Envuelta en una ovación, este miércoles Mirtha Legrand se hizo presente en el imponente Luna Park, el histórico estadio porteño, para disfrutar de dos de los artistas más queridos de la Argentina, Abel Pintos y Luciano Pereyra. El recital, marcado en el calendario de la música nacional como un ciclo memorable, se desarrolla bajo el lema Es Ahora, un canto colectivo que resonó con fuerza en cada rincón del estadio. Los intérpretes, ambos con 25 años de carrera, no solo ofrecieron un show; también regalaron a su público un tributo, una noche que se transformó en un ritual de afecto y entrega mutua.
El ambiente era casi irreal, cargado de una energía inusual que flotaba en el aire. Al anunciar la presencia de la diva, todo el estadio comenzó a corear su nombre y a aplaudirla. Abel, entonces, saludó a los miles de fanáticos y, con una sonrisa amplia, miró hacia donde ella se encontraba. “Le damos un fuerte aplauso y con mucho amor a la señora Mirtha Legrand que está con nosotros. Es un privilegio que te hayas tomado el tiempo de venir a compartir esta noche con nosotros, de todo corazón, gracias, y gracias por tu apoyo de tantos años, te queremos mucho”, dijo con sinceridad, en un gesto que dejó en claro el respeto y cariño que ambos artistas sienten hacia la diva.
Mirtha, siempre elegante y de porte sobrio, se mostró visiblemente conmovida y, en un arranque de emoción, respondió: “Qué noche inolvidable. Son dos genios. Son una maravilla los dos”. Sus palabras, sencillas pero cargadas de admiración, reflejaron el sentir de muchos. Porque esa noche, Pereyra y Pintos no solo cantaron; también construyeron un espacio donde los sueños, el amor y la música se entrelazaron en una celebración única.
El espectáculo no tuvo respiro. Pintos y Pereyra alternaban en el escenario, brindando sus más grandes éxitos en interpretaciones que, a cada nota, parecían hablar directamente al corazón de cada espectador. El público, completamente entregado, coreaba cada canción, generando una atmósfera de unión difícil de describir. Entre el murmullo del público y los acordes de la música, había una complicidad palpable, un lenguaje compartido que iba más allá de las palabras.
El Luna Park, de hecho, se transformó en un abrazo circular cuando ambos cantantes decidieron romper las barreras convencionales con un escenario en 360 grados. La estructura, erigida en el centro del mítico estadio, les permitía ser rodeados completamente por el público, una marea de personas que no dejaba un solo rincón vacío. La puesta en escena estaba pensada para evocar una intimidad colectiva: cada mirada, cada gesto y cada nota parecían estar dirigidos a todos, pero también a cada uno de los asistentes.
En diálogo con Teleshow, Abel Pintos transmitió sus emociones. “Luna Park, ¡30 noches!, escenario 360, rodeado de un público emocionante y en escena con un maestro y amigo como Luciano: otro sueño cumplido”, afirmó, dejando entrever la profundidad de ese instante compartido. Y es que el artista, originario de Bahía Blanca, veía en esa serie de conciertos una especie de rito, una consagración. “No sé cómo describir lo que pasó. Pero lo que pasó fue maravilloso y agradezco a Dios este hermoso regalo”, agregó.
Luciano Pereyra, por su parte, también expresó el impacto del recital. “Una noche que jamás olvidaré. Es una bendición el abrazo del público cantando cada una de nuestras canciones”, confesó conmovido. La intensidad de sus palabras reflejaba la experiencia de un artista que, tras años de carrera, encontraba en su compañero de escenario a un hermano en el arte, alguien con quien compartir no solo el éxito, sino también la inmensa responsabilidad de encarnar los sueños de su público.