Este 30 de julio se conmemoran tres décadas desde el lanzamiento de La hija de la lágrima, la aclamada ópera-rock de Charly García que vio la luz en 1994 y marcó una etapa significativa en la carrera del músico, con gemas como Chipi Chipi, La sal no sala, Víctima y Fax U.
La génesis de este proyecto se remonta a 1992, cuando Charly fue testigo de una intensa disputa entre dos mujeres en la rambla de Barcelona. En medio de la pelea, una de ellas gritó: “¡No podés lastimarme ni hacer nada, porque yo he sufrido mucho y soy la hija de la lágrima!”. Desde ese momento, aquella frase y la idea de crear una ópera-rock empezaron a rondar en la mente del músico.
Este disco significó el renacimiento artístico para quien no había lanzado material original desde Filosofía barata y zapatos de goma en 1990. En los intervalos entre ambas producciones, Charly trabajó en proyectos como Radio Pinti, Tango 4 y la banda sonora inédita de Funes, un gran amor; además de reunirse con Serú Girán para realizar dos conciertos históricos en el estadio de River Plate, un álbum grabado en estudio y otro en vivo.
La época de intensa creatividad, aunque también de cierto grado de locura que estaba viviendo, se manifestaron en la placa, tal como él mismo admitió: “Llegó un momento donde lo único que tenía en la cabeza era la ópera y todo lo que me pasaba lo asociaba con la psicología de los personajes. Me resultaba casi imposible salir de eso y ser una persona normal. Estaba insoportable, decía y hacía cosas raras. No puedo pretender que todo el mundo entienda lo que me estaba pasando”.
Las grabaciones del álbum se llevaron a cabo inicialmente en los legendarios estudios Ion con el técnico Osvel Costa y músicos de la talla de Fernando Samalea en la batería, Fernando Lupano en el bajo, María Gabriela Epumer en la guitarra y Luis Morandi en la percusión. Incluso hubo una jornada de grabación con orquesta y arreglos a cargo de Carlos Villavicencio.
Posteriormente, la producción se trasladó a La Diosa Salvaje, el estudio de Luis Alberto Spinetta, donde se unieron el técnico Mario Breuer y el asistente Aníbal La Vieja Barrios, además de invitados especiales como Juanse y Fabián Von Quintiero en “La sal no sala”, Alfie Martins y el dúo Illya Kuryaki & The Valderramas en “James Brown”, Jorge Pinchevsky en el violín de “Intraterreno” y La Bruja Suárez en armónicas.
La hija de la lágrima cuenta con 23 canciones y cerca de 70 minutos de música, el máximo que podía caber en un CD en ese momento. Según cuenta la leyenda, Charly hizo escuchar el álbum a los ejecutivos de su sello discográfico y le dijeron que “hacía falta un tema comercial”. Al día siguiente, en apenas 10 minutos, compuso “Chipi Chipi”.
La mezcla del disco fue realizada por Joe Blaney en los estudios Chung King House of Metal, en Nueva York. El nivel de detalle en la producción muestra el compromiso del músico con este trabajo, reafirmando su posición como uno de los más influyentes en la historia del rock en español.
El lanzamiento del álbum estuvo acompañado por una imponente campaña publicitaria, incluido un cartel gigante frente al Obelisco que proclamaba “El genio ha vuelto” y “Su obra cumbre”. Las ventas fueron excepcionales, alcanzando la certificación de Disco de Platino con 60 mil copias vendidas. Poco después, se anunció la presentación en vivo del álbum con diez funciones en el Teatro Ópera durante el mes de septiembre de ese año.
El éxito de la placa no solo se reflejó en sus ventas sino también en su impacto cultural. Canciones como “Chipi Chipi” se convirtieron rápidamente en himnos y la narrativa del álbum, con su complejidad y profundidad, fue objeto de análisis y elogios por críticos del rock y amantes de la música por igual.
En resumen, a 30 años de su lanzamiento, La hija de la lágrima sigue siendo una obra maestra inquebrantable en la discografía de Charly García. Su visión artística y su capacidad para transformar experiencias personales son testimonio de su genialidad y de su rol fundamental en la evolución del rock en el mundo hispanohablante.
Es más, como registro de época, hace unos años, se estrenó el documental Existir sin vos, que repasa el momento en que Charly abrió las puertas de su estudio, en Fitz Roy y Córdoba, al director Alejandro Chomski para filmar una extensa sesión de ensayos que se prolongó hasta el amanecer. En un ambiente cargado de anécdotas, improvisaciones musicales y chapuzones en la pileta, el creador capturó la intimidad del icónico artista y sus colaboradores de entonces.
Rodada con una cámara precaria, la película no solo muestra el particular e intenso proceso creativo de Charly, sino que también transmite una fuerte sensación melancólica. Esta se acentúa especialmente cuando Charly le recita a Epumer, quien falleció en 2003, los versos de “Existir sin vos”, en una suerte de premonición.
El momento más conmovedor de este documento único llega tras los créditos finales, cuando, solo frente al piano, García ofrece una versión de “There’s a Place”, canción de los Beatles, que él mismo reconoció como esencial en su vida artística al decidirse a pasar de la música clásica al rock. Un registro imperdible para los fans de Charly.