En el corazón de Praga, entre calles adoquinadas y fachadas góticas que parecen narrar siglos de historia, Eva Bargiela y Gianluca Simeone se dejaron ver como dos almas que encontraron refugio mutuo en un año marcado por la adversidad. La pareja, cuya relación comenzó en un giro inesperado durante una noche de cumpleaños, eligió este destino para reconectarse tras tres meses de distancia y desafíos personales.
En la ciudad de las cien torres, el reloj astronómico medieval cobró vida ante sus ojos, como un símbolo del tiempo que compartieron y el que aún los espera. Caminaron por el majestuoso Castillo de Praga, una fortaleza que domina la ciudad desde sus alturas, y quedaron maravillados por la icónica Casa Danzante, una obra maestra de la arquitectura moderna que, como ellos, desafía los moldes tradicionales.
Pero no todo es celebración. Eva aún transita el duelo por la pérdida de su madre, Viviana, fallecida el pasado 7 de octubre. Para despedirla, la modelo utilizó unas sentidas palabras: “Nunca creí estar escribiendo esto. El dolor es tan profundo que no existen las palabras para describirlo. El 7 de octubre fue el día más terrible de mi vida. No digo el más triste, porque cada día que va pasando es un poco más triste que el anterior. Cada día que va pasando duele un poquito más. Cada día que va pasando lo que parecía una pesadilla se empieza a volver realidad”.
En otro de los párrafos expresó: “Probablemente mi vida nunca vuelva a ser igual. Porque se fue la persona que le ponía alegría y amor a todo. La que dejaba de lado cualquier cosa con tal de vernos felices. La que estaba en cada detalle, en cada momento, disponible 24 horas al día, 7 días a la semana. Pero no solo para nosotros, sino también para sus amigos, compañeros de trabajo, pacientes e incluso desconocidos. Cualquier persona que necesitara una mano, ella estaba ahí, dispuesta a darle las dos”.
Bargiela pudo escribir parte de todo lo que era su mamá para la familia y los amigos: “La persona más noble que existió en esta tierra, la del amor incondicional. La que me enseñó a luchar por mis derechos y defender y respetar los de los demás. La que me enseñó a ser solidaria y pensar siempre en el otro. La que me enseñó a ser fiel a mis principios. La que me enseñó a nunca bajar los brazos más allá de las adversidades. La que junto a papá me enseñaron el valor de la familia, del amor y la lealtad. Todavía no puedo creer que esto haya pasado. Que esto sea verdad. Pero prometo dar lo mejor de mí para poder estar bien y honrar a lo que dedicaste tu vida: hacernos felices a papá, Mavi, Lupe y a mí. Te voy a extrañar infinito Vivianita. Por favor guíame desde donde estés. Mandame fuerza que no va a ser fácil. Te voy a necesitar todos los días a cada minuto. Prometo hacer todo para que estés orgullosa de mí. Todos dicen que la vida sigue, pero yo no sé cómo se hace sin vos”, concluyó visiblemente angustiada.
A pesar del dolor, comenzó a reconstruir su vida, apoyada por Gian, quien desde España mostró un gesto conmovedor de amor y solidaridad: el Día de la Madre, tras anotar un gol para el Rayo Majadahonda, exhibió una camiseta con el mensaje “Nunca te olvidaremos Viviana. QEPD”, un tributo que resonó más allá de las gradas.
“Gracias por llegar a mi vida”, escribió Bargiela, días antes de su reencuentro, en un posteo que acompañó con fotografías inéditas de la pareja. Las imágenes capturaban momentos de complicidad en distintas ciudades, reflejo de un vínculo que, aunque reciente, parece haberse forjado con intensidad.
La historia de su encuentro, como ella misma relató en Socios del espectáculo, fue tan espontánea como significativa: “Nos conocimos de casualidad y pegamos buena onda. Nada más. Fue en mi cumpleaños, en un boliche. Él vive afuera, dejamos de estar en contacto, y después volvimos a hablar”. Su sinceridad y naturalidad desarmaron cualquier especulación sobre el romance: “Es algo nuevo, realmente. No es que se estaba escondiendo ni nada. Entiendo que todos hablen, pero tiran buena onda, y eso se agradece”.
En Praga, entre castillos y callejuelas, Eva y Gian encontraron un espacio para su propia danza, lejos de las miradas indiscretas. El viaje no solo fue una escapada romántica, sino también un respiro necesario en un año que los ha puesto a prueba. Un recordatorio de que, incluso tras las pérdidas más profundas, el amor puede florecer.