El fuerte relato de Eddie Fitte a un año del nacimiento de su hija: “Habían decidido hacer una cesárea de urgencia”

El periodista y escritor contó que a su mujer Carolina le detectaron una obstrucción en el colon producto de un tumor maligno al momento de dar a luz a Simona. “Después de todo el año que pasó, el mérito estaba en eso, en contarlo”, destacó en un conmovedor texto que publicó en sus redes

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El momento en que Simona,
El momento en que Simona, hija de Eddie Fitte y Carolina Schattner llegó al mundo (Foto: Instagram)

Este miércoles Simona, hija del periodista y escritor Eddie Fitte y de la médica nutricionista Carolina Schattner cumplió su primer año de vida. Si bien el aniversario implica una gran celebración, para la pareja (quienes ya eran padres de Camilo) también fue un día de exponer sus emociones dado que en el momento en que ella dio a luz, los médicos le descubrieron una obstrucción en el colon.

“Hoy hace 1 año, a las 15 horas nacía Simona. ‘Caro, tenés una invaginación en el intestino, a las 15 sacamos a Simona y luego te hacen la cirugía’, dijo mi obstetra”, contó Schattner en un posteo que subió a su cuenta de Instagram. “En ese contexto naciste. Te tuve en brazos y luego pasaste a los brazos de tu papá para que a mí me sigan operando”.

Yo creo que de cierta manera naciste para salvarme, Simonita. Si no fue así, aportaste tu granazo de arena. Todos los días me pregunto: ‘¿a qué viniste a este mundo?’. Aún no lo tengo 100% definido, pero muy aclarado el panorama. Sos de otro planeta. Con menos de un año me has alcanzado un pañuelo para secar mis lágrimas. Te amo infinito”, completó Carolina en un posteo en el que compartió una postal de aquel parto.

Por su parte, Eddie contó con lujo de detalles lo que vivió aquel día en un texto que subió a la red social Quaderno. “Cuando atravieso situaciones de mayor estrés o complejas, habitualmente me digo: ‘Esto en algún momento va a pasar y lo voy a poder contar’. Después de todo el año que pasó, lo hice y para mi, el mérito estaba en eso, en contarlo y en estar atravesando el día que atravesé, que fue bellísimo”, le contó a Teleshow.

Simona cumplió un año (Foto:
Simona cumplió un año (Foto: Instagram)

A continuación, se reproduce el texto completo de Eddie Fitte en el que cuenta la llegada al mundo de Simona:

“Hoy hace un año, Carolina tenía un dolor de panza intenso. El sufrimiento era tan fuerte que parecía propio de la inminencia del parto. Estaba embarazada de 38 semanas, y esa idea tenía sentido, ¿de qué más podía tratarse?

“Los médicos lo corroboraban. Había ido en un par de ocasiones a guardias obstétricas, y los médicos le indicaban que todo era normal. Que se trataba de constipación habitual para el estadio, que la posición del bebé generaba aquella sensación de dolor que la doblaba, o que eran contracciones leves que indicaban la salida de la niña, fueron algunas de las cosas que le dijeron con liviandad.

“Mi posición era mi postura habitual: llevar calma. ‘Si los médicos afirman que esto es normal, tocará atravesarlo. Va a estar todo bien’. Mi recurso se agotó tras tres días seguidos, en los que empecé a ayudar, cada vez que había un dolor intenso, con las tareas de preparación de parto: los ejercicios recomendados de estiramiento, los trabajos con la pelota inflable para la cadera, los masajes pélvicos, púbicos, en el sacro, la colchoneta y ejercicios de posturas. Nada funcionaba.

“Mientras tanto, yo apuntaba los ritmos y frecuencias de estas punzadas filosas que la atacaban. Cuando una mujer está por parir, quienes guían a la persona o pareja a través de esa experiencia suelen recomendar distintas acciones a realizar ante ciertas señales del cuerpo. Por eso, si la embarazada empieza a sentir contracciones con una frecuencia determinada (que nunca logré recordar, pero que estaba pegada en un papel en la heladera), se puede ir determinando el momento de la salida.

“Carolina tenía dolor, mucho, pero era arrítmico. La frecuencia variaba. No podían ser contracciones. Entonces, dijo basta, y nos fuimos por última vez a la guardia. Íbamos decididos a encontrar eso que uno busca de forma desesperada en situaciones como esa: un diagnóstico.

