Explorando al límite los recursos de su profesión, y sabiendo que hay que aprovechar los momentos de racha, Matías Mayer transita este presente actoral con aplomo, aunque sin perder la capacidad de asombro. El protagonismo en Barrabrava (2023), el gran desafío de su carrera, le abrió puertas impensadas en una industria en permanente expansión, donde las plataformas marcan el pulso y derriban fronteras, como su aparición en la segunda temporada de la delirante Porno y helado.
Pero antes de la serie de corte futbolero que protagoniza con Gastón Pauls, ya había asomado su talento camaleónico. Con una formación en comedia musical, donde brilló particularmente en Casi normales, se propuso huir de la zona de confort y de alguna manera estaba seteando su carrera. Asumió papeles cada vez más comprometidos, tanto en historias reales como en ficciones de contenidos pesados, y así lo demuestran Un crimen argentino, Un gallo para Esculapio, Argentina, tierra de amor y venganza y, sobre todo, Iosi el espía arrepentido.
Su Víctor Kesselman en la serie de Daniel Burman, que tiene más pantalla en la primera temporada, pero cierra una línea argumentativa clave en la segunda, le permitió ser parte de una de las producciones más importantes del último tiempo en la ficción local. Además de reflejar la trama de espionaje internacional y una mirada hasta ahora inédita en los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, fue nominada por segundo año consecutivo a mejor serie drama en los Premios Emmy Internacional
“No hay que tomarlo como algo normal, porque ni por asomo es algo normal”, dice el actor a Teleshow, de cara a la ceremonia que se realizará el 25 de noviembre en Nueva York. Con esa mirada siempre a tierra, despliega su talento y su versatilidad actoral, pero no se limita a eso. Un poco como válvula de escape y un poco también para satisfacer otras curiosidades, está a punto de cerrar un círculo -la formación en astrología- y de iniciar otro: un proyecto gastronómico en España. Otras caras de un hombre dispuesto a no conformarse nunca.
—¿Qué les sucede a los actores cuando hay un reconocimiento como el de los Emmy como vos mismo decís, extraordinarias?
—Creo que nadie se imaginaba lo que podía llegar a generar Iosi. Ya el año pasado fue un impacto fuerte la nominación a los Emmy Internacional, donde también estuvo Gustavo (Bassani) como protagonista. Y estar otra vez ahí nos toca un poco, me puse muy feliz porque me parece increíble la serie, me encanta ser parte, más allá de que en la segunda temporada, mi personaje está más alejado de por donde va la trama. De cualquier manera, Víctor es un personaje que me encanta.
—Eras muy chico cuando ocurrieron los atentados a la embajada y a la AMIA. ¿Cuánto conocías del tema?
—Parte de mi familia es judía, y si bien no son practicantes ni nada por el estilo, había algo en las raíces, y estos hechos estaban en las reuniones familiares. Se hablaba del tema, pero yo no sabía mucho más allá de lo general. Para la serie me puse a leer mucho al respecto para ver qué estaba en juego detrás, porque es algo muy complejo, y quería estar un poco más en contexto. Pero, al mismo tiempo, la realidad es que mi personaje no está tan involucrado en el espionaje dentro de la trama, es un mortal común y corriente, entonces creo que me servía no tener demasiada información al respecto, sino vivirlo como cualquier ser humano que estaba en ese contexto, en ese universo, que se encontraron de golpe con lo que estaba pasando y no entendían muy bien por dónde venía la mano.
—Mencionaste a Gustavo Bassani, una revelación para el gran público y una suerte de antihéroe de Víctor, tanto en el plano amoroso como político. ¿Cómo fue tu dinámica laboral con él?
—Nos llevamos increíble desde el momento de la audición. Yo no lo conocía, pero cuando empezamos a filmar, fue muy fluido el vínculo desde el principio. Hoy somos amigos, pegamos muy buena onda y siempre fue súper humilde desde un lugar de querer aprender. A veces el hecho de ser protagonista tan absoluto en una serie te puede llevar por diferentes posturas, y la que tuvo él fue muy productiva. La verdad que la rompió toda.
—Qué te pasó con el alcance internacional de la serie y la posibilidad de que mucha gente en diferentes partes del mundo tome conocimiento de lo que pasó en Argentina en aquellos 90.
—Creo que siempre que contás una historia como esta, un caso real y un tema tan sensible que además involucra a tanta gente, hay mucha responsabilidad que uno intenta mantener para ser lo más respetuoso posible y evitar hacer conjeturas o conclusiones en temas en los que no está tan empapado. Por más que haya actuado en la serie, eso me da el lugar o la autoridad para decir pasó tal o cual cosa. Pero la realidad es que a medida que iba leyendo y que me iba enterando de todo lo que fue pasando, es tan tremendo y tan profundo que te asusta que pudo haber pasado en realidad.
