Con una voz quebrada por la emoción, Gerardo Tato Young se detuvo a reflexionar a la salida de la sala velatoria sobre la figura de Jorge Lanata, uno de los nombres más emblemáticos del periodismo argentino. “El gran maestro de todos nosotros. Él fue nuestro guía, nuestra gran inspiración para todos, todos estos años”, declaró con una sinceridad que trasciende lo anecdótico y cala hondo en la memoria de quienes lo conocieron de cerca. Cabe recordar que Tato atravesó un episodio de salud complicado en este último tiempo, cuando hace unos meses tuvo un accidente cerebrovascular que lo tuvo varias semanas internado. Ya restablecido, el periodista se hizo presente para despedir a su colega.
“Todos en algún momento nos enojamos con el Gordo, pero lo admirábamos y lo queríamos mucho”, destacó. Tato evocó especialmente los últimos años de Lanata en la radio. Con un notable esfuerzo físico, el creador de programas como Periodismo para Todos se mantenía firme frente al micrófono. “El último tiempo en la radio fue verlo poner el corazón ahí para hacer el programa, para estar cerca de la gente. A él le gustaba mucho la gente. Él quería estar a la altura de la gente, del público, de su público”, contó Young, destacando una faceta de Lanata que iba más allá de su rol profesional: su profunda conexión con las personas que lo seguían.
La descripción es casi cinematográfica: un hombre que a pesar de los problemas de salud continuaba buscando la excelencia, exigiéndose lo imposible. “Era muy, muy impresionante ver cómo seguía a pesar de que todo le costaba obviamente mucho más”. Esa lucha constante, casi quijotesca, lo definía tanto como sus logros.
“Era un animal. Veía mejor que los demás”. Con estas palabras, Tato Young resumió el genio innato de Lanata, su capacidad para adelantarse a los hechos, para interpretar lo invisible, para construir relatos que iluminaban las zonas oscuras del poder.
El legado de Jorge Lanata, según estas palabras de Tato Young, no se mide solo por sus éxitos, sino por su capacidad para inspirar a generaciones enteras. Un periodista que, aún en los momentos más difíciles, dejó claro que la pasión por la verdad y la cercanía con su público eran el motor que lo impulsaba.
Y quedó también en claro la tarde de este martes, cuando el aire de la radio se llenó de una emoción palpable. Fue en el ciclo que el propio Lanata marcó con su impronta inigualable, cuando la voz del periodista, tomada de una despedida de fin de año en Periodismo para Todos (El Trece), resonó una vez más. Era un mensaje de gratitud, pero también de despedida, envuelto en la calidez reflexiva que siempre lo caracterizó.
“A veces paro un minuto y digo ‘gracias’. Bueno, ahora se lo quiero decir a todos ustedes. Gracias por esto”, comenzó diciendo Lanata. Era su forma de detener el tiempo y reconocer la conexión que había construido con su público, una relación forjada a base de verdad, ironía y valentía.
El periodista, que siempre desafió las estructuras con su estilo incisivo, no eligió una despedida tradicional. Su mensaje trascendió lo inmediato y tomó una forma casi poética: “Hoy no voy a apagar una luz, sino que voy a prender una vela”. Con estas palabras, dejó una imagen indeleble, la de una llama que permanece viva, iluminando incluso después de su ausencia.
En el punto culminante de su mensaje, citó una plegaria irlandesa que hizo vibrar a todos los que lo escucharon: “Que el camino venga a su encuentro, que el viento sople siempre a su espalda, que el sol le dé siempre en la cara, que la lluvia caiga lentamente en su campo, y hasta que volvamos a vernos que Dios lo tenga en la palma de su mano. Gracias”.
Con esta despedida, Lanata ofreció algo más que palabras: un símbolo de continuidad, de esperanza. Sus colegas y su audiencia, quienes lo acompañaron durante décadas, no solo recordarán su incisivo periodismo, sino también esta faceta humana y cercana que desbordaba autenticidad.