Ya se cumplieron más dos años de la muerte de Gustavo Martínez y solo quedan buenos recuerdos de aquellos que conocieron al personal trainer. Él, quien tras la muerte de Ricardo Fort, se transformó en el protector de los hijos del chocolatero y se abocó por completo a su cuidado. Su partida sucedió el 16 de febrero de 2022 y en medio de una tragedia fue encontrado sin vida en el patio interno del edificio donde vivían en Belgrano.
A pesar del dolor y el enojo de los primeros tiempos, este martes, Marta Fort sorprendió al publicar un video junto a Gustavo Martínez para recordarlo el día que estaría cumpliendo 65 años. La sorpresa fue, más que nada, porque los hijos de Ricardo (tanto ella como Felipe) no solían pronunciarse por esta fecha, y en esta oportunidad, la hija del chocolatero sí decidió tomar las riendas del asunto.
Por tal motivo, la influencer decidió recordar a su tutor con un emotivo clip el cual publicó en sus historias de Instagram donde tiene casi un millón de seguidores. “Cumple él”, escribió junto al video en el que se los puede ver a los dos bailando hace algunos años. En ese material se puede ver la complicidad, buena onda y el amor que se tenían.
Quién fue Gustavo Martínez
Gustavo nació el 4 de junio de 1959, y era oriundo de San Isidro. Tras sufrir una dura infancia forjó una personalidad introvertida y solitaria, la cual trabajó con el ejercicio físico. Lo que empezó como un pasatiempo pasó a ser un estilo de vida y luego, una profesión. A principios de los ‘80, el fisicoculturismo era una novedad en el país. Gustavo llegó a desarrollar una incipiente carrera con su hermano Claudio, que se destacó a nivel competitivo, consagrándose campeón argentino y sudamericano y convirtiéndose en una leyenda en la disciplina.
Mientras lidiaba con los problemas familiares, también tuvo que hacer frente a otro tabú de la época: su homosexualidad. Así fue como un día conoció a un joven millonario, Ricardo Fort. En ese primer encuentro solo charlaron un rato y no mucho más que eso, pero de esa charla derivó un lugar, un boliche. Ricardo tomó nota y se volvieron a encontrar. Bailaron un rato con amigos y la pasaron tan bien que la noche se hizo día en un café. Allí sucedió el gesto que terminó de rubricar el flechazo. Pidieron la cuenta y Gustavo se adelantó, sacando su tarjeta de crédito.
A partir de entonces, su romance sería historia. En total fueron 6 años de amor. “Nunca le duraron demasiado las parejas a Ricardo”, admitió el entrenador tiempo después. Mientras seguía con su trabajo de personal trainer, veía que su novio quería ser famoso, que levantaba demasiado su perfil, que él no podía, o no quería, seguirle el paso. Con ese objetivo Ricky viajó primero a Los Ángeles y después a Miami. Gustavo lo siguió amando en silencio y nunca perdió el contacto, pero se mantuvo al margen del torbellino que en cualquier momento podía estallar.
Luego, Gustavo siguió muy de cerca el proceso de Ricardo para ser papá. Incluso hasta California, Estados Unidos, para estar junto a él. Gustavo siempre supo que no sería el padre, aunque el propio Ricardo insistía en que sus hijos tenían dos papás. Y en esos momentos de extrema felicidad del empresario, acaso los más dichosos de su vida, se dio el gusto de elegir el nombre de uno de los mellizos. El hombre del chocolate, nombró a Marta como su madre y a Felipe como su abuelo, pero durante mucho tiempo poco se supo de los nombres completos. El personal trainer fue quien bautizó Segundo a Felipe. “Se lo puse yo, me gustaba: Felipe Segundo, tiene nombre de rey”, contó orgulloso durante un diálogo con Verónica Lozano.
Después de un tiempo, su relación tuvo otro acercamiento cuando Gustavo tuvo una operación. Razón por la cual Ricardo lo invitó a hacer la recuperación en su casa. Se instaló en uno de los dormitorios, acondicionado especialmente para la ocasión. Había sido un pedido de Ricardo, que siempre sintió protección y seguridad en Gustavo, a quien veía como una persona noble y honesta. Tiempo después, con su salud más deteriorada, el artista confió lo más valioso de su vida en las manos de Gustavo. En 2010, el empresario lo esperaba con un abogado y una contadora. Sobre la mesa, descansaban un papel y una lapicera. Era una orden de tutela dativa, según la cual, en caso de fallecer Ricardo Fort, el cuidado de sus hijos, Marta Carolina y Felipe Segundo, quedaba a cargo de Gustavo Martínez. Un documento repleto de datos fríos, pero que encerraba la prueba de amor que jamás había recibido.
En una primera instancia, Gustavo se negó a firmarlo, pero cedió ante la insistencia de su viejo amor. Si bien Ricardo lo repetía, Gustavo nunca creyó que el padre de Felipe y Martita, moriría joven. Hasta entonces, él estaba acostumbrado a ocuparse de las cosas que su amigo no quería -o no sabía- cómo afrontar siempre con la compañía incondicional de la niñera, Marisa López, asistía a reuniones en la escuela, colaboraba en algunas tareas domésticas o simplemente, los cuidaba. Y cumplió con su misión hasta su último día de vida.