Denise Dumas: “Fui una mujer lastimada y me llevó años volver a sentir que yo valía”

Si dice haber aprendido a “devorarme la vida hoy y ahora, sin dar nada por sentado” es “gracias al dolor”. A sus 11 años, la trágica muerte de su hermana cambió para siempre la intimidad familiar (”yo vi a papá darse la cabeza contra la pared”) y hasta “determinó mi destino artístico”. Su “misión” en casa frente a la tristeza. El caballo que “me salvó”. Un primer matrimonio en el que se sintió “muy poquita cosa” y del que “no podía salir” hasta que “mis hijos le dieron sentido a todo”. Y por qué cree que Martín “Campi” Campilongo es su “ángel enviado”. Confesiones de una optimista que elige vivir sonriendo

A Solas con Denise Dumas y Sebastián Soldano

Cuando el hielo de su whisky percusionaba las saudades de Toquinho y de Moraes o esas magias de Gal Costa, era hora de cortar algún buen queso y barajar. Siempre barajar. Mise en place de un hábito, a la espera de cenar, que les hacía muy bien. Marcos, “de pocas palabras y aquella sonrisa”, era aficionado al solitario y también a las artes de simular que nada malo pasaba. “Jugábamos juntos. Cada uno su juego. Pero a mí me bastaba saberlo cerca. Porque estar con papá me resguardaba de la incomodidad”, dice Denise Dumas (46) recordando los tiempos en los que, y quizás a duras penas, dejaba de ser una niña. “Yo sabía que con él no haría falta hablar de nada de todo eso que nos dolía tanto”.

Denise Dumas junto a sus padres, Marcos Dumas (fallecido en 2001, a sus 56 años) y Renée Delger (77), y su hermano Max (53), radicado en São Paulo (Brasil)

La muerte de su hermana había trazado ya un antes y un después en la foto familiar. Mientras tanto, en esa torpe danza del ‘cada uno acomoda su pesar como mejor pueda’, este team sigilo aprendía a convivir con una madre que, ocupada del decir, se “obsesionaba por el control emocional de todos”, y un hermano mayor que, “madurado de un tirón”, apresuró su matrimonio. “Aún así, la casa nunca estuvo a oscuras ni en silencio. Y ese fue el inmenso mérito de mis viejos”, señala Denise en esta charla en la que, a lo largo de tantas lecciones, explicará los cimientos de ese sentido del abrazo que ejerce hasta en su espacio laboral. “Mi familia es todo. Viajar tiene sentido si voy con ellos. Trabajar tiene sentido porque lo que gano es para ellos. El éxito tiene sentido si lo celebro con ellos…”, asegura. “Cuando escucho a quien dice: ‘Hay que encontrar nuestra pasión e ir tras ella’. Sé que yo no tengo ni que cruzar el umbral”.

Denise Dumas, su madre (Renée Delger), y su hermana Janine, quien falleció en 1989, a sus 16 años

A las 8 de aquel día del 89, despertó por la irrupción de “unas siluetas” en su cuarto aún penumbroso. “Al contar tres, pensé: ‘Falta uno’. Y lo primero que atiné a decir fue: ‘¿Quién se murió?’ ¡Sabía! Yo lo sabía…”, recuerda Denise. Qué más da si fue su padre, su madre o Max, pero escuchó: ‘Tranquila, Janine sufrió un accidente’. “Para ese entonces, y desde las 2, en la casa había corridas y un fuerte bullicio de gente que se había reunido a lo largo de la madrugada”, describe. Su hermana, de 16 años (cinco más que ella), había sido trasladada de urgencia al Hospital General de Agudos Dr. Juan A. Fernández en desesperado y vano intento de salvar su vida tras el choque que se la arrebató sobre la avenida Del Libertador, a la altura del Paseo de la Infanta. Viajaba con tres amigos (uno de ellos, de 18 e hijo de una familia amiga, era el conductor) y “por esas cosas de un destino inevitable”, el vehículo que los embistió impactó de su lado. Finalmente había conseguido el tan esperado permiso de sus padres: Esa era la primera vez que Janine salía de noche.