Eddie Fitte junto a sus
Eddie Fitte junto a sus hijos Simona y Camilo (Instagram)

“La respuesta se hizo esperar. Entramos en guardia y la fila era larga. Un médico que la atendió, después de revisarla, decretó que se trataba de constipación. “Por si acaso”, agregó, “te vamos a hacer una resonancia para quedarnos tranquilos”. Eran las cinco de la tarde, y el estudio se iba a hacer a las dos de la mañana en ese hospital.

“En el medio, el laxante que le dio este primer médico empezó a hacer efecto interno. El cuerpo de Carolina pujaba ahora por expulsar algo, además del bebé. Y ninguna de las dos cosas pasaba. Su cuerpo se empezó a retorcer con mayor frecuencia y ella sentía que iba a explotar.

“Sumida en pánico, procesando internamente un laxante potente que le habían suministrado y embarazada a término, trataron de hacerle una resonancia magnética apelando a que se quedara quieta. El estudio, incompleto, fue una tortura. Pero ahí lograron ver “algo”. “Yo veo algo”, dijo una entre cuatro o cinco que se miraban sin intercambiar demasiadas ideas.

“Luego de un debate no muy largo, nos comunicaron los pasos a seguir.

Habían decidido hacer una cesárea de urgencia. Sacar a Simona, nuestra hija, y operar a Carolina para quitarle la obstrucción que tenía en el colon.

“‘No se puede ver demasiado en el estudio, sus órganos ahora están todos apretujados por el bebé. La vamos a abrir, sacarlo, ver qué es lo que sucede ahí dentro y proceder’. Carolina ya escuchaba esto en una camilla, mientras la preparaban para el proceso. Antes de que se la llevaran, un médico le dio un panorama muy frío de todo lo que podía suceder de ahí en más. Quitando la alegría de poder conocer finalmente a Simona, todo el abanico de probabilidades que daba el hombre sobre la cantidad de cosas que podían pasarle a la mamá era escalofriante. “Seguramente salga todo bien, no sabemos qué puede pasar, pero tenés que estar preparada y saber todos los escenarios”, cerró mientras los camilleros empezaban a llevársela.

“A mí me dejaron solo y me estiraron un ambo para que me vistiera. Mi cerebro era todo ruido blanco.

Eddie Fitte pasó las primeras
Eddie Fitte pasó las primeras horas de vida de su hija Simona con ella en brazos mientras a su esposa Carolina estaban operándola (Instagram)

“En piloto automático, me puse el ambo, me lavé las manos, me saqué el olor a cigarrillo y me recorté la barba como pude para ser lo menos contagioso posible. “Flia, se viene Simona”, mandé por Whatsapp al grupo de la familia, donde había estado reportando los progresos en los estudios. Di la información que pude con el lóbulo frontal suspendido.

“La cesárea es lo que se ve en la foto. Es una foto fuerte, sobre todo si miran a los de ambo verde y brazos cruzados, que son los cirujanos que estaban ahí para hacerse cargo de Carolina cuando el embarazo estuviera fuera de peligro. Por sus gesto, el panorama que les comentaban no era el mejor.

“Lloramos y fuimos felices en medio de un montón de gente que nos miraba con preocupación y pena.

“Sacaron a Simona y la seguí por los pasillos de neonatología como un perro loco detrás de su cría. Todo era un laberinto pulcro de luces blancas, y yo caminaba ciego detrás de nuestra enana, que lloraba mientras le hacían los procesos de adaptación al mundo exterior. Mi cerebro estaba partido en dos. Mientras procedían con nuestra hija, Carolina era sedada para entrar en su segunda cirugía del día.

“A mí, mientras tanto, me mandaron a la habitación con Simona. Siempre y cuando le permitiera sostener mi pulgar con su mano, ella ya no lloraba. Me dieron una jeringa para darle leche y le expliqué a la petisa que estaban pasando muchas cosas, que no se suponía que esa cara barbuda con olor a tabaco sin dormir tenía que ser lo primero que viera al salir, que yo sabía que ella buscaba una teta de su fuente de vida y que yo sólo podía darle de comer a través de ese tubo plástico.

