El mar mexicano fue testigo de una imagen que sacudió las redes y acalló cualquier rumor: Pampita y Martín Pepa juntos, serenos y felices. De espaldas, deslizándose sobre una tabla de stand up paddle, la modelo y el empresario parecen fusionarse con el horizonte. La postal, compartida por él en su cuenta de Instagram, llevaba tres símbolos elocuentes: la bandera de México, una llama de fuego y un árbol de Navidad.
Un mensaje cifrado, pero claro. La pasión no entiende de kilómetros ni calendarios y la pareja se las ingenia para seguir viviendo su amor. Y en el lenguaje propio de las redes, deja abierta la posibilidad a que la empresaria pase las fiestas lejos de su casa.
El viaje fue una sorpresa para muchos. Apenas una semana atrás, la también conductora había compartido las dificultades de mantener una relación a distancia. “Es mi primera vez en una relación así, lo dije. Vamos a ver con el tiempo cómo es, todavía no te podría contar”, confesó entonces, con la honestidad de quien enfrenta un desafío inédito. Aquel día también admitió que sería ella quien debería actualizar el pasaporte: “Seguramente viaje yo. Ya que él no puede venir, tendré que ir yo”. Y cumplió.
Pero para entender el presente de Pampita hay que mirar hacia atrás, hacia las tormentas recientes que la llevaron a renacer. Hace apenas unos meses, el anuncio de su separación con Roberto García Moritán sacudió el espectáculo. Un final abrupto, sin explicaciones, que dejó un reguero de preguntas sin respuesta. Los rumores, claro, no se hicieron esperar: se habló de infidelidades, tensiones irreconciliables y desgaste. Pampita, sin embargo, eligió la discreción. Silencio. Y en ese silencio comenzó a reconstruirse.
Tan cerrada esta historia de amor que en una entrevista con Ángel de Brito con LAM. lo relató con lujo de detalles: “No hay manera de pegar los pedazos. Esto está destruido para siempre. Me agarró en un momento de mi vida que no quiero esto para mí, estoy muy segura. Tal vez antes habría pensado distinto. En este momento de mi vida es algo que no quiero”, sentenció al dejar en claro que no está dispuesta a darle una segunda oportunidad al padre de su hija.
Sobre las razones de esta separación, aseguró: “La política no tuvo nada que ver y el dinero tampoco. Vamos a ser familia siempre, con respeto y amor. Ya estoy divorciada, conociendo a otra persona”.
Tras ello, la aparición de Martín Pepa, empresario y polista, fue la primera señal de un nuevo comienzo. A las pocas semanas del final con Moritán, los flashes empezaron a registrar a la modelo en distintos escenarios, siempre junto a él. Primero, en campos de polo, donde los caballos galopaban con la misma intensidad que los rumores; luego, en veladas nocturnas, en espacios emblemáticos como Gardiner y Tequila. En todas esas imágenes, la modelo exhibía algo más que su belleza habitual: irradiaba alegría, un estado que parecía gritarle al mundo su capacidad de seguir adelante.
El amor, sin embargo, puso a prueba su fuerza con una separación geográfica. La distancia de varios meses fue confirmada por la propia Pampita, quien relató con naturalidad los desafíos que se avecinaban. “No viene hasta abril, un montón. Así que bueno, ahí veremos cómo lo sorteamos”, admitió días atrás.
Y aunque las palabras dibujaron un panorama complejo, el gesto de Pepa desde México cambió el juego. La fotografía en la playa, ese instante de calma compartida, fue un mensaje que trascendió lo digital. Un recordatorio de que las distancias no siempre son definitivas y que, para Pampita, los desafíos del amor son solo nuevas oportunidades.
Desde el mar mexicano hasta los ecos de su vida en Buenos Aires, la historia de Carolina y Martín apenas comienza. Una historia que, como todas las de Pampita, promete pasión, intensidad y la constante capacidad de reinventarse.
Porque Pampita siempre vuelve. Y esta vez, lo hizo desde México.