En un reciente episodio del programa de streaming Patria y Familia en Luzu TV, el tópico sobre el que giraba la conversación fue respecto de experiencias cercanas a la muerte. Y en ese momento, Anita Espósito, hermana de Lali, comenzó a detallar lo vivido a sus dos años cuando sufrió un accidente que marcaría su vida, compartió detalles de ese trágico evento y las secuelas que tuvo en su salud durante años.
Anita recordó cómo, en 1986 en Santiago del Estero, cayó por unas escaleras mientras estaba en la guardería. En su relato, explicó: “Cuando tenía dos años, mi mamá trabajaba y yo iba a la guardería”, comenzó. En ese entonces, un episodio desafortunado la llevó a caer por unas escaleras, un accidente tan simple como devastador: “Había como unas escaleritas, yo iba leyendo como un cuentito, eso es lo que me cuenta mi madre, yo era muy pequeña, parece que alguien pasó más rápido, yo me asusté, me desbarajusté y me caí”, explicó con la voz quebrada por los recuerdos, mientras señalaba su frente, el lugar donde impactó al final de su caída. “Con el último escalón me rompí todo acá”, recordó.
Fue entonces que explicó el contexto en el que se encontraba, al detallar: “Imaginate, Santiago del Estero en el ‘86 a cráneo abierto. Y casi no la cuento, pero me salvaron”. En esa guardería, un descuido, un instante de distracción, estuvo a punto de arrebatarle la vida. Aquel accidente resultó en una cirugía de urgencia donde los médicos tuvieron que actuar rápidamente para salvarla, tuvieron que cerrar el hueso y el músculo que dejó como resultado “una cicatriz muy fea, tuvieron que darme 17 puntos”.
Sin embargo, aunque la intervención médica salvó su vida, el hueso no se soldó completamente bien, lo que provocó complicaciones posteriores. “Ese accidente que no se soldó bien, devino cuando fui más grande en una operación súper grande que me tuvieron que sacar un pedazo de cráneo, reconstruirme el ojo. Una locura después todo lo que me tuvieron que hacer”.
Esta segunda intervención quirúrgica que tuvo lugar a sus 18 años ocurrió debido a que “durante 16 años se filtró una sinusitis que absorbió los huesos desde atrás del ojo, y el ojo no tenía donde apoyarse. Entonces me sacaron todo eso, me sacaron una capa de mi cráneo y con ese mismo hueso me armaron mi ojo”. ante la atenta mirada de sus compañeros de ciclo, Cami Mayans, Fede Popgold y Lucas Spadafora, quien consultó sobre qué sintomatología había empezado a tener.
Fue entonces cuando Anita reveló algo que muchos nunca imaginaron: “La única sintomatología que yo tenía era que yo tenía un ojo raro, yo me veía en las fotos y en los videos y siempre decía que eso no me gusta”, admitió con vulnerabilidad. “Por eso no tenía ni fotos ni videos, porque yo siempre me veía algo raro. Y todos me decían que era solo yo, que siempre me tiraba abajo, que siempre me veía fea”. Aquel comentario, que pudo parecer superficial, escondía un malestar mucho más profundo.
Pero fue su instinto y determinación lo que la llevó a descubrir la verdad: “De perra, me fui sola al oftalmólogo y ahí vio que este ojo demoraba un segundito más en enfocar, llegaba un poquito más tarde que el otro”. Este pequeño retraso visual, que muchos no notarían, fue la clave para identificar un problema mucho más grave. “Primero me mandaron a hacer una tomografía porque pensaban que tenía un tumor, y ahí fue que me operaron”, relató mientras sus compañeros la escuchaban en silencio, impresionados por su historia de supervivencia.
Con este relato, no solo desnudó su historia ante el público, sino que dejó una lección sobre la importancia de la atención médica y la recuperación adecuada tras accidentes graves. Un viaje de dolor y superación que, sin duda, marcó su vida para siempre.