La vida de César Scicchitano Tagle está atravesada por la espiritualidad y por la música. En lo eclesiástico es conocido como el Padre César. Pero en ámbitos más nocturnos responde al mote del Cura Rockero. Sin embargo, para él no hay distinción entre estas facetas. De hecho, una cosa llevó a la otra. Después de haberse instruido en un conservatorio que quedaba en el barrio porteño de Liniers y de agruparse en diversas bandas, armó un dúo de pianos que, un día a comienzos de los años 80, participó de un recital a beneficio de inundados, organizado en el Santuario San Ramón Nonato.
“Me copó tanto el laburo que hacían los curas que yo, internamente, dije: ‘Tengo que ser cura, loco’. Venía de no creer en nada, era re callejero: de adolescente levantaba quinielas, vendía cosas de contrabando... Mi vida era la de un tipo de la calle. A partir de eso empecé a hablar con un cura y a los dos años, cuando tenía 22, entré al seminario. Ahí decidí interrumpir algo que a mí me hacía mucho bien, que era la música. Ahí se cambió el plan”, le cuenta César a Teleshow.
Casualidad o no, Cambio de Planes es como se llama el nuevo álbum que acaba de editar a través de Sony Music Argentina y al que le dio forma en compañía de sus amigos más rockeros: con la producción general del célebre baterista Gustavo Bolsa González, Juanse, Rolo Sartorio (La Beriso), Piti Fernández (Las Pastillas del Abuelo), Daniel Melingo y Barby Blues aportan voces y carismas en cada uno de los temas. La apertura del disco es con Pity Álvarez quien vuelve a reaparecer en la rotunda “Falopero”.
“Cada canción fue tomando la forma para el intérprete que fue llegando. Un día estábamos en el estudio haciendo la preproducción del tema ‘Ave de paso’ y Pity estaba conmigo. Cuando escuchó la parte del tango me dijo: ‘Eso es para Melingo, ya lo vamos a buscar’. Y a la semana aparece Melingo en mi celular, diciéndome que lo estaba buscando a Pity. Y así se dio: vino a mi casa, comimos unos pollos a la parrilla, y en el medio de ese asado, Cristian le dijo que yo estaba grabando un disco. Al toque, Daniel se prendió. Un maestro. Después, con Bolsa, cuando estábamos armando el tema ‘Me quedé sin tu amor’, me dijo: ‘Este es para que lo cante Rolo’. Con la ranchera (‘Diván’), nos parecía que iba la voz de Piti de Las Pastillas. En el rocanrol al mango (‘Historias’), sí o sí encajaba Juanse. En ‘Hora de elaborar el duelo’, apareció Barby Blues, que para mi es sagrado como canta esa mujer, es una elegida. Y así se fue conformando esta grilla de canciones, que las escribí en los últimos cuatro años y que vienen de experiencias propias, ajenas, de la vida misma”, resume César sobre esta ecléctica colección de canciones.
—¿Cuándo te empezó a gustar hacer música?
—De chiquito, en las fiestas, agarraba una pila como si fuera un micrófono y cantaba. Tenía 4 años, 5. De más grande, tenía muchas ganas de tocar un instrumento. Como era muy vago, mi vieja me decía que si tocaba el piano o lo que fuera, no iba a terminar el estudio. Cuando tenía 15, 16 años, había una chica que me recopaba y no me daba bola. Eso me angustiaba mucho. Un día me quedé solo en mi casa y ahí estaba el piano que tocaba mi madre y mi abuelo. No sé por qué levanté la tapa y me puse a jugar con una mano, con dos y de golpe me salió de oído la melodía de “A los jóvenes de ayer” (Serú Girán). Eso fue un sábado. El lunes volví al colegio y le dije a unos compañeros que tocaban: “Muchachos, hay que armar una banda”. ¡Yo no sabía ni un acorde! (risas). Uno de ellos me llevó a un conservatorio y a las dos o tres semanas de aprender acordes, ya escribía canciones mías, con melodía, letra. Así fue como armamos la primera bandita. Después tuve dúos, otras bandas más...
—Y la música te llevó a la Iglesia. ¿Cómo fue unir ambas?
