Gonzalo Heredia supo - y pudo- conjugar dos grandes pasiones en su vida: la literatura y la actuación. Conocido popularmente como actor de televisión, se ha ganado a lo largo de los años un rol destacado en el mundo artístico. Tanto es así que en estos días, el actor viajó a España para recibir un premio en el Festival de Valencia junto a parte del elenco de la serie El Sabor del Silencio, estrenada en abril por Flow y coproducida por Kuarzo e Idealismo Contenidos. El thriller, que tiene 8 capítulos y cuenta con el rol protagónico de Heredia y el coprotagónico de Agustin Sullivan junto a Violeta Urtizberea, se alzó con el premio del público a la Mejor Serie en CinemaJove, uno de los festivales de cine que desde hace 40 años destaca a los mejores jóvenes cineastas del mundo.
Orgulloso de haber participado en esta producción, el actor dialogó con Teleshow en una charla íntima en la que habló de su nuevo trabajo, de sus proyectos y de cómo su afición por la lectura “lo salvó de la opresión”. “Leer es un acto desesperado”, dirá más adelante, en un momento en el que podrá despojarse del traje de chef que lo llevó a personificar a Vicente Olivar en su última labor.
“Volví el martes de España. Lo lindo del festival fue cruzar cultura con otros países. Enterarnos qué historias se están contando en cada región. Las idiosincrasias se cruzan y nosotros podemos llevar nuestra historia y más que nada El sabor de silencio, que es un género - el policial - que no abunda en nuestra industria”, comenzó contando entusiasmado con el reconocimiento obtenido.
—Es tu primer trabajo en una serie, ¿cómo te sentiste en comparación con la televisión?
—Sí, es mi primera vez en el formato serie. Nunca había hecho nada antes, ni siquiera una participación. Debo ser uno de los pocos actores que ni siquiera estuve en un streaming (se ríe). La mayoría de las novelas en las que participé nunca tenían escrito el final, estaban escritos los primeros 15, 20 capítulos de una historia que duraba 160. Quizás entonces había momentos, sobre todo en la mitad, donde había un poco de blanco, de que los personajes estaban como yendo de un lado para otro. Y en la serie, al tener toda la historia completa fue genial, porque podía darle forma al personaje desde un punto de inflexión.
—¿Cómo construiste tu personaje?
—Ya desde el primer capítulo se plantea el tema de la justicia por mano propia. A partir de ahí hay un punto de inflexión en su vida, y en los capítulos que siguen el personaje hace cosas que nunca había pensado hacer. Entonces, los espectadores empiezan a conocer esa zona poco iluminada del protagonista. Y él mismo empieza a descubrir una naturaleza que estaba como adormecida que, en realidad, siempre tuvo. Eso me parece muy interesante de contar porque era algo bastante diferente a lo que había hecho y me dieron ganas de construir el personaje con el arco narrativo completo.
—¿Cuándo se filmó?
—La filmamos el año pasado, en locaciones en la zona norte de Buenos Aires. Se filmó en dos meses, antes de las elecciones primarias. Y eso tenía mucho atractivo porque en un principio hubo como una posibilidad de que la serie se estrenara en diciembre. Nosotros estábamos en un momento políticamente álgido, con el país totalmente movilizado. La serie habla justamente de la corrupción en la política. Y no solo eso, sino que mi personaje asesinaba al candidato a presidente con mayor intención de voto. Era algo que se mezclaba con la realidad. Así que después se terminó estrenando en abril.
—¿Cómo transitás este momento en el que el Gobierno hizo un recorte presupuestario para la cultura?
—Se transita como se puede, en todo sentido. Creo que estamos viviendo un momento bastante particular donde hay un cierto descontento, un cierto desánimo, y mucha irascibilidad en la calle, en las redes sociales, en todos lados. Entonces uno como ciudadano es parte de eso. En lo cotidiano uno vive, va a comprar al almacén, cría a sus hijos y habla con la gente en la calle. No somos ajenos. Con respecto a la cultura, obviamente que hay cosas en las que estoy de acuerdo que hay que regularizar, pero no en cortarlas de raíz y adjudicarle ciertas cosas que la cultura no tiene la culpa. Por ejemplo, comparar el hambre en ciertas provincias y adjudicárselo a que se destina cierto dinero a filmar tantas películas. Ahora que estuvimos en el festival pudimos hablar con los realizadores de otros países. Es verdad que uno no tiene que comparar pero hay algo de las políticas de cada país que son identitarias con respecto a la cultura. Y la verdad es que da mucha pena porque, por ejemplo, había una serie que habían rodado tres amigos canadienses, y nos contaban cómo era el sistema político en ese país con respecto a la cultura, y es una producción que se hizo con nada de presupuesto, pero siempre con el apoyo del Estado para con ellos y para con todas las películas, las series o las diversas formas artísticas que tiene el país de contar parte de su identidad.
