso de recibida. Me recibí, obviamente. Era abanderadísima hasta tercer año de colegio. Después, con la vida, me di cuenta de que mi madre tuvo una cosa muy importante, de locura real. Se rebeló contra la religión, contra todo. Y me di cuenta, recién ahora de grande, que yo también me rebelé a esa misma edad. Y ahora agradezco todos los sufrimientos que pasé con mamá y que pasó ella con toda su locura, porque su locura me abrió un camino inmenso hacia la vida.
— ¿Tuviste siempre una buena relación con tu mamá?
— No, malísima, yo creía que era malísima. Y muy extraña, porque ella era muy controvertida. Un día venía y me pegaba. Otro día me decía “Cris, mi amor”. Ella tenía un problema... Esto creo que lo conté muy pocas veces. No sé por qué me llevaste a ese lugar. Ahora no está más mamá y estoy absolutamente reconciliada con ella. Por suerte encontró una pequeña cura a su enfermedad, el litio. Era un elemento que nunca se había usado. Y ella fue una de las primeras que lo tomó. A partir de los 45 años y hasta su muerte, tuvo una vida maravillosa. Logró estabilizarse. No fue más la brillante persona que yo conocí. Y creo que a mí me quedó la locura linda de ella. La parte de soñadora. Escribía. Era una loca, linda, bella. Y esa parte me quedó. Pero bueno, nada, pudo lograr una vida muy linda después, pero sufrimos mucho. Le doy muchísima importancia a la mente, cómo a veces nos hace hacer cosas increíblemente negativas o increíblemente positivas.
— Hablando de la mente, me encantaría hacer así con tu mente y abrirla para ver qué hay dentro.
— Un corazón grande como una casa.
— Me intriga saber si te acordás cuál fue tu primer cuento.
— Yo siempre fui muy rebelde. Y además, muy lectora y muy lectora de poesías. Soy amante de Pessoa. De varios. Me encanta la poesía. Me parece que alguien que no leyó poesía no puede componer, por ejemplo. Eso se lo digo a los chicos. La lectura es lo más importante, te abre mundos. Empecé a escribir sin darme cuenta. Canciones. Yo me había recibido de profesora de piano a los 15 años. Me mandaron desde los cinco años. El lugar era muy rígido, pero aprendí cosas extraordinarias. Empecé a escribir poemas, pero con música. Y ahí empezó mi historia, porque una amiga mía que se llama Silvana Di Lorenzo, que estaba en un programa que se llamaba Música en Libertad, que era un furor, cantaba muy bien y me dice: “Necesito algo de lo que escribís en tu cuaderno, me faltan dos canciones para un disco”. Y ahí empezó todo mi camino, con dos canciones que le entregué a Silvana Di Lorenzo, que es como si yo ahora se las diera a Zoe o a vos. Esas dos canciones fueron furor y empecé a componer. Ese fue mi primer cuento. Cómo contar en canciones la historia de mi vida, que tuvo como un norte proteger la infancia, porque a mí me costó mucho la infancia. Fue muy dura. Yo no me llevo muy bien con los adultos. Es rarísimo. Tampoco me llevo muy mal. Conozco adultos increíbles, pero me cuesta encontrar adultos íntegros. Tengo una conexión mucho más grande con los niños y con los jóvenes.
— ¿Estás muy conectada con tu Cris niña?
— Muy, cada vez más conectada.
— ¿Qué hacés para seguir conectada?
— No sé. Mi Cris niña amaba las flores. Y yo amo las flores y les hablo a la mañana. Les pongo música de frecuencias todo el día. Vos entrás, llegás a mi casa y hay música de frecuencias. Para mí la música era mi escape.

— ¿Cómo fue para tus papás cuando les dijiste ‘Me quiero dedicar a esto’?
— Nunca les dije eso. Me fui de mi casa. A los 15 años ya modelaba. La historia de mi madre era fatal. Estaba cuando me necesitaba. Pero ya no participaba de la historia de la familia. Y yo amo a la familia.
— ¿Cómo hiciste para ser madre y Cris Morena a la vez?
— Cuando fui madre no era Cris Morena. Yo fui madre muy joven y me dediqué ocho años a mis hijos, pero de cabeza. Tuve los dos partos naturales, a pesar de haber tenido una operación antes del parto de Romina, en el 7.º mes, de una especie de tumor benigno. Pero nadie sabía lo que era. No había ecografías, no había nada y quería ser una madre total. Mis hijos tomaron pecho hasta muy grandes. Son sanísimos. Yo nunca tuve fiebre en mi vida, por ejemplo, y mis hijos tampoco. Yo digo que el día que tenga fiebre, chau. Y me vas a hacer eso que haces.