—En el último año del seminario, un día apareció un cura que me preguntó: “¿Vos antes tenías el pelo largo y usabas ropa de cuero?”. “Sí”, le respondí. Y me dijo: “Yo te hice las luces en un recital”. Se acordaba el tipo y le dije que había dejado de hacer música porque ahí no daba, pero él me replicó que Dios me había dado un don que no me podía guardar. Me conectó con el padre (Jesús) Segade, que era el arreglador de la “Misa Criolla”. Este cura fue un oasis para mí en la vida adentro de la Iglesia: me mandó a estudiar piano, me llevó al coro de él a cantar gregoriano, a hacer obras polifónicas de Mozart, de Bach, de Brahms, de Kodaly. Después me pasé a una parroquia, que es en la que estoy hoy en día, Sacratísimo Corazón de Jesús en Villa Luro. Un día, trajo las ofrendas el Negro García López con su hija Macarena, que iba a tomar la comunión. Nos pusimos a hablar y me dijo: “Te voy a producir un disco”. Lo grabamos pero nunca lo edité. Ya lo voy a hacer, lo tengo en cinta... Pero a partir de ahí fui dejando de a poquito el coro polifónico, fui volviendo a ese adoquín y al asfalto que había dejado cuando entré al seminario. Y seguí haciendo canciones, discos. También me empezaron a encargar muchos laburos en la Iglesia: villancicos para fin de año, para Navidad, himnos a distintas advocaciones de la Virgen, de Santos...
—Entre todas esas canciones tenés una que editaste en el año 2011 que se llama “Yo quiero un Papa latinoamericano” y que predijo a Francisco. ¿Cómo se te ocurrió?
—Me parecía que la Iglesia es mucho más que Europa. Y que en África hay una espiritualidad increíble, en Asia lo mismo, en América ni hablar... Yo soy de acá, entonces pensaba: “¿Por qué no un Papa Latinoamericano?”. Me acuerdo que cuando la saqué, algunos me miraron de costado, mal. Dentro de la Iglesia, además de cantar que “Jesús es bueno”, también hay que decir las cosas que uno cree que hay que cambiar. Cuando lo eligen al actual Papa, yo estaba en mi casa con un amigo. Cuando vimos la fumata blanca y que era (Jorge) Bergoglio, nos abrazamos, nos emocionamos... Y al rato me empezaron a llamar de todo el mundo, diciéndome que había hecho una gran premonición. Pero simplemente es una canción que escribí, un deseo que gracias a Dios se cumplió y con este hombre, que para mí es un capo.
—¿Sabés si Francisco escuchó la canción?
—Un día le llevé ese disco, pero él escuchaba música en casette, no tenía para cds. Me acuerdo que cuando lo hicieron cardenal, me llamó para decirme que tenía algo para regalarme. Era una caja llena de cds. “Estas monjas en vez de darme guita para los pobres, me regalaron esto. Y me parece que sos la persona para recibirlo”, me dijo. Había discos de Stevie Wonder, de Ray Charles, Tony Bennett, Edith Piaf... Entonces me pidió: “Te agradecería mucho si los de Edith Piaf me los podés grabar en casette”. Obviamente se los grabé y se los llevé.
—Tuviste relación con Bergoglio, entonces.
—Sí, claro. También me encargó canciones. Una, por ejemplo, dedicada a las prostitutas, con la mirada de Jesús. Una mirada de amor, humana, sobre ese oficio. Después, ya siendo Papa, me encargó otra a través de Gustavo Vera, de La Alameda, que se llama “La moto y la catedral”: habla de que cuando el mundo creyente y el no creyente se unen desde un lugar lindo, se pueden construir muchas cosas. Hoy por hoy, él tiene otro laburo y su misión conmigo ya la cumplió.
“Falopero” y su relación con Pity Álvarez
“Dicen que sos un falopero, que vivís al pedo, que no merecés otra oportunidad”, entona César entre las teclas de un piano y un dibujo blusero de una guitarra eléctrica. “Dicen que viajás colocado, que estás hasta las manos y que no podés vivir en libertad”, sigue. Después entra la batería y, entre los tambores, surge la voz de Pity, quien se hace cargo de la primera persona: “Dicen que soy un falopero y que vivo al pedo y que no merezco otra oportunidad / Dicen que viajo colocado, que estoy hasta las manos y que no puedo vivir en libertad”.
