En la prueba creativa de Bake Off Argentina (Telefe), Nacho Elizalde decidió romper con todas las expectativas. Frente al reto de rendir un homenaje a un ser querido a través de una torta, optó por una propuesta tan irreverente como desconcertante: el diseño de un inodoro y decorado con lo que simulaba ser materia fecal. El impacto fue inmediato, y las miradas incrédulas del jurado reflejaron el desconcierto ante lo que veían.
Pero detrás de la provocadora elección, se oculta una historia cargada de nostalgia y emociones profundas. Según contó el integrante de Nadie dice nada (Luzu TV) durante su infancia en Tigre, su madre le transmitió un miedo que la acompañaba desde pequeña: las tormentas. Aquel temor, nacido en una tempestad que vivió en Necochea, se hacía presente cada vez que el cielo se oscurecía y las gotas resonaban con fuerza sobre el techo de chapa de su casa.
En esos momentos de angustia, el único refugio que su madre encontraba era el baño. Allí, sentada en el inodoro, esperaba a que la tormenta cesara mientras Nacho y sus hermanos la rodeaban en silencio, buscando la misma protección. Elizalde convirtió ese recuerdo, de un espacio pequeño y seguro, en el motor de su homenaje. El baño dejó de ser solo un lugar físico; se transformó en una metáfora de la fortaleza que encontró en su madre, capaz de enfrentar sus propios miedos para proteger a sus hijos.
Sin embargo, el resultado de esa memoria transformada en pastelería no fue bien recibido. Christophe Krywonis, el jurado más severo, no pudo ocultar su desaprobación. “Es un programa de pastelería y tenemos que ser amables, pero déjate de joder”, dijo con su habitual franqueza. Para él, la elección de la decoración no solo resultaba inapropiada, sino una ruptura con la estética tradicional de la repostería.
Wanda Nara, desconcertada por el simbolismo, buscó aclaraciones, preguntándole a Elizalde si su madre realmente había hecho sus necesidades frente a él, a lo que Nacho, entre risas, respondió que todo se trataba de un malentendido. La comparación con artistas incomprendidos como Dalí o Picasso que hizo el participante, aunque cargada de humor, no logró disolver la tensión del momento.
Por su parte, Maru Botana, más indulgente, decidió ver más allá de la polémica y se centró en la técnica. “Te la jugaste muy jodida, pero te la mandaste con esa estructura y te salió muy bien”, dijo, elogiando la complejidad de la tapa del inodoro que Nacho había modelado con gran habilidad. Pero, a pesar del esfuerzo técnico, la elección creativa pesó más en la evaluación final, dejando una mezcla de incredulidad y descontento en los jueces.
Christophe, conocido por su rigor, decidió dejar de lado la decoración y juzgó la técnica, señaló de inmediato un problema fundamental en la preparación: la ganache. Según Krywonis, esta estaba demasiado compacta, lo que afectaba tanto la textura como la experiencia gustativa.
La crítica fue directa y clara: el fallo no solo residía en la inusual elección estética, sino también en la ejecución técnica. La ganache, que debería haber sido suave y cremosa, presentó una consistencia rígida que restó puntos al sabor general del pastel. Este aspecto, sumado a la controversia por la decoración, terminó por marcar la performance de Elizalde, cuyo riesgo creativo no encontró el balance adecuado en lo gastronómico.
Tras la devolución de los tres jurados no dudó en hacer un mea culpa: “Igual, pensándolo bien, por ahí un poquito me pasé, por ahí fue mucho”. Esta arriesgada apuesta hizo que lo llamarán entre los cuatro peores del programa, sin embargo, fue salvado y continuará una semana más en el programa de pastelería más famoso de la pantalla chica, teniendo la posibilidad de redimirse ante el cocinero francés.