Hace más de cinco décadas que César Banana Pueyrredón continúa movilizando a las personas con sus baladas. A sus 72 años, el compositor, quien proviene de una familia ligada a figuras de la política como Honorio Pueyrredón, supo destacarse con temas como “Conociéndote”, “No quiero ser tu amigo” y más éxitos que lo volvieron una figura clave de la canción melódica. Ahora, el artista pasó por los estudios de Infobae y repasó parte de su carrera. Analizó su presente, siempre activo y dispuesto a cantar una y otra vez sus clásicos.
A pocas horas de dar su show Fiesta Romántica en el Auditorio Belgrano: Una Noche Inolvidable este sábado 9 de noviembre, el intérprete de “Cuando amas a alguien” recordó sus inicios en el mundo de la música, habló de la dinámica de su familia de estirpe patricia, qué lo llevó a acercarse al piano y sus deseos para el futuro.
—¿Creés que tenés la fórmula para el éxito?
— Parece fácil decirlo. Y sí, he hecho tantos éxitos. Lo que pasa es que cambian mucho las épocas. Cuando uno siente que encuentra una fórmula, cambia a los pocos años, como también lo hace la gente, el público, los gustos, y hasta la música que se escucha. También los medios. Entonces nada sigue igual, lo único que persisten son las canciones. Hoy estamos en la época donde me pregunto cómo transmitir que el éxito es haberme mantenido muy fiel a mi estilo.
—¿Y cómo mantenés las letras y las baladas románticas en una era que no se escucha tanto? ¿Es un problema para vos?
—Me parece que la gente entendió que yo voy a poner siempre un ingrediente poético. Están esperándolo y eso lo sé. Entonces, uno quiere estar a la altura de la expectativa de las personas. No voy a hacer un tema básico que hable de algo muy vulgar. Tampoco voy a hacer tango electrónico. Están esperando esa buena balada, esa buena canción. El tema es la base de todo, de este negocio de la música. Ahí pasan cosas, emociones. Uno se identifica con lo que está diciendo el artista y, con las maneras de cantar y transmite algo que es muy humano. Entonces, cuando refleja una época está bien.
—Cuando comenté que te iba a entrevistar, me dijeron dos palabras: “clásico” y “millonario”, sobre todo por tu trayectoria. ¿Te consideras una persona millonaria?
—¿Millonaria por tener dinero? No.
—Y teniendo más de 50 años de carrera, ¿cómo pensaste en administrarla?
—No tuve una carrera de un despliegue continental por toda América como, por ejemplo, Sandro. Por ahí porque, en su momento, faltó el apoyo de una compañía discográfica fuerte que se pusiera a expandir mi carrera. Estuve en Centroamérica, específicamente en Costa Rica, que es maravilloso. Realicé giras por toda esa región, grabé con la filarmónica local. La gente de ahí es muy parecida a nuestros gustos. No te voy a decir que no tengo plata, sino que vivo muy bien.
—¿Creés que te faltó ese escaloncito?
—Sí, por ejemplo, meterme en México.
—¿Eso cambiarías de tu carrera si pudieras volver atrás?
—Yo tuve la oportunidad de instalarme en Los Ángeles, pero estaba con mi familia y mis hijos chiquitos. Y decidí que no, ya que prefería hacer giras, volver y estar con ellos.
—¿Cómo ves el amor actual de aplicaciones de citas y las redes sociales?
—A veces me llaman la atención las relaciones sentimentales. Me cuesta mucho aceptar que la gente corte una relación por WhatsApp. En mi época me parecía que era importarte hacerlo cara a cara, ira a la chica que me gustaba y decirle: ‘Mirá, lo nuestro no va más o intentemos un paso distinto’. Había que tener los huevos y afrontarlo. Me parece muy impersonal, muy frío y, al mismo tiempo, estar por Twitter armando otra relación. Es lo único que me saca un poquito de esta etapa de usar demasiada tecnología para las relaciones.
—Hace más de 40 años que estás con Cecilia García Laborde, tu esposa. ¿Cómo es reencontrarse nuevamente? Porque la gente cambia a través del tiempo.
—Yo tengo una canción que se llama “Mi querida desconocida”, que habla de ella y que siempre me doy cuenta que tengo cosas por conocer. En el fondo parece una respuesta práctica, pero es un poco así. No hay una fórmula para decirte, sino que hay que aprender a convivir con los defectos de la otra persona. Con las virtudes es fácil convivir porque te gustan y y te hacen la vida más fácil, las cosas buenas que cada uno tiene. Lo importante es aprender a llevarse bien con los defectos y lo que no te gusta. Cuando aprendes a convivir con eso, das un paso adelante.
