“Llegué ahí por mérito propio”, recueda Mario Rolón sobre cómo se convirtió en miembro de la custodia presidencial de Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. En cada emisión de Los 8 Escalones de los 3 millones en El Trece, los concursantes capturan la atención del público con anécdotas divertidas, respuestas acertadas o errores que arrancan carcajadas y provocan la sorpresa de Guido Kaczka. En una de sus últimas emisiones, Rolón repasó en el ciclo su historia de vida en la seguridad de tres presidentes de nuestro país. En una charla con Teleshow recordó su experiencia y cómo fue acompañar a los primeros mandatarios como a sus familiares en su paso por la Casa Rosada.
Proveniente de una familia de policías que “no tuvieron nada que ver con el tema de custodias”, eligió seguir los pasos de sus padres y, una vez terminado el secundario, se anotó en la academia, sin saber que su vida iba a dar un giro completamente inesperado. “Hice la escuela de policía normal para salir y terminar haciendo una esquina, dirigiendo el tránsito o en un patrullero”, contó acerca de las expectativas con las que ingresó a fines de los noventa.
Un día agentes de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) se presentaron en una de las clases y comenzaron a entrevistar alumnos: “Hablaron con todos y eligieron por una cuestión de gustos, aquellos que daban más con el perfil. Hubo un tema de notas también. En esa época yo tenía excelentes notas y en tiro era perfecto. Por ejemplo, si tiraba 15 tiros, le pegaba a los 15″. Luego de esta serie de entrevistas, el tiempo pasó y llegó a olvidarse de que habían sucedido hasta que un día terminaron su entrenamiento y ocho personas, incluido Mario, fueron citados en la Casa de Gobierno.
“Nos volvieron a entrevistar porque había solamente tres lugares para la custodia presidencial. Los otros cinco lugares se quedaban para comisaría, Casa de Gobierno o para hacer custodias ahí. Quedé entre los tres para el trabajo y ahí arrancó mi historia en la custodia familiar”, detalló en diálogo con este medio. Su primer trabajo fue con Fernando de la Rúa, en el año 1999, y estuvo junto a la familia hasta que este abandonó su puesto como jefe de Estado. “Me pusieron con Antonio, que en esa época vivía en una quinta que tenía la familia en Pilar. Él tenía su auto y nosotros lo teníamos que seguir”, recordó con añoranza en su voz.
Al llegar al sitio que se convertiría en su lugar de trabajo, se encontró con un sistema de seguridad traído directamente desde Estados Unidos y, al tener ciertos conocimientos en el tema, le asignaron allí su puesto: “Éramos los más jóvenes en esa época. Como entendía de computación, me pusieron a cargo del nuevo sistema de cámaras y alarmas que había. Era espectacular trabajar en algo así, no lo podía creer. Vino gente de Estados Unidos a enseñarnos cómo funcionaba”. Pasaron dos semanas sin ningún inconveniente y llegó su primer viaje, que fue con la hija del expresidente a la ciudad de Bariloche. De aquel día recuerda que los trataron “como si fuéramos jefes”, pero hacía menos de un mes se había recibido.
En esa época, Antonito se encontraba en pareja con Shakira, relación que se encontraba en los primeros años, por lo que los conoció en los momentos más felices: “Nos la presentaron la primera vez que llegó ella a la casa en Pilar y teníamos orden de no filmar cuando ellos estuviesen en la pileta, pero era normal. Jamás imaginé que iba a conocerla. No es la Shakira de ahora, pero fue algo... ¡guau! No lo podíamos creer”.
No todo lo que vivió junto a la familia del Presidente fue bueno. La crisis económica y la consecuente crisis social por la que no terminó el mandato consiguió que sea testigo privilegiado de un periodo complicado para la historia nacional. “Fue una cosa de locos. Es algo que viví y todavía no lo puedo creer. Los últimos días no nos mandaban a cuidar la Quinta de Olivos, solo nos mandaban a Pilar. Era una época de muchos cacerolazos y Olivos estaba a oscuras. Teníamos orden de disparar si alguien entraba”, explicó sobre la turbulencia de ese tiempo, sin dar muchos más detalles a causa de un acuerdo de confidencialidad que firmó en ese año.
Tras la salida de De la Rúa, fue parte de otro capítulo histórico de la Nación. “Me tocó viajar en la primera comisión para buscar a Adolfo Rodríguez Saá. Cuando estábamos en el vuelo nos notificaron que apenas aterrizara teníamos que volver porque había renunciado. A pesar de eso vino, se presentó y nos saludó”, rememoró. Las dos semanas de cambios terminaron y Eduardo Duhalde quedó por un año en el puesto de presidente de la Nación y, a pesar de la diferencia de partido con el mandatario anterior, Rolón logró quedarse con su puesto y comenzó el segundo capítulo en su historia como seguridad presidencial.
