La primera noche en la casa de Gran Hermano no fue precisamente tranquila para Petrona Jerez, la tucumana que, con una mezcla de candor y valentía, confesó su condición de sonámbula al grupo. Pero si alguien esperaba que su confesión se diluyera en la convivencia, pronto descubrió que sería un eje de tensión en la dinámica del dormitorio femenino.
Desde el inicio, la mujer optó por la cama más retirada del cuarto, casi como un intento premonitorio de evitar incidentes. Sin embargo, no fue su sonambulismo lo que detonó las primeras molestias, sino sus ronquidos, que irrumpieron en el silencio nocturno como un tamborileo constante. En un intento por hallar alivio, Delfina de Lellis y Martina Pereyra acudieron al confesionario para pedir tapones para los oídos. Pero Gran Hermano, implacable en su objetivo de fomentar la convivencia, rechazó la solicitud.
“Nos tenemos que acostumbrar”, fue el dictamen implícito. Y así fue como la noche avanzó, aunque el sueño profundo quedó fuera del alcance de varias participantes. La madrugada trajo consigo el verdadero rostro del sonambulismo de Petrona. En algún punto, entre el sueño y la vigilia, se levantó y comenzó a golpear las puertas del armario. El sonido seco y repetitivo rompió el sueño de sus compañeras, quienes, entre sobresaltos y gritos, huyeron del cuarto. “¡Es sonámbula!”, vociferaron mientras abandonaban la habitación.
Por la mañana, ajena a los estragos de la noche anterior, preguntó a sus compañeras si habían dormido bien. “Hubo ronquidos”, le contestaron. La tucumana, con una mezcla de resignación y pesar, se disculpó y murmuró entre suspiros, como si cargar con esa responsabilidad fuera el precio de su permanencia en la casa.
El punto de quiebre llegó cuando las quejas veladas se transformaron en comentarios más abiertos. Chiara Mancuso, en un intento por mediar, habló con firmeza pero sin perder la empatía: “Hay una realidad. Si ella ronca o es sonámbula, igual estamos conviviendo y nos vamos a tener que acostumbrar. Probemos hoy, quizás el cansancio nos haga dormir mejor”.
Ese gesto conciliador fue suficiente para que la participante señalada rompiera en llanto. Sentada en una de las camas, su silencio se quebró en lágrimas. Fue un momento de vulnerabilidad que transformó el ambiente del cuarto. Una de las participantes, con tono maternal, exclamó: “Nooooo, Petro, no llores”. Otra añadió: “No lo hacés a propósito”, mientras que una tercera intentó inyectar humor: “Petro, sos meme seguramente en todos lados”.
En ese instante, las tensiones parecieron diluirse en abrazos y sonrisas forzadas. Las mujeres cerraron filas alrededor de Petrona, entendiendo que la convivencia exige, en ocasiones, un aprendizaje a marchas forzadas.
La anécdota de la primera noche no solo puso de manifiesto la complejidad de convivir con personas desconocidas, sino también las sutilezas de las primeras alianzas y enfrentamientos dentro de la casa. Mientras el público comenta en redes sociales, y seguramente transforma a Petrona en una figura viral, dentro del juego los participantes comienzan a entretejer estrategias, emociones y tolerancias.
Al final del día, lo que parecía ser un conflicto inicial podría ser, paradójicamente, el catalizador de un vínculo más fuerte entre las integrantes del cuarto. Pero, ¿será suficiente para mantener la armonía en una casa diseñada para la confrontación? El tiempo lo dirá. Por ahora, Petrona Jerez, con su mezcla de vulnerabilidad y autenticidad, se convirtió en uno de los ejes emocionales de esta edición de Gran Hermano.
Pero incluso desde antes de la vuelta del ciclo a la pantalla, la mujer de 53 años ya había cumplido uno de sus sueños gracias al confesionario móvil, la modalidad de casting que implementaron para esta nueva edición. Esta consistía en un motorhome que fue recorriendo distintos puntos del país y de Uruguay con el objetivo de encontrar nuevas personalidades y darle la oportunidad a todo el mundo. La entrevista de Petrona minutos antes de ingresar al móvil fue parte del ciclo A la Barbarossa (Telefe), cuando la mujer habló con Robertito Funes y Manzana, el exparticipante elegido para ir a Tucumán. “Voy a mostrarme tal como soy. Sueño con entrar a la casa de Gran Hermano”, comenzó diciendo la tucumana en su mano a mano con Robertito, mientras Georgina Barbarossa desde el estudio se declaraba su fan.
“Estudié teatro, desde los ocho años hasta los quince”, reveló acerca de su pasado artístico. Con la intención de conocerla un poco más, el movilero le preguntó acerca de su vida personal y con total soltura, Jerez respondió: “Estoy casada, tengo una hija que se llama Emi. Mi marido no sabe que me anoté”. Esto generó la risa de los panelistas del programa, por lo que dio más detalles de su relación: “Se llama Jorge, es cocinero, estamos juntos hace 27 años y lo quiero como el primer día”.