La unificación de las dos tribus, en lugar de traer paz y armonía, desató conflictos y traiciones dentro de Survivor Expedición Robinson. En ese contexto y por primera vez desde que comenzó el ciclo, todo el campamento se complotó para eliminar a una de las jugadoras más fuertes del reality. Así la cosa, este jueves, Inés Lucero abandonó el ciclo después de casi 50 días. “Me lo veía venir. Estoy contenta porque sé que es un juego. Fue una experiencia fue increíble”, dijo antes de partir.
Horas después, en charla exclusiva con Teleshow, la exconcursante oriunda de Río Grande, Tierra del Fuego, y residente actual del barrio porteño de Recoleta, repasó su experiencia en el programa. “Me siento honrada de que hayan tenido que unificar las tribus para sacarme. Me hace sentir fuerte”, dijo a este medio, sin dejar de lado ese espíritu competitivo, el cual mostró desde un comienzo y que le valió varios cruces con algunos de los participantes.
“Siento que estuve debajo de una lupa desde el primer instante. Me jodían mucho cuando veían que yo quería armar estrategias y me hacían intervenciones, para ver de qué lado estaba yo. Había siempre una doble vara, como que yo era una mala persona y el resto estaba jugando. Y esa doble vara, por más que me la quieras disfrazar, yo sé de dónde viene”, deslizó, picante, Inés.
Desde un primer momento, la joven fueguina dejó en claro que su estadía dentro del reality fue para desafiarse a ella misma y descubrir su fuerza interna. El hecho de presentarse “auténtica”, asegura, se dio naturalmente: “Todos van con un personaje; pero, al mirarme, pensé qué quería mostrar. Después me di cuenta de que iba a perder peso, iba a juntarme con gente que no congeniaría... Mirá si encima tenía que hacer un personaje. ‘Que sea lo que tenga que ser, que fluya’, pensé”.
“Tenía una compañera que era una vegana de cartón, la otra que se vendía que era ‘buenas vibras’, el otro que estaba engañando a su novia... un montón de personas que se apagaban las cámaras y mostraban otra faceta. Entendí que se iba a irme tenía que ser con una buena patada”, destacó sobre los compañeros del equipo Norte con los que el tiempo y la distancia no curaron heridas.
Según contó, el hecho de hablar a cámara lo tomó como “una terapia” y una forma de conectar con su futuro público “porque yo no podía hacer estrategias o llorar delante de mis compañeros porque iban a usarlo en mi contra”.
La comida se convirtió en un tema crucial para Inés, al punto de destacar que fue más duro de lo que hubiera imaginado. “Comíamos un coco y un mango por día. Teníamos que hacer nuestras necesidades en el agua”, recordó y, para graficar cómo cambió su cuerpo, reveló que había llevado desde Buenos Aires una calza para utilizar por las noches y evitar las picaduras de mosquitos, pero que la dieta fue tan extrema que “hasta la calza me quedaba grande”, tras calcular que perdió al menos 10 kilos.
Ya instalada nuevamente en Capital Federal, y con una buena cantidad de público a su favor, los planes futuros de la exparticipante no se alejan de los flashes. “Me gustaría ser modelo, hacer publicidad de cabello, de maquillaje. Panelista me encanta, también. Como me gusta charlar, podría estar en un streaming. Lo que sea mientras me sienta cómoda. A todo lo que hago le pongo garra: he trabajado de lo que se imaginen. Lo voy a dar todo y siempre poniendo mi sello. Inés llegó para quedarse”, se despidió.