Las búsquedas de un actor inquieto
Mientras su rostro en pantalla oscilaba entre el espionaje internacional en la Argentina de los 80 y 90 y las internas de una barra brava, a Matías le llegó la posibilidad de trabajar en la segunda parte de Porno y helado, la delirante comedia dirigida por Martín Piroyansky. Un desembarco en el humor absurdo, acaso para descomprimir tanta densidad que traía acumulada, y una manera de disfrutar de los placeres de su oficio: “Es lo que más me gusta de poder actuar”, sintetiza, antes de meterse un rato en Claudio, en el estafador que seduce con sus artimañas al personaje de Sofi Morandi y donde se dio el gusto de homenajear a una de las escenas más recordadas del cine nacional.
—¿Cómo trabaja el actor esas transiciones tan marcadas entre los roles?
—Estar en la piel de un personaje que cuenta una historia tan oscura, tan dramática y poder pasar de golpe a hacer algo completamente lúdico, de comedia delirante. Me divierte eso, y cuando me ofrecieron este personaje me encantó, desde que leí el guion me pareció alucinante por esto que hablamos y también por la referencia a Nueve Reinas, una película de la que soy fan, y me encantó poder hacer todas esas secuencias homenaje.
—¿Cómo te llega esa convocatoria?
—Justo se había estrenado Barrabrava y a las pocas semanas, a través de mi representante, me cuentan que estaba por empezar la segunda temporada de Porno y helado. Yo había visto la primera y de hecho tenía varios amigos ahí porque coincidimos en Uruguay cuando estaba filmando Iosi. Me llegó la convocatoria, leí el guion y al poco tiempo arrancamos. Fue bastante directo, y la verdad estuvo buenísimo.
—Interpreto que la visibilidad que te dio Barrabrava abrió esta puerta y seguramente lo haga con unas cuantas más. ¿Cómo palpitás todo lo que pasó y lo que puede llegar a pasar con la serie?
—Es el proyecto de mi vida hasta el momento, más allá de que me siento muy afortunado de los proyectos en los que me tocó ser parte. Pero Barrabrava tiene algo que, internamente, era encarar un desafío que para mí era el Everest, porque nunca me había tocado el hecho de cargarme una historia desde muchos lados y la verdad que superó todo tipo de expectativas. Este año filmamos la segunda temporada, que todavía no tiene fecha de estreno, pero esperemos que sea pronto. Estoy con muchas ganas, porque la verdad que está buenísima, es una bomba. Mientras estábamos filmando, nos enteramos de que ganamos el Premio Platino a mejor serie y es una muestra más de que supera constantemente mis expectativas respecto del alcance que puede llegar a tener.
—¿Y qué podés adelantar de lo que viene? Sabemos que no les gusta mucho a los actores y que es parte del juego no contar mucho, pero por donde va la historia de El Polaco esta vez.
—Esta segunda parte retoma la pelea entre los hermanos por la disputa del poder. No quiero ahondar demasiado por si se me escapa algo, pero básicamente los saca a los dos de ese lugar cómodo donde estaban juntos, se complementaban porque uno era la parte más mental y el otro la más animal, y de golpe se enfrentan a un nuevo desafío porque a cada uno le falta esa otra pata.
—De la primera temporada me gustó cómo El Polaco va tejiendo y articulando sus propias emociones con las del resto de los personajes. Cómo alguien que se presenta o impone desde la violencia, tiene que aprender a convivir con esos sentimientos que le afloran en diferentes sentidos.
—Sí, a mí me encanta, de hecho fue una de las cosas que más me sedujo cuando hice las primeras escenas. Me acuerdo de poner mucho hincapié en eso, por más que me encanta todo ese universo del fútbol, me gustaba que no se quedaba únicamente en una cosa de violencia, de la acción, de lo físico, sino que tenía como la sutileza de ser un personaje que podía ser barrabrava pero también cualquier otra cosa. Y todo el tiempo está la duda de lo que le sucede en lo emocional, de cómo se hace cargo de lo que le pasa. Eso me parece buenísimo.
—¿Y después de esto qué se viene? Venimos hablando de estos tres grandes proyectos casi en simultáneo y bien diferentes entre sí, y seguramente ya aparezcan otras cosas en el horizonte. ¿Vas a seguir en la búsqueda o encontraste alguna zona de confort? ¿Por dónde te gustaría encaminar más tu carrera?
—La verdad que me gusta ir probando cosas. Ahora estoy con un proyecto gastronómico en Madrid, que me tiene muy entusiasmado. Es algo que siempre me gustó, que nunca había hecho y de repente surgió una posibilidad y estamos viendo qué pasa. Después hay algunos proyectos de los cuales sabrás entender que no puedo comentar demasiado, pero son unos lindos tanques, unos lindos desafíos. Y, por otro lado, estoy terminando la formación de astrología que vengo estudiando hace cuatro años, así que estoy cerrando también ese proceso.
—¿Se conecta este conocimiento sobre la astrología con tu faceta de actor?
—Sí, creo que en algún lugar se tocan. Me puede dar una herramienta más para la creación, para imaginar ciertas cualidades que puedan ayudar a la composición, pero tampoco es que le hago la carta astral a cada personaje.