—¿Cómo resuelven las peleas?
—Discutiendo. Yo, al ser músico, me di cuenta con el tiempo que era una de esas personas que en las peleas personales metía mucho debajo de la alfombra. Usaba el impacto emocional para mi trabajo, para componer. Antes de Cecilia, cuando era adolescente y cortaba con una novia, mis amigos me decían: ‘No te veo muy triste’. Y no le comentaba porque me iba a mi casa, me sentaba en el piano, agarraba lápiz y papel y empezaba a escribir. Era una excusa extraordinaria. Ahora, hay que aprender a convivir con los defectos por ser artista. Uno usa mucho de esas discusiones, de no discutir personalmente con la pareja, para una canción. Yo canalizaba mucho mis disgustos y mis peleas en un tema. Creía que esa era una manera de hacer catarsis hasta que hice terapia y los analistas me explicaron que lo mejor era resolver las discusiones discutiendo. Y ahí me empecé a soltar. Yo soy canceriano y tengo muchas emociones. Además, soy el último de ocho hermanos, por lo que me caracterizo por ser introvertido, con mucho mundo interior. Estoy acostumbrado a ese mecanismo de guardarme y llevar enfocar todo en un tema. Soy un tipo callado, discreto y cuando abro la boca, hablo mal. Tuve que aprender a discutir sin gritar con mi mujer. Ella me hacía notar que siempre llevaba las peleas a un plano donde no podíamos hablar porque yo elevaba la voz y me enojaba. Entonces entendí que tenía razón y yo tengo que aprender como ser humano a llevar adelante una debate que lleve a buen puerto.
—¿Y crees que eso tiene que ver con ser el octavo hermano de tu familia tiene relación con tu timidez?
—Sí, porque si hubiera sido uno de los hijos del medio, por ahí habría sido distinto. Más que nada para hacerme escuchar. Yo aprendí a jugar solo, a leer viendo televisión. Mis papás me contaban que yo a los cuatro o cinco años ya sabía hacerlo antes de ir al colegio. Aprendí de ver y leer tanto ‘Sadiman muebles’. Entonces, yo reconocía esa palabra. Además, jugaba por mi cuenta porque todos mis hermanos iban a clase y yo me quedaba solo. Incluso, alguna vez se fueron de vacaciones y en el auto se preguntaron: ‘¿Y César? ¿Dónde está?’.
—¡Como Mi pobre angelito!
—Claro. Yo era el más mimado por mis hermanas mayores y el más olvidado porque me manejaba solo. Entonces, andaba en ese ámbito.
—Fue un crecimiento rápido también de tu parte. ¿Cómo afectó tu vida? Porque ser el más chico y, de golpe, tenías que ser independiente...
—Creo que fue el hecho de que apareció un piano en casa a los diez años para que mi hermano, Juan, aprendiera. Él tomaba clases y yo lo espiaba. Luego, me quedaba tocando de oído. Alguien, mi hermana o mi mamá comentó: ‘Bueno, pero César también tiene inquietudes. Que se quede la profesora para darle clases a él también’. A a los diez años, estaba componiendo canciones a las compañeras de banco.
—¿Inventabas los sentimientos o era realmente lo que sentías?
—Era lo que sentía. Me moría de vergüenza de decirle algo cara a cara a la chica que me gustaba. No podía hacerlo porque era muy fuerte, pero sí lograba subirme al escenario, cantar, mirarla y sonreírle. Ya tenía ese juego de que podía ser otra persona más expresiva.
—¿Te consideras actualmente un romántico o es una forma de expresión?
—¿Cuánto hay de mí cuando compongo una canción? Esa es la pregunta que me hago en todos los reportajes que giran alrededor de eso. Irónicamente pienso que César Banana Pueyrredón es más romántico que yo, porque el tipo maneja las rimas y las palabras Es seductor armando canciones y yo soy un tipo normal. Estoy pisando todo el tiempo el límite. Estoy de un lado y del otro. No soy como Roberto Sánchez y Sandro, que era todo un personaje. El de Banana Pueyrredón está muy cerca de lo que soy yo, pero él sabe usar mejor las palabras.
—¿Hubo momentos en los que Banana se comió a César?