Denise Dumas sobre las espaldas de su padre, Marcos Dumas, junto a sus hermanos, Janine (cinco años mayor que ella) y Max, el mayor.

Te resultará muy ridículo lo que voy a contar”, anticipa Denise con cierto pudor. “Pero hasta ese momento, en mis rezos diarios, yo pedía solo dos cosas: Que nuca se me metiese una cucaracha en mi cuerpo y que jamás se muriese alguien de mi familia”, suelta. Recordemos que la primera de las pesadillas mencionadas se hizo realidad a principio de los 2000, cuando “amanecí con un ruido en mi cabeza y la imperiosa necesidad de golpearla para que cesase”, relata. Pero bastó poner la oreja debajo de la canilla para que el insecto de su fobia escapase por la fuerza del agua. En fin. “Aquello era lo único por lo que imploraba”, continúa. “Aunque, al ser tan niña, la muerte no era ni siquiera una posibilidad. Con el tiempo fui dándome cuenta de que ese episodio no estaba tan acomodado como yo creía. Y hoy, ya de grande, lamento la muerte de Janine aún mucho más que aquel entonces. Y revivo ese dolor de otra manera: Como una gran injusticia”.

Denise Dumas y su hermana Janine, cinco años mayor
Denise Dumas y su hermana Janine

Dice honrar a su hermana con la alegría exprimida de esos recuerdos que tal vez no sean tantos por los años compartidos, pero sí indelebles como la sensación física del vaivén de sus manos haciéndome las trenzas por la mañana”, detalla. Denise odiaba ir al colegio. “Era muy buena alumna pero lo terminé a las piñas. No sé cuándo dejé de llorar antes de entrar… Y a jardín ni siquiera pudieron mandarme”, relata esta ex estudiante del St. Catherine’s School. “Y en medio de cada llanto, yo, que estaba en primer grado, pedía ir a la clase de Janine, que estaba en sexto. Cada vez que en su aula se escuchaba golpear la puerta y en la ventanita calada no se veía a nadie, ella pensaba: ‘¡Uy, otra vez!’. A mí me fascinaba pasar las mañanas sentada en su banco y rodeada de sus amigas”. Llegaría pronto el pacto de silencio entre las dos. “Mamá me había prometido la muñeca Rosaura solo si llegaba al mes de agosto sin llorar. Y mi hermana fue la cómplice de mis mentiras para que pudiera conseguirla. Ella era muy santa y yo la volvía loca. Dormimos juntas hasta un año antes de su muerte…”, cuenta con nostalgia de la que empaña miradas. “No hay día que no hable de Janine”.

Denise Dumas y su hermana Janine, junto a su madre, Renée Delger

Es entonces que se originó el caos”, tal lo define. “Y todo lo que siguió fue terrible. Al principio no sabes para donde correr. Es raro ver ese cuarto vacío en la casa…. ¿Cuándo se entra a sacar todo? La vida va haciéndose muy difícil de llevar. Muy difícil”, evoca. Denise se enojó y, según cuenta, “dejé de creer en muchas cosas. Entendí que todo dependía más de nosotros mismos. Tal vez por el contrario de lo que suele sucederle a la gente que atraviesa un dolor tan grande, buscando aferrarse a la fe… ¿No? A mí no me cuadraba en el razonamiento y me preguntaba: ‘¿Por qué Dios nos hizo esto?’ Claro… Ahora, con creencias más adultas pero no tan grandes (porque me encantaría que fuesen enormes) puedo entender que ese ‘algo superior’ que existe por ahí, no está en esas cosas”, concluye.

