“Les quiero pedir algo: no dejen solo a mi hermano”, fue una de las últimas cosas que le dijo Silvina Luna a su círculo más íntimo, cuando su vida se apagaba pese a sus ganas de vivir, a su inconmensurable lucha, a los rezos de todo un país y al amor que la rodeaba. Aun en esa lucha desigual e injusta contra la muerte, cuando el veredicto ya estaba puesto, la modelo que desde hacía más de dos décadas había conquistado el corazón de los argentinos, tenía una sola preocupación: seguir cuidando a los suyos.
Hace exactamente un año llegó la noticia más triste, la que nadie quería recibir, la de su partida física. Silvina venía luchando por su salud hacía muchos años, más precisamente desde 2011, cuando decidió acudir a Aníbal Lotocki, que en ese entonces era el médico de moda, para hacerse una cirugía estética. A las pocas horas de esa intervención comenzaron los primeros dolores y, días después, el desenlace la condicionó por completo y marcó su vida: una insuficiencia renal aguda, que la obligaba a hacerse diálisis; un trasplante de riñón, que se demoró tras haber contraído una bacteria; una internación de dos meses y medio; y los mil intentos para salvarla, que finalmente fueron en vano.
Pero lejos de la tristeza, aunque con ella a cuestas, esos últimos días fueron luminosos, de comunión, de risas y anécdotas. Junto a Ezequiel, su hermano menor, que era su debilidad, y a quien no quería dejar solo tras la partida de sus padres, Roxana y Sergio; junto a sus amigas más íntimas, quienes organizaron una grilla con turnos rotativos para no dejarla nunca sola; junto a Christian, su chofer personal que se volvió su amigo; y con rituales que la ayudaron a partir en paz. Todo fue amor.
En diálogo con Teleshow, Soledad Rodríguez, uno de los afectos más cercanos a la modelo, recuerda cómo Silvina los fue preparando para su partida, la tristeza del tramo final cuando solo restaba esperar el desenlace irreversible y cómo afrontaron el duelo.
“En nuestro grupo éramos y somos como hermanas, así que durante todos esos meses nos estuvimos organizando para cuidarla y acompañarla. También para darle una mano a Ezequiel, que necesitaba nuestro apoyo”, explica Soledad en representación de todo el grupo de amigas: Analía, Barbie, Romina, Estefanía y su propia hermana Victoria, que vive en Mar del Plata y con quien tuvo su época de popularidad como las mellizas Petardo. Ambas conocieron a Silvina cuando compartieron elenco con ella en las obras de Gerardo Sofovich.
“La que más estuvo fue Analía, junto con su esposa, Eugenia. Analía es la más grande de todas y, en muchos casos, es como una ‘mamá’ o una hermana mayor para nosotras. Ella iba todos los días después del trabajo. Otra amiga, Jime, la ayudó mucho desde el lado espiritual”, cuenta Soledad, sobre la dinámica diaria para alguna de ellas siempre estuviera en el Hospital Italiano, donde la modelo transitó los últimos dos meses y medio de vida.
En ese centro de salud, pasaron por todas las emociones. “De a poco nos íbamos dando cuenta de que el cuadro era irreversible, aunque guardábamos algo de esperanza, o esperábamos un milagro. Después empezamos a entender que ella ya tenía que descansar…”, reflexiona sobre aquellos últimos días. “La verdad es que no quiero profundizar mucho más, me remueve mucho todo esto. Lo único que nos da un poco de paz es que ese ser innombrable esté preso”, agrega en referencia al cirujano y en consonancia a cómo se manejaron con los medios y el público en general, cuando escasearon los partes médicos y la información sobre la salud de la ex Gran Hermano.
“Estuvimos todas ahí con ella cuando se fue… pero fue en paz”, asegura.
Christian Basoalto era el chofer de Silvina, pero se convirtió en su amigo. A Fercho, como le decía Silvina, lo contrató su hermano para que la ayudara cuando ella dejó de manejar y, de tanto llevarla a todos lados entre eventos y turnos médicos, se hicieron muy amigos. Él también fue uno de los incondicionales durante su internación.
“A lo último se había lastimado una pierna y teníamos que ir con silla de ruedas al Italiano. Ella no tenía privilegios porque tenía que esperar a que la llamaran y, aunque se quería ocultar, cuando la nombraban, la gente empezaba a mirar, así que trataba de cuidarla mucho”, recuerda el chofer que esta semana visitó a Carlos Monti en su ciclo Entrometidos (Net TV).
“Yo tenía permiso para ir a verla. Cuando estuvo intubada, pero consciente, le llevé una Virgen que le enviaron las Trillizas de oro, y la tocaba… Estaba muy aferrada a lo espiritual”, agrega.