“En principio lo iba a hacer con alguien que a Cristian le gustara. Él tiene muchos amigos que siempre me preguntan por él. Cuando le conté que quería hacer este tema en homenaje a él, me preguntó si lo tenía. Buscó un radiograbador, lo escuchó y me dijo: ‘Esto lo tenés que grabar conmigo. Cuando yo pueda, lo hacemos’. La canción esperó ahí hasta que él pudo grabar. Y fue en el estudio que tengo en mi casa”, cuenta hoy César, quien antes le había mostrado el demo de la canción a Gustavo Cordera y a Damián Amato -presidente de Sony Music Argentina-, y ambos coincidieron: “Es para que lo cante Pity”.
“La letra surge cuando empezaron a decir muchas cosas de Cristian. También, yo escuchaba a gente en la calle que decía: ‘Estos faloperos no sirven para una mierda, estos tipos tienen que estar en cana’. Toda esa estigmatización hacia el falopero, la falopera, me duele. Y la herramienta que tengo en la vida es la pluma para escribir y el piano para acompañar lo que canto”, cuenta. En el estribillo, sus voces se funden: “Dicen y dijeron, dicen y dirán / Sabios ignorantes, solo saben condenar”.
Esta es otra de las canciones que marcan la reaparición musical de Álvarez, mientras sigue con su rehabilitación ordenada por la Justicia luego de que en julio de 2018 quedara preso tras dispararle a Cristian Díaz, muerto en el acto. Primero estuvo en el pabellón psiquiátrico de la cárcel de Ezeiza y después cumplió una domiciliaria con tobillera electrónica. Esto fue revocado en marzo de 2023 por los jueces Juan Ramos Padilla, Gustavo Goerner y Hugo Navarro, quienes suspendieron el debate oral al considerar que no se encuentra en condiciones psíquicas de afrontar el proceso. Los magistrados además ordenaron a que sea sometido a informes trimestrales para conocer la evolución de su estado de salud y establecer si, en algún momento, está en condiciones de ser juzgado por el delito de homicidio simple.
—¿Le mostraste el tema cuando estuvo preso?
—No, él estaba en una granja de recuperación de adicciones. Yo lo iba a visitar siempre. Y ahí le comenté que tenía esta canción. Lo que menos me imaginé es que me iba a decir que la grabara con él. Yo no suelo pedir para mí, más cuando hay una relación tan estrecha. Cuando salió de ahí, estuvo en mi casa viviendo conmigo. En esa época lo grabamos. Yo había pensado que él me iba a decir que lo grabara con Andrés Calamaro, Fito (Páez), Juanse... Pero no, la escuchó y se propuso. “Falopero” es una canción de amor, una canción que comprende, que no intenta juzgar. Al contrario, intenta quedarse al lado de la fragilidad de la persona. Lo más fácil es sacarte el drama de encima. Más en esta época de espiritualidad de cotillón, donde solamente valés vos y que al otro lo parta un rayo. Está todo bien con eso, pero el rock & roll tiene otra espiritualidad.
—¿Cómo lo conociste a Pity?
—Fue en El Condado, tocaba el Negro García López. Esa noche hubo varios invitados, como Willy (Piancioli) de Los Tipitos y Pity. Cuando terminó el show, voy a saludarlo al Negro al camarín. Y ahí me lo presenta. Aproveché para decirle que con mi banda hacía un tema de él, “Está saliendo el sol”. Entonces me miró con esa mirada tierna que tiene, de buen tipo, y me dijo: “Mirá, yo no sé si creemos en el mismo Dios, pero para mí Dios es el que me ilumina, y es el sol”. Yo le dije: “Para mí también es el que me ilumina”. Charlamos un poco más, después nos despedimos. Un par de años después, volví a ver a Mariángeles (Giovanonne), con quién tuvo a su hija Blondie. La conocía a ella de adolescente, del colegio al que iba en Villa Luro. Y me comenta que estaba en pareja con Pity. Así que le mandé un saludo y ella me dice: “Te anda buscando hace tiempo a vos y no te podía encontrar en ningún lado. Quiere que seas telonero de él en Argentinos Juniors”. Al final, ese show no se hizo, pero después vinieron algunas internaciones suya en las que me acerqué. Estuvimos muy juntos. Una Navidad la pasamos él y yo, nada más. No quería ver a nadie, pero aparecí y me abrió la puerta. Siempre charlamos de cosas muy profundas. Es muy profundo, no es un shopping de cabeza. Un adelantado, es un tipo que está adelante de las cosas. Yo aprendo muchísimo de él. Desde hace varios años nuestra relación se ha estrechado mucho y contamos el uno para el otro, siempre.