Renée Delger y Janine Dumas, madre y hermana de Denise Dumas
Janine Dumas, hermana de Denise Dumas, fallecida en un accidente automovilistico en 1989, cuando tenía apenas 16 años

Las reglas de juego”, en las vidas de los Dumas, “cambiarían para siempre”. Y por ende, una dinámica familiar que pendía de “cierta culpa” por aquel permiso inoportuno, de “la simulación” para la supervivencia”, un nuevo culto a los deseos y el presentismo absoluto como senderos hacia la felicidad. “Cuando mi hermana murió, mamá tenía 42 y papá 44. Para mí, por entonces, dos señores grandes y suficientemente fuertes como para hacerse cargo de todo… ¡42 Y 44! Pobrecitos”, reflexiona con escalofríos al saberlos más jóvenes que ella en la actualidad. “Tengo la imagen mu grabada de un momento puntual. Mientras nadie sabía que yo estaba cerca, pude ver a papá empezar a llorar de repente y darse la cabeza contra la pared. Literalmente contra la pared. Entonces alguien lo sostenía para evitar que se lastimase… Desgarrador. Esa fue la única vez que lo vi quebrado. Precisamente por eso, porque él no tenía idea de que yo espiaba”. Y lo subraya porque “seguramente, vivirían su propio infierno muy en silencio. Pero siempre evitando crearme recuerdos de su martirio, como pretendiendo que yo creciera sonriendo”.

Denise Dumas y su hermano Max (53), radicado en São Paulo (Brasil) donde trabaja en un reconocido laboratorio multinacional
Denise Dumas y su hermano Max (53), el mayor de los tres hijos de Marcos Dumas y Renée Delger.
René Delger (78) y su hijo Max (53), madre y hermano mayor de Denise Dumas
Denise Dumas en compañía de su madre, Renée Delger
Denise Dumas y su mamá, Renée Delger (78)

El dolor serpenteaba por la casa y cada uno lo encaraba (o lo esquivaba) “como nos salía”. Max Dumas (53), el mayor de los hermanos, hoy radicado en la ciudad de São Paulo (Brasil) donde trabaja para un laboratorio multinacional, “tenía 18 cuando murió Janine y creció muy de golpe. Tanto que decidió casarse a los 21. Por ahí son cosas que se hubiesen retrasado en otras circunstancias, pero así fue su proceso”, describe Denise. Renée subsistía con extremo empeño de lograr cierto equilibrio emocional. “Ella insistía: ‘¿Estás bien? ¿Qué sentís? ¿Hablamos? ‘Llorá si querés hacerlo’. Tal vez, quién sabe, por su propia necesidad”, analiza Dumas, muy aparejada con papá en la discreción absoluta. “Nosotros preferíamos el: ‘Ya nos pasó. Sabemos de qué se trata. Mejor dejémoslo ahí’”, durante todo aquel tránsito inicial. “Aún así, sumergidos en el dolor más profundo, mis viejos se ocuparon de que la casa siga siendo alegre, con mesas largas, llena de amigos y muchas milanesas. Una casa viva, de luces encendidas, donde nunca se dejó de planear vacaciones en Brasil y en la que siempre algo pasaba”, recuerda. “No sé cuántas ganas tendrían, pero ese fue su gran mérito”.

Denise Dumas, 1978
"A SOLAS" CON DENISE DUMAS

Entre tanto, y desde tan pequeña, Dumas dice haber sentido el impulso de ser algo así como la payasa”. Quien debía “llenar con risas ese espacio tan enorme”. Quizás, intuye, “esa haya sido la función que me impuse para que, en aquel contexto, la angustia no nos tapase por completo. De algún modo, intuía que debía ser yo quien intentase devolverles la alegría”. De camino, esa chiquita que soñaba con ser encargada de edificio, fascinada por la fortuna de esa gente que podía trabajar en el mismo lugar en el que vivía”, y que de hecho había ya marcado las residencias de su barrio a las que aspiraría (“tal vez por estar frente a una plaza”), finalmente encontró en la equitación una pasión paliativa de esa tristeza que oleaba de vez en cuando.