—¿El arte ayuda a transitar los momentos difíciles?
—Creo que el arte siempre fue un acto de resistencia. A través del arte se pueden contar cosas que quizás no se pueden expresar con palabras o de otra forma. Creo que el arte debe ser un lugar de resistencia en todo sentido. Y siempre es un lugar de búsqueda. Creo que en este país ha pasado muchas veces. Me acuerdo en la época del 2001, donde también, así como el país, el arte o la cultura también formaron parte de ese vaciamiento y de esa poca realización que había. O por ejemplo, lo que ocurrió con el teatro en la pandemia. En un momento de crisis en la industria teatral durante los años 2022 y 2023 también resurgió de una forma totalmente potenciada. Entonces yo creo que el arte siempre, de alguna forma, necesita de esos lugares para poder salir. El tema es que en el medio hay artistas que viven y es muy difícil, a veces, intentar durante el día a día no tener incertidumbre o miedo.
—¿Qué considerás que atrajo de la serie para que la consideren ganadora del premio?
—Es una historia atrapante, universal. Creo que hay un punto donde se crea cierta empatía con el protagonista, donde una persona común y corriente, que tiene su familia y una vida bastante estructurada y fluida, cambia abiertamente. Se encuentra con una situación que le podría pasar a cualquiera. Entonces uno se pregunta qué haría en una situación así, cómo lo manejaría. Y uno siempre tiende a contestar de una manera bastante coherente y racional, ‘no haría eso, no podría’, pero en una situación así, yo personalmente la verdad es que no sé cómo reaccionaría. Entonces creo que es un hecho bastante universal. Y después, creo que la serie se destaca por la realización, por la producción, por la fotografía. Artísticamente tiene puntos muy altos. No tenemos nada que envidiarle a otros países.
—¿Cómo siguen tus proyectos profesionales?
—Hay una gran posibilidad de que salga mi tercera novela el año que viene. El jueves que viene tengo la segunda reunión con la editorial. Y, después, en septiembre voy a hacer teatro. Se trata de una obra que se llama La mentira, en el Teatro Picadero. Con un elenco que está buenísimo, con Eleonora Wexler, Alexia Moyano y Lautaro Delgado, con la dirección de Nelson Valente.
—¿Cómo fue que te volcaste a la literatura? ¿Comenzó siendo un hobby para vos?
—No tengo una familia literaria, me crié en una casa donde no había biblioteca, por ejemplo. Empecé a leer casi de casualidad. Podría decir que fue como una cuestión de necesidad, como de salir de un lugar de opresión. Yo me sentía oprimido en el lugar donde estaba y encerrado, asfixiado, no por haber tenido una mala infancia o adolescencia, sino por una cuestión de que creía que el mundo era solamente eso. Y el acto de leer fue casi como desesperado. Y así, de casualidad, empecé a descubrir la adicción por la lectura.
—¿Te acordás qué fue lo primero que leíste?
—Sí, el primer libro que leí fue El túnel, de Sábato, y después me di cuenta de que se trata justo de una historia de obsesión también. Ahora, a la distancia lo puedo ver y lo puedo poner en palabras. En ese momento tenía 14 años y no me daba cuenta. No sabía por qué no podía dejar de leerlo, y no sabía por qué lo cerraba y lo dejaba y seguía pensando en los personajes. Hoy me doy cuenta que se trataba de una adicción a la lectura y que estaba comenzando algo maravilloso. Creo que todos los lectores y lectoras buscamos un poco eso, que la lectura ilumine zonas desconocidas de uno y que pueda poner en palabras sentimientos, sensaciones, ideas y que sea un poco como un espejo para poder tener autoconocimiento. Creo que todos buscamos un poco de eso: querer saber quiénes somos, cómo somos, qué pensamos.
—Empezaste desde muy chico con el hábito de leer...
—Yo fui muy autodidacta en ese sentido, nadie me dijo qué tenía que leer. No tenía amigos que leían, entonces fue como una búsqueda medio a ciegas, como a tientas, como esta cosa de ir a la gran literatura universal y chocarme la cabeza contra la pared y ser expulsado inmediatamente. En esa época intenté leer a Nietzsche, Así habló Zaratustra y fue un aburrimiento en ese momento. Pero después empecé a buscar voces, narrativas. Hay una frase que dice que ‘siempre hay un libro que te está esperando’. Y creo que es verdad, hay una voz narrativa que te está esperando, seguro. Y cuando eso sucede, leo esas palabras y siento que fueron escritas para mí. Entonces digo: ‘No puedo creer que este tipo o esta mina en el siglo 19 haya escrito esto’.