“Le hablé sin parar a la enana. Era mi única compañía. Por el cuarto desfilaban nutricionistas, enfermeras, camilleros extraviados, la obstetra, el que fue con el cirujano, el jefe de turno, todos. Pocos en el piso entendían por qué estaba yo solo ahí ni qué continuaba sucediendo en el quirófano.

“De pronto, apareció la partera con cara transformada. Me acarició la espalda, pero sentí que me tiraba tierra en la cabeza. Me dijo que todo iba a estar bien, con cara de que estaba todo mal. Le pregunté qué había y me respondió que ella no me lo podía decir, que ya me lo iban a comunicar. También me dijo que no era bueno que yo tuviera a Simona solo. Me dijo que hacía falta una mujer, que si no podía llamar aunque sea a la hermana, que tenía el mismo olor. No me gustó ese comentario, no por la hermana de Carolina, a quien quiero mucho. Me hizo sentir poca cosa, ¿por qué el olor del padre no servía si ella me agarraba el pulgar y se tranquilizaba? Así todo, le dije que sí, que no había problema, la llamé a Paula, y llegó al rato.

“La operación duró cuatro horas. Trajeron a Carolina al cuarto e inmediatamente Simona percibió la llegada de eso que estaba esperando. La piel de la madre se iluminó como si le hubieran suministrado la más efectiva droga. ‘¿Qué pasó, ¿qué me sacaron o qué me pusieron?’, me preguntó después de un rato de conexión maternal que me dediqué a disfrutar. No sabía qué contestarle.

“Después de una hora, llegaron los cirujanos y la obstetra. Ella me habló en privado y me explicó, palabras más, palabras menos, que le habían sacado un tumor que se veía “muy, muy feo”. Los cirujanos fueron más elípticos para hablar de lo mismo. Explicaron la intervención que habían realizado y el contexto en el que trabajaron y expresaron satisfacción. Luego llegaron las familias y todo se centró en Simona y la alegría de tenerla entre nosotros.

“El día siguiente fue el Día del Padre. Lo empezamos con el jefe de cirugía del sanatorio, que me felicitó por la fecha y nos explicó que lo que Carolina había padecido era ‘la invaginación de un pólipo importante que había crecido muy rápido’. ‘Probablemente la nena sintió esa molestia del tumor sobre sus pies y, a patadas, o empujando lentamente con los pies, enredó al tumor con el intestino grueso, y eso fue lo que produjo el bloqueo’, nos contó este señor a cara de perro algo que sonaba considerablemente mágico. Lo que explicaba era que, como a la bebé había algo que le molestaba en el pie, lo pateó para que no la jodiera más, y gracias a ese enredo, el tumor quedó aislado, protegiendo así a la madre. Es decir que gracias a esto último, el cáncer (porque luego la biopsia determinó que era una formación maligna) tampoco había irradiado hacia otros lugares y se había podido extraer realizando dos cortes, en los que le sacaron 25 centímetros del intestino grueso a la paciente.

“Así entró Simona a esta historia de nuestra vida. La detección del cáncer de colon tuvo su continuidad, pero gracias a la intensidad de los primeros meses de vida que suelen tener los recién nacidos, nuestras cabezas estuvieron más en dónde quedó el chupete o quién prepara la mamadera que en lo demás, que ya no dependía de nosotros. Fuera lo que fuera que pasara, había que afrontarlo para poder algún día contarlo.

“La historia continuó con más noticias que llegaron con los primeros controles. Ahí se determinó que tenían que operar nuevamente a Carolina. Según pude entender, las condiciones en las que estaban los órganos de ella, por la compresión que genera un embarazo, impidieron que vieran todo lo que había que sacar y había que operar para erradicar el problema. La operación salió muy bien y a los 15 días Carolina, nuevamente, estaba saliendo a correr como si nada hubiera pasado, mientras Camilo, el hermano mayor de cuatro años, aprendía a jugar con su compañera de vida para siempre.

“Hoy, seis meses después de la última operación, Simona cumple un año y Camilo está en el living con ella, explotando los globos que inflamos anoche para celebrarlo mientras las carcajadas de Caro resuenan por el pasillo.

“Mientras, yo estoy encerrado en el cuarto escribiendo esto, porque hace 365 días le prometí a la enana, mientras le daba la jeringa con fórmula, que algún día le dejaría todo escrito para que supiera cómo fue que terminamos agradeciendo tanto las patadas que dio en la panza”

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