Pablo Novak y Marcos Mitnik, padre e hijo unidos por el teatro: “Nos gusta trabajar juntos”

En entrevista con Teleshow, hablan de la coincidencia de haber sido parte de una misma obra, con 30 años de diferencia: Marcos es parte de “Generación Desencantada”, remake de “Los 90 son Nuestros”, en la que actuó Pablo

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Trailer de la obra teatral "Generación Desencantada"

Marcos Mitnik nació en una casa rodeada de arte y de a poco su vida fue virando hacia allí. Hijo de Pablo Novak y Andrea Campbell, pero también nieto del recordado Chico Novarro, se subió por primera vez a un escenario de teatro comercial en julio pasado para interpretar un papel en Generación Desencantada, remake de Los 90 son Nuestros. El detalle es que en la obra original —basada en Los 80 son Nuestros, de la dramaturga Ana Diosdado—, que fue estrenada en 1992 en el Teatro Regina, su papá era parte del elenco.

La obra volvió a ponerse en escena en el mismo teatro, pero con otro nombre durante los domingos de julio y los primeros dos de agosto. Es decir, le queda una última función programada para este domingo 11. La historia refleja los conflictos y las dificultades generacionales en cuanto a cómo lidiar con el amor, la sensación de abandono, la muerte, el sexo, la amistad, la violencia y la búsqueda por hacerle frente al constante cambio social. Sin dudas, se trata de un texto que traspasa las fronteras del tiempo al poder ser interpretado tanto en los 80, como en los 90 e, incluso, en este mismo momento. Además de Mitnik, el elenco está compuesto por otros jóvenes actores como Manuel Ramos, Thomas Lepera, Mora Fisz, Valen G., Joaquín Scotta y Josefina Binaghi.

Con la dirección de Nicolás Sorrivas, la historia está asentada en el 31 de diciembre de 1999, cuando las noticias presagian lo peor: a las 00:00 del 2000 las computadoras dejarán de funcionar, el colapso en las comunicaciones será total y se prevén apagones a nivel mundial. En plena incertidumbre de fin de milenio, un grupo de amigos se reencuentra en un viejo garage para celebrar el año nuevo. Pero, según se verá, no hay mucho que celebrar entre ellos.

“La verdad que sí, es muy curioso. Treinta años después, la misma obra, padre e hijo. Hay otras coincidencias, también, de edades, de lugares, de vocaciones. De algún modo es continuar el legado”, dice Pablo Novak en conversación con Teleshow acerca de esta casualidad. “Los 90 son Nuestros debió haber sido mi segundo o tercer trabajo en teatro. Yo ya había laburando en el San Martín, en la obra Los Invertidos, con Alberto Ure. En el caso de esta obra, me dirigió Carlos Gandolfo, que era mi profe y que, casualmente, fue el que unos años antes me había mandado al casting de La Noche de los Lápices”, dice.

Pablo Novak y su hijo Marcos Mitnik (Instagram)
Pablo Novak y su hijo Marcos Mitnik (Instagram)

“En ese momento, todos los que estuvimos en la obra ya veníamos haciendo tele: mi amigo Alejo García Pintos, Leo Sbaraglia también, Fernán Mirás, Fabián Gianola, Carola Reyna, Andrea Pietra... Éramos bastante gandolfianos ahí, algunos estudiábamos con él. Y yo estaba como loco por estar. Me acuerdo de que me había ido de vacaciones a Córdoba con una novia que tenía y escalamos el cerro Uritorco. Cuando llegamos a la punta, había una cruz para dejar papelitos con deseos y el mío fue que me llamen para estar en esa obra. A los tres días estaba convocado, por lo cual nos fuimos a Mar del Plata. Fue una temporada bárbara de estar todos en la playa y pasarla muy bien. Y después seguir haciendo la obra en Buenos Aires”, recuerda Novak.

—¿Y qué te pasa viendo a Generación Desencantada, más allá de que está tu hijo? ¿Qué te pasa con el texto, 30 años después?

Novak: —Es una obra que sigue bastante vigente porque la violencia nunca se acaba, el bullying, en este caso. Hay varios temas abiertos que muestra la obra, como también las diferencias de clases, el hecho de dejar de ser adolescente y convertirse en adulto... Y toda esta etapa que es una transición que dura 23 años (se ríe). Dura lo que uno resuelva que dure, ¿no? Y ahí hay varios de estos conflictos abiertos, por eso creo que es un texto que hoy está muy vigente.

—Marcos, ¿vos cómo te sentís arriba del escenario con este texto?

Mitnik: —Me encanta. Amo y aprovecho siempre que tengo la oportunidad de subirme a un escenario, porque es lo que me gusta hacer, lo que sé y lo que también aprendí de chico. Justo con esta obra fue loco que hace un tiempo la haya hecho mi viejo y hoy me llamen a mí. Para mí fue un golazo y me puso muy contento. Es una versión distinta de la que venía, si bien tiene un guion, está bueno darle vida desde otro lado.

—¿Sentís que esta obra representa a tu generación, a los jóvenes de hoy, aunque se haya escrito en los años 80?

Mitnik: —Yo creo que es una buena identificación para cualquiera que es joven o que haya sido joven. Creo que se mantiene esa lucha de querer dejar de ser un niño y pasar a ser un adulto. Siento que eso va a formar parte de nuestras vidas y eso tiene de bueno. Tiene tantos temas que interpelan no solo a mi generación, sino a gente que ya lo pasó. Se forma un lugar en el que se puede empatizar y hay cosas que no se tratan en la vida cotidiana. Y al poder teatralizarlos, le damos una mirada distinta para que se pueda hablar de todo eso.