Denise Dumas, “cuando tenía los dientes chicos” (bromea), como alumna del St. Catherine’s School, del barrio de Belgrano
Denise Dumas durante sus prácticas de salto en el Club Hípico Argentino, donde según dice, “se me fue la vida” tras la tragedia familiar

A Denise le gustaban los caballos. Pero hubo alguno llamado Anónimo que, mucho más allá de ser “un gran compañero”, asegura: “Me salvó”. Todo comenzó con la idea de dos padres motivados por contentar a su hija “tan apasionada” por esta nueva actividad. Marcos y Renée buscaban un equino de regalo. “¡Un delirio! Porque no teníamos nociones de salto ni tanta plata como para una compra semejante”, cuenta a la distancia. Entonces el tío Horacio, veterinario de ejemplares de carrera, colaboró con el destino encaprichado. “Él les comentó: ‘Por ahí hay un caballo que corría de noche y como saltaba las sombras, confundido por las luces, quedaba tan atrás que su dueño lo abandonó en el hipódromo sin siquiera pagar los gastos para la manutención. Algo muy triste que lamentablemente aún sucede cuando ya no ‘sirven’”, subraya con indignación. “Fuimos a verlo. ‘Indomable’ era poco. Estaba loco y atestado de problemas de salud por el encierro”, detalla. “Pero ni bien lo vi, dije: ‘¡Es él. Lo amo!’ Con la membresía en el Club Hípico, inició otra historia. “Vivíamos juntos. Dormía la siesta con él. Me tiraba todo el tiempo, yo lo llamaba y venía a buscarme. Era como un perro”, describe Denise. “Fue mi gran compañía en esos primeros tiempos de aquel lugar en el que se me fue la vida y donde encontré a quienes hoy siguen siendo grandes amigas”.

Denise Dumas junto a uno de los caballos que cría en la chacra familiar de San Miguel del Monte, donde convive con ovejas, ponis, burros y otros tantos
Denise Dumas junto a sus hijos en el Club Hípico Argentino, donde creció. Emma, Francesca e Isabella heredaron la pasión por los caballos, escoltadas por Santino
Emma Campilongo, hija de Denise Dumas y Martín “Campi” Campilongo y su yegua Sienna, premiadas en el Hípico Argentino
Denise Dumas y su perro Rocco, el perro Terranova de 5 años
Denise Dumas en familia recorriendo las tierras de San Miguel del Monte (Buenos Aires), donde tienen una chacra en la que su marido, Martín Campi Campilongo cultiva árboles crítricos

Consciente o no, esa pasión de un origen que todavía no me explico”, fue legada. “Veinte años después, Isabella Barceló (22) tomó la posta en la equitación y en su compañía, Denise fue viendo reflejada su propia infancia. A la estudiante de Marketing, quien para sus 15 prefirió un caballo a cualquier otro modo de celebración, le siguieron sus hermanas: Emma (17) y Francesca Campilongo (11). Y aprehendieron, además, a “amar a los animales todos” más allá del perímetro del Hípico. En casa se convive con Rocco, un perro Terranova de 5 años, con los gatos Tana, Mía y Theo y los conejos Coco y Vainilla. Pero no es todo. Dumas adoptó una burrita llamada Libertad y un poni, al que bautizó Chiste, ambos comparten espacio en la chacra de San Miguel del Monte (Buenos Aires), en la que Martín Campi Campilongo (55) cultiva cítricos en sus habituales retiros de inspiración, con varias ovejas, la perra Olivia, el burro Pancho, la mula Morticia, los equinos y los petizos Amapola y Pablo.

Denise Dumas, en plena adolescencia
Denise Dumas a inicios de los años 90

Todo fue parte de una etapa rara”, de un claro e inevitable consentimiento permanente. “Yo podía faltar al colegio cuando quisiera y mis primas también estaban habilitadas para hacerlo si se trataba de estar conmigo. De hacer planes divertidos que me distrajeran hasta que la lejanía del golpe acomodara nuevamente la rutina familiar”, cuenta Denise. Y gran parte de esas ‘gracias’ a Janine no solo incluye las jornadas en el Hípico, sino también toda una carrera. “Creo que mi veta artística, o principalmente la actuación en mi vida, tuvo mucho que ver con la muerte de mi hermana. Su ausencia cambió todo tanto que no sé si en otro momento yo siquiera me hubiese planteado ese camino. Y, principalmente, si mis padres le hubiesen dado lugar al ‘¿querés estudiar teatro? Dale, andá… ¡Sé feliz!’ Pero frente a algo así que te deja tan sin piso, las prioridades se transforman demasiado. Entonces, la base de todo comenzó a ser hagamos lo que nos guste’; ‘Seamos plenos, ahora’. E ir tras el deseo fue nuestro nuevo norte”, concluye. “Ellos dejaron la vida por nuestra felicidad. Y lo lograron, eh... A pesar del dolor más grande del mundo, lo lograron. A lo mejor, porque aprendimos a valorar todo mucho más”.