Unos días después de su partida, su amiga Analía Reina rompió el hermetismo y habló en A la Barbarossa (Telefe) donde relató cómo fueron las horas finales. “Era muy doloroso verla sufrir, porque no podíamos hacer nada. La veíamos mal, pero ella nos decía que estaba bien para no preocuparnos. Se refugió en su trabajo interno, en su camino, pero fue soltando de a poco”, dijo su amiga.
“En este último tiempo de internación no podía moverse, le gustaba que le pusiéramos Luis Miguel de fondo. Con Eze tenían esos momentos a solas de hermanos y miraban películas. Pero no aguantaba más el dolor y era muy fuerte verla así. Directamente, se empezó a rendir sabiendo que lo dio todo. Con lo poco que podía hablarnos decía que no aguantaba más y se preguntaba por qué le estaba pasando eso. El último tiempo nombraba mucho a sus papás, nos decía que la estaban esperando”, agregó.
“Las últimas horas fueron terribles, su agonía, su dolor, la desesperación de no poder avanzar para salir de ahí. Nos miraba y nos decía: ‘La tengo difícil’ y ‘Quiero vivir’. Pero ya los últimos días, llorando, me dijo que no soportaba más estar en ese cuerpo enfermo: ‘Quiero trascender’, fueron sus palabras”.
“Su despedida fue hermosa, dentro del dolor que sentimos, porque estuvo rodeada de todos sus amigos y su hermano, dándole amor, y de a poco le fueron sacando las asistencias. Se fue yendo con todos nosotros ahí acompañando”, contó en aquel mano a mano con Georgina Barbarossa.
El día después
Cuando se conoció la noticia de su muerte, sus fanáticos la lloraron en redes y muchos de ellos hasta se acercaron al cementerio de la Chacarita para darle el último adiós. Durante varios días los canales repetían imágenes de la rosarina, que se había destacado en distintos programas de televisión e, incluso, sobre las tablas en revistas y comedias. Su caso había tocado los corazones de todos gracias a su carisma.
La vida sin Silvina se hace difícil y eso lo transitan a diario sus seres queridos, pero Soledad revela cómo lograron sobrellevar la ausencia: “Todas tenemos sueños muy vividos con ella y creemos que esa es la forma en la que seguimos conectadas. Soñamos con ella, todas, y al otro día nos vamos contando los sueños en el grupo”.
“Yo sueño que nos abrazamos, que charlamos, todas sueñan cosas lindas. Yo rezo para que me visite en los sueños, y cada tanto aparece. Me despierto feliz, porque siento que estuve con ella, y a todas nos pasa lo mismo”, cuenta a este medio. En el grupo de WhatsApp “Amigas por siempre”, que compartían con ella y sigue activo, circulan anécdotas y fotos. Unidas llevan mejor el duelo. No es fácil despedir a una mujer tan luchadora, a sus 44 años, con tantos sueños y proyectos. Y esa es la enseñanza que les dejó también, dar pelea hasta el final.
“Ella quería seguir viviendo”, remarca Soledad durante toda la charla y ese deseo tan certero la llevó a la actriz a hacer uso de su última voluntad: que registren cada uno de esos momentos. “Lo que más tratamos de resguardar fue su intimidad de los últimos meses. De hecho, nos molestaba que salieran a hablar de ella. Algunos fueron a visitarla y después contaron cómo la vieron o hablaron de su deterioro. Nosotras, en todo momento, quisimos que de eso no se hable. No era necesario. Lo feo y lo duro no lo vamos a contar, pero como Silvina pidió que se documente, en su momento se sabrá”.
Según contaron su hermano y su abogado, Fernando Burlando, el proyecto es realizar una serie de su vida, tal como era la voluntad de Luna. Y aunque aún no se conocen fechas precisas, todo indica que ese material verá la luz. Para este sábado, el grupo organizó una misa en su memoria en la Basílica María Auxiliadora y San Carlos a las 19 hs, en el barrio porteño de Almagro, que como todo lo que tiene que ver con su recuerdo, proyectan dentro de su intimidad. Será, sin dudas, otro momento para abrazarse, para reír y llorar en su nombre, para guardar en sus corazones y reafirmar ese pacto que nunca necesitaron juramentar y que mantienen de manera inquebrantable.
“Su partida es algo que nunca vamos a terminar de entender. Viviremos con ese dolor para siempre. Me casé en diciembre de 2023 y ella quería venir, pensamos que quizás llegaba. Así que esto fue muy triste también”, lamenta su amiga, quien asegura “siento como que está de viaje. Que va a volver. Aún no lo creo”.