— ¿Te preparo?
— Me vas a preparar y me vas a poner bella para que la gente pase y me dé un beso.
— Te dejo espléndida. Pero falta mucho tiempo para eso.
— Falta mucho tiempo. Pero nunca hablé de estas cosas con nadie. Es loquísimo. Se van a reír de mí, pero me tienen que creer chicos, estoy en una especie de común unión con el universo. Un momento de una plenitud y de una profundidad grandes, pero no de cosas esotéricas, de verdad me encanta hablar con las orquídeas que tengo en mi casa, hablar o tocarlas.
— ¿Cuál fue el proyecto que más placer te dio?
— Placer me dan todos, los vivo de una manera que no te lo puedo explicar. ¿Qué te puedo decir lo que fue Jugate, lo que fue Chiquititas, Verano del 98? No hay proyecto que no me haya dado placer. Por los actores, por las historias, por lo que pasaba, por lo que nos pasaba después en la gira, por conocer el mundo entero con ellos. Llevamos a Argentina al mundo. Es muy fuerte.
— ¿Y el más difícil?
— Aliados, claramente. Pero el más sanador. Fue como decir “si Romina está en algún lado, me está viendo, que está, está en otro plano, en el plano de los seres de luz”. Y en ese plano tengo que contar una historia donde esos seres de luz vienen a ayudarnos, a salvarnos, a amarnos. Contar que existe eso. Imagínense explicarle a los actores todo esto, a explicarle al autor que me decía: “¿Cómo escribo un ser de luz?” Y contar con una psicóloga que tenía toda la historia de los seres de luz, ¿no?
— ¿Usás psicólogos?
— No, no, esa fue la única vez, pero más que nada por Lea (Calderone), que lo escribió, que aparte fue lindísimo porque me dijo: “Yo te voy a esperar”. Tanto Lea como Peter (Lanzani). Yo corté cuando terminé Casi Ángeles porque no podía más y creí que me moría.

— Aliados era muy avanzado para la época.
— Casi Ángeles también, se hablaba de agujeros negros, de la teoría de las cuerdas, de los mundos que se entrelazaban. Me encanta eso. Soy muy distópica, lo que pasa es que no logro todavía hacer algo tan distópico. Bueno, Casi Ángeles cuando viajamos a otros mundos fue muy distópico. Margarita no tiene nada que ver con esos mundos.
— ¿Es mucho amor, no?
— Margarita es alegre. Hay un gran tema del proceso de identidad, porque ella no sabe quién es.
— ¿Quién sería Cris entre todos los personajes que hiciste?
— Me matas, no sé. Hoy estoy pensando en Margarita. Te diría Margarita porque me encanta, amo su alegría, amo su transparencia, amo su locura. Y yo tengo un poquito de todo eso, pero… Pero Belén Fraga (que interpretó su hija, Romina Yan en Chiquititas) fue un gran personaje. Yo soy asistente social, no me recibí por dos materias. En ese momento estaban los militares y cerraron todas las carreras de pensar y, entre ellas, asistencia social. Y ahí ya tuve mis hijos y ya no me recibí nunca. Pero Belén Fraga era asistente social.
— Hice mi investigación y les dije a mis amigas: ¿qué le preguntarían a Cris si la tuvieran adelante? ¿Por qué en todas tus historias siempre hay algún personaje huérfano?
— No me doy cuenta. Pero evidentemente yo sufrí tanto que necesito salvar a todos los niños del mundo del sufrimiento. Según los psicólogos, eso me pasa. Entonces no puedo ver sufrir a un niño. Ya cuando es joven trato de acompañarlo, pero cuando es niño me produce una sensación de tristeza enorme. No puedo creer la maldad con un niño.
— ¿Qué te llevaste de tu relación con Romina?
— Muchísimo aprendizaje. En un comienzo pensé que había mucha culpa mía porque Romina tenía un tema con la alimentación, que me lo echan en cara todo el tiempo, como si yo hubiera matado a mi hija, ¿no? Bueno, dicen que yo quiero toda gente flaca. Y justamente lo que estoy tratando es que en mis elencos la gente esté alimentada saludablemente. O sea, no estoy buscando a toda la gente flaca. No tengo que dar ninguna explicación de nada, pero un aprendizaje inmenso de lo que puede ser el dolor de otra persona que no puede pasar por arriba de esa angustia. Y de comprender lo que es la angustia de verse en un espejo y no verse como realmente es y tratar de ser otro. Y es tremendo. Eso es dolorosísimo.
— Debes estar orgullosa de muchas cosas en tu carrera profesional. ¿Pero a nivel personal, de qué estás más orgullosa?
