La escena, tan hipotética como fascinante, ocurre en 1934 en Nueva York. Carlos Gardel, figura internacional de la canción, se alista para presentarse en el anfiteatro de la cadena NBC, una participación como tantas otras en su nutrida agenda global. Su aplomo se ve alterado cuando divisa a una mujer con la que había mantenido viejos amoríos, pero con la que ya no quiere saber nada más. Como no quiere cruzársela, se encierra en el camarín para despistarla y enseguida siente que abren la puerta. El que irrumpe es un joven de 17 años, dispuesto a profesarle toda su admiración.
Francis Albert Sinatra tiene tantas ambiciones artísticas como inseguridades. Lo cautiva ese hombre -su presencia escénica, su voz, su bohemia-, aunque no entiende lo que canta. El idioma universal y sus misterios hacen de las suyas una vez más y de alguna manera se comunican a través de las canciones. Formula preguntas, recibe consejos, lo aconseja para que se presente en un concurso. Pero el hechizo se rompe de la manera más brutal. Un año después, Carlos Gardel muere en un trágico accidente de avión. Al poco tiempo, Frank Sinatra gana un concurso y empieza su despegue hacia el estrellato.
El Mudo y la Voz, tan opuestos como cercanos, definieron, cada uno a su manera, dos de los fenómenos artísticos y culturales más importantes del siglo XX. Y esta fábula sirvió como disparador para Cuando Frank conoció a Carlitos, una obra que nació para el teatro off, tuvo su experiencia en una plataforma de streaming y se prepara para debutar el 5 de julio en el Teatro Alvear de calle Corrientes, con veinte músicos en escena y una mutación que sorprende a sus creadores. “Arrancamos con esto hace cinco años y finalmente se está concretando”, le dice a Teleshow Raúl López Rossi, uno de los autores junto a Gustavo González, sobre esta apuesta entre la fantasía y la nostalgia, sin más límites que el de la imaginación.
Todo empezó de casualidad, cuando se les presentó la posibilidad de hacer algo en un teatro en San Telmo, con capacidad para 70 personas. “Para nosotros era el Colón”, grafica el autor, y sin querer spoilea parte de esta charla. Pero todavía falta para llegar a eso. Ante esa oportunidad, se les ocurrió armar un proyecto en base a tangos cantados en inglés, un espectáculo orientado a los turistas que visitan la ciudad y su fascinación eterna por el 2 x 4.
En esa búsqueda se encontraron con el mito del encuentro. Las dos voces más importantes de sus épocas reunidas en un camarín, un escenario tan pequeño como el que disponían en aquel entonces. “Fue el disparador para hablar de dos mundos diferentes, el de un artista ya consagrado y otro que estaba haciendo unas changas por ahí”, contextualiza López Rossi.
Cuando se disponían a estrenar, la pandemia frenó al mundo y puso todo en pausa. Pero el destino volvió a jugar fuerte y apareció Disney en el camino con la posibilidad de adaptarlo al formato audiovisual. Hoy llega al teatro con una producción que supera cualquier expectativa previa. Como si fuera un homenaje a la leyenda que surgió en un oscuro camarín de la Nueva York de los 30.
—Se habló mucho del mito alrededor del encuentro. ¿Hay algún registro de que Sinatra haya mencionado la escuela de Gardel?
—Hay una leyenda urbana que va más lejos que nuestra obra, que dice que la única vez que Sinatra vino a Argentina, fue al café O’Rondeman del Abasto, donde Gardel se reunía con sus amigos, y le dejó una ofrenda. Eso parece pura fantasía, y hablamos con Palito Ortega, que es quien lo trajo al país y que era muy amigo de Leguisamo, íntimo de Gardel. Y él nos dijo que casi no salió del hotel, y estuvo muy custodiado.
—¿Cómo eligieron el repertorio entre la vasta obra de Gardel?
—Elegimos 16 clásicos absolutos y nos permitimos una trampita. Queríamos que estuviera “Cambalache”, y si bien Gardel tenía una gran relación con Discépolo, nunca llegó a grabarlo. Entonces inventamos una situación para que nos permita esa oportunidad de cantarlo, que creo que va a ser un número muy fuerte en el vivo. Después están “Mi Buenos Aires querido”, “Cuesta abajo”, “Yira, yira”, “El día que me quieras”. Fuimos buscando los temas que nos permitían hilvanar situaciones para hablar de la mina, para hablar de la amistad, para hablar de los piropos y las canciones nos fueron guiando para armar la estructura dramática.
