“¿Están listos para el Spinetta Day? Porque nosotros sí”. Las redes de Olga amanecieron transmitiendo simbólicamente desde el Teatro Colón, donde iban a homenajear la obra de Luis Alberto Spinetta. Como ya había ocurrido con Gustavo Cerati y con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, el programa Soñé que volaba conducido por Migue Granados presentó una jornada conceptual entre emociones, canciones y anécdotas, todo supervisado por la magia inigualable de uno de los artistas más más importantes del país.
La mesa habitual del estudio René Favaloro en Humboldt y Cabrera mutó al emblemático edificio sobre Plaza Lavalle. Desde allí salió el ciclo de Granados y Lucas Fridman, que contó con la compañía de Catarina, una de las hijas del Flaco, y la participación de Sergio Marchi, autor de la biografía Ruido de magia. La velada corrió entre canciones históricas del rock argentino firmadas por Luis y anécdotas de su vida, algunas de primera mano en la voz de Catarina, y también de los músicos y en mensajes de los oyentes.
La DJ habló de cómo su padre abordó el arte de una manera particular que trasciende a las generaciones y a su propia existencia: “Es un iluminado del mundo, alguien que tiene un canal abierto para que le pase toda la data. Y él sabía que estaba transmitiendo algo que le caía con todos sus dones”.
Catarina aseguró que todo esa información no provenía de la academia sino de la intuición y la curiosidad. “No leía música, ni fue al conservatorio. Todo de oreja”, señaló. Y consultada por su relación con los otros grandes del rock de acá, afirmó que con el único con el que fue “amigo de verdad” fue con Fito Páez. “Con los otros monstruos había buena onda, admiración mutua. Con Charly García había un entendimiento desde que se miraban... era mucha energía”, detalló.
Para acompañar a los artistas, se formó una banda de lujo con músicos que acompañaron a Spinetta en diferentes momentos de su carrera. Los guitarristas Baltasar Comotto y Guillermo Arrom, el bajista Javier Malosetti, el baterista Sergio Verdinelli y el multiinstrumentista Mono Fontana, que dieron muestra de su versatilidad para tocar desde el rock and roll crudo al jazz rock, pasando por canciones y el aire folkórico y tanguero que sobrevuela la obra del Flaco.
Las canciones, y los intérpretes fueron una muestra del alcance generacional y de estilos que fueron influenciados por Luis. Nahuel Pennisi interpretó “Durazno Sangrando”, Benja Amadeo “Todas las hojas son del viento”, Luz Gaggi “Fina ropa blanca”, Lisandro Aristimuño “Maribel se durmió”, y Rubén Goldin “Resumen porteño”, Germán Trippel “Seguir viviendo sin tu amor”, Ca7riel “El anillo del capitán Beto y Mery Granados “Quedándote o yéndote”.
Como había ocurrido en el Cerati Day, el staff de Olga también pasó por el escenario. Migue Granados interpretó “Camafeo” y Lucas Fridman hizo “Rezo por vos” -”75 por ciento de mi papá, 25 de Charly”, según Catarina- acompañado por las Vocat, un trío de voces que antes había interpretado a puro swing “No te alejes tanto de mí”.
Uno de los momentos más emotivos los generó Olivia Firpo y su historia viral de los últimos días. La adolescente se había aproximado a la puerta de Olga para solicitar una entrada, con un cartel como único argumento. “Tengo 16 años y toco Spinetta”. Granados la hizo pasar y el equipo quedó tan cautivado con su interpretación que la sumó a la grilla. Horas después, estaba cantando “Barro tal vez”, acompañada por Javier Malosetti en el escenario del Teatro Colón.
El Colón -sitio donde Luis tocó por primera vez en 2002 presentando Silver sorgo- lució un perfil diferente al habitual. El público, que había hecho filas de más de siete cuadras, colmó el recinto, cantó las canciones y se conectó con una manera tan propia del universo Spinetta. Y colaboró con donaciones para la Fundación Sí. “Era importante que tuviera un sello de solidaridad , como a papá le hubiera gustado”, apuntó Catarina.
El cierre fue un lujo para todos los presentes. Primero, Lula Bertoldi, cantante y guitarrista de Eruca Sativa, propuso un viaje a la primera etapa de Luis. “Hoy vine con un look Almendra”, dijo en referencia a su look en blanco y rosa, distintivo del álbum debut del cuarteto. También leyó un fragmento de “A estos hombres tristes”, pero a la hora de tocar eligió una de Pescado, “Post crucifixión”, con su riff inolvidable y poderoso ideal para su estilo.
De sobretodo marrón y lentes oscuros, Abel Pintos irrumpió en el escenario con toda su gratitud. “Gracias por hacerlo solidario y tocar con esta banda es un sueño cumplido”, señaló el bahiense antes de versionar “Bajan”. Al finalizar su actuación, se sentó a la mesa para contar cómo fue su aproximación spinetteana. “Lo escuché por primera vez a través de Mercedes Sosa, ella fue mi Google de la música”, admitió el autor de “Motivos” sobre la mítica Negra.
Abel contó una anécdota que da prueba de la magia que emanaba la obra de Luis. “Una vez en Bahía Blanca vi unos afiches de un show de él, compré la entrada para verlo y me salió un viaje para firmar mis primeros contratos. Cuando firmé con Sony me regalaron el Estrelicia unplugged. Fue un encuentro lindo, porque me perdí el show pero pude escuchar ese disco y aluciné”, rememoró, y se detuvo especialmente en “Durazno sangrando”, el tema que abre aquel concierto en MTV. “Me emocionó”, sintetizó.
El final se aproximaba, pero antes Catarina dejó unas palabras como portavoz de la familia. “Es un lugar hermoso, con nuevas y viejas generaciones de todos lados. Mi misión es que se expanda su legado, que se expande solo, como la música”, expresó, antes de presentar al último artista de la noche como “el tío”.
El aludido era David Lebón, compañero de Luis Alberto en Pescado Rabioso, a quien saludó con un emotivo abrazo. Como era de esperar, hizo “Despiértate nena”, con ese riff de guitarra inmortal. Había un bis, y aunque también era una obviedad, no dejó de emocionar. “Muchacha ojos de papel”, con la acústica del Mono Fontana y las voces de artistas, conductores y público. Como tantas otras veces, y como tantas por venir. Una que sabemos todos, que conecta con lo más profundo del alma. Hasta reír, o hasta llorar.