Esa noche del 4 de diciembre de 2009 quedará grabada en la memoria colectiva como uno de los momentos más trascendentes de la música argentina. Luis Alberto Spinetta ofreció en el estadio de Vélez Sársfield un espectáculo que iba más allá de un concierto: una celebración de cinco horas y más de cuatro décadas de historia musical. Ante 40 mil almas, el músico reunió a integrantes originales de sus legendarias bandas: Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade, Los Socios del Desierto, y recorrió también su etapa como solista con músicos invitados. El show, bautizado con la mística de Las Bandas Eternas, no fue solo un recital, sino un rito cargado de nostalgia, sorpresa y emociones profundas.
El Flaco preparó este espectáculo durante meses en las salas del Saldías Polo Cultural, donde ensayó junto a la multitud de músicos que lo acompañarían. Allí, en la intimidad, la magia se gestó. Ahora, a 15 años de aquel hito, estos ensayos han sido publicados oficialmente por primera vez, permitiendo a sus seguidores revivir la creación del espectáculo. Así, se pueden ver momentos como el emotivo abrazo con Fito Páez o la complicidad rabiosa con David Lebón, en la previa de lo que sería ese show histórico.
El 4 de diciembre de 2010, exactamente un año después del concierto, se editó Spinetta y Las Bandas Eternas, una edición de lujo que incluía tres CD, tres DVD y dos libros de fotos. Esta caja, que se convirtió en un tesoro codiciado para coleccionistas, no solo inmortalizó el evento, sino que lo consagró como un monumento en la discografía del rock argentino. Ahora, en el marco del 15º aniversario de la edición física, todo el material será editado por primera vez en vinilo. Será una edición especial con acetato de 180 gramos, un gesto que asegura que el legado del Flaco siga siendo tangible y eterno.
Esa noche, a las 21:40, el Flaco subió al escenario y, con los acordes de “Mi elemento”, comenzó una velada que desafió el tiempo. Cuarenta años de música fueron condensados en una performance de casi seis horas y 52 canciones. En cada acorde, Spinetta narraba su historia: desde las raíces de Almendra hasta la potencia experimental de Los Socios del Desierto, pasando por la sutileza de Invisible, la sofisticación de Jade y las joyas de su etapa solista.
El anuncio del concierto prometía lo extraordinario: todas sus bandas en una sola noche. Pero el despliegue superó cualquier expectativa. En el escenario se dieron cita no solo los miembros originales de sus grupos, sino también figuras legendarias como Charly García, Gustavo Cerati, Fito Páez, Ricardo Mollo y Juanse. Cada aparición fue un golpe al corazón del público, una ovación interminable que resonaba como un eco eterno.
El repertorio de aquella noche no solo se limitó a sus propias composiciones. Spinetta homenajeó a sus héroes musicales. En una versión emotiva de “Necesito un amor”, sus hijos, Dante y Valentino, lo acompañaron para rendir tributo a Javier Martínez. “El Rey Lloró”, de Lito Nebbia, y “Adónde está la libertad”, de Pappo, cobraron nueva vida en su voz. Incluso compartió el micrófono con los autores de los temas: Fito Páez para “Las cosas tienen movimiento”, Gustavo Cerati para una desgarradora “Té para tres”, y Charly García para la icónica “Rezo por vos”. Fue una noche de homenajes, pero también de comunión y memoria.
El concierto desplegó una lógica narrativa única. Comenzó con Los Socios del Desierto, banda en la que Javier Malosetti reemplazó al fallecido Tuerto Wirtz. Luego siguió un viaje inverso en el tiempo: Invisible, con su fusión perfecta de jazz y rock; Pescado Rabioso, crudo y visceral; y finalmente, Almendra, con su misticismo poético intacto.
Los temas de Spinetta Jade sonaron en la primera parte de la noche, completando un recorrido por la totalidad de su obra. En un cierre profundamente emotivo, Ricardo Mollo se unió para interpretar “8 de octubre”, una canción dedicada a los jóvenes fallecidos en la tragedia del colegio Ecos, una causa que Spinetta abrazó como propia. La madrugada avanzó y, cuando el reloj marcó las 3:30, Spinetta se despidió con los últimos acordes de “No te alejes tanto de mí”. El público, exhausto y extasiado, comprendió que había sido parte de un momento único, que con el tiempo reconfiguró como una despedida, con la más maravillosa música resonando en sus oídos.