—Puede ser. Es un poco el tema de mi vida y cuánto hay de mí. Creo que es difícil ver el límite pero, en general, el Banana Pueyrredón me ayudó a salir de mí, a ser expresivo, a ser una persona útil desde el punto de vista artístico. Además, le sirvo a la cultura de mi país. Gracias a él, a la popularidad, a lo expresivo que es cantando. Yo iba a decir lo admiro, pero es raro. Sin embargo, me gusta que el tipo haya logrado eso. Creo que no me ha perjudicado. Lo que sí pasa es que estoy comiendo en un restaurant y me piden una foto.
—¿Te molesta eso un poco?
—Sí, que me estén mirando todo el tiempo. Estoy con mi mujer o con mi hija comiendo y nos están observando. También ven cómo corto la carne y eso es incómodo. La fama no se puede desenchufar. Ahora me puedo ir tranquilo a de vacaciones, pero tampoco es que no puedo vivir. Por ejemplo, Sandro tenía que disfrazarse para ir a una pizzería a comer bien, o se ponía una careta.
—¿Cómo te llevás con las redes?
—Fenómeno. Tengo un Instagram con un montón de seguidores que me dicen cosas lindísimas. La gente vivió muchas cosas buenas con mi música, como también momentos también que han pasado y mis canciones tuvieron mucho que ver con eso. También me escriben chicas que se van a realizar una operaración donde se juega la vida y me piden que yo les manden un mensaje.
—¿Hay un rango de edad en tu público actual?
—Entre los 35 y los 55 años hay un 70% mujeres según la red social. No quiere decir que si tenés 60 no podés ser un seguidor, pero la mayor cantidad de gente está dentro de ese rango etario, que es la gente que que va a comprar la entrada al teatro y va a cenar el Auditorio de Belgrano el sábado 9 de noviembre.
—Por otro lado, está tu abuelo Honorio Pueyrredón, quien era tío segundo de Fabiana Cantilo y Patricia Bullrich. ¿Cómo te apela a vos?
—La política me gustó siempre. A mi viejo también, aunque él era publicitario, pero siempre participó en eso. Fue funcionario de Raúl Alfonsín y embajador de Arturo Illia. Yo estuve viviendo un año en Canadá. Así que si me decís con quién me sentaría, qué sueño tengo, hubiera sido hablar con mi abuelo, sentarme con él y que me cuente de Irigoyen, ya que fue embajador en Estados Unidos y su ministro de Relaciones Exteriores la época de la Primera Guerra Mundial. Honorio murió siete años antes que yo naciera. Lo conozco gracias a lo que me contó mi papá y otros familiares sobre él. Me hubiera encantado hablar de esos temas.
—Este sábado te presentas en el auditorio de Belgrano, ¿qué se va a encontrar la gente?
—Con las canciones que tienen que ver con su vida, como también con nuevas que vamos a presentar. Si la imprenta termina a tiempo todo lo que tiene que hacer, vamos a compartir con la gente un recuerdo de un show que realicé en el teatro Ópera, que lo terminamos de editar hace dos años. Venimos haciendo el concierto de homenaje al tema “Toda una noche contigo”. Mi carrera la comencé en 1969, por lo que son 56 años de trayectoria.
—¿Pensás retirarte o seguir?
—Para un músico que su carrera está basado en lo creativo es muy difícil retirarse. No me sale nada, no compongo más hasta que paso por la casa de un amigo, hay un piano y me siento y ahí aparece una canción. Es irremediable la música, no hay edad para eso. Si yo fuera un músico de la Orquesta del Colón, a los 60 y ya cumplí con mi meta, que pase otro que está. En mi caso, a los 90 años, si estoy bien de salud, voy a subir a un escenario. No voy a hacer giras, pero lo voy a hacer con amigos. Yo estoy bien de la voz, nunca fumé en mi vida, nunca me drogué. Tomo medio vaso de vino en algún asado, pero no acostumbro a beber alcohol. Y yo creo que voy a llegar bien a cantar a esa edad. Además, en el video se ve que estoy bien. Lo revisé con mi hermano, que él también editó todo el clip conmigo, y los dos estábamos fascinados de lo expresivo que salió todo, la repercusión que hay con la gente.
—Qué lindo eso. Eso es lo más gratificante.
—Sí, lejos, que haya pasado algo con mi música, que a la gente le haya pegado, es lo mejor que me podía haber pasado en mi vida.