“Para nosotros es indiferente si está un presidente o el otro. Somos los primeros entre la gente y el presidente; si pasa algo, tenemos que poner el pecho nosotros para que no le pase nada”, aseguró, sobre la tarea que desempeñó. Con respecto a Duhalde y el tiempo que compartió con él, rememoró: “Él estaba acostumbrado a la custodia, tenía cinco hijos y a Chiche, su esposa. En ese momento me dejaron a cargo de Juliana, una de sus hijas. Teníamos base allá en Lomas y se armó un grupo muy grande con los familiares”.
Debido a la complicada situación del país, Chiche impulsó un plan de emergencia nacional y esto le brindó la posibilidad de acompañarla a distintas provincias: “Viajé siete veces a Tucumán, dos veces a Misiones, al sur. Adonde íbamos, llevábamos ayuda y ella era super amable, gentil y nunca tuvimos un problema”, destacó.
Cuando Néstor Kirchner llegó al poder, se convirtió en el chofer de su hija Florencia, quien en ese momento tenía alrededor de 13 años y se encontraba en una ciudad completamente diferente a Santa Cruz. “El día de la asunción yo estaba ahí cuando se golpeó la cabeza, estaba en la plaza”, recordó acerca del día en el que el expresidente recibió la banda y el bastón presidencial.
Con respecto a su trabajo como custodio de la hija menor del matrimonio Kirchner relató cómo era cuidar la seguridad de una niña de 13 años: “Subía al auto, la llevábamos al colegio, del colegio a la casa de una amiga y había algunas actividades que eran regulares”. “Era súper tranquila, tenía sus berrinches como todo adolescente, pero venía de ser la hija del gobernador de una ciudad que no era muy grande. Ella era una nena que se trajo una amiga a vivir acá”, rememoró.
En ese entonces fue parte de algunos de los viajes familiares, como eran las visitas a la residencia presidencial en Chapadmalal. “Me acuerdo cuando querían ir a los jueguitos Cristina iba con ella, la llevábamos en el auto y salían toda la tarde. Venía la gente, saludaba y nosotros en el medio para que no se acerquen. Todo esto no le gustaba a Florencia, se separaba de la mamá y Cristina no quería que lo hiciera”, rememoró con cariño sobre el tiempo que compartió con la expresidenta de la Nación.
Florencia no fue la única que estaba a su cargo, sino que cada 15 días tenían que viajar junto a Máximo al sur: “Él estaba acostumbrado a tener custodia y se sentía cómodo. Se subía al auto y nos hablaba, nos contaba cosas íntimas que habían pasado o nos decía que a nosotros no nos quería mucho Néstor”. Este sentimiento no fue lo único que les contó, sino que les hablaba de cómo vivió el expresidente la época de los militares y las secuelas que estos hechos tuvieron en su vida. “Él escuchaba un ruido a la noche y se levantaba exaltado pensando que lo iban a buscar. Quedó medio mal con esa época porque fue muy complicada. Él siempre pensaba que lo iban a buscar”, hizo memoria sobre esos momentos.
Su historia en la casa de Gobierno terminó en el año 2006, antes de que Néstor termine su segundo mandato como jefe de Estado. A pesar de haber estado ajeno a la política, la decisión detrás de su paso al costado fue tomada, según dijo, pura y exclusivamente por motivos ajenos a su labor: “Era un lugar muy codiciado. Cuando me sacaron no fue por un tema de trabajo, sino por una cuestión de que estaba el hijo de uno. Cuando tomaron la decisión me dijeron ‘No te sacamos porque hayas hecho nada malo, pero necesitamos el lugar para dárselo al hijo de tal’. Me agarró una bronca”.
Lejos ya de su puesto, le tocó volver a lucir el uniforme de policía, se subió a un patrullero y hasta el año 2016 no se bajó. Hoy Mario Rolón es dueño de un kiosco y recuerda con añoranza los años en los que era el ladero de los hombres más importantes de la Nación. En su regreso como policía vivió eventos que lo marcaron en su vida, pero hubo uno que se destaca por sobre el resto.
“Mi compañero estaba mal y estuve 45 minutos haciendo reanimación a una persona que estaba a punto de irse y la ambulancia no llegaba. Cuando pasó todo y él todavía estaba vivo, me temblaban los brazos y no podía manejar. Habré estado media hora esperando hasta que los brazos me reaccionaran”, contó, sobre aquel valioso gesto que tuvo con un hombre que no aparece en ningún diario, ni libro de historia.