La reaparición en la escena pública de Cristina Kirchner en un acto por la inauguración del Polideportivo Néstor Kirchner en Quilmes sirvió para que lance fuertes frases sobre la interna peronista y sobre todo, apunte hacia las medidas que viene tomado Javier Milei en su gobierno. Allí hizo alusión a la condesa Eugenia de Chikoff, célebre figura que murió en 2014, para criticar los modales del presidente y las redes se pusieron nostálgicas al recordar a la especialista en protocolo y buenos modales.
“Estoy hablando de hasta el 2019. Cuántas veces escucharon, desde los contrarios a nosotros siempre y también en nuestras propias filas, que había permeado esto de ‘los modales de Cristina’. ‘La intensidad de Cristina’. ‘Los modales’, ‘los destratos’ y no sé qué otras cosas más”, empezó diciendo, frente a una muchedumbre. “Convendrán que después de este presidente soy la condesa Eugenia de Chikoff, ¿no?”, remató, con una media sonrisa mientras era aplaudida y lanzaba un dardo al actual primer mandatario.
“¡No me jodan más con esto! La verdad que no eran los modales”, lanzó. La comparación de la ex vicepresidenta consiguió que en plataformas como X se recuerde a la Condesa, que era habitué en los programas de televisión, sobre todo magazines, donde podía dar consejos sobre cómo comportarse en una cena de trabajo, de qué manera se debía comer una empanada o si era correcto chocar las copas a la hora de brindar.
Siempre de boina y con un fuerte acento, la dama de los buenos modales falleció en agosto del 2014 a los 94 años. Había nacido en la Argentina, pero vivió en Francia desde los tres años y medio lo que fue decisivo en su forma de hablar que se mezclaba con el idioma ruso que hablaba su padre, el Conde Juan Eugenio de Chikoff, que estaba en París cuando ocurrió la revolución que derrocó al zar Nicolás II y no pudo regresar a su país. Había vivido en Inglaterra, Alemania e incluso China, donde estudió karate, disciplina con la que consiguió abrir una escuela de ese arte marcial en Recoleta.
La Condesa, título que ella misma se empeñaba en aclarar que no le correspondía porque solo podía ser llevado por la esposa de un conde y no era transferible a ella como hija, era dueña de un gran sentido del humor. Al visitar los programas de TV se permitía bromear con los conductores, que podían ser Verónica Lozano, Esteban Mirol o Mariana Fabbiani, a la hora de corregirlos sobre cómo tenían que tomar los cubiertos o si era correcto ponerse la corbata en la cabeza en un casamiento.
Eugenia había aprendido protocolo y ceremonial gracias a su padre, quien había difundido en nuestro país esos conocimientos, pero fue ella quien ganó mayor popularidad al ser una invitada frecuente a Memoria, el ciclo de Chiche Gelblung por el que consiguió ser consultada en numerosas oportunidades por los programas de TV, como en el casamiento de Máxima Zorreguieta con el príncipe Guillermo de los Países Bajos en el 2002, mucho antes de ella se convierta en la Reina Máxima.
Incluso en sus apariciones en la pantalla chica podía sentarse en una mesa con José María Muscari y Silvia Süller, en el ciclo Muy Muscari donde el director teatral reunía a dos figuras en apariencia opuesta, o prestarse a un sketch con Fernando Peña con él caracterizado como su personaje Martín Revoira Lynch.
Los últimos años de su vida, Eugenia de Chikoff había encontrado en Facebook un lugar donde dar consejos y también compartir experiencias diversas sobre su vida. Hoy su perfil se llama Por siempre Eugenia de Chikoff, es manejado por una de sus amigas, y busca recordar la figura de la maestra de protocolo, cultura social y buenos modales, como ella misma se definía.
“El saludo es la primera muestra de cortesía y buena educación. ‘Los títulos no acortan las orejas’, dicen y tienen razón. Tener un título universitario, no me hace mejor persona que la otra. Es igual que el atuendo. La ropa no define a las personas, es la educación lo que sí nos diferencia. Debemos ser siempre educados con todos y tratar a todos y a toda hora con cortesía”, escribía, en una publicación de la red social donde se refería a sus seguidores como “mis queridos y adorados deditos levantados”.
“No importa de quién se trate, el poder es el poder. Cuando uno está en la cima no debe agachar la cabeza. No puede abandonar el porte y la vestimenta. El atuendo forma parte del todo. Conforma una unión magnética y el que la maneja entra en un círculo de perfección”, definía. Más de una década después, la Condesa volvió a ser noticia y en boca, precisamente, de una figura del poder político.