Denise Dumas junto a Federico Olivera y Karina López en una campaña publicitaria de 1992
Denise Dumas y Segundo Cernadas en una escena de “Montaña Rusa, segunda vuelta” (eltrece, 1996)
Denise Dumas en “Pijamas”, la obra teatral que protagonizó en 2009. Es una de las seis piezas de las que participó como actriz en las tablas
Denise Dumas y José María Listorti, conductores de “Este es el show” (eltrece, 2010). Juntos también lideraron “SábadoShow” (eltrece 2010) y Cantando por un sueño” (eltrece, 2011)
Denise Dumas caracterizada como un avatar para una de sus performances en “Bailando” (eltrece, 2011), junto a Alejndro Gallego
Denise Dumas luciéndose en la ronda de Electrodance, sobre la pista de “Bailando” (eltrece, 2011) con Alejandro Gallego
Denise Dumas participando de “MasterChef Celebrity” (Telefe, 2021), donde llegó a ser la cuarta finalista
Foto: "Departamento de Fotografía de la TVP"

Entre paréntesis, y al paso, la carrera de la conductora de Nuevas tardes con Denise (TV Pública), se inició de la mano de Luis Francisco Pancho Dotto (68) pero un problema en su tiroides (“por el que aumenté de peso”) la alejó de los sets. Poco después, Ricardo Piñeiro la vio en Montaña Rusa, segunda vuelta (eltrece, 1996), y se encaprichó con ella. “Mirá, este es el cuerpo que tengo y no vas a lograr que adelgace un gramo más”, le advirtió Denise dando vuelta la página a la experiencia anterior. Las múltiples campañas que protagonizó, desde entonces, le valieron su primer departamento. Con la actuación televisiva llegaría hasta Ricos y famosos (Canal 9, 1997), sin contar su participación en Casados con hijos (Telefe, 2005). Y aunque cuente con seis experiencias teatrales (alguna como vedette) y la última cinematográfica en Monjas insantas (2021), dice ya ni siquiera intentar ese camino. En definitiva, “Argentina no se perderá a una gran actriz”, bromea. No hay caso, “mi vocación es la conducción”, asegura luego de haber estado al frente de dieciséis ciclos. “Es que, a diferencia de los actores que buscan personajes para no ser ellos, ese es el ámbito en que realmente puedo ser yo”, sentencia.

Denise Dumas y su padre, Marcos Dumas.

De regreso al hilo de la conversación inicial, hablamos sobre las esquirlas del dolor. “Papá, tal vez por no saber decir no a nada, hizo lío con la plata”, revela como paradoja tratándose de un economista. Pero “la gran consecuencia”, según señala, fue su enfermedad. Marcos tuvo cáncer de riñón, “con metástasis en un sitio horrible que luego tomó la columna entera. Y sin embargo, cirugía tras cirugía, la peleó como un león. Le pronosticaron seis meses y vivió cuatro años más. Era como yo: ¡Todo con tal de seguir viviendo!”, apunta con emoción. Asegura haber sentido una gran indignación. “¡Es papá! ¡No me lo saquen a papá! Fue un duelo durísimo”, recuerda. Un duelo en paralelo con otro incipiente y silencioso”: el del proyecto que significó su primer matrimonio en 1999.

A Solas, Denise Dumas con Sebastián Soldano

Éramos muy chicos, sí... Demasiado”, reflexiona Denise en un intento de cierta justificación al fracaso de su relación con Germán Barceló (49), compañero de elenco en Montaña rusa, segunda vuelta (eltrece, 1996). Fue así que, según cuenta, inició una serie de “cosas muy dolorosas que nunca en mi vida creí que existían. Tal vez por haber crecido en una familia por demás amorosa, respetuosa, adorable. Y no lo pasé bien. Para nada bien”, señala. “A mí me costó mucho encontrarme en esos lugares. Decir: ‘¡Esto existe y está pasándome a mí!’ Y cuando te das cuenta, ya no es fácil salir… No es fácil. Más aún, y entre tanto, cuando papá estaba luchando por vivir”, recuerda. “Hay situaciones que empiezan a naturalizarse. Otras que empiezan a esconderse. Y otras por las que te jurás dar batalla una y otra vez”, enumera sin intención de dar detalles que, tanto tiempo después, dañen a alguien más.

