El emotivo recuerdo de la hija de José de Zer, el periodista que creó un estilo propio: “Mi papá era un hombre con mucho carisma”

En una charla exclusiva con Teleshow, Paula de Zer rememora aquellos días con cariño y tristeza. A días de estrenarse en plataformas la película sobre su vida, la historia del cronista que mezcló realidad con ficción

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“Paulita, vení a buscarme”, gritaba entre risas José de Zer, tirado sobre una pila de escombros, tras haber caído al otro lado de un paredón mientras intentaba hacer equilibrio. Su hija, no podía contener la risa. Era una escena repetida, la chispa que derrochaba en la vida privada. José era así: un hombre capaz de transformar lo cotidiano en un espectáculo. Hoy, ella recuerda en una charla con Teleshow esos momentos, esos pequeños instantes que dan cuenta de la naturaleza sencilla, cercana y profundamente humana de su padre.

Las primeras memorias que Paula tiene de su padre son fragmentos, escenas sueltas de una vida compartida a ratos. Sus padres se separaron cuando ella tenía apenas dos años, así que los momentos junto a José se dividían entre las visitas y los paseos que él organizaba para compartir tiempo con ella. Fue después de los 18 años, cuando la entonces joven decidió mudarse a Buenos Aires para sus estudios terciarios, que ambos volvieron a vivir bajo el mismo techo. Compartían el hogar junto a la pareja de José, y aunque las coberturas periodísticas a menudo lo mantenían lejos por varios días, comprendía perfectamente el compromiso que tenía su padre con su trabajo.

Era enero de 1986, y el país vivía días de calor abrasador. Mientras el bullicio de las noticias locales parecía apagarse con el inicio de las vacaciones, un suceso extraordinario sacudió los medios: en el Cerro Pajarillo, cercano a Capilla del Monte, apareció una misteriosa marca quemada. Las especulaciones no tardaron en llegar. ¿Un incendio? ¿Un fenómeno natural? Nada de eso. Los primeros testigos afirmaron, entre susurros y miradas asombradas, que se trataba de una huella dejada por un OVNI.

El plantel de Nuevediario a
El plantel de Nuevediario a fines de los '80

En ese contexto de asombro y misterio, surgió un nombre que transformaría por completo la narrativa de la noticia: José de Zer. Era un periodista de Nuevediario, el noticiero más visto de Canal 9, y se encontraba en Villa Carlos Paz realizando notas de interés general, tras ganar cierta notoriedad en casos policiales que aún quedan en la memoria colectiva, como el femicidio de la profesora de inglés conocida como Oriel Briant. Incluso también la desaparición de Cecilia Giubileo, la doctora que se presentó a su guardia en la Colonia Open Door, cerca de Luján, una noche de invierno de 1985. Firmó un certificado de defunción, atendió a dos pacientes, se fue a dormir y al día siguiente no estaba y nadie la había visto salir.

“Cuando me mandaron a cubrir esta nota ya tenía la experiencia del caso Briant. Y me dije: ‘esta es otra nota similar’. Lo planteé acá y me dieron luz verde”, explicaría en una charla con la revista Somos a fines de ese año.

Con esas coberturas a cuestas, el llamado del enigma del Cerro fue en principio un simple tema de color. Junto a su camarógrafo, Carlos “Chango” Torres, emprendió el viaje hacia el epicentro del misterio. En el camino, observaron insectos calcinados, cascarudos muertos que yacían sobre la tierra caliente bajo el sol implacable. Para muchos, era simplemente el verano. Para el protagonista de nuestra historia, era otra prueba de que “algo” había descendido desde el cielo. La cámara se encendió, y con una pasión desbordante, declaró ante millones de argentinos que aquello era obra de un objeto volador no identificado.

Así, el noticiero comenzó a narrar esta historia con un magnetismo casi sobrenatural. De Zer, con sus reportes que mezclaban el misterio y la evidencia, logró cautivar a una audiencia que, cada noche a las 20, se paralizaba frente al televisor. El Cerro Uritorco, el místico enclave serrano, se transformó en el epicentro del turismo ufológico en la Argentina. Capilla del Monte, hasta entonces una tranquila localidad, se convirtió en un lugar de peregrinaje para quienes buscaban respuestas más allá de la lógica. José de Zer había creado, sin proponérselo, la primera gran “meca” del fenómeno OVNI en el país.

José De Zer en una
José De Zer en una antigua postal familiar

Pero no solo los cielos eran protagonistas de sus crónicas. Los misterios parecían perseguirlo. Una mañana, una carta llegó a la redacción, proveniente de La Plata, firmada por un vidente que aseguraba haber fotografiado algo increíble: gnomos. Dos imágenes mostraban supuestamente a los pequeños seres mitológicos, uno desapareciendo en un pozo, y otro asomando entre pastizales. De Zer y Torres no dudaron. Viajaron a la zona y se instalaron durante cinco noches en busca de la verdad. En la primera, el vidente, afirmando que una fuerza maligna lo devoraba, cayó al pozo en medio de gritos desesperados. Cada noche, los vecinos se congregaban con la esperanza de ver algo extraordinario. Pero, como en un cuento del que solo quedan ecos lejanos, nada apareció.