—Se pensó como algo casi de café concert, pasó por el streaming en formato audiovisual y ahora se presenta en una sala grande como el Alvear. ¿Cómo se adaptó la obra a estos cambios?
—Cuando pasamos del texto original al streaming lo que hicimos fue airearlo un poco y logramos una especie de híbrido entre teatro y cine. Nosotros decimos que la trama transcurre en el camarín y en la cabeza de Gardel, porque a medida que Carlitos canta, aparecen Caminito, el hipódromo, el Abasto, y esto en la película lo mostramos de una manera más realista. Y ahora va a haber 20 personas entre actores, músicos y bailarines, con vestuario, una escenografía importante. En cinco años que estuvimos agonizando con esta historia, dando vueltas y hartando a los amigos, hartando a la familia. Parece que finalmente se va a dar.
—¿Cómo eligieron a los protagonistas?
—Cuando vimos a Oscar Lajad supimos que era Gardel. Él venía haciendo un espectáculo en La Botica del Ángel, lo vi en una foto y no tuve dudas. Fuimos con mi socio a verlo y supimos que era él. La verdad que fue muy generoso porque ni nos conocía, no sabíamos de qué estábamos hablando y enseguida se subió al bondi. Nos acompaña hace cinco años y estuvo tanto en el streaming como en la versión teatral.
—¿Conseguir a Sinatra fue más complicado?
—Sí, porque necesitábamos a alguien que, además de cantar y bailar bien, hablara inglés fluido y tuviera cierto parecido físico. La verdad que el teatro musical de acá se desarrolló muy bien, hay mucho talento joven pero no fue fácil encontrar alguien con esas características, hasta que apareció Pablo Turturiello que que la verdad que reunía todo eso y lo hizo muy bien en streaming. Hubiera sido nuestro Sinatra, pero lo hizo tan bien que ahora está de protagonista en Rent. Hicimos unos castings y nos quedamos con Alan Madanes, que venía de hacer Querido Evan y BIA, una serie para Disney, con lo cual tenía una experiencia también en teatro musical y está muy bien como Sinatra. El único problema es que tiene ojos negros, pero ya estamos haciendo lentes de contacto.
—El papel de Nancy lo hace Antonella Misenti, ¿qué rol cumple ella en la obra?
—La vimos en un video en YouTube con su grupo Gamblers Band y nos gustó. Tenía cierto parecido con la jovencita Nancy Barbato, también habla inglés y canta muy bien. Ella tiene un papel más chico pero es importante porque cambia el aire a la historia. La leyenda cuenta que fue ella la que llevó a su novio a la audición en la NBC y eso nos dio el pie para incorporarla. Sinatra se mete en el camarín, se pierden y cuando se reencuentran se arma una comedieta con Gardel, donde cantan “Rubias de New York y “El día que me quieras”.
—Hay algo interesante en esto de la comedia musical, que atrae muchos actores y público joven y adolescente. Y la obra puede ser una puerta de acceso a dos gigantes que quizás de otra manera no accederían.
—Nos encanta que pase eso. La obra no es un espectáculo tanguero típico. Tiene mucho humor, y muchas maneras de engancharse, porque Gardel es Gardel, y Sinatra es un Sinatra desconocido, que se está formando como artista. Y eso de alguna manera a los jóvenes les llega.
—¿Qué querés que pase con la obra?
—Que vaya mucha, mucha gente (risas). La verdad es que la preventa está funcionando muy bien y el único tema es que ahora vamos a estar solo cuatro semanas, así que la premisa es que podamos pasar rápidamente a un teatro comercial. También tenemos mucha expectativa con el exterior, llevarla a esos lugares en los que Gardel y Sinatra siguen teniendo fuerza. También me late que funcionaría muy bien en algún teatro chiquito de Nueva York. Y siempre tenemos la fantasía de, en algún momento, hacer una gala en el Teatro Colón.