A la distancia supo verlo con claridad. “Alguien que te lastima no te ama. Y tampoco está bueno que lo ames. Hay que salir de ahí”, alista entre sus lecciones. “¿Qué era yo en ese momento?...”, se pregunta. “Una mujer lastimada. Era muy poquita cosa. Con mínima autoestima y sin posibilidad de escapar”. Una tormenta psicológica que, revela, le llevaría más de un año revertir para “volver a sentirme valiosa y valorada”. Y fue entonces que “la vida me volvió con la llegada de mis hijos. Porque antes estaba ocupada en esto, en lo otro, en la salud de papá y eso que vivía en casa no era lo importante… ¡¿Encima le daría a mi viejo el disgusto de una separación?! Claramente la prioridad no era yo en ese momento. Isabella y Santino me hicieron entender el sentido de la vida. “Quizás, hoy esté mal visto esto de que la maternidad nos de razón de ser o cierta realización. Pero yo no puedo pensarlo de otro modo, a mí me ordenó el mundo y es lo que realmente siento”, argumenta.

Denise Dumas y Germán Barceló, su primer marido y padre de Isabella y de Santino. Trabajaron juntos en “Montaña rusa, segunda vuelta” y estuvieron casados desde 1999 a 2005

Mis hijos le dieron sentido a lo que sufrí, a todo lo que viví, a todo… Valió la pena cualquier tránsito. Tanto que finalmente tuve el coraje de separarme. Porque lo más importante ya estaba echo: Ellos dos”, asegura. La pareja se diluyó en 2005, “y fue un acto de valentía”, define. “Estuvo muy bien separarnos. Cortando con tantas cosas y aprendiendo no solo que se puede salir sino que además siempre viene algo mejor, pude ser feliz. Germán pudo ser feliz (NdR: luego de luchar contra sus adicciones se volcó a la música cristiana, se casó con una psicóloga y tuvo dos hijos más, Cata y Agustín). Y, lo más importante: Los chicos fueron felices”, enlista. Y ella tuvo maestros para ese último cometido. Porque así como lo alguna vez lo hicieron Marcos y Renée, Denise supo ser paraguas sobre cualquier sufrimiento. “Los protegí todo lo que pude de eso que nos pasaba”, cuenta. “Los padres siempre nos equivocamos, pero fue un trabajo diario que me propuse ante lo que se filtraba. Isabella cumplía 2, y Santino un año, no tienen recuerdo de sus padres juntos”.

A solas - Denise Dumas con Sebastián Soldano

Marcos murió en 2001, a los 56 años. “Quince días después de haberme casado”, apunta Denise, en aquel momento de 24. “Y desde entonces no me lo pude olvidar ni siquiera por un minuto. Porque eso es lo que logró mi viejo, seguir muy presente para todos”, cuenta. “Todo el tiempo me encuentro con gente que me dice ‘Yo jugué con tu viejo en Los Pumas en tal año…’, ‘¡Qué tipazo era tu padre!’… Todos lo querían y eso se vio en su funeral: Era una multitud impresionante”, evoca. “Es así que recuerda sus tiempos como mesera de Delicity, recién egresada del secundario y mientras estudiaba teatro. “Yo entraba a las 6:30 para calentar las máquinas y a las 7, ni bien abríamos, papá ya estaba sentado con el diario abierto y esperando su café. Así todas las mañanas. Por lo que los dueños, que eran mis jefes, lo querían más que a mí”, dice. “Él era amigo de todos. De repente caía en el set de Montaña Rusa, porque venía a buscarme para que no tomase el subte, y entonces todos gritaban: ‘¡Ey, Marquitos!’ Lo adoraban”, relata. “Inolvidable es papá. Yo sabía que si necesitaba tal o cual cosa o algo se volvería un problema, siempre contaba con él. Hoy no dejo de extrañarlo y no hay día de mi vida que no necesite su abrazo”.

