En el marco del programa La Noche Perfecta, conducido por Sebastián Wainraich y transmitido por Canal 13, el reconocido actor chileno Benjamín Vicuña revivió una curiosa anécdota que retrata con sutileza las barreras culturales y los malentendidos que surgen al cruzar fronteras. Su relato, cargado de humor y una pizca de melancolía, ofrece una ventana a sus primeros días en la Argentina, cuando su ilusión por integrarse a la escena artística local chocó con un detalle inesperado: el significado de las calificaciones.
“Yo vine acá, a este país, humildemente, con una maletita de ilusiones y sueños”, comenzó diciendo, con la nostalgia apenas perceptible en su voz. Con la frescura del recién llegado, y el entusiasmo propio de quien busca construir un futuro, el intérprete no escatimó en esfuerzos para relacionarse con sus colegas argentinos. “Mis compañeros me invitaban al teatro: ‘che, venime a ver el fin de semana’. Y yo iba, por supuesto, con mucha gana”, recordó con una sonrisa que ya anticipaba el giro cómico de su relato.
El problema no estaba en el fervor con el que aplaudía las obras ni en su intención de felicitar a los artistas. El nudo del malentendido surgió en los camarines, ese santuario íntimo donde los actores celebran su trabajo y se retroalimentan con las palabras de quienes los vieron instantes antes en escena: “Yo aplaudía de pie y luego pedía, porque quería hacerme amigo de mis compañeritos, bajar a camarines a saludar. ‘Chicos, ¿qué tal? ¿Todo bien? Hermosa la obra, loco, se pasaron... ¿La verdad? ¡Un 7!’”.
El silencio incómodo y las miradas perplejas de sus interlocutores, que en ese momento no entendía, eran la antesala de una verdad que le llevaría tiempo descubrir: “Yo veía que las caras de mis compañeritos y compañeritas se transformaban. ‘Boludo, un 7, no los molesto más, gracias’ y bomba de humo“, recordó entre risas. En la Argentina, como bien supo más tarde, el “7″ no es una puntuación máxima, sino más bien un término medio, una aprobación sin entusiasmo. En Chile, sin embargo, ese número tiene un significado completamente diferente: es la calificación más alta, símbolo de excelencia. “En mi país, un 7 es lo máximo que uno puede aspirar”, explicó.
La confusión fue creciendo, casi sin que él lo notara, hasta que un día dejó de recibir invitaciones al teatro. “Una, dos, tres veces, hasta que me di cuenta. Nadie me invitaba más”, confesó entre carcajadas. La revelación llegó con el tiempo, cuando alguien le explicó la diferencia cultural: “Hasta que me enteré de que acá la puntuación máxima es el 10, entonces me di cuenta con el tiempo que me miraban con una cara de amargo, pretencioso”.
La historia no solo ilustra los desafíos de adaptarse a un nuevo entorno, sino que también desnuda las sutilezas del lenguaje y cómo, en ocasiones, los significados pueden cambiar drásticamente de un lugar a otro. En palabras de Vicuña, aquel malentendido que debía desactivar con la figura de la “bomba de humo” quedó como una anécdota feliz de su desembarco en Argentina, ya que pudo desentrañar a tiempo el malentendido.
Mientras tanto, en el tiempo presente, el actor vive a pleno su historia de amor con Anita Espasandin, que celebró con una dedicatoria especial y un romántico mensaje en sus redes. Allí subió una foto y dejó en claro la felicidad que siente en cada momento que pasa con su pareja. En la fotografía en blanco y negro, se aprecia a Anita apoyando su rostro en el pecho de su novio, mientras él miraba directamente a la cámara. “Amor”, escribió junto al usuario de su pareja, un gesto que enterneció a sus fanáticos.