La noche de este lunes, Silvina Escudero subió al escenario de Cantando 2024 con un gesto que denotaba más esfuerzo que alegría. Un dolor invisible pero omnipresente recorría su cuerpo, fruto de un cuadro que, desde hace días, la tiene a maltraer. La bailarina, conocida por su profesionalismo y dedicación, se presentó ante las cámaras con el alma en vilo y un físico desgastado. “Hasta hace media hora era un trapito”, reveló con honestidad brutal, maquillada y erguida como si los aplausos pudieran aliviar un poco las cargas que lleva consigo.
El fin de semana anterior había terminado en la guardia de un hospital. La escena, tan común para quienes dedican su vida al arte del cuerpo, esta vez tenía un tono más oscuro. Los síntomas eran claros: mareos persistentes, zumbidos en los oídos, la parestesia que adormece los brazos como si el cuerpo le pidiera tregua. “No sé si se me desacomodó una vértebra o qué, pero yo no podía más. Me explotaba la cabeza”, relató con la voz cansada y una mezcla de resignación y coraje. Aquella madrugada terminó inyectada, buscando alivio para lo que su disciplina de años había sembrado: una columna rígida, un sacrificio que el tiempo cobró con intereses.
“Yo toda esta semana que empecé los ensayos del teatro, vengo de mal en peor”, contó mientras desplegaba su verdad como quien desnuda cicatrices viejas. La confesión, sin embargo, no quedaba en lo físico. Porque el cuerpo puede sanar, pero hay dolores más profundos. Marcelo Polino, atento y preocupado al momento de brindarle su devolución luego de la performance, le preguntó si en medio de esta tormenta había recibido el llamado de su hermana Vanina Escudero, con quien mantiene una relación distante. “¿Tu hermana llamó frente a esa alarma? Uno se pelea con las parientes, pero cuando hay un accidente, una internación, uno llama, aunque esté peleado”, lanzó el jurado, poniendo en palabras una duda que pendía en el aire.
La respuesta de la morocha fue un silencio lleno de matices, seguido de una confesión apenas contenida: “Prefiero de Vani no hablar”. Con algo de tristeza, pero también con la firmeza de quien acepta que hay temas que mejor no tocar, agregó: “Supongo que entiendo toda mi frase de cabecera, ‘amo a mi hermana’, y eso va a seguir siendo así siempre. Hay momentos en la vida... La vida no es color de rosa”. Y entonces, con el aplomo que solo da la experiencia de los años, aclaró: “Nada de un plumazo puede bajar 40 años de vínculo”.
Las palabras de Silvina Escudero dibujan un mapa de su 2024: un año que ella misma definió como “horrible”. Un año donde el cuerpo le gritó, donde los afectos se tambalearon, donde incluso el carácter fuerte de la bailarina pareció quebrarse en las fisuras que la vida impone. Sin embargo, entre líneas, se adivina la esperanza que aún se aferra. “También trato de no quedarme con todo lo malo”, reflexionó, y se permitió ser agradecida: “Gozamos de salud, mi familia goza de salud, tengo trabajo, y eso es lo que uno agradece”.
De fondo, mientras los focos del estudio se apagaban, quedaba una imagen nítida: la de una mujer en pie, a pesar de todo. Una bailarina que, como tantas veces en el escenario, disimula el dolor para continuar el show. Pero esta vez no hay piruetas ni saltos que alivien.
Al comienzo de ese lunes habría grabado un video para relatar a sus seguidores el momento que estaba pasando: “Tuve una noche difícil. Dormí como pude. Creo que tengo tres horas de sueño encima, pero estoy bien. Y les agradezco a todos sus mensajes, que son lo más. Venimos de una semanita difícil, ¿no? Bueno, un mes, un año difícil. Muchas cosas ya saben, otras no. Podría contárselas, ¿por qué no? Para empaquetar el año y decirle ‘besote, chau’. Igual aferrándonos a lo positivo y al agradecimiento. Sí, un mal año. Pero acá estamos. Los quiero. Me tengo que ir a grabar, así que hoy me voy a tomar el día con toda la tranquilidad del mundo”