Denise Dumas y su padre, Marcos Dumas, quien falleció en 2001, a sus 56 años

Cree en la conexión entre los dos. “Yo hablo con papá”, dice. “Muchas veces, cuando pierdo mis cosas le pido que me las encuentre. ¡Y aparecen, eh!”, confirma con su gracia. Y de su anecdotario de señales, selecciona un recuerdo particular. “Martín (Campi Campilongo, 55) siempre me decía: ‘Como me hubiese gustado conocer a tu viejo’. Entonces, una noche, le propuse comer en La cantina de Arnoldo, donde papá iba cada miércoles con su grupo de paleta a comer las mollejas a la crema de puerros. Le dije: Ahí todos van a hablarte de él. Y sería una buena manera de conocerlo bien’. Arrancamos. Pero al llegar, la decepción: ¡Cerrada! Ya no existía”, relata. Desanimados “por no saber qué había sido de ese lugar tan icónicos para la familia” y famélicos en las horas en que los artistas dejan los teatros buscando qué comer, circularon casi sin rumbo por la ciudad. “De repente nos vimos sobre la avenida Santa Fe y sin saber cómo ni por qué, doblamos en Fitz Roy. Así vimos las luces de un club que parecía abierto. ‘¿Che, nos darán algo para comer acá?’, me preguntó Martín. ‘Qué se yo, entremos’, le respondí. Y no vas a poder creer…”, suelta. “Era la cooperativa de los ex empleados de La cantina de Arnoldo. Estaban ellos, las mismas fotos viejas en la pared y las mollejas a la crema de puerros. Martín me miró y dijo: ‘Fue él. Nos trajo tu viejo’. Y sí, él siempre me va llevando por ahí”.

Denise Dumas y Martín “Campi” Campilongo, juntos desde hace casi 20 años
Denise Dumas y Martín “Campi” Campilongo el día de su boda, 2 de diciembre de 2006
Denise Dumas y Martín “Campi” Campilongo se casaron el 2 de diciembre de 2006, a poco más de un año de haberse conocido

Está convencida de que, desde el otro lado del umbral, Marcos Dumas no sólo celebra que soy muy parecida a él, aunque manejo menor la plata” (bromea), sino también “a mis hijos” y, a lo que apuntamos ahora: “La llegada de Martín, el ángel que seguramente me envió papá”, define. Una irrupción en la vida de Denise que, inicialmente, la llevó al diván. “Conocerlo me descolocó. Yo pensaba: ‘¿Pero cómo puede ser que todo esté bien, que todo sea bueno? Nos llevamos genial. Nos acompañamos… Yo me desesperaba buscando: ¿Dónde está la falla? ¿Cuál es la trampa?’ Entonces mi psicóloga me explicó: ‘No es fácil vivir sin dificultades. Y hay que saber estar a la altura de una vida sin problemas’”. La ficha no tardaría en caer. “Claro… Hay un amor bueno y es así. Es así. Ya podía ir tranquila por ahí… Finalmente confiando”, señala. “Martín es un tipo leal y lineal. Si te dice ‘Voy a tal lado’, sabes que va a ir a ese lugar”, dice impetuosa. “¡Es tan lindo amar a alguien y sentirse segura! Tan lindo… Me quitó el peso de las preocupaciones y finalmente yo aprendí que se puede amar a alguien con y en paz. Y, principalmente, creo en que él me ama. ¡Le creo!”.