—Sos una de las personas de confianza de él, justamente de una persona que no estila a confiar mucho en cualquiera...
—Soy alguien que lo quiere mucho, sé que él me quiere y, por supuesto, sé que confía en mí. Pero nunca me creería más que nadie. Al contrario, estoy ahí y él sabe que estoy. Si pasan dos o tres días que no nos vemos, me llama por teléfono. O me manda cosas lindas de espiritualidad. Es muy linda la relación con él. Él es un niño con un DNI de 52 años. Eso es Cristian, un niño evolucionado.
—Alguna vez me dijo que se siente un “niño índigo”. Y que su hija Blondie también lo es.
—Un día tuvo un accidente en la autopista y la nena estaba en el jardín. Ella no había escuchado nada, pero de repente le dijo a la maestra: “Mi papá tuvo un accidente”. Así le salió. Esa es la conexión que tienen. Por eso, la conexión no es física en la vida. Y eso es lo lindo cuando hablamos con él, que hay todo un mundo que no vemos, que es más real que este mundo que vemos. Eso es la interioridad, la espiritualidad. Las almas y los espíritus nos percibimos mutuamente. Cuando vos conectás desde una interioridad, es mucho más que verte físicamente. Igual, la otra vuelta nos juntamos porque teníamos ganas de ver la pelea de (Mike) Tyson. Tenemos una relación muy linda, donde ninguno es esclavo de nadie y en la que él, también, al cantar “Falopero”, me dio una gran mano. Siempre me dijo: “Tenés canciones muy lindas, te quiero ayudar para que se escuche lo tuyo”.
—¿Creés que tiene una oportunidad para reencaminar su recorrido musical después del asesinato de Cristian Díaz?
—Al margen de Cristian, todo ser humano merece una segunda oportunidad, sobre todo cuando es alguien que no se dedica a lo peor de la vida. Quedó en libertad Robledo Puch, que mató a no sé cuántas personas y que está preso hace cincuenta años (N. del E.: en rigor de verdad“El ángel de la muerte” podrá acceder a un régimen abierto de detención que solicitó su defensa y cumplirá en un ámbito especial de la Unidad N°25 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) una vez que se libere una vacante). Hay momentos en que la vida nos puede encontrar en una situación fatal a todos: a vos, a mí, al Papa, a cualquiera. Las personas que condenan, en el fondo, no lo condenan a él: están condenadas en sí mismas porque no se dan la oportunidad de nada en la vida. El amor de Cristo abrazó mi vida. Y Cristo murió diciendo: “Perdonalos porque son ignorantes, no saben lo que hacen”. Tener una cruz en el pecho y condenar gente, es incongruente. Hubo un traspié, es verdad, y no es: “Doy vuelta a la página y ya está”. No, por supuesto que eso está, es muy doloroso y hay que ser realista con eso. Pero también es verdad que la vida sigue andando. Mientras yo no baile sobre la tumba de nadie, la segunda oportunidad me la merezco. Y más una persona que esté arrepentida, con ganas de modificar cosas.
—Por lo que decís, entiendo que está arrepentido de lo que pasó.
—Eso lo tendrá que decir Pity el día en que hable con los periodistas. No quiero ser portavoz de Cristian ni de nadie que no me lo pida. Es una persona muy inteligente y en el momento que tenga que hablar, hablará él. Él está ajustado a derecho, no se escapa de nada. No es que anda de joda, de juerga por ningún lado, al contrario. Y eso también tiene un mérito en una persona. Por eso, y no sólo con él, soy muy cuidadoso de hablar de nadie. Será que muchos años de mi vida me la pasé hablando al pedo que hoy me doy cuenta de que no puedo perder tiempo en eso.