Marley irrumpió en mitad de la noche en el pueblo de Capurganá, Colombia para despertar a los participantes de Survivor Expedición Robinson y darle comienzo al reality show de supervivencia que, allá por el 2000 debutaba en la Argentina y presentaba por primera vez este tipo de formatos en nuestra televisión. En su vuelta por la pantalla de Telefe, el programa puso el acelerador y fueron presentando a los concursantes en el primer desafío: lanzarse de un barco a dos balsas con las provisiones que podían llevarse.
La isla está ubicada en el Tapón de Darién, conocida por ser una de las zonas más hostiles, y a todos les tocó lanzarse al agua desde una embarcación mientras intentaban llevarse alimentos, como frutas y conservas, y objetos como sartenes, sogas, un bidón de agua potable. Allí comenzaron a verse ciertas personalidades, como la de Janet, que fue la última en entrar al agua, según dijo, porque tenía un trauma por haber sobrevivido a una inundación. O la de Maru, que aseguró estar sorprendida de si misma por haber podido nadar durante media hora, a pesar de su asma.
También se vio el lado más competitivo por el lado de los hombres. El exbombero Martín Lobo, el nudista Iván o el colectivero Goldie se posicionaron como líderes naturales, aun con las primeras desconfianzas y malestares de sus compañeros. Unos minutos después del naufragio, ya en tierra firme, y con lo poco que pudieron llevarse del barco que los llevó, llegó el momento de caminar para llegar a la zona de su primer desafío. Se trató de un reto por la inmunidad en el que tenían que hacer equilibrio sobre unos troncos, primero con algún tipo de soporte extra y después, sin ninguno.
La primera en caerse al mar, unos segundo después de que el conductor le de comienzo al juego, fue Giselle, que trabaja como crupier de casino. Mientras que para el final, después de una hora quedaron Samanta, que es actriz y cantante, y Juan Pablo, quien es abogado y comerciante. Al final fue la muchacha de Entre Ríos quien terminó ganando y se llevó un valioso premio: la posibilidad de no poder ser elegida en el primer reto de eliminación de su equipo.
Después llegó la división de los grupos, el Norte y el Sur, y se dio un choque más: tener que armar un refugio para pasar su primera noche, que se sumó a otras complicaciones como intentar prender un fuego o la irrupción de una lluvia que se impuso a las 3 de la mañana. “Pasar una primera noche sin fuego fue muy duro porque no pudimos comer ni usarlo para espantar a los bichitos que se acercaban”, se lamentaba Fiorella, mientras que otro de sus compañeros contaba que solo tenían para comer una piña y una sandía, pero les faltaba un cuchillo.
“Somos un grupo unido, pero físicamente somos más débiles”, analizó Francisco, que es CEO de un banco, mientras se quejaba que que sus compañeras del Sur, y de pañuelos amarillos, no eran muy colaborativas en las tareas. Sin embargo, el chofer de colectivo cordobés fue el primero en buscar imponerse. “Lo tengo en la mira”, señaló Mauro, que es empleado administrativo, y que afirmó que aunque tenía pocas habilidades de fuerza, se definió como estratega. “Hay que hacer tareas, labores, pero no hay que perder el niño interior”, señaló Martín, que trabaja en una farmacia, y generó roces cuando sorprendió a sus compañeros armando un tablero de ajedrez con ramas.
Lo que llegó después fue un reto, precisamente, para conseguir el fuego. Armado de una antorcha y luego de pedirles a los concursantes que dejen en un lugar toda la ropa que habían llevado, Marley terminó prendiéndoles fuego a sus prendas. “Le decimos adiós al pasado, y a partir de ahora son el Norte y el Sur”, señaló, mientras las quejas y el asombro reinaban. “Fue cruel”, lanzó Inés.
El desafío se trató de armar varias fogatas solo con los elementos naturales que tenían a su alcance, como troncos, pastizales secos y ramas. Armar unas enormes fogatas para conseguir quemar unas sogas les iba a dar a solo uno de los grupos el triunfo. Se pudo ver cómo algunos comenzaron a flaquear, superados por el calor de tener que mantener encendida una llama a puro soplido, cubiertos por el humo y al borde de la descompensación, como Braian, el empleado gastronómico que tuvo que tomarse unos minutos para poder continuar. El desenlace quedó abierto, en un programa debut que combinó dosis de tensión y de adrenalina.