—¿Te hacés cargo de la influencia de tu viejo en lo que vos hacés o elegís correrte de esto?

Mitnik: —No, no, para nada, no me corro. Es más, también trabajo con él asistiéndolo en sus clases de teatro. Me gusta laburar con él porque siento que tenemos miradas muy parecidas en el mundo del teatro, del arte, porque incluyo también a la música. Lejos de correrme de eso, siento que él también me formó en lo teatral. Mi mamá también. De alguna manera uno hereda esas cosas. Si bien me formé en diferentes lugares, fui haciendo y sigo haciendo mi recorrido, no me corro de esa influencia.

Marcos Mitnik en una escena de "Generación Desencantada" (Foto/Gentileza Prensa)
Marcos Mitnik en una escena de "Generación Desencantada" (Foto/Gentileza Prensa)

—¿Y cómo es para vos trabajar con Pablo, no con tu papá?

Mitnik: —Bien, bien, recontra bien. Como compartimos criterios, siento que está buenísimo. El año pasado tuvimos la oportunidad de estar juntos laburando en Microteatro, yo actuaba y él me dirigía. Y tuvimos ese proceso de ensayo a pasar a hacer una obra. Y fue genial, yo creo que me ayudó un montón, que entendía desde donde me decía las cosas. Y como decís, deja de ser papá por un rato y es el director y trabajamos como tal. Nos podemos también correr de esa mirada.

—Pablo, ¿cómo es trabajar con Marcos, el actor?

Novak: —Está bueno, yo creo que es un código que compartimos, que me entiende, que me presta atención, tenemos una formación parecida. Él fue también a lo de Gandolfo, pero a lo de Gandolfo hijo, lo cual es muy loco. A la misma edad, en la misma escuela. Él está haciendo un montón de obras, está en otra que se llama Los Mosquitos y que está muy buena. Y acá se da otra casualidad, porque quien lo convocó es la autora, Fabiana Uría, con quien yo hice la escuela secundaria... Está bueno laburar con él, es un gran actor que tiene mucho potencial, que es divertido y que está bueno cuando compone personajes. Yo lo dirigí en una obra en la que compuso un personaje muy diferente a él, que no es algo habitual.

—Seguramente como padre y al compartir oficio, querés aconsejarlo y decirle cómo llevar determinadas cosas; pero, a la vez, querés habilitarle su propio vuelo. ¿Cómo pendulás entre esas situaciones?

Novak: —A mí me pasó con mi viejo, también. Lo que pasa es que yo elegí lo actoral y mi viejo era más músico, obviamente. Yo hice música, pero me consagré mucho más a la actuación, ahora a la docencia y a la dirección. Me parece que uno da el ejemplo con las cosas que hace, más que con lo que dice. Los chicos te miran cómo vos sos y cómo actuás en la vida, los valores que tenés... Yo trato de no imponerle nada y, como padre, quiero que le vaya bien, que se cuide, que haga cosas que le hagan bien, que sean sanas. Creo que él actoralmente está encaminado y hoy es un abordaje de la carrera totalmente distinto a la época en que yo empecé.

—¿Por qué?

Novak: —Bueno, primero porque no hay más ficción en televisión. Cuando yo empecé había entre 70 y 80 novelas por año y como 40 o 50 unitarios. Había una producción en la cual vos podías ir, por ejemplo, los martes al Canal 7 a hablar con los productores, los miércoles a Canal 13... Cada día los productores te atendían y eras un actor que ibas a hacer pasillo, como le llamábamos, a pedir laburo. Y había producción. Ahora no existe más. Para cualquier artista, hoy, el camino es el celular. El camino es generar contenidos. El que no genera eso, se queda afuera del sistema. Hoy uno es su propio canal de difusión, su propio director de contenidos. Hay que aprender otros protocolos y esos caminos, que se acortan y se hacen más fáciles. O, si uno es tímido y no va al frente, se puede hacer mucho más difícil.

"Como compartimos criterios, siento que está buenísimo trabajar con él", dice Marcos Mitnik acerca del hecho de compartir oficio con Pablo Novak, su papá
"Como compartimos criterios, siento que está buenísimo trabajar con él", dice Marcos Mitnik acerca del hecho de compartir oficio con Pablo Novak, su papá

—Marcos, ¿para dónde sentís que va tu carrera y cómo te gustaría seguir?

Mitnik: —Estoy muy contento con lo que estoy haciendo en Los Mosquitos, los sábados a las 18 horas en el Teatro el Grito. Esta semana se estrena una obra en Microteatro que se llama Malos Hábitos, dirigida por Alejandro Russek. Me gusta estar laburando a full y queriendo seguir en eso. También aprendiendo. Lo que se dice en el mundo actoral, donde más se aprende y se adquiere experiencia, es haciendo. Así que estoy en eso.

Novak: —De hecho, ahora nos estamos yendo a dar clases. Él me asiste en mi escuela de teatro y ahí hay ocho grupos. Por suerte tenemos mucho público en lo que hacemos. En septiembre estreno otra obra como director en el Microteatro, con dos alumnos míos avanzados. Es una obra que salió de una improvisación, muy divertida.

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