Además de su trabajo en los medios, Mario Massaccesi dejó en claro su pasión por conocer nuevas culturas. A días de presentarse con su obra Soltar siendo feliz en el teatro Maipo, el conductor de Cuestión de Peso (El Trece) se embarcó a Kenia, Tanzania y Zanzíbar, donde disfrutó en carne propia diferentes experiencias. En diálogo con Teleshow, el periodista brindó todos los detalles de su paso por el continente africano. “Nunca había vivido algo así”, aseguró, con los sentimientos a flor de piel.
A poco tiempo de llegar al país, el presentador recordó el motivo que lo llevó a emprender esta aventura. “No lo había explorado lo suficiente y quería realizar un viaje distinto. Necesitaba ver por mi cuenta cómo se comportan los animales en su hábitat natural y, además, descubrir nuevas sensaciones, culturas y hasta otro estilo de vida”, explicó a este medio.
—¿Este desafío lo emprendiste por tu cuenta?
—No, fui con un grupo. En este tipo de oportunidades, voy junto a personas que no solo desean recorrer nuevos, sino que también aprovechan la experiencia para un viaje interior. En este fuimos 18 personas, la gran mayoría mujeres. Estuve varios días en Kenia y después en Tanzania, donde me alojé en un campamento ubicado en un parque nacional, en plena sabana.
—Entonces, ¿te encontrabas conviviendo con los animales de la zona?
—Sí, incluso vimos que varios árboles estaban volteados porque a la madrugada tras el paso un elefante por nuestra carpa. Y no fui el único, una compañera del viaje también lo experimentó. Durante las noches en ese lugar teníamos que iluminarnos con linternas y caminar lento para movilizarnos por las cercanías. Si bien suena peligroso, esa era una manera de mantenerse en el presente. No estabas pensando en lo que podría pasar, sino en lo que te ocurría en ese momento.
—¿No sentías temor por tu integridad?
—Por supuesto. Sin embargo, era muy excitante la experiencia. Estábamos en un territorio donde los animales dominaban la zona y éramos los humanos quienes teníamos que conocer nuestras limitaciones. Era completamente diferente a lo que uno acostumbraba en su hogar, donde ellos no pueden disfrutar de su libertad. Allá, ellos hacían su vida cotidiana y nosotros nos adaptábamos al entorno.
—En ese viaje, ¿qué fue lo que más te llamó la atención?
—La actitud positiva con la que las personas vivían pese a la pobreza. Ellos cantaban, danzaban y se divertían con lo que tenían. Las personas de esos países tendían a querer que todos se sientan felices. Todo el tiempo nos decian “Jambo”, que es un saludo típico, o la expresión “Hakuna matata”, que quiere decir “no hay problema”, y muchos la conocen por El Rey León. Pero no todo fueron alegrías, sino que hubo momentos que me entristecieron y marcaron. En una excursión, el chofer frenó porque había un nene, a quien le quisimos dar nuestras viandas como hacíamos en cada parada que realizábamos, pero él estaba pidiendo agua. Es muy doloroso que un pequeño tuviera que suplicar por hidratarse. Esa vivencia me marcó por completo.
—Ese tipo de situaciones, ¿cambió tu manera de ver las cosas?
—Sí, completamente. No solo me llevó a reflexionar y valorar lo que tenía en mi vida, sino que también me llevó a tomar precaución a la hora de utilizar el agua. Además, con el grupo de viaje, abrimos nuestros corazones y compartimos la importancia de que nadie debería pasar desapercibido en estos casos. Nos movilizó mucho.
—Y la cultura, ¿era diferente a todo lo que conocías?
—Fue un contraste enriquecedor todo el tiempo. Además, no lo pude comparar con ninguno de mis viajes previos como, por ejemplo, a la India. Por ejemplo, en Tanzania fuimos a conocer una aldea Masái y era impactante ver que mantenían las mismas costumbres y estilos de vida de hace miles de años. Vivían en condiciones rudimentarias y mantenía una alimentación a base de sangre, leche y carne.
—¿Cómo fue el trato con las personas de esos destinos?
—Todos fueron muy cálidos y detallistas. En uno de los hoteles que nos hospedamos en Kenia realizamos una noche de karaoke. Allá se unió el personal de servicio, desde las camareras hasta la gente de la limpieza, quienes nos cuidaron todo el tiempo. Al otro día, ellos nos sorprendieron con una despedida llena de cánticos y una pequeña torta en la que escribieron “¡Hasta luego!”. Me llenó de alegría ese gesto y tanto yo como mis compañeros se lo agradecimos con la propina y dejándoles algo nuestro. En nuestro caso fueron prendas, un perfume, u otro objeto.
—Vos mencionaste antes una frase de El Rey León, ¿tiene un significado para vos?
—Sí, soy un gran fanático. Vi todas las versiones del musical y, además, de la película original. Llegué a conocer el cráter Ngorongoro que es de suma importancia en la historia. En esta fue donde enseñaron a Simba al mundo. Me volví loco al verlo en persona. Pero eso no fue lo único que vi allá, sino que también tuve la oportunidad de visitar la casa donde nació y vivió Freddie Mercury en Zanzíbar. Vi su piano, varios de sus icónicos trajes, fotos y hasta sus manuscritos. Ambos lugares me dejaron fascinado.
—Esta experiencia, ¿te dejó con ganas de volver?
—Me quedé completamente sensible e impactado. Me encantaría regresar. Además, me abrió la mirada sobre el ser humano y de los animales. No puedo soportar la idea de verlos sin aquella libertad que los caracteriza. Incluso, empecé a considerar la idea de cambiar mi alimentación. Si bien es todo un proceso, lo cierto es que te deja con varias preguntas en la cabeza.