Denise Dumas y Martín “Campi” Campilongo
Denise Dumas y Martín “Campi” Campilongo

No todo fue sencillo al principio”, dijo Campilongo respecto de aquel episodio en una charla reciente para este mismo ciclo que no se trata más que de todo eso que aprendemos de la vida. “Cuando venís de habitar un sitio oscuro y llega alguien que te abre una ventana al mar, es posible que el aire y que tanta la luz, resulte demasiado”. Y a tiempo de esta metáfora reconoció que hace 20 años, “cuando la vida me había impuesto no dar pie con bola en el amor” y hasta “prefería un buen libro a cualquier boliche”, Denise trajo un hogar”. Y sí que lo trajo. “Él, de por entonces 36 y la rotunda convicción de no ser padre, aprendió a cambiar pañales y pasó de tener en la heladera imanes de remises y pizzerías a números de pediatras y horarios para las gotitas del broncoespasmo”, recuerda Dumas. “Mamá me decía: ‘Este chico se va a ir… ¡Lo perdés!’ Pero después de todo lo que costó, porque hay que darle tiempo al tiempo. Tiempo al dolor. Tiempo a los enojos. Perder el miedo y correr hacia adelante”, aconseja. “Mirá… Yo podía estar muy enamorada, pero mis hijos también debían encajar. Más tarde, él me confesó que ni bien los vio pensó: ‘Supe que iban a ser los hermanos de nuestros hijos’”, recuerda. “Finalmente los chicos tuvieron una preciosa familia ensamblada. Martín fue super importante en su crecimiento. Él estuvo ahí y todo empezó a funcionar”.

Denise Dumas y Martín “Campi” Campilongo junto a sus hijos Isabella (Barceló), Francesca (Campilongo), Santino (Barceló) y Emma (Campilongo)
Denise Dumas en una escena cotidiana junto a Martín Campilongo y sus hijos, Emma, Francesca, Santino e Isabella
Denise Dumas y Martín Campilongo junto a sus hijos en Vulcano Bay de Universal, Orlando, Florida

El balance es coincidente. “Martín me dio protección, seguridad y apoyo. Sensación de equipo. Y a él, único hijo en una casa silenciosa, yo le di ese abrazo de familia”, dice ella. “¡Mi casa siempre es un quilombo al que disfruto tanto! Él a veces me mira y me dice: ‘Eso sí lo heredaste de tus viejos’… Porque voy buscando rincones y si en el jardín quedaba alguno, hice una barra para que los chicos puedan hacer las previas en el verano. Además, de un comedor diario que nos quedaba levanté un cuarto de tele, para estar tranquilos mientras todos se divierten ahí cerquita… ¡No puedo evitarlo! Me encanta tener a mano un buen vino, una picada y, aunque a veces mi marido se hinche de todo eso, mucha gente cerca con ganas de sumarse”, concluye con gracia.

Denise Dumas y Martín Campilongo celebrando el inicio de 2024 con sus hijos, Isabella (Barceló), Emma y Francesca (Campilongo), y Santino (Barceló)
Francesca y Emma Campilongo e Isabella y Santino Barceló, hijos de Denise Dumas

Cree que “el dolor es finalmente un gran maestro”. Sí, “cuando llega hay que caminarlo, sobrevivirlo y después, tiempo después, se gana. ¿Cuánto valoraría hoy todo lo bueno de no haber sufrido antes?”, reflexiona. Denise aprendió a vivir como lo hizo Marcos, “devorándome la vida”, dice. “Exprimiendo el minuto y, sin excusa alguna, yendo tras el deseo”. Un ejercicio tan bien aprendido que “aún con alma agrietada” alentó a Santino a la aventura de una vida con mejores perspectivas en Nueva Zelanda, donde vive hace poco más de un año como empleado en un restaurante italiano pero con inmediata posibilidad de tener una casa con vista al mar. “Es su gran búsqueda y como dice Abel (Pintos, de quien es “archi fanática”): ‘No me importa para donde vas / yo voy sin mirar atrás si te tengo por delante / Cuando quieras caminar, no me importa a dónde vas / Quiero ser tu acompañante’. Y aquí estamos. Te seguimos. ‘Porque la felicidad se prioriza’, el mérito de mis viejos y una gran lección”, subraya. “Yo elijo vivir sin dar nada por sentado, ni siquiera el hecho de tener a mis hijos abrazados en el sillón. Estando ahí. Escuchando. Resolviendo. Con ellos. Por ellos”. Y heredando el hábito de Renée: “En una casa de luces siempre encendidas”.

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