— De mis hijos. Tengo unos nietos increíbles. Tengo una hija maravillosa que me acompaña con su presencia. ¿Viste que se habla de la presencia, de la ausencia? Cuánto más presente está en el corazón de alguien el que no está. O sea, mi hijo está todo el día conmigo. Trabajamos juntos y, sin embargo, Romina vive desde la mañana a la noche en mi corazón. Entonces está todo el tiempo presente.

— Más allá de lo que te pasó en tu vida personal, ¿en algún momento dijiste ‘no quiero hacer más esto’?
— Me pasó de no querer estar más en cámara. Terminó Jugate Conmigo y nunca más, porque estaba muy alejada de mi familia. Jugate fueron cinco años de locura, una maravillosa locura. Pero me alejé mucho de mi origen, de mis hijos. Quería estar cerca de Gustavo, de mis hijos. Y bueno, después, a los cinco años, me divorcié. Pasa. Terminaba a las cuatro de la mañana. A los cinco años dije “Bueno, hasta acá llegué”. Lloré muchísimo. No fue una decisión fácil dejar la cámara. Y vino Gustavo un día, a los cuatro o cinco meses de haber terminado el último Jugate y me dijo: “Cris, ¿te animas a producir Chiquititas?”. No estaba funcionando tan bien. Yo había hecho todas las canciones y el nombre también era mío. Mirá, siete años duró Chiquititas. Y se hizo en México, en Brasil la hacen por sexta vez. Terminaban los argentinos de grabar en un estudio, entraban 50 familias brasileras y había 50 familias mexicanas estudiando en Argentina durante un año entero. Entraban en el decorado que había dejado Chiquititas Argentina. Después se iban los brasileros, entraban los mexicanos y después volvían los argentinos a un decorado nuevo. Así estuve siete años. Creo que fue la experiencia más fuerte y alucinante que viví en mi vida.
— ¿Fue la serie más larga?
— Sí, Casi Ángeles duró cuatro años. Pero falleció Romina. Bueno, no falleció. Se fue a otro plano. Sí, está ahí. Está. Mira qué loco. La última temporada se llamó La Resistencia. Todo ese año mi alma supo perfectamente lo que iba a pasar. Yo la pasé muy mal ese año y me iba increíblemente bien. Fue la mejor temporada que hice. Fue alucinante. Tenía Spring Awakening (en el teatro), que era como una gloria, de ahí salió Fer Dente y todos los grandes actores que tenemos ahora y tenía Casi Ángeles con un éxito infernal. Y mi hija me echaba en cara que yo trabajaba mucho. No sabés lo que lloraba. Lloraba a escondidas. Y creo que mi alma ya sabía todo. Sí, pero no se lo contó a mi cabeza. Pero si supiéramos todo, sería demasiado cruel. El día que pasó lo de Romina, el capítulo que lo habíamos hecho nosotros se llamó El mundo llora la muerte de un inocente.
— ¿Qué?
— Si después vas para allá, vas a ver que está Romina y abajo dice Somos lo que soñamos y hay una alfombra que no es una alfombra. Yo transformé un mandala divino que nos mandó Romina el día anterior, a 22 personas, por mail. Romina estaba perfecta. Decía que era el mandala de la eternidad y que era maravilloso y que el mandala decía “He cumplido con mi proceso. Me voy hacia la luz. Gracias, Padre. Gracias, Madre. Tengo tantas cosas para contar”.
— Siento que las almas cuando se están por ir, ya lo saben.
— Yo siento que algunas, que profundizaron un poco más dentro de sí mismas, conocen más su alma y ya se empiezan a dar cuenta. Pero igual, el alma no te cuenta. Deja que te despiertes cuando llega el momento. Por eso hay que despertarse cuanto antes.
— Algunos no se despiertan nunca.
— Nunca de nunca. Y otros se despiertan desde pequeños. Tiene sus riesgos y sus consecuencias, que pueden ser muy dolorosas, porque ves el mundo desde otro lado. Por ahí te das cuenta más de las crueldades, de las injusticias. Eso te hace mucho más consciente de todo.
— Tengo una pregunta más. ¿Quién sería María Cristina de Giácomi sin Cris Morena?
— Tuve tantos problemas de dualidad en un momento crítico, no sabía bien quién era. Es que tenía varias personalidades. Era como “la señora de Yankelevich”. Cristina de Giacomi no hubiera podido sobrevivir sin Cris Morena. Cris Morena me salvó la vida. Era muy duro lo que estaba viviendo. Para María Cristina de Giacomi la vida era dura. Para Cris Morena, la vida era mágica y llena de sueños y de posibilidades.
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