¿Qué tenía que lograba mantener cautivo a su público? Paula, su hija, lo resume en una palabra: humildad. Un hombre sencillo, cercano, de una calidez que trascendía la pantalla: “Tenía mucha personalidad, muchísimo carisma. Pero ante todo, era humilde. No había pedantería en él, y eso se transmitía a través de la cámara”. Esta sencillez, combinada con su buen humor y el respeto con el que trataba tanto a colegas como a su audiencia, lo convirtieron en una figura querida y admirada.

Para cuando Nuevediario alcanzaba sus máximos picos de audiencia, rozando los 50 puntos de rating, la figura de De Zer ya no era solo la de un periodista, sino la de un narrador de lo insólito. Pero todo tiene un final. En 1994, el programa fue cancelado. El periodista, cuyos reportajes habían definido una era en la televisión argentina, quedó relegado cuando la nueva dirección del canal tomó las riendas. Alejandro Romay, el poderoso empresario mediático, lo citó a una reunión donde, en buenos términos, decidieron terminar la relación laboral.

José de Zer junto con
José de Zer junto con Betty Aráoz y Julio César Caram, figuras indiscutibles de la época

Su salida del canal fue el inicio de una etapa sombría en su vida. Diagnosticado con Parkinson, su salud comenzó a deteriorarse rápidamente. Su hija Paula recuerda aquellos días con una mezcla de cariño y tristeza. “Papá era un hombre con mucho carisma, muy gracioso. Nos hacía reír a todos, pero detrás de cámara su vida empezó a desmoronarse. Después de dejar Canal 9, comenzó a ver cosas, a delirar. Pensaba que alguien entraba a su casa y cambiaba los muebles de lugar. Su delirio fue uno de los primeros síntomas de lo que, con el tiempo, se confirmó como un cuadro de demencia”, cuenta en una charla exclusiva con Teleshow.

Yo era chica, estaba sola para llevar a cabo esta enfermedad y no entendía mucho en ese momento, sino siempre pienso que lo hubiese hecho atender de otra manera. Y bueno, empezó a sentirse solo, a sentir que había gente que lo iba a visitar, gente que no existía. Bueno, esas fueron las primeras alarmas, obviamente sus últimos días”, expresó con la voz entrecortada, visiblemente emocionada al momento de llevar su mente a esos días.

Su vida comenzaba a pagarse lentamente, y sobre esos instantes ella expresó que “sus últimos días fueron realmente muy feos”. En ese momento, ella trabajaba en el Canal, y como si lo estuviera viviendo, recuerda que “fue el año que vino Narciso Ibáñez Menta a la Argentina”. “Yo justo tuve que ir a hacerle una nota y me tuve que volver porque me habían dicho que papá estaba muy mal. Él estaba internado en la Clínica de Colegiales. Había estado en un neuropsiquiátrico durante un mes más o menos, y después fue trasladado ahí por su alto cuadro de que le faltaba el oxígeno a causa de su cáncer de pulmón”, rememoró.

José de Zer junto con
José de Zer junto con su hija Paula

Allí se encontraría con una escena que nadie hubiera esperado ni imaginado: “El tema de sus demencias era que su cáncer de pulmón había subido por el esófago al cerebro. Sí, sus últimos días fueron muy tristes. Muy tristes y muy rápidos”, se quiebra la voz al momento de cerrar los ojos y volver a esa escena.

Paula tenía 20 años en ese momento. “Yo estaba sola porque mi mamá vivía a 200 kilómetros de acá y soy hija única. Para que te des una idea, yo había contratado una cama ortopédica y un tubo de oxígeno y un montón de cosas con un amigo de él que fue el que me ayudó en todo, Jorge Pereira. Tenía todo eso en mi casa para cuidarlo ahí y no llegó, No pudieron darle el alta. Estuvo un mes en este neuropsiquiátrico y de ahí lo pasaron a la Clínica de Colegiales y al segundo o tercer día ya falleció. Se durmió, murió dormidito, en paz y sin sufrir”.

A pesar de la tristeza de sus últimos días, el legado sigue vivo. “En mis últimos años en el canal, pasé a los móviles del noticiero. Salí como productora en el primer móvil de prueba. Les encantó y quedé fija. Y a partir de ahí empecé a hacerlos todos como productora del mediodía y de la noche y no había persona que supiera mi apellido y no me dijera ‘¿vos sos la hija de José?’. Hablo de colegas, de gente de la calle. Todos me decían lo mismo: ‘tu padre era una persona con códigos, tu padre era una excelente persona’”. Aún hoy, décadas después de su muerte, el recuerdo sigue siendo el de un hombre íntegro, un profesional apasionado y un ser humano excepcional.

Leo Sbaraglia se pone en
Leo Sbaraglia se pone en la piel de José de Zer en "El hombre que amaba los platos voladores" (Netflix)

El estreno de El hombre que amaba los platos voladores, una película sobre su vida ha reavivado esos recuerdos en Paula, quien admite haber abrazado a Leonardo Sbaraglia, el actor que lo interpreta, como si fuera su propio padre. “Me hizo remontar a un montón de cosas. Me paré de esa sala y lo fui a abrazar como si hubiese sido él”, confiesa, con la voz quebrada por la emoción.

José de Zer falleció el 2 de abril de 1997, a los 56 años, pero sigue vivo en la memoria de quienes lo conocieron y lo amaron, y sobre todo, en el corazón de su hija. Su legado no está hecho de grandes monumentos ni homenajes fastuosos, sino de esos pequeños gestos de humanidad, de su sentido del humor, de su humildad y su amor por el oficio. Un legado que, como su hija Paula detalló, perdura, silencioso pero firme, en el tiempo.

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